Edgar Palazio Galo (*)
El bloqueo impuesto por Estados Unidos a la República de Cuba, iniciado en 1962 bajo la administración del presidente John F. Kennedy como un embargo total sobre el comercio, se ha mantenido hasta la actualidad, convirtiéndose en un caso sin precedentes de aislamiento y coerción económica en tiempos de paz.
Con el paso de los años, el bloqueo se ha endurecido a través de diversas leyes que han ampliado su alcance. Entre las normativas más significativas está la Ley Torricelli de 1992, creada con el objetivo de debilitar a la Revolución Cubana tras el colapso del socialismo en Europa del Este. Esta ley inició dos medidas claves: prohibió el comercio de las subsidiarias de empresas de EEUU en terceros países con Cuba y vetó el ingreso a sus puertos de los barcos que hubieran tocado puertos cubanos en los 180 días anteriores.
En 1996, bajo la administración de Bill Clinton, se promulgó la Ley Helms- Burton, que buscaba desalentar la inversión extranjera en Cuba e internacionalizar el bloqueo. Esta legislación codificó el embargo, otorgándole alcance extraterritorial y aplicándolo a entidades de otros países.
Prohíbe que empresas extranjeras que operen en Cuba comercien con EEUU si utilizan propiedades que fueron expropiadas a ciudadanos estadounidenses tras la Revolución Cubana. Esto incrementó la presión sobre el gobierno cubano, limitando sus oportunidades de inversión y su acceso a capital extranjero. Desde una perspectiva legal, el embargo viola diversas normas internacionales establecidas en convenciones y tratados a los que Estados Unidos se ha adherido.
Uno de los principios fundamentales es el derecho a la autodeterminación de los pueblos, consagrado en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966 y vigente desde 1976, el cual establece: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho, establecieron libremente su condición política y proveen igualmente a su desarrollo económico, social y cultural”.
El bloqueo representa una injerencia en los asuntos internos de un Estado soberano, contraviniendo el principio de no intervención, un pilar fundamental del derecho internacional. El intento de influir en la política interna cubana mediante sanciones coercitivas, ha sido cuestionado a nivel global y calificado como una forma de agresión económica que socava la integridad y la independencia de la nación.
El bloqueo como violación del derecho internacional
La historia y el contexto del bloqueo a Cuba evidencian que las sanciones impuestas por EEUU carecen de una justificación válida tanto desde el derecho internacional como desde una perspectiva ética. La permanencia de estas sanciones, a pesar de su rechazo generalizado por la comunidad internacional y de los efectos devastadores que tienen en la población cubana, exponen un doble estándar en la política exterior estadounidense.
Mientras se proclama defensor de los derechos humanos y la democracia, EEUU emplea medidas que restringen el acceso de una nación a bienes y servicios esenciales. Este enfoque no solo contradice los valores que dice defender, sino que también refleja una política exterior anacrónica, desvinculada de las realidades geopolíticas actuales.
Desde su instauración, estas sanciones han sido ampliamente rechazadas como una medida unilateral que vulnera la soberanía de Cuba y el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Para evaluar la legitimidad de estas sanciones en el ámbito del derecho internacional, es fundamental considerar dos principios esenciales: el derecho a la autodeterminación y el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados.
El derecho a la autodeterminación de los pueblos
El Comité de Derechos Humanos de la ONU ha declarado que el derecho a la autodeterminación es inalienable y no debe ser vulnerado por interferencias económicas o políticas externas. En este sentido, el bloqueo impuesto a Cuba representa una intromisión directa en su derecho a decidir su propio modelo de desarrollo y sus prioridades internas, sin presiones para adaptar su estructura política a los intereses de otros Estados.
Al intentar influir en el rumbo político de Cuba mediante sanciones que impactan a su población, Estados Unidos se posiciona como juez de las decisiones soberanas de otro Estado, lo cual es incompatible con los principios de respeto a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
La imposición de estas medidas coercitivas, que afectan a millones de personas en Cuba, no solo vulnera el derecho de los cubanos a elegir su propio destino sin injerencias externas, sino que también deteriora las condiciones de vida del pueblo, que sufre las consecuencias de las sanciones económicas y políticas.
Diversas resoluciones de la Asamblea General de la ONU han establecido que el bloqueo viola el principio de no intervención y el derecho de los pueblos a la paz, al obstaculizar el pleno ejercicio de los derechos humanos fundamentales de los cubanos. Estas medidas también contradicen el espíritu de la Carta de la ONU, que promueve la cooperación y el respeto mutuo entre los países, independientemente de sus diferencias políticas.
El principio de no intervención y la soberanía de los Estados
El bloqueo también representa una violación del principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados. La Carta de la ONU establece que los Estados miembros deben abstenerse de intervenir en cuestiones que pertenecen exclusivamente a la jurisdicción interna de otro Estado. Sin embargo, el bloqueo busca influir en la política interna de Cuba, imponiendo restricciones que obstaculizan su desarrollo económico y limitan sus relaciones comerciales en condiciones de igualdad.
La extraterritorialidad del bloqueo desafiaba además los límites de la soberanía. La Ley Helms- Burton extiende las sanciones a empresas y personas de terceros países que tienen relaciones comerciales con Cuba, ejerciendo una presión extraterritorial que impide a otros Estados decidir libremente sus relaciones diplomáticas y comerciales. Al sancionar a empresas extranjeras y sus subsidiarias que operan fuera de EEUU, esta ley vulnera la soberanía de los países con relaciones con Cuba y les impone restricciones alineadas con la política exterior estadounidense.
La Asamblea General de la ONU ha condenado el bloqueo durante más de tres décadas, mediante resoluciones casi unánimes que instan a su levantamiento y reflejan un consenso global en favor del respeto a la soberanía cubana. En 2024, la votación fue especialmente significativa: 187 países apoyaron la resolución que condena el bloqueo, mientras que solo EEUU e Israel votaron en contra. Este rechazo generalizado demuestra que la comunidad internacional reconoce las sanciones como una medida unilateral incompatible con los principios del multilateralismo y una violación de las normas internacionales.
A pesar de esta condena global, el bloqueo persiste, lo que pone de relieve las limitaciones del sistema de la ONU para hacer cumplir los principios que proclama. El bloqueo a Cuba constituye una transgresión de las normas fundamentales del derecho internacional y un ejemplo de unilateralismo que socava los esfuerzos por construir un sistema internacional basado en el respeto y la cooperación mutua.
La política de bloqueo en un mundo multipolar
El orden internacional ha cambiado significativamente desde que EEUU implementó su política de bloqueo contra Cuba en 1962. El contexto geopolítico actual, marcado por el surgimiento de nuevas potencias como China y Rusia, y la consolidación de bloques regionales como los BRICS, desafía la unipolaridad y el monopolio de influencia de EEUU en el escenario global. En este entorno multipolar, esa política resulta anacrónica en el sistema internacional actual.
El bloqueo ha colocado a EEUU en una posición de creciente aislamiento diplomático frente a la comunidad internacional. La votación en la Asamblea General de la ONU, en la que una inmensa mayoría de los Estados miembros rechaza esta política, es una clara manifestación de este aislamiento. Este rechazo debilita la credibilidad de EEUU como defensor de los derechos humanos y promotor de la paz y la cooperación internacional, socavando su autoridad moral para cuestionar las políticas internas de otros países.
Erosión de la influencia de EEUU en América Latina
Los países de la región, habitualmente alineados con las políticas estadounidenses, han comenzado a cuestionar la legitimidad del bloqueo y solidarizarse con Cuba en su demanda de levantamiento de las sanciones. Esto se debe, en parte, a la percepción de que el bloqueo representa una forma de neocolonialismo y una interferencia inaceptable en los asuntos internos de otras naciones.
Esta pérdida de influencia se refleja en la creciente independencia de los países latinoamericanos respecto a las políticas exteriores de Estados Unidos. Este cambio en la postura de América Latina no solo refuerza su aislamiento diplomático, sino que también evidencia el fracaso de su política de sanciones para generar consenso y apoyo en su propio hemisferio.
En ese contexto, la política estadounidense hacia Cuba se percibe cada vez más como una anomalía en un sistema internacional que valora el multilateralismo, la cooperación y el respeto a la soberanía.
Consideraciones éticas y estratégicas en un contexto multipolar
La persistencia del bloqueo en un mundo multipolar plan t ea interrogantes éticas y estratégicas sobre la idoneidad de esta política. Desde un punto de vista ético, el bloqueo contradice los valores de libertad y autodeterminación que EEUU afirma defender, evidenciando una incoherencia en su discurso sobre democracia y derechos humanos.
Desde una perspectiva estratégica, esta política limita la capacidad de EEUU para adaptarse a un orden mundial en el que las relaciones internacionales ya no están definidas exclusivamente por la centralidad occidental.
En un sistema global multipolar, el impacto de las sanciones unilaterales disminuye, especialmente cuando otros actores económicos y políticos, como China, ofrecen a los países alternativas de financiamiento, comercio y cooperación. En lugar de consolidar su influencia, e l bloqueo aísla a EEUU y lo coloca en una posición de antagonismo que restringe sus opciones diplomáticas y estratégicas en América Latina.
En el contexto de un sistema internacional multipolar, la política de bloqueo es cada vez más difícil de justificar tanto ética como estratégicamente. Esta política no solo ha resultado ineficaz en sus objetivos declarados, sino que también ha aislado a EEUU en la arena internacional, ha fortalecido las alianzas de Cuba con otras potencias emergentes y ha erosionado la influencia de Washington en América Latina.
Conclusión
La política de bloqueo de EEUU contra Cuba, no solo representa una estrategia de presión fallida, sino una flagrante violación de los derechos humanos fundamentales del pueblo cubano, cuyas consecuencias se traducen en privaciones económicas, sociales y humanitarias.
Este bloqueo, diseñado para socavar y destruir a la Revolución Cubana y forzar un cambio político favorable a los intereses estadounidenses, ha impuesto al país una situación de asfixia económica y aislamiento, contradiciendo cualquier principio de justicia y dignidad humana.
En el ámbito internacional, esta política ha desenmascarado la hipocresía de EEUU, erosionando su autoproclamada imagen de defensor de los derechos humanos y debilitando su legitimidad en el sistema multilateral. Al persistir en este acto de agresión, EEUU reafirma su desprecio por la soberanía de otras naciones, fortaleciendo una narrativa de resistencia en América Latina frente a las intervenciones unilaterales y el neocolonialismo.
Desde un punto de vista ético, el bloqueo constituye un castigo colectivo brutal e inhumano, incompatible con los principios de humanidad y proporcionalidad consagrados en el derecho internacional. Este ataque sistemático y prolongado ha sido denunciado por múltiples organizaciones de derechos humanos y por la sociedad civil global, que exige con urgencia el fin de esta política obsoleta e inmoral.
Además, lejos de aislar a Cuba, el bloqueo ha impulsado nuevas alianzas entre Cuba y actores globales como China y Rusia, evidenciando una adaptación a un sistema multipolar y desafiando la hegemonía estadounidense. En suma, el bloqueo contra Cuba es hoy un símbolo de las limitaciones del intervencionismo estadounidense, que se enfrenta a un mundo que avanza hacia la interdependencia y la defensa de la soberanía de los pueblos.
(*) Profesor Titular, UNAN-Managua, Departamento de Extensión y Vinculación Social.
Excelente reflexión del autor, E. Galo P. sobre la ilegalidad de toda acción contra Cuba y los pueblos que buscan su autodeterminación, las apariciones de un mundo multipolar ha creado un desorden en los EE-UU, la aparición de nuevos centros de poder mundial como los BRICS, Rusia y el gigante asiático, China que cuando estornuda mueve el globo terráqueo con una política de trasferencia económica, tecnológica, cultural hace que los mas pobres centren sus esperanzas en estos nuevos modelos que no intimidan, tampoco arrasan o invadan, destruyan el patrimonio de los Estado hace que el bloque mismo sea visto de otras formas. Pero para los EE-UU es una cuestión de honor que para este nuevo mundo ya no cuenta el honor sino el desarrollo, para el imperio del mal abandonar toda política agresiva contra Cuba significa ceder y sabemos que Cuba no es una potencia que pueda ser vista como amenaza, pero cuenta con una reserva moral superior a la de los EE-UU y eso es los que hace de Cuba una potencia moral, en otras palabras sería una derrota total para el norte como, será la derrota de la OTAN con la marioneta de Ucrania.
Con el bloque interpuesto por el imperialismo norteamericano al heroico pueblo cubano, queda en clara evidencia la demagogia y doble moral de la política exterior norteamericano, que castiga al pueblo cubano bajo el pretexto de democratizar el sistema cubano que según ellos carecen de libertad y democracia. Pero antes los actos terrorista y xenofobo del estado terrorista de Israel, permanecen inmutado, afirmando que dichas acciones son en legítima defensa del sionismo, que se defiende de las mujeres y niños palestinos.