El triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, tras derrocar a la dictadura militar de Fulgencio Batista, un grupo de nicaragüenses anti somocistas se entusiasmaron y constituyeron una guerrilla que contó con el apoyo directo del comandante Ernesto Che Guevara. En ese movimiento armado con base en Honduras, se integró el entonces joven matagalpino Carlos Fonseca Amador, como un soldado sin experiencia armada.
La guerrilla de El Chaparral, llamada así por el sitio en territorio hondureño en el borde fronterizo con Nicaragua, donde el 24 de junio de 1959, ocurrió la masacre de los guerrilleros, en acción conjunta de los ejércitos de Honduras y Nicaragua. Un día después del cumpleaños del comandante Carlos el 23 de junio
Carlos resultó gravemente herido en un pulmón y se salvó al ser trasladado a un hospital en Tegucigalpa. Nueve nicaragüenses cayeron en desigual combate. Así finalizó ese primer intento guerrillero en la lucha contra la dictadura militar somocista.
A 62 años de ese movimiento presentamos un esbozo de las virtudes de líder natural y de su terquedad en el estudio de las raíces del sandinismo nacionalista y antimperialista de Carlos Fonseca, quién también planteó que las revoluciones hay que hacerlas desde adentro.
A continuación, el análisis del escritor e historiador Aldo Díaz Lacayo.
Serio, estudiado, reflexivo, terco, fraternal y con todas las virtudes de un líder, recordó a Carlos Fonseca Amador el historiador, escritor y ex diplomático Aldo Díaz Lacayo, quien tuvo su primer contacto con Carlos en 1959, en la guerrilla de El Chaparral.
“La primera gran virtud de un líder que la tenía Carlos era la claridad de proyectarse hacia el futuro y de ver el triunfo. No importa el costo. No importa el plazo. Los líderes piensan en función de los objetivos, no en función de los plazos”, señaló Díaz Lacayo, durante una entrevista concedida en 2010 al periodista Thierry Deronne, autor del documental “Carlos el amanecer ya no es una tentación”.
“Ningún líder actúa por sí mismo. Ningún líder se cree conductor del pueblo sino producto del pueblo. Todos los líderes saben que ellos emergen como producto de la lucha popular. No la dirigen. En el sentido de crear la dirección de la lucha. Hay una tercera virtud de los líderes: emergen porque asumen la lucha popular. Pero una vez que asumen la lucha popular tienen tres virtudes que son consecuencia de asumir la realidad”, indicó el ex diplomático, agregando que Carlos además tuvo la claridad de ver que la acción de liberación era una acción colectiva, no una acción individual.
Díaz Lacayo menciona que Carlos podía percibir claramente cuáles eran las demandas populares básicas y formularlas en palabras sencillas. Además, descubrir que detrás de las demandas populares hay una contradicción fundamental, una contradicción antagónica.
“La tercera consecuencia de asumir la lucha es que, una vez que descubren las demandas, que las definen, que encuentran la contradicción estructural, son capaces de proyectar, ahí está, la última cualidad de líder. Son capaces de proyectar la lucha a un plazo y a un nivel cualitativo infinitamente mayor y el pueblo se entusiasma con ese objetivo de largo plazo. Además Carlos descubre en el caso concreto, tres problemas que son comunes a todos los líderes y cuya forma es particular de cada país”.
La lucha es desde adentro
Según el historiador, en América Central, durante todo el siglo XIX, y la mitad del siglo XX, lo normal era que los grupos que interpretaban la lucha popular se constituyeran desde afuera, se armaran afuera e invadieran, pero Carlos descubre que esa tesis no funciona y la hace a un lado.
“Y después de ocho años dice: «la lucha es desde adentro». Si queremos capitalizar las luchas populares, es desde adentro. Y eso es lo que hace con Pancasán (agosto 1967). A partir de Pancasán nunca más se piensa en invadir. Al final se da la colaboración, la solidaridad pero ya no como invasión sino como apoyo a la lucha interna”, expresó.
“Estoy hablando a partir del 59 que es el Chaparral, de que no es posible aplicar los principios universales de la revolución en un país determinado si esos principios universales no se meten en un formato nacional, en un vehículo propio. Porque lo universal, por muy válido que sea, no es asumido por un pueblo en particular. Puede ser asumido por individuos pero no colectivamente por el pueblo”.
“Entonces él descubre que Sandino es el vehículo. Entonces, a partir del vehículo Sandino, el pueblo empieza a entender, ya que no conocía a Sandino, fue un proceso muy difícil porque al descubrir Carlos a Sandino como vehículo, lo rescata y lo divulga. Y en esa doble función de asumirlo como vehículo y de rescatarlo y de divulgarlo, se vuela siete, ocho, diez años”, agregó el ex diplomático.
Otro elemento que Díaz Lacayo destaca de Carlos Fonseca es que no se puede plantear la lucha en términos antagónicos y de la necesaria unidad nacional como táctica fundamental.
“Es un proceso muy lento y que logra cuajar al final, en 1975 tal vez, o principios de 1976, con el grupo de los doce. Y está una última virtud: la verdad. Un líder no puede ser líder sino con la verdad. Cuando uno examina los movimientos revolucionarios triunfantes en América Latina, se da cuenta que esas cinco o seis cualidades que he mencionado, están presentes en todos los movimientos. En unos más visibles, en otros menos, dependiendo de las circunstancias históricas, internacionales fundamentalmente”, apuntó el historiador.
De acuerdo a Díaz Lacayo, después de El Chaparral, Carlos se inicia cien por ciento en el proyecto de un Estado revolucionario. “Hablo de la voluntad no de la formación intelectual. Y esta voluntad lo lleva a profundizar en el estudio del marxismo-leninismo. Primero en Casa de las Américas, luego en Costa Rica. Este estudio lo lleva a preparar a los cuadros en el sentido de la revolución marxista. ¡Y los prepara a todos! Y se da cuenta de que la mejor forma de preparar a los cuadros es darles formación política y militar simultáneamente.
Lo importante es que la formación ideológica y la formación militar vayan juntas, virtud de Carlos. De manera que cuando él llega a Pancasán, a mí en lo personal no me cabe ninguna duda de que su proyecto de Estado es un Estado socialista.