Daniel Ortega Saavedra: Forjado como el acero

Daniel Ortega Saavedra Forjado como el acero
  • Ni la cárcel, las torturas, la guerra, las traiciones y sanciones lo han doblegado
  • Nunca ha adoptado posiciones extremistas, odio, ni rencores personales contra sus verdugos y adversarios
  • Fiel a sus principios básicos, luchando en las calles y en la guerrilla se ganó el liderazgo en el Frente Sandinista
  • En Roma, sólo el papa Juan Pablo II lo hizo vestir de traje y corbata
  • Su padre rechazó un fajo de billetes de Somoza

David Gutiérrez López

Ni las más crueles torturas, ni los largos años de cárcel en la dictadura de Somoza, ni la guerra contrarrevolucionaria, ni las presiones de los gobiernos neoliberales de la derecha, ni el intento de golpe de Estado, ni las traiciones de los judas, ni los ultimátum de jerarcas católicos, ni las sanciones e injerencias del imperialismo, ni la pandemia, lo han logrado doblegar ni quebrantar.

Daniel Ortega Saavedra, quién a pesar que desde niño (15 años) en 1960 sufrió las primeras prisiones, golpes y torturas en los sótanos de la antigua Casa Presidencial, en la Loma de Tiscapa, nunca albergó rencor personal contra sus más crueles verdugos, ni ha cambiado sus principios y su calidad humana frente el odio y vilipendio del que ha sido objeto él y su familia por parte de sus adversarios políticos. La mayor expresión que alguna vez ha proferido para ellos, es llamarles “cabrones, vendepatrias, terroristas y peleles del imperio”.

Su antisomocismo y antimperialismo, junto a sus hermanos, lo heredaron sin duda alguna, de su padre don Daniel Simeón Ortega Cerda, quién se había puesto a la disposición como soldado del general Sandino en la lucha contra la intervención de tropas norteamericanas, en la guerra de guerrilla del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN), que inició en 1927.

A don Daniel lo apresaron en las montañas de las Segovias, en Wiwilí, luego del asesinato del General Sandino (21 de febrero 1934) por denunciar en un escrito público el crimen ejecutado por órdenes de Somoza. Lo obligaron a caminar descalzo desde Jinotega a Matagalpa, para que se le llagaran y sangraran sus pies.

La oportuna intervención del abuelo de los Ortega Saavedra, don Marco Antonio Ortega, entonces director del Instituto Nacional de Oriente en la ciudad colonial de Granada, quién había tenido como alumno al jefe de la Guardia Nacional (G.N) Anastasio Somoza García, evitó que asesinaran a su hijo.

El fajo de billetes que don Daniel rechazó a Somoza

Somoza, ordenó días después, a que le llevaran a don Daniel hasta su oficina en el antiguo Campo de Marte, donde funcionaba el Cuartel General de la Guardia Nacional, (G.N), para, según él, reprenderlo y comunicarle, que estaba libre, gracias a la intervención de su antiguo profesor y padre del prisionero.

Somoza, asesino de Sandino, luciendo charrateras en su uniforme militar planchado con almidón, le entregó un sobre cerrado a don Daniel, que, en su calidad de prisionero, se imaginó era la carta y documentos de libertad, no obstante, ya en la calle, al abrirlo, encontró un fajo de billetes.

Con mucha dignidad, don Daniel se regresó y entregó al oficial de guardia el dinero con una notita dirigida al dictador, rechazándolo.  Días después, relata el comandante Daniel Ortega, su padre recibió un telegrama de Somoza en estos términos: Daniel Ortega C. Comé mierda. Firma. A. Somoza.

Crecieron corriéndose de la persecución de la guardia de Somoza

Los muchachos Ortegas crecieron en Managua, en un barrio pobre, con calles de tierra polvorientas, llamado Colonia Somoza, frente al antiguo estadio de béisbol, donde los chavalos jugaban a la pelota con bolas de trapo forradas con calcetines.  Cada salida a la calle, era bajo tensión, esperando que aparecieran en cualquier momento las conocidas “zarandas”, unas camionetas cerradas y enmalladas de la Policía de Somoza, en las que se llevaban presos a los chavalos por el único delito de estar recreándose, jugando, recuerda el comandante Daniel.

También les tocó vivir en medio de carreras, escapando de los culatazos que propinaban los guardias con los fusiles Garand y en algunas ocasiones, corrían esquivando las balas y el efecto de las bombas lacrimógenas disparadas por la guardia, cuando asistían a las protestas, de las que el mismo padre, don Daniel, era uno de los organizadores y llevaba a sus hijos a participar.

Formación y ascenso en el FSLN

Fue en el barrio San Antonio, de Managua, donde las calles sí eran cubiertas de pavimento, que el joven Daniel comenzó a participar activamente en acciones en contra de la dictadura militar somocista y la embajada norteamericana. Junto a un grupo de chavalos adolescentes, entre ellos, su hermano Humberto, Selím Shible, Jacinto Suárez, Edmundo Pérez, Lenin Cerna, Carlos Guadamuz, Julio Buitrago, Francisco Moreno, Jorge “el cuervo” Guerrero Gómez, Enrique Lorente, Jacinto Baca Jerez y Guillermo Mejía, entre otros, en quienes Carlos Fonseca observó e identificó, que se constituían como una pieza fundamental para el fortalecimiento del recién formado Frente Sandinista.

En 1964, Daniel, junto a otros muchachos, emprendieron un viaje a Guatemala con   el objetivo de contactar a la guerrilla de ese país, integrarse, entrenarse y adquirir experiencia armada. Durmieron en parques en condiciones muy difíciles. La policía   guatemalteca los detectó y capturó junto a Carlos Díaz Bravo, Selim Shible, Edmundo Pérez y Carlos Guadamuz, le trasladaron a una cárcel, donde todas las noches miraban salir filas de campesinos prisioneros rumbo a la muerte.

Daniel y sus compañeros se salvaron de ser fusilados, porque los militares guatemaltecos en coordinación con la Guardia Nacional de Somoza, acordaron deportarlos a Nicaragua. En la frontera, los esperaban los más connotados torturadores de la tiranía; el teniente Agustín Torrez López, apodado el “coto” y el sargento Gonzalo Lacayo, “el cabezón”, quienes, para darles la bienvenida, los recibieron a golpes de garrote y en el jeep les colocaron grandes piedras sobre sus piernas para inmovilizarlos.

En el FER dirigiendo El Estudiante

Daniel Ortega siempre demostró interés por el periodismo. En 1965, junto a Oscar Turcios, son los responsables de atender el naciente Frente Estudiantil Revolucionario (FER), que años más tarde se convertiría en la antesala para la captación de nuevos militantes de la organización político- militar, el Frente Sandinista. Como parte de esa misión, encomendada con especial atención por el comandante Carlos Fonseca, fue constituir un periódico, El Estudiante, que sirviera como informador y a la vez organizador del estudiantado de secundaria y universitario.

En la vida pública, en cierta ocasión, Daniel consiguió trabajo de reportero en el noticiero La Verdad, en Radio Mundial.  El primer día de trabajo lo enviaron a cubrir una conferencia del ministro de Agricultura Alfonso Lovo Cordero, en la cual, el bisoño periodista detectó a un hombre que era agente de la seguridad y torturador. De inmediato denunció al guardia, que, vestido de civil, se hacía pasar como un funcionario y se originó un revuelo. Los directores del radioperiódico presionados por el ministro somocista no tuvieron más remedio que despedirlo.

Delegado estudiantil en la Habana

En el mes de junio de 1966, es delegado del FER al 4to Congreso de la Organización   Continental latinoamericana de Estudiantes, (OCLAE) realizado en la Habana, Cuba, el centro de la atención latinoamericana, donde se vivía con furor el desarrollo de la Revolución Cubana, encabezada por Fidel Castro y los “barbudos” como les llamaron en esa época a los guerrilleros de la Sierra Maestra, que habían derrocado al dictador militar Fulgencio Batista.

A Daniel, ese viaje le sirvió para entrenarse en el arte del arme y desarme de diversas armas de distintos calibres y fabricación, principalmente las norteamericanas que utilizaban los ejércitos financiados por los gobiernos yanquis. A su retorno, como parte de su equipaje trajo consigo algunas armas, entre ellas, carabinas M-1 que se utilizarían en la guerrilla de Pancasán, en 1967. Daniel fue nombrado responsable militar de la resistencia urbana, cuya misión principal era abastecer de alimentos, medicinas, botas y otros avituallamientos para los guerrilleros que, dirigidos por Carlos Fonseca, creaban las condiciones para iniciar sus acciones. En varias ocasiones subió a la montaña a establecer el enlace para garantizar el apoyo de la ciudad.

Somoza y la guardia celebraron creyendo haber eliminado al FSLN

Los acontecimientos de Pancasán, registrados el 27 de agosto de 1967, cuando la Guardia Nacional, con un despliegue de tropas emboscó a una columna guerrillera de valiosos jóvenes, quienes apenas se iniciaban en esa dura y agotadora tarea, para lo cual se requería de un fuerte entrenamiento, hicieron que los planes del FSLN, cambiaran radicalmente.

Somoza celebró la “victoria” sobre la guerrilla sandinista, asegurando haber eliminado a todos sus enemigos, con un desfile militar, cuyos vehículos provenientes del norte, entraron por la antigua calle Candelaria para finalizar en la Plaza de la República, coincidiendo con las celebraciones de las fiestas patrias de septiembre.

En tanto, la dirección del FSLN, determinó no continuar con esa jornada y orientó a sus militantes bajar de la montaña de dos en dos, rumbo a la ciudad, para plantearse una nueva estrategia.

A mediados de septiembre, Daniel Ortega viajaba en un jeep desde Matagalpa a Managua, conducido por el colaborador y productor cafetalero don Erasmo Montoya.  Al acercarse a la antigua garita de la G.N., observaron una fila de vehículos que estaban siendo minuciosamente requisados por soldados bien armados, buscando a sobrevivientes de la guerrilla de Pancasán.

El guerrillero, armado de una pistola le dijo a don Erasmo que se bajaría del jeep, así lo hizo y se internó en el monte saltando unos zarzales. “Nunca había visto a un hombre tan resuelto, valiente, y seguro”, comentaría años después don Erasmo.

Demostrar que el Frente estaba vivo

Carlos Fonseca y Oscar Turcios, quienes habían bajado de Pancasán y se encontraban en Managua, discutían la forma de hacerse sentir y demostrar que el FSLN no estaba   aniquilado. Para ello, plantearon realizar una acción que le doliera a la G.N. y el pueblo lo aprobara. Barajaron varios nombres de altos oficiales, y al final, acordaron ajusticiar al sargento Gonzalo Lacayo, el connotado torturador que hacía vomitar a sus víctimas haciéndolos comer desperdicios y hasta animales muertos, para posteriormente, obligarlos a punta de golpes a ingerir su propio vómito, narró el ahora presidente Daniel Ortega.

El lunes 23 de octubre de ese año 1967, cerca de las diez de la noche, un comando sandinista ejecutó la acción en una calle del barrio Cristo del Rosario, cerca del   arbolito, cuando el torturador se dirigía a su casa. Una lluvia de balas le arrebató la vida, 18 tiros incluyendo el de gracia que le propinó Edmundo Pérez, quién gritó ¡viva el Frente Sandinista!, se alojaron en el cuerpo del verdugo. Uno de los que participó fue Daniel, entonces de 22 años y jefe de la resistencia urbana, quien afirmó en una entrevista que no guardaba odio ni rencor personal, con aquel monstruo, creación de un sistema corrupto, sin moral ni principios.

La guardia enfureció y respondió asesinando sandinistas

La guardia nacional entró en pánico cuando la noticia apareció en los medios de comunicación radiales y escritos. Se enteraron que el FSLN estaba vivo y que la muerte rondaba sobre todos ellos. La reacción fue una cacería feroz, activaron todo su aparato de investigación y a sus “orejas”, (informantes) a fin de localizar a los autores del ajusticiamiento de Lacayo.

El 4 de noviembre, en una casa de Monseñor Lezcano, se encontraban 4 muchachos de una célula sandinista integrada por Casimiro Sotelo, Hugo Medina, Roberto Amaya y Edmundo Pérez (único que participó en el ajusticiamiento y autor del tiro de gracia al torturador). Los jóvenes fueron sorprendidos, capturados y conducidos a la costa del lago Xolotlán, donde después de ser salvajemente torturados los asesinaron con los mismos 18 balazos que le penetraron al verdugo.

Era una evidente venganza de los guardias contra los sandinistas, que le demostraban a Somoza que estaban activos y en pie de lucha por la liberación de Nicaragua, con la bandera roja y negra y la consigna de ¡Patria Libre o Morir ¡

La captura y larga condena

El 18 de noviembre, al amanecer, Daniel Ortega fue apresado violentamente en una casa junto a Harold Solano, un colaborador que lo había refugiado en su vivienda. Desde ese momento, las jornadas de torturas, las patadas, los golpes y la picana eléctrica, también llamado chuzo, era una constante, los muchachos eran víctimas de sesiones de terror diarias y permanente.

A Daniel no lo hicieron hablar. El teniente Agustín Torres López, “el coto” enfurecido le rompió la sien derecha de una patada. Lo acusaron de haber dirigido y participado en una recuperación económica en el banco de Londres, el 21 de julio de 1967, dinero que se utilizó en preparar y organizar la jornada en Pancasán. Los gendarmes terminaron creyendo que a los sandinistas que habían asesinado fueron los autores del ajusticiamiento.

Desde su captura, pasó 7 años encerrado en la cárcel La Modelo de Tipitapa, hasta ser liberado por el comando sandinista Juan José Quezada, que tomó por asalto la casa de “Chema” Castillo el 27 de diciembre de 1974, mientras altos funcionarios del somocismo celebraban una fiesta de fin de año, los que posteriormente fueron canjeados por los prisioneros.

En libertad, llegaron a Cuba, donde recibieron atención médica y entrenamiento militar para reiniciar la lucha contra la dictadura, después que el FSLN rompió el silencio, nueve años atrás de la guerrilla de Pancasán. En Nicaragua, el dictador Somoza humillado y encolerizado arreció la represión.

En los años venideros, 1975, surgieron serias fisuras en el FSLN, ocurriendo la división de un sector de militantes, que se planteaban la conducción de la lucha desde otra estrategia. Tras la caída en combate del jefe de la Revolución Sandinista, Carlos Fonseca, el 8 de noviembre de 1976, en las montañas de Zinica, surgió una nueva tendencia, liderada por los hermanos Ortega, cuya tesis era insurreccionar al pueblo, armándolo con los fusiles recuperados después de atacar los cuarteles principales de la G.N.

La ofensiva guerrillera surgió en octubre de 1977 en el norte, sur y centro del país, generando un cambio fundamental en la correlación de fuerzas contra la guardia, que, por primera vez, era atacada en sus propias guaridas. El país se conmocionó y el miedo se perdió.

La división del FSLN en tres tendencias, finalizó, primero en la acción, en la lucha común contra la dictadura y su brazo armado en las insurrecciones de septiembre de 1978 y se selló oficialmente el 8 de marzo de 1979, constituyéndose una Dirección Nacional Conjunta, integrada por tres miembros de cada una de las fracciones.

En León, el 19 de julio de 1979 se constituyó la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), integrada por diversos sectores de la vida política, económica y   social. Daniel resultó electo coordinador de la misma, cargo que desempeñó hasta 1984, cuando el FSLN por primera vez, convertido en partido político ganó las elecciones generales de ese año con un porcentaje del 66.97 %, frente a seis partidos contendientes.

La alfabetización y la bendición del papa Juan Pablo II

La tarea más importante y hermosa que se propuso el sandinismo luego de ordenar un nuevo país, después del derrocamiento de la dictadura somocista, fue emprender la más grandiosa acción de liberación de un pueblo iletrado, la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización (CNA), que movilizaría a más 100 mil muchachos y docentes en la noble misión de enseñar a leer y escribir por campos, montañas y ciudades.

A finales de febrero de 1980, Daniel y la compañera Rosario Murillo, encabezaron una gira por diversos países, incluyendo una audiencia especial con el papa Juan Pablo II, realizada en los primeros días de marzo.  Fue la oportunidad donde el papa polaco Karol Wojtyla, (canonizado el 27 de abril del 2014), el 264 en ocupar el papado y máximo representante de la Iglesia Católica, a quién le correspondió bendecir el inicio de la Cruzada de Alfabetización en Nicaragua.

Horas antes de la audiencia papal, Ortega lucía su traje verde olivo de comandante de la Revolución Popular Sandinista (RPS), cuando Ricardo Peter (embajador de Nicaragua ante la Santa Sede durante once años) le expresó que su santidad no recibía invitados en traje que no fuera oscuro, una tradición protocolaria del Estado del Vaticano.

A esa hora como integrante de la delegación, representando al órgano  oficial del FSLN, Diario Barricada, para dar  cobertura periodística, corrimos a buscar un  mercado cercano del Hotel President, no muy  distante del Coliseo romano y de la atractiva  Fuente de Trevi, donde se acostumbra el  ritual a tirar monedas de espaldas, con la  creencia de que quién lo hace retorna a la  ciudad eterna.

Caminamos un tramo y en una tienda la encargada bajó un sacó azul oscuro y una corbata. Momentos después, Daniel salía transformado de saco y corbata. “Solo el Papa me hizo ponerme saco”, expresó en esa ocasión, en la que por primera vez lucía un traje, el que nunca en su vida clandestina tuvo oportunidad de ponerse, porque desde adolescente antepuso su compromiso revolucionario a las fiestas de quince años, bodas u otros eventos sociales propias de los jóvenes.

En los años subsiguientes, ya electo presidente de la República, Daniel fue fortaleciendo su liderazgo nacional e internacional, hablando en foros internacionales y enfrentándose a la agresión norteamericana de los años 80, que a través de la contrarrevolución realizó ataques y sabotajes a fin de terminar con los logros de la revolución y desalojarlo del poder, el que también defendió con la participación del pueblo en armas.

Fue en su calidad de mandatario que le correspondió ser el principal negociador con sus pares centroamericanos, para impulsar la pacificación de la región, que vivía un conflicto armado y que diezmaba a la población y las economías.

Guatemala, El Salvador y Nicaragua estaban sumidos en esas guerras civiles que los estaba hundiendo, hasta lograrse los acuerdos de paz de Esquipulas, un proceso que inició en 1986 y se extendió hasta el 7 de agosto de 1987, finalizando con el desarme y la oportunidad de los bandos en conflicto de convertirse en partidos políticos y participar en elecciones democráticamente a través de los votos. Daniel calificó de “dramático” el día que le correspondió la entrega del gobierno sandinista a la oposición, en febrero de 1990.

Desde la Plaza de los No Alineados, sobre la antigua Avenida Roosevelt, la misma que  muchas veces recorrió en manifestaciones,  el líder del sandinismo habló ante una  muchedumbre ansiosa y expectante ante la  incertidumbre.

El pueblo voto por un instinto de sobrevivencia y temor, porque le dijeron, si gana el Frente vuelve la guerra y jugaron con el miedo y el terror, obligándoles a votar, algunos con lágrimas en los ojos en contra del FSLN, declaró en otra ocasión Ortega, al referirse a ese revés electoral.

¡Vamos a gobernar desde abajo!

Sentenció en esa concentración el líder del FSLN ante la pérdida de las elecciones generales, que desencadenaron 17 años de gobiernos neoliberales que hicieron retroceder al país, arrebatándole al pueblo las principales conquistas logradas, entre ellas, la educación, salud, medicina gratuita y el vaso de leche con la galleta que servía de merienda a miles de chavalos. En esos tiempos el FSLN se mantuvo activo en las calles luchando por la restitución de sus derechos, los que nunca fueron escuchados por los gobernantes que, sin ningún pudor, enriquecían sus bolsillos del erario público.

En el año 1991 la militancia lo eligió secretario general del FSLN, en momentos que el partido había sufrido la puñalada más traicionera, cuando la mayor parte de los diputados se pasaron a hacer tienda aparte con un nuevo movimiento político.

Daniel tampoco se doblegó, comenzó a recorrer el país, como ya lo había hecho él y los antiguos guerrilleros, reconstruyendo las redes de apoyo, esta vez hablando de la paz, sumando conciencias para derrotar la pobreza, la miseria y sacudirse de los nuevos judas.

Aunque te duela…que te duela Daniel se quedó

Daniel esperó pacientemente durante tres períodos de gobiernos antidemocráticos para retornar al poder por la vía de las urnas, ganando la presidencia en 2007, restituyendo de inmediato los derechos y beneficios confiscados al pueblo.

Volvió la educación gratuita, volvió la salud pública, la merienda escolar ahora superada al vaso de leche y convertida en arroz, frijoles, cereales y ampliada con proteínas proporcionada por los padres de familia.

Las transformaciones económicas y sociales orientadas por Daniel y Rosario desde la retoma del poder, son ampliamente notables, en el combate contra la pobreza y extrema pobreza, con la construcción de excelentes carreteras y caminos para sacar las cosechas, electrificación del país en 99 por ciento de cobertura.

Son palpables la construcción de nuevos y modernos hospitales dotados de la más alta y moderna tecnología, como tomógrafos, resonadores magnéticos, equipos para hemodiálisis, casas maternas donde las embarazadas reciben cuidados especiales   para garantizar partos de niños saludables. La mortalidad materna se redujo un 59 por ciento, al pasar de 115 fallecidas en 2006 a 45 en 2018, mientras la mortalidad infantil se redujo en un 58 por ciento. Fue durante el gobierno sandinista que en 1982 se impulsó la campaña de vacunación erradicando la poliomielitis que afectaba a la niñez dejando graves secuelas en sus miembros inferiores.

Y mientras el país avanza en producción e  inseminación de ganado bovino, porcino,  crianza de gallinas, generando empleo y  bienestar en miles de familias de pequeños  y medianos productores de maíz y frijoles,  sin detenerse a pesar de la pandemia mundial  de Covid 19, ni de los efectos nocivos del  fracasado intento de golpe de Estado,  mientras las cifras apuntalan a alcanzar arriba  de un 7 por ciento en el Producto Interno  Bruto (PIB), el pueblo se prepara para votar  el 7 de noviembre en la casilla ganadora de  la 2, por el hombre indoblegable que en la  vida dura se forjó como el acero.

y…aunque te duela… te duela…Daniel, Daniel aquí se queda.

1 Comment

  1. Quiero volver a mi Nicaragua, Se puede ver la mano del que trabaja por el pueblo, de un gobierno que trabaja por la justicia y seguridad, protegiendo al pueblo de los grupos criminales que atentan contra la seguridad y el crecimiento del país. volveré a mi tierra pronto, a trabajar por una Nicaragua mejor, a estrechar la mano de mi comandante. FSLN viva siempre!!! viva Daniel !!! viva Sandino!!!

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