David Gutiérrez López
El General Benjamín Zeledón nunca se rindió, mucho menos pactó en su lucha desigual contra la intervención de tropas yanquis en Nicaragua. Cayó en combate el mismo día de su cumpleaños 33, el 4 de octubre de 1912, cuando fue copado y posteriormente emboscado con parte de sus combatientes por tropas norteamericanas y conservadoras que habían invocado la intervención, y juntos se habían atrincherado en el Coyotepe y la Barranca, en Masaya.
“Yo y los que me siguen, de corazón, no entendemos de pactos y menos de rendiciones”. Así lo dejó escrito para la historia de Nicaragua y el mundo Benjamín Zeledón, en la última carta enviada a su esposa Esther Ramírez Jerez, antes de su última batalla contra los interventores yanquis y los vende patria.
Zeledón se encontraba en la Barranca, Masaya, junto a unos 500 leales seguidores que como él, con todo el corazón, defendían la soberanía patria ante la intervención de las tropas extranjeras yanquis solicitadas y traídas a Nicaragua por los entreguistas Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro, el último caudillo conservador.
Los patriotas que acompañaban a Zeledón estaban rodeados por más de dos mil hombres listos para entrar en combate, pero lograron evadir el cerco y marcharon hacia Masatepe, buscando cómo unirse a otras tropas leales que se encontraban en Jinotepe, cuando ocurrió la emboscada el 4 de octubre de 1912, cerca de Niquinohomo.
Fue el General Augusto C. Sandino, entonces un joven campesino que se encargaba del cuido de las propiedades de su padre, quien ese día al despuntar el alba escuchó disparos de un combate cerrado cuando se dirigía a unas de las haciendas, ya por la tarde cerca de las cinco, vio pasar el cadáver de Zeledón sobre una carreta tirada por bueyes rumbo a Catarina, donde finalmente reposa eternamente.
Ese hecho histórico y ejemplar de Zeledón ese 4 de octubre, marcó el antimperialismo y nacionalismo de Sandino, quien llegaría a formar el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN) en 1927, quince años después de ese trascendental combate. Fue Sandino con sus tropas de valientes quien derrotó al ejército yanqui en las montañas de las Segovias, y salieron humillados por el Puerto de Corinto el primero de enero de 1933.
“El 4 de octubre, en la madrugada, yendo yo en camino a una de las haciendas de mi padre, escuché descargas de fusilería y ráfagas de ametralladoras en las hondonadas del Cerro de Pacaya; consecutivamente se oía arreciar un formidable combate que se había entablado entre dos mil soldados de infantería de la Marina norteamericana unidos a quince mil vende-patria nicaragüenses contra quinientos hombres del General Zeledón…”, escribió el General Sandino en Mérida, Yucatán, cuando se encontraba en México, el 4 de octubre de 1929.
El General Zeledón cayó combatiendo el mismo día que nació, en la Concordia, Jinotega el 4 de octubre de 1879. Fue el último de sus tres hermanos varones procreados por el matrimonio de don Marcelino Zeledón Ugarte y María Salomé Rodríguez Arauz.
“No quiero una paz cobarde”
Zeledón se graduó en Derecho en 1903 a los 24 años de edad, siendo investido como doctor en leyes. Dos años después, en 1905, contrajo matrimonio con la joven Esther Jerez, con quien procreó cuatro hijos: Benjamín, Victoria, Marco Aurelio y Olga María.
Durante la presidencia del general liberal José Santos Zelaya, participó de la guerra de Nicaragua con Honduras y El Salvador. Zeledón se distinguió como buen militar en la batalla de Namasigüe (Honduras), recibiendo en el propio campo de batalla el grado de coronel por su arrojo y valentía.
En junio del año 1912, Zeledón se integró a la Revolución libero-conservadora del general conservador Luis Mena Vado en contra del gobierno conservador del vendepatria Adolfo Díaz Recinos, en lo que se mal llamó y conoció como la “guerra de Mena”.
Fue una guerra civil corta, cruenta y dolorosa. Las tropas de Mena lograron tomar las ciudades de Granada en Oriente y León en Occidente, sitiando Managua; posteriormente se tuvieron que replegar a Masaya, en la altura de los cerros Coyotepe y la Barranca.
El entreguista antipatriótico de Adolfo Díaz Recinos fue quien, para enfrentar a sus adversarios, solicitó apoyo militar invocando una abierta intervención del gobierno norteamericano, que de inmediato -atraídos por la idea de dominar el país a través de sus títeres, a fin de ejercer hegemonía y control sobre nuestras riquezas naturales-, enviaron a las tropas de marines que desembarcaron en el puerto de Corinto en agosto de 1912.
Luis Mena, quien se hacía llamar el líder de la oposición, se rindió sin combatir el 23 de septiembre de ese año, deponiendo las armas ante los intervencionistas estadounidenses en la ciudad de Granada y casi de inmediato negoció su salida hacia Panamá, donde encontró asilo.
El rebelde General Zeledón se negó a entregar las armas y rendirse ante los intervencionistas y asumió el mando de la revolución hasta su muerte en el combate del 4 de octubre, en una batalla desigual que junto a su pequeño pero valeroso contingente de combatientes se enfrentó desde la madrugada hasta agotar sus municiones.
“No quiero una paz cobarde para mis hijos y el país. Si no puedo darles una Patria digna y honorable, lo que resta no valdrá la pena de ser vivido. La Honra de Nicaragua eso es lo que pretendo rescatar”, dijo el héroe nacional Benjamín Zeledón al responder a la insolencia de los yanquis que lo conminaban a rendirse.
Fue declarado Héroe Nacional por la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua, por decreto No 233 del 10 de octubre de 1980.