Fredy Franco (*)
Frente al odio y la confrontación hay que anteponer el amor, la reconciliación y la paz; continuar construyendo una práctica de convivencia cívica y pacífica, garantía estratégica para que al país no vuelva a la violencia y se haga realidad permanentemente la Nicaragua estable, segura, soberana y justa para las presentes y futuras generaciones.
Sólo con paz firme y duradera, podemos progresar. Eso lo han demostrado los últimos 11 años de Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional: en condiciones de paz, entendimiento y políticas sociales incluyentes, el país ha progresado material y espiritualmente.
Incluso en los pocos periodos de paz que hemos tenido en los 197 años de vida republicana, el país progresó tal como lo que sucedió en la segunda mitad del siglo 19, después de la derrota a los filibusteros en el año 1857. Miles de vidas de nicaragüenses perdidas y atraso se ha impuesto en los periodos de guerra y violencia, como la de 1821 a 1857 (en la llamada período de la anarquía), como en el período de 1910 a 1990, cuando se impusieron el golpe de estado, la guerra civil y la intervención extranjera.
Y en términos históricos podemos distinguir lo que sucedió a partir del 19 de abril de este año 2018, cuando se inició un intento de golpe de Estado dirigido por el Imperio y la ultraderecha nicaragüense, que combinaron la violencia terrorista y criminal que atento contra la vida, la paz y la tranquilidad de los nicaragüenses, y la guerra psicológica promotora de la mentira, la manipulación, la división y el odio. Producto de esa estrategia perversa, revivieron una situación de confrontación, odio y división de la familia y la nación.
Ese episodio doloroso y trágico fue derrotado, pero las consecuencias continúan y las fuerzas promotoras en su propósito confrontativo y violento siguen actuando, para generar desestabilización y daño al pueblo en su tranquilidad y su progreso. La situación creada por los enemigos históricos del pueblo no es nueva. En los años 80 aplicaron el Manual de Operaciones Psicológicas de la CIA, generando burdas mentiras y perversas manipulaciones para generar indisposición contra la Revolución Sandinista, para luego justificar sus acciones contrarrevolucionarias.
Violencia terrorista y guerra psicológica
En este intento de golpe de Estado usaron el Manual de Gene Charp, dirigida a derrocar gobiernos progresistas combinando distintas técnicas subversivas y contrarrevolucionarias, que incluye las manipulaciones mediáticas y psicológicas usadas en Europa del Este, el Norte de África y América Latina, particularmente en Venezuela y Nicaragua.
En nuestro caso combinaron la violencia terrorista y la guerra psicológica a través de la redes sociales y medios de comunicación, desde las cuales desplegaron múltiples técnicas de mentiras y desinformación dirigidas a tocar las emociones y los más bajo instintos de las personas para movilizarlas e indisponerlas contra el Gobierno y las fuerzas sandinistas, y justificar cualquier acción perversa, entre ellas, asesinar, torturar; múltiples acciones violentas, los saqueos, las destrucción de instalaciones públicas y privada, los tranques.
Pese a los ingentes esfuerzos hechos por el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, encabezado por el presidente Daniel ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo, para avanzar en la paz y en la reconciliación, en el entendimiento y en la convivencia respetuosa, esta experiencia nos advierte que todavía hace falta mucho por hacer y construir para desterrar el odio, la confrontación y la cultura política violenta que pervive en muchas mentes de nicaragüenses.
Históricamente el sandinismo, en su vocación y práctica humanista, no ha sido promotor del odio y la violencia criminal y terrorista. Desde Sandino, los miembros del Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional tenían normas de respeto al pueblo y a los soldados capturados. El FSLN, antes del triunfo de la revolución, asumía un lema hecho práctica después del 19 de julio de 1979, de ser “implacables en el combate y generosos en la victoria”. Fue el gobierno del FSLN en los años 80 el mayor promotor del diálogo, la paz, la reconciliación, y los primeros en cumplirlas entre 1987 a 1990. Entregó pacíficamente el Gobierno Nacional en 1990.
Incluso en estos años de la II etapa de la Revolución se han impulsado múltiples programas sociales para asegurar la paz social del pueblo nicaragüense, sobre todo de los más pobres; se ha impulsado el diálogo y el consenso para atender y resolver los múltiples problemas económicos y sociales del país.
Con reconciliación se forja la paz
Una importante generación de nicaragüenses nos acostumbramos y disfrutamos la paz, vivida sin violencia, con estabilidad, seguridad y oportunidades en estos once años; paz alterada por los que siempre se han opuesto al progreso del pueblo nicaragüense.
Pero hay que avanzar en los cambios culturales y de mentalidad, que son más lentos en cambiar pero que son necesarios para instalar en nuestras mentes y en nuestra práctica social una cultura de reconciliación, que implica volver o continuar haciendo la unidad como familia y como país; a entendernos para convivir y respetarnos como seres humanos y ciudadanos de una única comunidad en que habitamos: la nación nicaragüense.
Al haber reconciliación se forja la paz, y al mismo tiempo se asegura la estabilidad, el entendimiento, la convivencia respetuosa. Es premisa fundamental para forjar el desarrollo permanente de la sociedad y la nación.
Por eso, la decisión del gobierno sandinista de discutir con el pueblo y aprobar una “Política de Estado para una cultura de Paz y Reconciliación” constituye una decisión muy importante para que desde el Estado, y junto a la sociedad, la familia, la comunidad educativa, las religiones, los medios de comunicación, los centros de trabajo e instituciones, forjemos e impulsemos acciones que consoliden la paz y la reconciliación, que forjen el entendimiento, entierren el odio y la confrontación, y forjen la paz social para una convivencia estable, respetuosa, que busque siempre el buen común y la prosperidad.
Como se señala en la propuesta: “La construcción de la paz es de carácter cultural y se logra cuando reconocemos la diversidad y la diferencia que tenemos los seres humanos y damos nuestros mejores esfuerzos para solucionar los conflictos de forma armónica, poniendo en común lo que nos une a todos. Reconocer nuestras diferencias para encontrar la unidad. Consolidar la paz se logra cultivando valores, actitudes y comportamientos que promuevan la tolerancia, la solidaridad, la cooperación y el respeto a los derechos individuales y colectivos con el fin de apreciar y respetar la vida, la dignidad humana, la libertad y la convivencia pacífica entre las y los nicaragüenses”.
Desde dicha Política de Estado deben impulsarse y forjarse en nuestras mentes y en nuestros corazones los valores positivos como nicaragüenses y como seres para que, desde ellos y con ellos, forjemos una Nicaragua unida y próspera para todas y todos.
(*) Cientista Social e Historiador. Profesor Titular UNAN Managua.
Excelente análisis, y de acuerdo que cultivar la cultura de paz sobre la cultura violenta es a largo plazo y la responsabilidad es de todos, ahí está el problema , como es algo q se cultiva tiene un proceso y ese proceso es largo, lento y lleno de dificultades, porque somos los humanos los que lo llevamos a cabo, si logramos reconciliarnos cada uno de nosotros con los que cortamos en abril , con nuestros familiares y amigos que dijeron si al golpe y nosotros sandinistas plomo les dijimos váyanse y los desechamos, si logramos reconciliarnos con ellos, podemos decir q vamos avanzando y yo ahí estoy pegada no puedo, no avanzo, necesito una receta y supongo que no soy la única en esta situación.