Francisco J. Bautista Lara.
El nombre de Augusto C. Sandino (Niquinohomo,18 de mayo de 1895 – Managua, 21 de febrero de 1934) y su rostro eran poco conocidos en Nicaragua hasta mayo de 1927, incluso, a pesar de su participación en la Guerra Constitucionalista bajo el mando del liberal José María Moncada, desde su alzamiento con unos ochocientos hombres asumiendo el mando como general y operando en el norte del país desde fines de octubre de 1926 hasta mayo del siguiente año.
Se conoció que dirigió la toma de Ocotal en marzo de 1927 sin mayor resistencia y mantuvo ocupada la ciudad durante varios días. A nivel internacional era desconocido, no figuraba en la cúpula política y militar del conflicto de aquel entonces, cuando el país desde 1912 -con una breve y parcial interrupción en 1926/27- estaba bajo la arbitraria ocupación de los Estados Unidos que asumía el control absoluto económico, político y militar de Nicaragua con la vergonzosa complicidad libero- conservadora.
La primera vez que su nombre fue divulgado a nivel internacional desde la sede imperial fue el 14 de mayo de 1927 en la publicación de The New York Times (edición No. 25312, p. 4). Después de celebrarse en Tipitapa el Pacto del Espino Negro diez días antes, el 4 de mayo de 1927, cuando Moncada aceptó rendirse bajo los términos de Henry L. Stimson, el jefe del Ejército Constitucionalista convocó el miércoles 11 en Boaco a sus generales. Al concluir la reunión informó que todos, menos uno, habían aceptado los términos del acuerdo.
Los resultados de ese encuentro fueron reportados al representante del presidente norteamericano que todavía permanecía en Nicaragua, y quien a la vez procedió a informar al Departamento de Estado y este emitió un comunicado con fecha 12 del mismo mes en el que hace referencia al telegrama remitido desde Boaco e indica, según lo publicado por NYT bajo el título: “Nicaragua declara final de la revuelta”:
“Los jefes militares del Ejército Constitucionalista, reunidos en sesión hoy, están de acuerdo en aceptar los términos de la declaración hecha por el general Henry L. Stimson, representante personal del presidente Coolidge de los Estados Unidos, y consecuentemente han resuelto declinar las armas”. Agrega: “fue firmado por Moncada y once generales, incluyendo a todos los prominentes jefes, excepto Sandino”. La expresión de “todos, menos uno”, comenzó a representar al revolucionario nicaragüense que se oponía a la rendición frente a la ignominiosa intervención militar en los términos por ellos impuestos.
El diario El Comercio de Managua publicó en primera plana en la edición del miércoles 25 de mayo de 1927: “La nota gráfica de hoy. Jefes de la Revolución” con la imagen de Sandino y el pie de foto:
“General Augusto C. Sandino, jefe de la columna revolucionaria de Jinotega con quien está conferenciando el general Moncada para obtener el desarme de aquellas fuerzas. Sandino es el último jefe armado de la revolución”. La foto del joven Sandino con traje formal oscuro y corbata es de cuando había cumplido 22 años (1917), una década antes de su patriótica rebeldía.
Moncada, acompañado de don Gregorio Sandino, Anastasio Somoza y bajo custodia de oficiales americanos visitaron el campamento del general rebelde como último intento para persuadirlo de aceptar el acuerdo y entregar las armas.
Cuatro etapas de más de 7 años
Después vino la proclama que definió el carácter de la resistencia antimperialista en la nueva etapa histórica que inauguró. En el contundente Manifiesto de San Albino el 1ro. de julio de 1927 dice: “Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana que, en una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres, en lucha abierta, defendiendo el decoro nacional”.
Fueron conocidas las amenazas y el ultimátum del capitán Gilbert D. Hatfield, comandante de la guarnición de Ocotal y el ataque de las fuerzas de Sandino a Ocotal el 16 de julio de 1927, en el que se rompieron de manera irreversible los fuegos en contra de la intervención militar extranjera.
La revista Time U.S.A. del lunes 1ro. de agosto, bajo el título “NICARAGUA: Marines rescatados”, narra los sucesos de Ocotal. Recoge, según declaración de Arnaldo Ramírez, jefe municipal de Ocotal: “La hora es la 1 am… Escucho gritos de muerte a los estadounidenses en las calles… Seiscientos o quizás 1,000 de las fuerzas del general Augusto Calderón Sandino rodean a los estadounidenses bajo el mando del Mayor Gilbert Hatfields y atacan por todos lados…”. El nombre de Sandino estaba siendo difundido por todos lados. Sandino pasó a ser una figura de interés internacional.
A partir de aquellas informaciones, todos los principales periódicos norteamericanos comenzaron a mencionarlo y a referir las acciones de resistencia en contra de los marines por parte de los sandinistas. Los principales periódicos de Centroamérica, Latinoamérica y muchos diarios de otros países del mundo, señalaban el inicio de aquella jornada heroica y disparatada que, según la mayoría de los análisis iniciales, estaba condenada al fracaso al pretender enfrentar al poderoso ejército americano que ocupaba las principales plazas y vías de comunicación de Nicaragua.
La presencia de Sandino en la vida pública tuvo cuatro etapas durante siete años y cuatro meses:
I. La primera es limitada a su participa- ción en la Guerra Constitucionalista en la que adquiere la primera expe- riencia militar, de octubre de 1926 a mayo de 1927.
I. La segunda es a partir del rechazo a los términos del acuerdo, pero, a pesar la indignación por el pacto, no había todavía enfrentamiento armado directo en contra de los americanos ni contra los liberales, sus antiguos aliados, este breve período evoluciona con rapidez, va de mayo a junio de 1927.
II. La tercera es cuando asume la pública posición política con el Manifiesto de San Albino, rompe los fuegos con el ataque a Ocotal e inicia en términos materiales la resistencia antimperialista contra la intervención hasta concluir con el acuerdo de paz con el presidente Juan Bautista Sacasa el 2 de febrero de 1933.
IV. La cuarta es durante la vigencia del acuerdo de paz, que fue quebrantado de manera brutal y traidora con su asesinato el 21 de febrero de 1934.
La segunda y la tercera etapas abarcan seis (6) años y ocho (8) meses y constituyen la intensidad de la lucha militar y política en contra de la intervención militar americana, la resistencia valiente e inclaudicable y la denuncia internacional legítima y persistente que llevó a los marines a la primera derrota militar en su historia; y, al ser insostenible su presencia directa, abandonar paulatinamente el país hasta la salida del último contingente el 2 de enero de 1933, al día siguiente de la toma de posesión de Sacasa dejando instalada a la Guardia Nacional, el instrumento o enclave militar a la medida de las fuerzas de ocupación y al frente de la cual fue designado el general Anastasio Somoza García.
Pretendieron opacar su grandeza
El asesinato de Sandino perpetrado por la Guardia Nacional y ordenado por Somoza con la complacencia del embajador americano y el Departamento de Estado, pretendió eliminar y lanzar al olvido al líder revolucionario, así como la naturaleza patriótica y antiimperialista de su lucha.
Por instrucciones del fundador de la dictadura somocista fue publicado en septiembre de 1936 (segunda edición abril 1976 bajo administración de Anastasio Somoza Debayle; 566 pp.) el libro El verdadero Sandino o el Calvario de Las Segovias que, a pesar del propósito de descalificar al rebelde y presentarlo como propiciador de una guerra fratricida que rompía la paz y la prosperidad, justificar la ocupación militar extranjera y la continuidad de la Guardia, se convirtió en una fuente documental para preservar la memoria histórica y evidenciar la grandeza del personaje que se pretendía opacar.
En el Prólogo del “autor” dice: “Los escritores que han elevado a Sandino a la altura de una de las figuras más radiantes del Continente Americano, lo han hecho en alas de la fantasía y con deliberado propósito de forjar un héroe que fuera como un símbolo de la lucha contra el entonces poder interventor del Norte; pero aunque quisieron, no pudieron forjarlo con la leyenda, porque a poco, a la luz de la verdad, cayó de su pedestal, como cayó un día el general Boulanger a quien se quiso hacer el símbolo de la revancha francesa”.
El libro, que es una útil recopilación de documentos y comentarios, en realidad lo que logró es disponer de una fuente primaria para conocerlo: “Se ha formado esta obra con los documentos que se conservan y se conservarán en la Oficina de Operaciones de la Guardia Nacional”.
Durante la lucha sandinista fueron múltiples las expresiones de solidaridad y el rechazo creciente a los invasores a nivel internacional. Proliferó una red de comités que demandaban la salida del agresor de Nicaragua, fueron expresiones de solidaridad a un pueblo invadido y al grupo de hombres heroicos del “Pequeño Ejército Loco” que se atrevía a enfrentar a la poderosa fuerza de ocupación norteamericana. Voces como las de Gabriela Mistral, Froylán Turcios y otros, resonaron en todos los rincones de la tierra. Después del asesinato y durante la etapa por la liberación nacional, continuaron otras, como las de Pablo Neruda, Asturias, Gabriel García Márquez…
En Nicaragua el nombre de Sandino y su rostro fueron proscritos, constituyeron para quienes se atrevían a referirlo causa de encarcelamiento, tortura y asesinato. Sin embargo, su recuerdo se fue agigantando con devoción en las catacumbas de los santos, como diría Leonel Rugama.
Carlos Fonseca, al interpretar la naturaleza esencial, las circunstancias de la lucha de Sandino y vincularlo con la historia, logró definir el propósito y el carácter de la organización política y militar para derrocar a la dictadura, conquistar el poder político y producir transformaciones revolucionarias, sociales, económicas y políticas en Nicaragua.
Fundó junto a otros el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Desde 1961 el nombre de Sandino continuó siendo mencionado y asumido de manera creciente como bandera. Los muros y calles de las ciudades eran pintados con su nombre, las consignas y volantes que circulaban en las universidades, colegios y barrios, en el campo y la ciudad, llevaban su sello.
Después de la muerte de Sandino se pretendió imponer el silencio sobre su existencia, incluso, el hecho de “desaparecer” sus restos pretendía evitar la reverencia de sus seguidores y forzar la pérdida de la memoria. Ese fue el interés de la dictadura, de la cómplice oligarquía libero-conservadora y de la tutela imperial que preservaba sus intereses.
Gesta, imagen y nombre
En 1958 el escritor argentino Gregorio Selser publicó la monumental obra “Sandino, General de hombres libres”, en el que incluyó un prólogo de Miguel Ángel Asturias: “El nombre de Sandino vuelve a desplegarse como una bandera en medio de la angustia de los pueblos, la desorientación de los dirigentes sin ojos hacia el pasado y la complicidad de cuantos entre nosotros se equivocan a sabiendas o por encargo”. La edición de Editorial de Ciencias Sociales La Habana, 1976, Tomo I, incluye en la portada un dibujo del rostro delgado y rígido del general de sombrero.
Después de febrero de 1934 podemos identificar, en referencia a la manera en que se presentó la gesta, imagen y nombre de Sandino, tres etapas:
La del tiempo de la represión, asesinatos, descalificación y silencio atroz, desde 1934 a 1961.
La de la lucha por la liberación nacional que se protagoniza con el nombre de Sandino desde la clandestinidad, la guerrilla y la organización popular, entre 1961 y 1979.
La del rescate institucional y popular del nombre, la imagen y la gesta de Sandino, desde el triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979. Sandino es asumido como paradigma de dignidad patriótica y antimperialista, el hombre y su jornada heroica son incorporados como principios de nacionalidad e identidad.
En la última etapa con el triunfo de la Revolución, Sandino salió de la clandestinidad y contagió de victoriosa alegría a Nicaragua. Su nombre, imagen e historia, el ejemplo de dignidad patriótica, nacionalista y antiimperialista se revelaron con orgullo en toda su dimensión. Su estudio fue incorporado en los programas educativos, muchos lugares adquirieron su nombre, los espacios públicos destacaron su legado, múltiples monumentos fueron erigidos. Fue publicada la “Iconografía básica de Sandino” por el Banco Central de Nicaragua en octubre de 1979 (reeditada por el Instituto Nicaragüense de Cultura INC en 2017).
Con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, aunque el nombre de la moneda siguió siendo el Córdoba (designación de agosto 1912 durante el gobierno conservador de Adolfo Díaz al inicio de la ocupación militar norteamericana), en homenaje al capitán de conquista español Francisco Hernández de Córdoba, fundador de León y Granada, -actos fundacionales de 1524 que constituyeron expresiones de ocupación territorial y de dominación a los pueblos originarios lo que con el tiempo provocó el mestizaje del que somos consecuencia-, la imagen del heroico guerrillero fue incorporada en los billetes y monedas de Nicaragua.
Desde 1980 billetes y monedas de distintas denominaciones comenzaron a llevar la silueta de Augusto C. Sandino o alguna referencia relacionada, numerosos sellos postales fueron emitidos para honrar su memoria y conmemorar su guerra libertaria. Identificar y mostrar estas emisiones oficiales es el mérito pionero del catálogo titulado Augusto C. Sandino: Iconografía numismática y filatélica del General de Hombres Libres (febrero 2024).
Varias de las mejores fotos que se conservan de Sandino y las utilizadas en las monedas, billetes y sellos postales corresponden principalmente al período 1928-1930 durante su permanencia en México, las más comunes: la efigie de Sandino con sombrero, la silueta del sombrero y Sandino de cuerpo entero.
En su nombre y con su nombre Nicaragua conquistó la libertad, con el nombre de Sandino en Nicaragua se restauró la independencia, la soberanía y la dignidad popular.
Su nombre era una voz, un grito: ¡Sandino! el nombre se fue reproduciendo en muchas voces: ¡Sandino, Sandino, Sandino!, fue como un inmenso eco que retumbó en todos los extremos: ¡Sandino, Sandino, Sandino!, el nombre se hizo Nicaragua, y se llamó Sandino.
Quedó demostrado que el silencio fue imposible ante la magnitud del impacto de la gesta heroica que se convierte en enorme referencia moral, histórica y mitológica; mostró concordancia indiscutible entre lo inmediato y lo estratégico, entre el discurso comprometido y la práctica revolucionaria hasta las últimas consecuencias, lo que la hace inmortal al líder que la encabezó y se constituye en la mayor expresión de dignidad de los pueblos hispanoamericanos en el siglo XX.