Por Fabrizio Casari
La importancia histórica de Sandino va más allá de los acontecimientos históricos de Nicaragua e incluso de los de su propia región. Las condiciones históricas, la ubicación geográfica, la idealidad política y el éxito militar sobre los que nació, se fortaleció y ganó su proyecto independentista, ponen fuertes banderas a las teorías político-militares con las que se analizan los acontecimientos y a la fuerza de las cuales se atribuyen adjetivos y nombres. No solo para Nicaragua, sino para América en general, la historia tiene en Sandino un parteaguas, un antes y un después.
Intentemos recorrerlos con la necesaria síntesis que impone el espacio disponible. Sandino demuestra la falacia de la doctrina militar de las tropas de ocupación norteamericanas en el mundo. Muestra cómo la preparación militar concebida sobre trincheras y asaltos frontales no tiene sentido en la selva de Segovia. Muestra cómo West Point es un lugar de brillo y relumbrón que alberga a hijos de la burguesía latifundista y de la naciente industria de los Estados, pero que aparte de la carnicería aprendida en las guerras contra España y las restantes monarquías europeas para sustituirlas, no gana si la guerra es del pueblo.
Sandino es un hombre sereno, tranquilo, de ideas liberales y armado solo de amor a su patria; sin ninguna medalla militar en el pecho, humilla a esos abusivos portadores de medallas obtenidas en el exterminio de inocentes, hombres sin honor dotados solo de cínica arrogancia. Sandino da lecciones de estrategia militar: enseña cómo el volumen de fuego y el armamento son importantes pero no decisivos, que una guerra de guerrillas en un territorio conocido palmo a palmo marca la diferencia sobre el terreno, y que el amor a la patria es la más poderosa de las armas. Que los que luchan por lo que tienen siempre salen victoriosos frente a los que luchan por robar a los demás lo que no tienen.
El despliegue de marines y filibusteros, de aventureros y traidores, de bayonetas y botas lustradas, que forman el hardware estético de todas las aventuras coloniales, se quiebra frente al Ejército de Defensa de la Soberanía Nacional. Que es un ejército de pequeño tamaño pero de agallas expandidas, de ninguna escuela militar pero de extraordinarias habilidades de combate, nada marcial pero muy eficaz, capaz de enfrentarse a cualquiera y bajo cualquier nombre que piense apoderarse de Nicaragua.
En ese momento de la historia, como antes, como entonces y como siempre, son los EEUU los que tratan de tener los bienes de Nicaragua en sus manos. Para ellos, no es un país como los demás, ni puede serlo: la posición geográfica que abarca dos océanos y el tamaño que la hace la nación más grande del hemisferio, tienen un valor propio y específico que la hace diferente de las demás.
Han estudiado la historia de Andrés Castro en los libros equivocados, tal vez imaginando que la rebelión nicas es en contra de los españoles y no contra todos extranjeros que pisen el suelo de su patria para poseerla. Para EEUU, Nicaragua es el bocado sabroso, quieren convertirla en un matadero a cielo abierto, saqueo constante de oro y de todos bienes, ante todo el de la independencia.
Nicaragua, la pesadilla de los Estados Unidos
En el plano geopolítico, el significado de la victoria de Sandino es que, al procurar la primera derrota política y militar seria a Estados Unidos, cambia la historia de la expansión colonial de Washington, que encuentra en Nicaragua su primer escollo. Este acontecimiento no es desde luego insignificante, porque la dimensión colonial no es un detalle en el proyecto de construcción del poder mundial: representa el hito en el que Washington cambia su dimensión, avanzando hacia el dominio total del continente con el que EEUU puede pasar de potencia consolidada a superpotencia naciente.
A Estados Unidos también le resulta difícil comprender la naturaleza política del enfrentamiento con el General de los Hombres Libres. Sandino es un liberal, no especialmente influido por las ideas que alumbró la Revolución de Octubre en 1917. Pero el espíritu de la época, que desde el Risorgimento italiano hasta la Primera Guerra Mundial cambió la balanza e invirtió el reloj de arena del tiempo para los regímenes autoritarios de todas partes, ve la coincidencia del pensamiento independentista y el marxismo-leninismo triunfante en Rusia. Tiene un hilo objetivo que los une: la redención de los últimos y el derrocamiento de los que abusan del poder. Estados Unidos desprecia cualquier anhelo independentista: como si se tratara de una nueva Biblia para nuevas evangelizaciones, la Doctrina Monroe es el único texto de referencia y las bayonetas de los marines la única forma de difundirla.
Cada etapa de la historia está marcada por libros, imágenes, mapas. Rostros y lugares narran hazañas y victorias, negociaciones y capitulaciones. Porque la historia sin su relato no existe; sin el hilo narrativo que la pinta, la historia se reduce a una serie mecánica de acontecimientos, una suma de nombres y fechas, un despliegue de cifras sin alma y una exposición sin sentido. En cambio, con un hilo narrativo y las imágenes que lo sustentan, esos hechos se convierten en historia.
Por eso ese embarque de marines alineados de dos en dos, con aire marcial pero derrotados a pesar suyo, calzados con botas gastadas en el polvo de las montañas, mochilas llenas solo de chucherías y sombreros agujereados por el sol inclemente y habitados por cabezas llenas solo de malos pensamientos, habla de una derrota, no de una retirada. Esa exhibición de derrota mientras ascienden por la pasarela que les embarcará de regreso a los EE.UU. convierte una instantánea en un paradigma. Enseña a todos en el continente y en el mundo que derrotar a Estados Unidos es posible, y unos 25 años después les tocará a Fidel, a Raúl y al “Che” retomar con otra victoria el discurso abierto por el gigante de Segovia.
Sandino desafió las leyes de la proporcionalidad, las de las matemáticas y la estadística, dejó obsoleto el cálculo y modernizó el azar y el valor. Su asesinato, lejos de eliminar a Sandino, lo hizo inmortal y dio origen al sandinismo. Sobre esas ideas y esas victorias se forjó la historia del sandinismo, primero contra el somocismo gobernante, luego contra su dimensión terrorista contrarrevolucionaria y finalmente contra el somocismo retornado, disfrazado de oposición democrática aunque sangrienta. El enemigo del sandinismo ha sido siempre el somocismo, aplicación local del imperialismo norteamericano, mezcla pútrida de racismo, clasismo, patriarcado y malinchismo, que son las patas de la mesa bajo la que recoge las migajas que, distraídamente y con la sorna de los peores, dejan caer los actvictores de Wall Street servidos por los camareros de Miami.
El legado histórico del sandinismo está en la victoria de 1979 y en los diez años de Revolución. Está en los 16 años de oposición a los gobiernos liberales y en los 16 años de gobierno sandinista que aterrizaron y concretaron los proyectos y sueños de aquellas generaciones que dieron todo lo que tenían para hacer triunfar esas ideas. Hay un modelo de sociedad que hace del sandinismo un bien común, un producto que puede ser disfrutado por todos. Nicaragua es libre y no hay fuerza que pueda revertir este destino.