Jonathan Flores Martinez
El mundo en el que hoy vivimos más de 7 mil millones de personas está experimentando cambios complejos e irreversibles, nos enfrentamos a nuevos desafíos globales de índole climático, sanitario, económico y geopolítico que requieren de la articulación de políticas globales sobre la base de nuevas reglas y relaciones de poder que superen el orden internacional vigente, propiciando un nuevo esquema de convivencia mundial, sin embargo, la transición hacia este nuevo orden internacional pone en juego los intereses de las potencias económicas y militares tradicionales frente al surgimiento de nuevos actores que también buscan establecer un liderazgo a nivel global.
Desde finales del siglo XV las potencias europeas se repartieron extensos territorios y culturas en África, Asia y América estableciendo un sistema de dominación y explotación colonial bajo el supuesto de la superioridad civilizatoria, esta condición de superioridad no desapareció ni con los procesos de independencia del siglo XVIII ni con los posteriores procesos de descolonización en el siglo XX impulsados por Naciones Unidas. El declive de las potencias coloniales europeas dio paso al surgimiento de Estados Unidos como una potencia neocolonial impulsado en primera instancia gracias al negocio lucrativo de esclavos y al hecho que desde su formación como un Estado soberano nunca ha sufrido una guerra internacional en su propio territorio.
La Primera Guerra Mundial (1914- 1918) fue clave para la consolidación de Estados Unidos como potencia dominante, mientras Europa se sumergía en el conflicto, EE.UU jugaba la posición de ser un actor neutral, aprovechando el comercio de armas y otros suministros con ambos bandos enfrentados. La industria y el negocio de la guerra permanente ha sido una de las válvulas más fuertes del poderío económico estadounidense, incluso con la destrucción de las Torres Gemelas en el 2001 significó un auge de la industria armamentista como pretexto de “la guerra contra el terrorismo” en Medio Oriente. El belicismo norteamericano es un rasgo predominante en su política exterior de facto.
La incursión tardía de EE.UU en la Primera Guerra Mundial en 1918 hizo que este país abandonara su posición “neutral” pasando a ser un actor directo en el conflicto. El fin de ésa dio paso a la creación de una organización internacional conocida como la Sociedad de Naciones (1919) que tenía como objetivo facilitar la cooperación e impedir una nueva guerra mundial, fue pensada desde los ideales del presidente estadounidense Woodrow Wilson y aunque este organismo fue impulsada por Estados Unidos éste nunca se incorporó por la negativa del Congreso. Desde su inicio la Sociedad de Naciones cargó con grandes vacíos como la exclusión de países como Alemania, Turquía, Austria-Hungría entre otros que fueron derrotados en la guerra, pero igualmente la Unión Soviética se incorporó de forma tardía (1934) y luego fue expulsada por la Sociedad de Naciones que ya había adoptado una postura anticomunista. Sin embargo, EU.UU se convirtió en una superpotencia económica que hizo negocios lucrativos con la reconstrucción de la Europa que había quedado devastada por la guerra.
La primera etapa de consolidación de la hegemonía estadounidense fue de carácter político y económico, mientras la guerra se daba en otro continente muy alejado de sus fronteras, EE.UU impulsaba su desarrollo tecnológico y comercial; en una segunda etapa se consolida su potencial militar que le permite convertirse en 1945 en la primera potencia nuclear y en ser el primer y único Estado del mundo en haberlas utilizado en una guerra contra población civil, en las memorables ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
El orden internacional Wilsoniano que se suponía debía gestionar las relaciones internacionales basados en los ideales de la democracia estadounidense, había fracasado y estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) imperando el caos internacional. Prevalece la idea de que cada vez que finaliza un conflicto o una catástrofe de gran escala, como lo fueron las dos guerras mundiales, la caída del muro de Berlín seguido de la disolución de la URSS y la destrucción de las torres gemelas, las sociedades entran en una fase de reseteo moral y de reacomodamiento de los actores internacionales que salen más fortalecidos o gozan de mayor influencia en el tablero geopolítico.
Después de culminar la Segunda Guerra Mundial, el mundo experimentó a nivel geopolítico un sistema bipolar en donde la influencia global estaba repartida entre dos grandes potencias políticas y militares como lo fueron Estados Unidos y la Unión Soviética, aunque había un orden internacional basado en los principios de Naciones Unidas heredera de los ideales de los Sociedad de Naciones, en el plano geopolítico prevalecía una tensión global a lo largo del periodo conocido como la Guerra Fría (1947-1991). El bipolarismo condujo a que muchas naciones del mundo tuvieran que alinearse a un bando o al otro, razón por la que surge en 1955 una tercera vía como lo fue el Movimiento de los Países No Alineados (NOAL), Nicaragua se sumó a este movimiento en 1979 tras el triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Durante este largo periodo el NOAL impulsaba la idea de democratizar las relaciones internacionales basados en la igualdad soberana entre los estados por muy grandes o pequeños que éstos fueran, con este movimiento se procuraba una despolarización del mundo.
Desde el periodo comprendido entre 1917 y 1991 el mundo sufrió una serie de acontecimientos relevantes en el ámbito de las relaciones internacionales, se vio el surgimiento de una superpotencia frente a otro club de naciones con aspiraciones imperialistas, seguido del tránsito a un mundo bipolar de tensiones militares e ideológicas hasta el inicio de un sistema unipolar en 1991 en el que todo el poder global había convergido en una sola nación, indisputada hasta hace muy poco como lo fue Estados Unidos.
La historia nos ha demostrado que las naciones van evolucionado y sus intereses también, nos encontramos ante la emergencia de nuevos actores de relevancia geopolítica que han venido construyendo paulatinamente su propio liderazgo global. Estos nuevos actores enfrentan la necesidad de superar un mundo en el que las reglas por lo general habían estado dictadas por una superpotencia basada en el expansionismo, el imperialismo y la supremacía política bajo el mito de la democracia.
En la última década del siglo XXI el ascenso de China e India y en general el protagonismo de la región asiática, junto a la relevancia histórica de Rusia se ha venido perfilando la necesidad de un nuevo orden mundial basado en la multipolaridad y el multilateralismo, la pujanza de este nuevo orden, pretende superar el obsoleto sistema actual, poco eficaz, alineado a los intereses de las naciones occidentales. A diferencia del orden internacional de pos guerra, la gestación de un nuevo orden ha sido al margen de un conflicto bélico mundial, se ha venido gestando mediante el desarrollo tecnológico de países como China e India y la construcción de alianzas regionales en diversos continentes que se benefician mutuamente en lo económico y en lo diplomático.
Todo apunta a que el multipolarismo no seguirá la formula clásica de un club de potencias predominantemente occidentales que dictan las reglas geopolíticas e imponen sus esquemas ideológicos al resto del mundo, sino que, apunta hacia un multipolarismo expresado en bloques regionales, teniendo a la cabeza el liderazgo y la influencia de economías emergentes como China, India y Brasil. Los bloques regionales que han venido cobrando relevancia son los BRICS, CELAC, el llamado eje estratégico Moscú-Beinjing y la Alianza Asia – Pacífico que viene construyendo China como principal socio. La alianza interregional que se viene fraguando entre Pacífico y Asia se ha convertido en un nuevo eje de disputa geopolítica por parte de EE.UU y China, lo que indica que la transición hacia el multipolarismo no deja al margen las tensiones diplomáticas, la disuasión militar y el dominio de las rutas comerciales entre las nuevas hegemonías que reclaman su cuota de poder y el aseguramiento de sus intereses vitales.
El giro hacia un sistema mundo multipolar es en términos históricos un proceso irreversible, puesto que, el desarrollo de las sociedades y sus estados ha cambiado, las correlaciones de fuerzas se vienen equilibrando y sumado a ello, hay un claro declive en la legitimidad política y cultural de Occidente. El agotamiento de la hegemonía unipolar son síntomas que el imperialismo no tiene cabida en el mundo actual. Y aunque EE.UU siga siendo el país más poderoso del mundo, la tendencia es que sea el menos dominante, que son dos cosas distintas.
Lo otro que no hay que pasar por alto es que el dominio occidental se cimentó sobre la explotación y saqueo de muchos pueblos del mundo. El colonialismo, el esclavismo, el comercio de armas, las guerras reciente por el petróleo bajo el maquillaje de la lucha por la libertad y la democracia y así como el rol de la OTAN en el conflicto de Ucrania han sido prácticas típicas para mantener su poder global.
El multipolarismo más temprano que tarde se consolidará como un nuevo sistema mundo de fuerzas y actores heterogéneos que permitirá la visibilización de regiones estratégicas como America Latina, Sudáfrica, Medio Oriente y Asia que antes se miraban como regiones desconectadas por la distancia geográfica y cultural. La pluralidad de identidades geoculturales es un rasgo predominante del multipolarismo. Otro rasgo de este nuevo sistema es el pragmatismo en las relaciones económicas que ha permitido el establecimiento de alianzas y acuerdos de inversión y cooperación con diferentes países y regiones más allá de los esquemas propiamente políticos, alianzas que se basan en los principios de beneficio mutuo, no agresión y de no interferencia en los asuntos internos de estados soberanos.
Máster Jonathan Flores Martinez, docente e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua.
Excelente…. Vigente y de actualidad
Muy buen análisis, desgraciadamente los diferentes gobernantes y las élites del poder norteamericano no quieren aceptar que la integración de un mundo multipolar está en una marcha sin retroceso.
Así es estimado Milton, los polos de poder están cambiando y se reconfiguran poco a poco las relaciones geopolíticas en el mundo, ya no se puede hablar de una hegemonía dura de las potencias occidentales, tenemos la emergencia de nuevos actores como China e India y el balance militar de Rusia, y coincido con usted que este proceso es irreversible.
Saludos, gracias por su comentario.