Edgar Palazo Galo *
El 10 de mayo de 1994 quedó grabado en los anales de la historia política global y sudafricana en particular como un día de profundo significado y trascendencia. Fue el día en que Nelson Mandela, líder icónico de la lucha contra el apartheid, ascendió al cargo de presidente de Sudáfrica, marcando el fin de décadas de opresión y discriminación institucionalizadas. La elección de Mandela como presidente representó la culminación de una larga y ardua batalla por la igualdad, la justicia y la dignidad humana. Después de años de resistencia, sacrificio y sufrimiento, Mandela emergió como un símbolo de esperanza y reconciliación para una nación dividida por el odio y la injusticia.
Desde el momento en que juró el cargo, se comprometió a construir una Sudáfrica inclusiva y democrática, donde todas las personas, independientemente de su raza, color u origen, pudieran vivir juntas en armonía. La presidencia de Mandela estuvo marcada por su enfoque en la reconciliación nacional y la construcción de un país basado en los principios de igualdad, justicia y respeto mutuo.
Una Vida de Lucha y Sacrificio
Nelson Mandela, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de la lucha por la igualdad y la justicia en Sudáfrica, sigue siendo una figura emblemática en la historia moderna. Nacido el 18 de julio de 1918 en el pueblo de Mvezo, en la región de Transkei, Mandela creció en un país dividido por el apartheid, un sistema de segregación racial brutal impuesto por el gobierno de minoría blanca. La historia de Mandela está intrínsecamente ligada a la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, como líder del Congreso Nacional Africano (ANC), una organización que buscaba la igualdad de derechos para todos los sudafricanos.
Combatió la opresión racial y su compromiso con la libertad y la igualdad lo llevó a ser encarcelado y acusado por conspiración para derrocar al gobierno racista. En el discurso pronunciado el 20 de abril de 1964 durante el proceso en que fue condenado, expresó: “He alimentado el ideal de una sociedad libre y democrática en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con iguales posibilidades. Es un ideal por el cual puedo vivir. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy dispuesto a morir”.
Fue sentenciado a cadena perpetua y pasó 27 años en prisión, la mayoría de ellos en la infame isla de Robben Island, donde su espíritu luchador se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad en todo el mundo. Su resistencia y dignidad bajo la opresión, su negativa a renunciar a sus principios, incluso frente a la adversidad más extrema, lo convirtió en un héroe y un líder incansable para su pueblo.
Finalmente, en 1990, después de intensas presiones locales, Mandela fue liberado de prisión, marcando el comienzo de una nueva era para Sudáfrica. En lugar de buscar venganza, abogó por la reconciliación y la unidad nacional, sentando las bases para una transición pacífica hacia la democracia.
Un Capítulo Oscuro en la Historia de Sudáfrica
El apartheid, un sistema de segregación racial institucionalizado, fue un período sombrío con repercusiones devastadoras en la sociedad sudafricana, extendiéndose desde 1948 hasta principios de la década de 1990. Sus raíces se remontan a la colonización europea del continente africano, particularmente al establecimiento de la colonia del Cabo por parte de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en el siglo XVII.
El sistema de apartheid se consolidó como política estatal cuando el Partido Nacional llegó al poder en Sudáfrica en 1948, promoviendo políticas de segregación racial que legalizaban y perpetuaban la discriminación racial en todos los ámbitos de la vida sudafricana contra la población negra, mestiza e india del país.
Bajo esta ideología, se establecieron leyes de segregación impuestas por el gobierno blanco que llevaron a la creación de áreas designadas para cada raza, limitaron la movilidad de las personas no blancas y establecieron barreras legales para el matrimonio interracial y la participación política. La discriminación racial contra las personas no blancas penetró en todos los aspectos de la vida diaria, desde el empleo hasta el acceso a servicios básicos como la salud y la educación.
Las consecuencias sociales del apartheid fueron profundas y duraderas. La población negra, que constituía la mayoría de la población sudafricana, se vio especialmente afectada por la pobreza, la marginación y la violencia institucionalizada. El apartheid persistió en Sudáfrica hasta principios de la década de 1990, cuando las protestas internas y las negociaciones políticas finalmente condujeron a la abolición de las leyes de apartheid y a la celebración de las primeras elecciones democráticas en 1994, en las que Nelson Mandela fue elegido presidente.
La contribución de Cuba en el Fin del Apartheid
El apoyo internacionalista de Cuba para repeler la invasión del ejercito racista de Sudáfrica en Angola fue crucial y contribuyó al fin del apartheid. Los combatientes internacionalistas cubanos desempeñaron un papel significativo en la Batalla de Cuito Cuanavale en diciembre de 1987 y marzo de 1988, una confrontación decisiva porque al derrotar al ejército sudafricano cambió el equilibrio de poder en el sur de África; se preserva la independencia de Angola y contribuye a la independencia Namibia, allanando el camino para las negociaciones que eventualmente condujeron al fin del apartheid.
Así, uno de los primeros viajes de Mandela al exterior, tras ser liberado en 1990, fue precisamente a la República de Cuba en 1991, ocasión en la cual fue condecorado con la Orden José Martí. En ocasión de ese viaje y en el discurso pronunciado el 26 de julio de 1991 en el acto central por el 38 Aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Nelson Mandela pronunció un discurso que por su contenido es apropiado citar: “El pueblo cubano ocupa un lugar especial en el corazón de los pueblos de África. Los internacionalistas cubanos hicieron una contribución a la independencia, la libertad y la justicia en África que no tiene paralelo por los principios y el desinterés que la caracterizan”.
“Yo me encontraba en prisión cuando por primera vez me enteré de la ayuda masiva que las fuerzas internacionalistas cubanas le estaban dando al pueblo de Angola -en una escala tal que nos era difícil creerlo- cuando los angolanos se vieron atacados en forma combinada por las tropas sudafricanas, el FNLA financiado por la CIA, los mercenarios y las fuerzas de la UNITA y de Zaire en 1975. Nosotros en África estamos acostumbrados a ser víctimas de otros países que quieren desgajar nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En la historia de África no existe otro caso de un pueblo que se haya alzado en defensa de uno de nosotros”.
“La presencia de ustedes y el refuerzo enviado para la batalla de Cuito Cuanavale tienen una importancia verdaderamente histórica.
¡La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale constituyó una victoria para toda África!
¡Esa contundente derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale dio la posibilidad a Angola de disfrutar de la paz y consolidar su propia soberanía!
¡La derrota del ejército racista le permitió al pueblo combatiente de Namibia alcanzar finalmente su independencia!
¡La decisiva derrota de las fuerzas agresoras del apartheid destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco!
¡La derrota del ejército del apartheid sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica!
¡Sin la derrota infligida en Cuito Cuanavale nuestras organizaciones no hubieran sido legalizadas!
¡La derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale hizo posible que hoy yo pueda estar aquí con ustedes!
¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la liberación del África austral!
¡Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid!”
Conclusión
El legado de Nelson Mandela va más allá de sus logros políticos. Su ejemplo de liderazgo moral y su dedicación a la justicia social continúan inspirando a aquellos que continúan luchando por la igualdad y la justicia en todas partes. Su vida nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza y el coraje pueden prevalecer, y que el camino hacia un mundo más justo comienza con cada uno de nosotros. En este sentido, el legado de Mandela es un recordatorio eterno de la capacidad del ser humano para superar la adversidad y construir un futuro mejor para las generaciones venideras.
Hoy, más de una década después de su fallecimiento en 2013, el legado de Nelson Mandela sigue resonando en todo el mundo. Su ejemplo de valentía perdurará por generaciones, recordándonos que incluso en los momentos más oscuros, la esperanza y la humanidad prevalecen. Su legado es un recordatorio eterno de la capacidad del ser humano para superar la adversidad y luchar por un mundo más justo y equitativo.
* Profesor Titular UNAN Managua, Cientista Social y Extensionista.
Gracias Edgar por recordar Nelson Mandela. Lo que el hizo va más allá de un amor ordinario por África, y los oprimidos del mundo.