Rubén Darío, conocido en el planeta tierra por su genialidad y sus obras literarias que revolucionaron la gramática española e impactaron en la casta de poetas, escritores y periodistas de su época, al convertirse en el transformador y padre del modernismo y al mismo tiempo en una figura que elevó su anticolonialismo ante la corte de España y el antimperialismo, ante los Estados Unidos de América.
Félix Rubén García Sarmientos, a como lo inscribieron en su bautizo el 3 de marzo del año de su nacimiento (1867), exaltó siempre su nicaraguanidad y nacionalismo al escribir de puño y letra como la inmensa mayoría de sus obras esa frase lapidaria de:
“Si pequeña es la patria, uno grande la sueña. Mis ilusiones y mis deseos, y mis esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña”. Darío compara a su querida ciudad de León, donde creció y se formó intelectualmente, con Roma o París.”
Ciertamente que, en la transformación y revolución del habla hispana, Darío al mando del modernismo en su obra literaria sobresale en la poesía, pero su cosecha literaria también está marcada por cuentos, ensayos, notas y crónicas periodísticas, esta última que se convirtió en su principal medio para ganarse el sustento diario y de su familia al escribir para diversos medios escritos de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, en Chile y Argentina donde le admiraron, valoraron y estimaron su trabajo.
El modernismo se considera la revolución literaria comandada por Rubén Darío y es sinónimo de expresión individual, de libertad y anarquía en el arte. Se considera que se renovó la escena cultural a través de obra de los autores europeos, hispanoamericanos, quienes exaltaban La armonía y la belleza.
Unidad para una patria grande
La poesía de nuestra gloria universal destaca su patriotismo con un marca- do perfil nacionalista en sus diversos géneros. Sus escritos presagiaron una unidad latinoamericana de una patria grande, como la han soñado grandes pensadores, libertadores y luchadores nacionalistas, anticolonialistas y antimperialistas.
Darío nos muestra su idea de formar una grande Centroamérica, unida y fuerte, vibrante, sin fronteras, plasmado en su poema, Oda a la Unión Centroamericana, publicado en 1889. Además, en el libro Viaje a Nicaragua e intermezzo tropical, en el que clama y alienta su “Oh, pobre Nicaragua…” a unirse a sus cinco hermanas repúblicas centroamericanas. (1909).
Darío con su visión de momento y futurista escribió en un artículo en mayo de 1910 una verdad que revela el obstáculo que imponen los imperialistas de la tierra para que los pueblos centroamericanos no logren alcanzar la unidad, porque saben que unidos son fuertes, poderosos, invencibles e indoblegables.
Dijo Rubén en ese contexto: “Hay en este momento en América Central un pequeño Estado que no pide más que desarrollar, en la paz y el orden…Pero una revolución fomentada por una gran nación lo paraliza y debilita. Esta nación es la República de los Estados Unidos”.
Tras denunciar al imperio con todas sus letras, Darío expone en ese contundente artículo: “…Y Nicaragua nada ha hecho a los Estados Unidos que pueda justificar su política. Más bien se encontraba segura, si no de su protección al menos de su neutralidad”.
Los bárbaros
El triunfo del Calibán, un ensayo de Darío escrito o publicado en 1898, reafirma el sentimiento y pensamiento antimperialista del poeta nicaragüense en el que escribe: “No, no puedo estar de parte de esos búfalos de dientes de plata –expansionistas norteamericanos- Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los bárbaros”.
Así los llama Darío a los yanquis imperialistas, “bárbaros” y los califica de “enemigos” porque aborrecen a la sangre de los latinoamericanos, que a través de los años y siglos han luchado contra las expresiones de dominación colonial e imperial, desde la llegada de Colón y su expansión por nuestras tierras que a punta de la santa cruz, la espada y la lanza provocaron millones de muertos de seres humanos de los pueblos originarios, en tanto, otros fueron convertidos en mercancías de compra y venta en un clásico medio de trata de personas.
En la Oda a Roosevelt, Darío les dice a los imperialistas de la tierra con una visión de presente y futuro: “Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aùn reza a Jesucristo y aún habla en español.”
Más adelante les advierte con severidad: “Tened cuidado. ¡Vive la América española! Hay mil cachorros sueltos del león español. Se necesitaría Roosevelt, ser Dios mismo, el riflero terrible y el fuerte cazador, para poder tenernos en vuestras férreas garras. Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
A Cristóbal Colón le llama en su poema dedicado a él “¡Desgraciado Almirante! Y expresa que la invasión nos trajo perpetuas guerras entre hermanos que se hieren y destrozan entre las mismas razas, como si fuera una maldición que nos cayó en estas tierras la presencia de los españoles.
Darío ha llevado la belleza en sus palabras, rechazando y huyendo de la realidad, de lo común, de lo cotidiano y todo lo considerado vulgar. Por ello el lenguaje es ampliamente culto y refinado en sus escritos con una riqueza de vocabulario. Una característica del modernismo es reflejar países exóticos y sitios idealizados e inexistentes, echando a volar la imaginación e ilusión.
Envidiado por los mequetrefes que intentaron obstaculizar su ascenso
Desde su nacimiento el 18 de enero de 1867, en el antiguo pueblo de Chocoyos, luego Metapa y actual Ciudad Darío, Departamento de Matagalpa, Rubén Darío, sufrió de la falta de un hogar con un padre y una madre. Los que fueron sustituidos por el coronel Ramírez y la abuela Bernarda, en la ciudad de León.
Doña Bernarda quiso que su adoptado hijo fuese sastre, pero Darío se escapaba de las clases de corte para dedicarse a la lectura, nutriéndose desde niño con las mejores obras que llegó a encontrar hurgando en un antiguo baúl de la familia Ramírez Sarmientos.
En su vida de poeta, periodista, también destaca su pasó por la diplomacia, representando a Nicaragua primero como cónsul en La Plata, Argentina, en 1893. Posteriormente el 17 de abril de 1893, por Decreto 770, fue nombrado cónsul en Buenos Aires, Argentina, con un salario anual de $2,400.
El 12 de marzo de 1903, Darío fue nombrado Cónsul de Nicaragua en París. Durante su estadía en Francia, desempeñó varias misiones diplomáticas incluyendo España, a donde asistió en compañía del poeta José María Vargas Vila, a la celebración del tercer centenario de la aparición de El Quijote.
El 21 de diciembre de 1907, el presidente de la República el liberal José Santos Zelaya, nombró a Darío, Ministro Residente de la República de Nicaragua ante el gobierno de su Majestad el Rey de España. El 2 de junio de 1908 fue recibido por el Monarca español Alfonso XIII.
Por las envidias de algunos funcionarios se le obstaculizaba el envío de su paga, situación que lo hacía pasar serias dificultades económicas para sus necesidades y el mantenimiento de la delegación diplomática.
En una carta fechada el 14 de noviembre de 1908, dirigida a José Madriz, Darío le cuenta: “No te puedes imaginar los apuros que he pasado para poder sacar bien de tanta emergencia mi decoro y el del país. Al enviarme, allá no se lo que pensaron…llegué a Madrid sin los fondos necesarios, ni aún para los simples gastos de recepción…Fíjate que en todo esto no se trata de mí, sino del representante de Nicaragua…”.
Su último cargo diplomático fue representar a Paraguay en Paris, siendo designado Cónsul el 6 de septiembre de 1912, en una accidentada carrera diplomática la que se vio obstaculizada por las enemistades ganadas gratuitamente.
José Ignacio Vargas Vila (hermano de José María) escribió en abril de 1915: “Y Darío tiene críticos crueles, agresivos, que abusan de la virtud inofensiva del maestro. Los insectos se ufanan en la melena del león”