Jonathan Flores M
Sin la tecnología sería difícil organizar la vida humana. El desarrollo tecnológico es consustancial a la propia evolución de nuestra especie. De hecho, se ha asumido que el lenguaje ha sido una de las primeras herramientas y la más compleja que el hombre ha desarrollado, transformando con ellos radicalmente la vida en sociedad. Lo cierto es que la tecnología es un bien necesario para la existencia humana, sin ella es imposible hacer efectiva la relación entre el ser humano y la naturaleza.
A lo largo de la historia humana ha habido invenciones y descubrimientos científicos que han marcado en adelante el curso de las sociedades, si pensamos desde el invento más rudimentario como lo fue una lanza de piedra, hasta el más sofisticado como el descubrimiento del fuego, sabemos que estos artificios modificaron los medios de vida hasta entonces practicados.
Igualmente, la revolución industrial del siglo XVIII transformó el paisaje de las ciudades, modificó la forma medieval de producir y dio paso al surgimiento de nuevas clases sociales. Lo mismo se puede decir del siglo XX, período en el que se impulsaron una serie de avances a nivel científico-técnico perdurando hasta la actualidad.
El siglo XX, marcado por dos grandes guerras de alcance mundial y el juego geopolítico bipolar entre potencias y sistemas ideológicos antagónicos, fue un contexto que propició importantes cambios a nivel científico, tecnológico, ético y social. Se inauguró la era atómica, que marcó uno de los capítulos más trágicos y repudiables de la historia moderna tras las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki lanzadas por Estados Unidos.
La era especial fue otra etapa importante de ese siglo, la conquista del espacio se convirtió en un símbolo de superioridad frente a otras naciones; estos avances dieron origen a la conocida carrera especial que desembocó en una pugna entre Estados Unidos y a la URSS por dominar el espacio. Igualmente se dio paso a la revolución del transporte y la comunicación con la llegada de la televisión, la radio, las refrigeradoras, la aviación comercial, los ordenadores y el internet, entre otros avances sin los cuales sería difícil satisfacer muchas de nuestras necesidades actuales.
La inteligencia artificial es la última etapa de esa revolución tecnológica, entendida como una rama de la informática que se basa en el desarrollo de sistemas y procesos inteligentes aplicados a máquinas que imitan las capacidades de los seres humanos mediante el uso de algoritmos y sistemas computacionales. En palabras más sencillas, la inteligencia artificial pretende que las máquinas desarrollen las mismas habilidades naturales y culturales de los seres humanos tales como pensar, tomar decisiones, ser creativos y resolver problemas, incluso sentir y expresar emociones.
Los avances de la inteligencia artificial han ido evolucionando con el tiempo, desde las máquinas reactivas que busca realizar actividades humanas mediante procesos de estímulos- respuestas, así como los sistemas de inteligencia de memoria limitada que son máquinas que pueden procesar datos, tomar decisiones cortas como por ejemplo los chatbot (aplicaciones que simulan conversaciones humanas en tiempo real por texto o voz) y el último eslabón de este proceso que es la inteligencia artificial basada en la autoconciencia, que permitiría la autonomía de las máquinas sin intervención humana.
Más allá del dilema ético de la inteligencia artificial
Una de las aristas más pujante del desarrollo de la IA tiene que ver con la cuestión ética sobre su uso en los distintos ámbitos de la vida humana. Los dilemas éticos de la IA están dirigidos a la preocupación sobre el límite de su desarrollo, o en la posibilidad de que si algún día las máquinas superarán a los seres humanos y si el comportamiento de las máquinas implica la dimensión ética de éstos. Igualmente, los usos y abusos son parte de la cuestión ética y, por lo tanto, un campo de reflexión que está teniendo mayor revuelo en la medida en que se hace más tangible su alcance.
La dimensión ética de la IA versa sobre los procesos de deshumanización que supondría su implementación generalizada. En este sentido la IA no es neutral, sino que está sujeta a los objetivos e intereses de quienes la diseñan e implementan, esto significa que el desarrollo de la IA se convierte en un factor geopolítico y no solo ético.
La IA como factor geopolítico
Referirse a la IA como factor geopolítico significa entenderla dentro del marco de los intereses de los países que la desarrollan y que tienen la capacidad de introducirla a las distintas áreas estratégicas como la economía, la política y la cultura. En ese sentido, el desarrollo de la IA ya forma parte estratégica del juego entre potencias hegemónicas rivales.
Los avances e implementación de la IA por parte de los países desarrollados, claramente reflejan una desigualdad en cuanto al rezago tecnológico y científico que poseen los países empobrecidos o comúnmente conocidos como subdesarrollados. Su uso generalizado en el mundo tendrá efectos en las relaciones estratégicas entre países.
Uno de los mayores desafíos que poseen los países con alto déficit tecnológico y científico , está relacionado con las alianzas que puedan establecer para garantizar las transferencias tecnológicas provenientes de los países que tengan un mayor potencial en IA sin que esto implique poner en riesgos los intereses vitales y vulnere sus soberanías.
El uso general de la IA representa una transformación de los procesos y factores productivos como es la automatización de las cadenas de producción, la desaparición exponencial de profesiones y operaciones productiva realizadas tradicionalmente por seres humanos; esto tendrá su impacto en el empleo, en la manera de estipular los salarios, modificará los flujos migratorios y los sistemas legales de los países. Incluso se ha alertado los efectos que puede tener la IA hacia los derechos humanos.
Igualmente, el uso de la IA en el campo militar tiende hacia la superioridad de unos ejércitos sobre otros e introducirá un cambio en las nociones básicas del derecho humanitario en tiempos de conflictos bélicos. La seguridad nacional también es otro de los aspectos que no escapan de la IA, la vigilancia programada no solo a nivel individual, sino entre estados. Cada vez son más comunes los ciberataques a infraestructuras críticas, el espionaje informático y el uso de las TIC´s para manipular la opinión pública internacional.
La IA constituye indudablemente una fuente de poder estratégica y tiene la capacidad de trastocar el orden internacional. El auge de la IA desdibuja el tradicional sistema de alianzas entre estados basados en esquemas de cooperación económica y política. No muy lejano se tejerán nuevos tipos de alianzas entre estados avanzados tecnológicamente y rezagados enfocado al suministro de sistemas inteligentes para el desarrollo de áreas estratégicas.
La disputa por la hegemonía de la IA
Las rivalidades entre China y Estados Unidos por conseguir la supremacía en el campo de la IA tendrán sus efectos a nivel global. La guerra comercial entre ambas potencias es un síntoma de la lucha por la hegemonía en el campo tecnológico. Tanto China como Estados Unidos están dispuestos a invertir los recursos suficientes en innovación tecnológica que le permita alcanzar el liderazgo global y dictar las normas que regirán el escenario internacional a mediano y largo plazo.
Este trance geopolítico entre ambas potencias se refleja en el gran impulso tecnológico de China por posicionar sus propios gigantes tecnológicos como Huawei, Alibaba, entre otras grandes compañías líderes en innovación tecnológica y que son fuertes competidores de sus homólogas occidentales.
Las relaciones internacionales no son inmunes a los cambios que puede provocar la IA en la relación entre los estados, y su auge les impone el desafío de formular marcos regulatorios de alcance mundial que permita el uso de la IA de manera responsable y adecuada a los propósitos humanamente aceptables.
La IA supone una herramienta que puede favorecer los intereses comunes de la humanidad, o bien se puede convertir en una fuente de poder que refuerzan prácticas de dominación y explotación mediante el uso de la tecnología y la política.
Fuentes consultadas
Aznar, F. (2019). Inteligencia artificial y geopolítica. Claves y Razón Práctica, 267, 62-71.
Aznar, F. (2019). La inteligencia artificial como factor geopolítico. Boletin IEEE. 14, 262-281. https://dialnet.unirioja.es/servlet/ articulo?codigo=7264320Sebio, M. (2020). Inteligencia artificial y ética. Comillas, Universidad Pontificia. https://repositorio. comillas.edu/rest/bitstreams/421893/retrieve