- Muy chigüina se integró a la guerrilla
- Escapó de la cárcel de Matagalpa semidesnuda
- Sometida a la tortura de la “piñata humana” en el cuartel de Río Blanco
- La guardia somocista convertía a sus miembros en bestias tenebrosas
- Desaparecieron a familias campesinas, muchos lanzados desde helicópteros
David Gutiérrez López
Los guardias somocistas la colgaron de los brazos, desnudita, amarrada con una soga sostenida del techo en el viejo cuartel antiguerrillero en Río Blanco, Matagalpa, en una macabra sesión de tortura calificada por ellos como “la piñata humana” en donde la movían de un lado hacia otro para ser manoseada y golpeada en todas las partes de su cuerpo. Un coronel que luego llegaría a ser general, la violó.
Fue durante su segunda captura, tortura y encarcelamiento, en 1977, cuando entonces tendría 19 años de edad, que conoció y fue víctima de la verdadera vocación sanguinaria y represiva de la Guardia Nacional (G.N), formada y armada por las administraciones yanquis quienes garantizaban a través del general Anastasio Somoza, el dominio y control en Nicaragua.
Guadalupe García Centeno, conocida con el seudónimo de “Patricia” y después “Sonia”, fue más identificada como la “niña”, porque cuando comenzó a colaborar con el FSLN era una “chigüina” que les compraba cuajadas, tortillas y otros alimentos a los guerrilleros. Sus padres eran colaboradores de la guerrilla sandinista en la comarca El Horno.
Nació en el Horno, municipio de San Ramón, a 27 kilómetros de Matagalpa. A los 13 años, se integró a las columnas guerrilleras, donde servía de correo y enlace con otros colaboradores de la comunidad. Se movía de un sitio a otro llevando mensajes a los guerrilleros, los que casi siempre camuflaba en una bolsa de azúcar.
En la columna guerrillera habían siete mujeres, entre las que recuerda a su hermana Guillermina García Centeno, quién actualmente trabaja de conserje en el Ministerio de Educación, en Matagalpa, Juanita López, entonces era estudiante del Instituto Eliseo Picado, de Matagalpa, Esperanza Flores, de Kuskawás a quién la guardia le asesinó a toda su familia, Tomasa Montoya, de Matagalpa, actualmente sufre una discapacidad por lo que se moviliza en silla de ruedas, Mercedes Martínez y Josefina García, una extraordinaria colaboradora que les daba comida y alojamiento en la montaña cuando los guerrilleros pasaban por un sector llamado Santa Clara.
En la comarca el Horno fue donde comenzó a colaborar con su primo, el “capitán Juancito”, Estanislao García y Filemón Rivera, ellos llegaban a la casa y le pedían información sobre los movimientos de los guardias y de los informantes. El comandante Víctor Tirado a quién llamaban “el canoso” dio la orden para que saliera de su casa porque los jueces de Mesta (campesinos civiles informante de la Guardia Nacional) la perseguían a todos lados, eso fue en el año 1972.
Eran los tiempos duros, que no había caminos, únicamente trochas, por donde únicamente se entraba a pie o en mula. Tampoco había electricidad, solo candiles les alumbraban en lo oscuro de la noche y el maíz lo quebraban en piedra para preparar la masa de las tortillas que se cocían en el fogón que ardía con leña.
Con mucho cariño recuerda al comandante Víctor Manuel Tirado López, quién le llamaba con énfasis paternal “niña”, con igual cariño se refiere al comandante Edgar “La Gata” Munguía. Casi a finales de 1970 aparecieron los guerrilleros del FSLN en esas zonas montañosas moviéndose por Matiguás, Fila Grande, El Guapotal, Los Milagros y Kuskawás, conocido como Cerro Grande.
Entre los guerrilleros sandinistas, Guadalupe recuerda a Jacinto Hernández “Arnoldo”, Filemón Rivera Quintero, “Macario”, Víctor Tirado López “el canoso”, Francisco Rivera Quintero”, “Rubén” mejor conocido como “El Zorro” el jefe de las tres insurrecciones en Estelí, Francisco “Chico” Ramírez (ex Guardia Nacional que entregó su fusil M1 Garand al FSLN, por lo que guardó cárcel y posteriormente se integró a la guerrilla alcanzando el grado honorifico de comandante guerrillero al triunfar la Revolución Popular Sandinista), el dirigente estudiantil del FER en León Edgard “la Gata” Munguía “Ventura” y a Leónidas González, entre otros.
Manoseada en la “piñata humana” ante miradas libidinosas
La tortura de la “piñata” era una constante en ese cuartel de la Guardia Nacional (G.N), en Río Blanco, donde centenares de mujeres pasaron por ese escarnio ante las miradas libidinosas y carcajadas hirientes de hombres convertidos en bestias tenebrosas por sus jefes militares que los obligaban a maltratar y abusar a otros seres humanos hasta extenuarlos y matarlos.
Eran jornadas extensas, en las que se sometía al tormento y vejación a mujeres y hombres campesinos con el fin que delataran a los guerrilleros que se movilizaban en la zona montañosa, los que se asentaron a finales de 1970, cuando comenzó a conformarse uno de los primeros focos guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), después de la experiencia de Pancasán, en agosto de 1967. El cuartel de la Guardia Nacional en Río Blanco era un campo de concentración de prisioneros entre 1974 y 1979, familias enteras campesinas, padres, madres e hijos pasaron por el sufrimiento y horror de la tortura, las violaciones, familias lanzadas desde helicópteros en las profundidades montañosas.
Guadalupe describe el lugar en que los mantenían encerrados, como una perrera, similar a una gran jaula techada donde los prisioneros estaban hacinados y hacían sus necesidades fisiológicas en un extremo del encierro.
Muchas familias desaparecieron para siempre y no se conoció su paradero, acusadas por la guardia de Somoza de colaborar con los sandinistas, quizás porque en alguna ocasión les dieron agua en sus humildes viviendas, o un bocado de tortilla con frijoles cocidos cuando los muchachos pasaban principalmente de noche, recordó la “niña”, ahora convertida en una mujer con 63 años de edad.
El 21 de marzo de 1975 el comandante Carlos Agüero Echeverría “Rodrigo” al frente de una escuadra guerrillera de la Brigada Pablo Úbeda, atacó y se tomó por varias horas el poblado de Río Blanco, ocasionándoles varias bajas entre muertos y heridos a la G.N.
Al comandante Carlos Fonseca Amador, Guadalupe afirma haberlo conocido de pasada, ya en 1976, cuando el jefe guerrillero entró clandestinamente y se encontraba en la montaña buscando como establecer contacto con una parte de la guerrilla que cuestionaba su mando por su permanencia fuera del país, sería días antes de su caída en Boca de Piedra, Zinica, el 8 de noviembre de ese año.
El derribo del helicóptero por fuego guerrillero
La “niña” Guadalupe García Centeno, narró que el coronel Gustavo Medina, era el jefe del cuartel de Río Blanco, asistido por Fermín Meneses Gallo, quién alcanzó el grado de general en la G.N por su destacada actividad represiva en ese campo de concentración, enclavado en la montaña a orillas del caudaloso Río Blanco. También fue el último comandante de Masaya, de donde salió huyendo en junio de 1979 rumbo a la fortaleza El Coyotepe, escudado en prisioneros a quienes puso al frente de la calle, mientras él se escondía dentro de una tanqueta rodeado de guardias fuertemente armado.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) informó en un comunicado, que el 22 de marzo de 1977, había derribado con fuego guerrillero un helicóptero PA 511 de la Fuerza Aérea Nicaragüense (FAN), pereciendo el entonces subcomandante del enclave antiguerrillero de Río Blanco, mayor G.N José Antonio Villalta, el teniente Francisco Granados, subteniente Efraín Prado (piloto) y el soldado raso Donald Torres.
El mayor G.N Villalta, cuando era teniente, se había destacado en acciones criminales en la masacre de Pancasán, en la que perecieron 13 guerrilleros, emboscados el 27 de agosto de 1967, desatando luego una feroz persecución con la captura y asesinato de familias enteras que eran denunciadas por los jueces de Mesta. La guardia celebró esa masacre con un desfile militar entrando días después con una caravana de jeep y camiones por la carretera norte pasando por la calle Candelaria hasta finalizar en la entonces Plaza de la República, creyendo haber exterminado al FSLN.
Herida en un combate contra la guardia
El 14 de julio de 1974, mientras los guerrilleros se desplazaban en una misión en la montaña, la entonces niña Guadalupe participó de un combate cuando chocaron con una patrulla de guardias que operaban en la zona. Los guardias lucían barbas y cabellos largos de varias semanas, cuando acampaban por meses en las profundidades de la montaña durmiendo en hamacas y comiendo raciones frías o matando alguna vaca o cerdos que le robaban a los campesinos.
En ese combate ocurrido en Los Milagros, municipio del Tuma La Dalia, la columna de guerrilleros sandinistas era dirigida por Estanislao García “capitán Juancito”. Guadalupe resultó herida en su pierna derecha, sus compañeros después de ocasionar algunos heridos entre los guardias se replegaron al interior de la montaña. Cuatro días después, a la guerrillera herida la bajaron en hamaca sostenida por un palo y cargada por dos hombres. Lograron llevarla hasta Matagalpa donde fue auxiliada por Expectación Rivas y Jaime Cuadra. El médico que le curó la herida de bala fue el doctor Ceferino Padilla. Ese balazo todavía le causa algunos dolores en el hueso de su pierna.
La primera captura junto a sus padres y hermanos
Guadalupe había bajado de la montaña en 1975 para realizar unos contactos en la comunidad del Horno. Llegó a su casa, pero los jueces de Mesta alertaron a la guardia que casi de inmediato la buscaron en su casa. Irrumpieron violentamente en la humilde choza y ella apenas logró correr por el monte, mientras disparaba unos tiros con un pequeño revólver calibre 22.
En la persecución la entonces niña cayó en un hoyo donde fue finalmente capturada, posteriormente conducida a Matagalpa junto con su mamá, papá y hermanos a quienes también sometieron a unas tremendas golpizas y torturas para que delataran el paradero de los guerrilleros que se encontraban estableciendo condiciones y base social en ese territorio.
Afirma que las primeras torturas fue amarrarla de los brazos, colgarla y aplicarle choques con una picana eléctrica. A su papá y a dos de sus hermanos los sometieron al mismo tormento. – ¿Conoces a Filemón Rivera y a Víctor Tírado? -Querés que te enseñemos las fotos, le decían sus captores a la niña que en todo momento negaba conocer a las personas por quienes le preguntaban.
– “Pareces mosca muerta”. Le decían los interrogadores a la chavala cuando no lograban hacerla hablar.
Al no lograr sacarle información la enviaron desnuda, solo con una ropa corta a una especie de subterráneo, donde pasó días sin comer. El agua era limitada. A su mamá la habían dejado en libertad y ella buscó los servicios profesionales de un abogado que era su patrón. El abogado alegaba que era una niña menor de edad la que no podía estar en prisión porque violentaba todos los derechos humanos.
A los guardias de Somoza no les importaban los argumentos legales del jurisconsulto y mantuvieron a la niña Guadalupe García en prisión, esperando que delatara a sus compañeros que la habían reclutado en la comunidad El Horno, pero ella prefirió callar antes que delatar.
Escapó el 14 de septiembre en medio marchas y el sonido de tambores El 14 de septiembre de 1975, en Matagalpa como en todo Nicaragua los colegiales marchaban por la ciudad rítmicamente, al frente, hermosas jóvenes palillonas eran la atracción al mostrar sus bien configuradas piernas. Marchaban entre el sonido de tambores, liras y trompetas.
Celebraban las ¡fiestas patrias!, el 15 de septiembre de 1821, la independencia del colonialismo español y el 14 de septiembre de 1856, la derrota de los filibusteros yanquis en la hacienda de San Jacinto, a pocos kilómetros de Tipitapa, donde días después fue muerto a machetazos el yanqui Byron Cole, lugarteniente de William Walker, quién se autonombró presidente de Nicaragua y decretó la esclavitud de los nicaragüenses.
Mientras todos los guardias del comando G.N se encontraban viendo pasar el desfile colegial, a lo interno del local estaba prácticamente vacío, sin custodios.
Inesperadamente un guardia alto, de tez morena de quién Guadalupe no recuerda su nombre ni apellido se le acercó y le dijo: “Mira chavala te voy a liberar, te voy a dar la llave del candado de la puerta, te vas corriendo y no te dejes agarrar, si te agarran a mí no me quemes, esto lo hago porque yo simpatizo con la lucha del Frente Sandinista, pero no te puedo asegurar que ahorita voy a colaborar, ándate…ándate… le dijo con premura el soldado.
La chavala salió semidesnuda del cuartel de la guardia, sólo con las pantaletas cortas que llevaba puestas. Corrió unas cuantas cuadras hasta llegar al Río Grande de Matagalpa y comenzó a caminar por la orilla, semioculta por la vegetación, al llegar a una vuelta del entonces caudaloso río, encontró a una viejecita que lavaba ropa sobre una piedra, le comentó que había sido violada por un hombre (argumento utilizado para pedir ayuda) y que estaba desorientada. Conmovida la lavandera, se apiadó de la muchacha y la llevó a su casa, le ofreció de beber y comer y la vistió. Una vez repuesta buscó a unos contactos, entre ellos a don José “Pepe” Rivas y otros muchachos para recontactarse y subir de nuevo a la montaña.
La segunda captura y la torturas en Río Blanco
Casi un año y medio después de su escape del cuartel de Matagalpa y su reincorporación a la guerrilla, cierto día, Filemón Rivera le orientó a Guadalupe bajar hasta el Horno a realizar unas diligencias y unos contactos con colaboradores. Meses antes, ella había estado ubicada en al menos 9 campamentos guerrilleros, porque más tardaban en asentarse que en ser descubiertos por la guardia, la que contaba con una red de informantes, cuya misión era establecer zonas de tierra arrasada. Los campamentos se asentaron entre Fila Grande y Cerro Colorado en Matiguás.
La joven guerrillera se encontraba en el Horno cuando cerca de 400 guardias somocistas les cayeron, capturándola junto a su familia y cercanos vecinos. Fueron conducidos a Río Blanco, donde comenzaron a vivir el verdadero infierno ese inolvidable y doloroso año de 1977, donde vivió en carne propia la tenebrosa tortura de la “Piñata humana”.
Fue liberada en la Semana Santa del mes de marzo de ese año. “Salimos como 25 colaboradores del Frente Sandinista, todos enfermos, hechos mierda, mire”, relata la campesina, que de nuevo se contactó con sus compañeros quienes le encargaron tareas de reconstruir las redes de apoyo de la guerrilla. Se aproximaba la Ofensiva Final contra el somocismo, que culminó con la victoria sandinista del 19 de julio de 1979. Afirma esta valiente mujer campesina que nunca sintió miedo, ni en los combates, ni cuando la torturaban y violaron. “Todo lo hice de corazón, mi participación fue de entrega total a la causa sandinista, si me tocara de nuevo luchar por la revolución, pues me arrimo a un tronco y me paro a combatir, estoy con esa firmeza para que los chavalos aprendan, para mi valió la pena, por los caídos, los hermanos que regaron con su sangre el camino hacia la libertad”.
Un ejemplo vivo de las mujeres revolucionarias, como hijo menor de ella es nuestro deber mantener ese legado de lucha y lealtad a nuestro FSLN,