- De niña, sin sospecharlo fue correo del FSLN
- Colaboró con Carlos Fonseca y Tomás Borge en casas de seguridad
- Cuando la llevaron presa nunca soltó a su tierno hijo y siempre lo protegió
- Dormían en una tijera de sacos y su hijo por cuna tenía una cajita de cartón
David Gutiérrez López
En la noche oscura, la joven mujer contra su pecho se aferraba y protegía a su hijo de apenas meses de nacido en medio de insultos, gritos, golpes y patadas por parte de soldados de la Guardia Nacional (G.N) quienes registraban el pequeño cuarto en busca de su marido, señalado de participar en el asalto a una empresa de cambio de moneda, ubicada en la ciudad de León.
La guardia de Somoza buscaba al guerrillero Jacinto Baca Jerez, esposo de Juanita y padre del recién nacido quien inocentemente sufrió la cárcel arrullado y protegido en los brazos de su madre.
Al no encontrar al guerrillero urbano, la sacaron junto a su tierno hijo y la subieron a un jeep militar sentándola en el piso y así la trasladaron hasta la cárcel El Hormiguero en Managua, ubicada en una esquina de la Avenida Roosevelt, donde al amanecer fue interrogada por el entonces teniente G.N y posterior coronel Nicolás Valle Salinas, el último jefe de la Policía (G.N) de la dictadura del derrocado general de división Anastasio Somoza Debayle, el 19 de julio de 1979.
El mismo coronel que cuando asesinaron al máximo dirigente del FSLN, el 8 de noviembre de 1976, “lleno de alegría” llegó a decirle a Tomás Borge, cuando se encontraba en la cárcel, que Carlos Fonseca había muerto, surgiendo la respuesta lapidaria de Tomás: Carlos Fonseca es de los muertos que nunca mueren.
La noche que la guardia irrumpió en la casa de León, 58 años atrás, buscando al guerrillero, llevaron a Faustino Aragón Pichardo, partícipe del asalto a la casa de cambio. Tenía el rostro desfigurado con un ojo a punto de salirse y moretones en todo el cuerpo a causa de los golpes.
Faustino no soportó los golpes y las torturas por lo que en un momento se quebró y aceptó ir a marcar la casa en el barrio San Felipe, donde vivía Jacinto Baca, quien junto a Regis Mairena y otros compañeros habían realizado la acción de recuperación económica en 1966, previo a los preparativos de la jornada guerrillera de Pancasán en 1967.
Así recuerda esa primera experiencia que vivió junto a su primer hijo Jorge Jacinto, Juanita Navarro, hermana de sangre del dirigente estudiantil y guerrillero sandinista Jorge Navarro, caído en la jornada guerrillera de Raití-Bocay, quien fue el primero en colocar junto a Bayardo Altamirano, la bandera roja y negra del naciente Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en la montaña sobre una palmera, en octubre de 1963.
Sufrimiento de los padres se repetía en los hijos
Durante el interrogatorio, Valle Salinas se dirigió a Juanita: – ¿Cómo te llamás? Preguntó el interrogador. Hilda Contreras (seudónimo utilizado por Juanita), respondió con su hijo en brazos. –¿Nos conocemos? Interrogó de nuevo el militar. No, yo no lo conozco, jamás lo he visto. Valle Salinas le dijo a la prisionera que no tratara de engañarlo, que ya se habían visto en otras ocasiones cuando, junto a la madre de Baca Jerez, llegaba a indagar sobre el paradero del guerrillero, en una de las tantas carceleadas que había sufrido y siempre negaban tenerlo.
Horas después del intenso interrogatorio, al parecer, el uniformado tuvo un momento de humanismo y le conmovió verla con el inocente bebé también prisionero, por lo que ordenó liberarla. El oficial le mencionó que había tenido suerte que la llevaran donde él, porque “si te llevan donde Gonzalo Lacayo, a la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), (sargento que torturaba despiadadamente a los sandinistas y opositores a Somoza), ese te destroza”, le dijo a la prisionera.
Al no lograr sacarle más información le dijo que la dejaría libre y la mandaría a dejar a León, de donde la habían trasladado. Cumplió su palabra, no sin antes advertirle que si miraba a Jacinto le informara a él o a la G.N, porque su marido estaba metido en serios problemas.
Al llegar de nuevo a León por la noche, en la casa “no tenía ni sal para un jocote”, (sin dinero), al frente habitaban dos viejecitas hermanas propietarias de una pulpería. Ellas se le acercaron y expresaron que estaban preocupadas porque la noche anterior la habían llevado presa y no sabían nada de ella ni de su bebé. Le ofrecieron agua, algo de comer y hasta leche para el tierno en una botella, porque al parecer “del susto no me bajaba la leche para amamantarlo”, relata Juanita.
Ese sufrimiento de los hijos de madres y padres clandestinos se repitió en infinidad de situaciones cuando la G.N y la seguridad somocista entraban violentamente a las casas de seguridad, conduciendo sin ningún tipo de compasión, a las madres con sus hijos presos a las ergástulas. En el mejor de los casos eran las abuelas y tías quienes se hacían cargo de la crianza y formación de los niños.
Correo de su hermano Jorge y oradora en las avenidas de Managua
De niña Juanita junto a su hermana Ernestina “Tina”, sin sospecharlo, servían de correo de su hermano Jorge Navarro, conocido como “Juan Luna” en la guerrilla sandinista. “Nos enviaba a dejar papelitos y paquetes a determinado lugar”, recuerda esta mujer ahora de 77 años, que durante su adolescencia se vinculó con el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y allí conoció a Jacinto Baca Jerez, con quien procreó dos hijos: Jorge Jacinto y Nguyen Ernesto Baca Navarro.
Estos hijos, que inocentemente también fueron víctimas del sistema de represión de la dictadura, como muchos otros, vivieron y sufrieron junto a sus padres el terror de la Guardia Nacional de Somoza cuando eran perseguidos, apresados y hasta asesinados, enfrentando todos los peligros. Sin tener derecho a tener una vida normal en familia, ni a disfrutar los juegos propios de un niño, la paz y alegría de su hogar y mucho menos a celebrarles un cumpleaños con piñata.
De Jorge Navarro, su hermano mayor, recuerda que era muy astuto para disfrazarse y evadir la persecución, en algunas ocasiones se aparecía vestido de vendedor de carbón, en otras de campesino con una alforja. Además, era un excelente orador y dirigente estudiantil del Instituto Nacional Central Miguel Ramírez Goyena.
Durante las marchas de protestas estudiantiles en las calles de Managua, los compañeros de Juanita también la motivaban a ella para pronunciar discursos arengando a los muchachos a desafiar a la guardia de la dictadura somocista.
En una ocasión, en la esquina donde funcionó el Banco de Londres y Montreal sobre la Avenida Roosevelt, sus compañeros la subieron sobre una jardinera y desde ese punto habló ante la muchedumbre que le aplaudían y lanzaban consignas antisomocistas. Años después, cuando triunfó la Revolución Sandinista, con sorpresa encontró su foto en los archivos de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN) de la G.N.
Estando en la clandestinidad había muchas limitaciones, no tenían cama, ni sábanas, ni ropero, porque hasta la ropa era escasa, para su tierno hijo una caja de cartón servía de cuna y la pareja dormía en una “tijera” forrada de sacos, la que cargaban sobre el hombro cuando les correspondía salir huyendo de un refugio hacia otro, alertados por la presencia de agentes de la dictadura, rememora Juanita.
Parte de su niñez y adolescencia la familia Navarro vivió en la capital, en la Escuela El Caimito del barrio del mismo nombre, gracias a una concesión que le hiciera el somocismo a su abuelo Eduardo Navarro, (de quien heredaría el apellido), quien -según dice Juanita- había alcanzado el grado de general de la Guardia Nacional, por haber luchado contra Sandino cuando éste inició a combatir la ocupación de los invasores yanquis en 1927.
Con los históricos del sandinismo
Juanita recuerda haber conocido en una casa de seguridad habitada por doña Teodorita Rubí, a los comandantes Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge. “Yo llegaba y les limpiaba la casa, les lavaba la ropa y en algunas ocasiones hasta les cocinaba”.
También conoció a Carlos Reyna, Enrique Lorente, Oscar Turcios, a los hermanos Daniel, Humberto y Camilo Ortega Saavedra, José Benito e inocente Escobar, Sarita y Mercedes Baca, Jorge Guerrero Gómez, Moreno Avilés, Gladys Báez, Michel Najlis, Orlando Pineda de Estelí, Marvin Guerrero, Germán Gaitán y a los hermanos Julián y Rolando Roque Cuadra, entre otros.
A la casa de seguridad llegaba acompañada de su hermana Ernestina, “la Tina”. Relata que el comandante Carlos Fonseca, sentado en una silla mecedora, les preguntaba sobre sus vidas en los colegios y sus dificultades económicas vividas con sus familias. Siempre le interesaba escuchar con atención historias reales y verdaderas contadas por sus propios colaboradores sandinistas.
Recuerda que a su casa en Managua, cerca del antiguo cine Darío, llegaban el comandante Silvio Mayorga, fundador del FSLN y caído en Pancasán, a tomar tibio con leche y comer un delicioso gallopinto que cocinaba su mamá doña Josefina. En ocasiones le acompañaba el militante Carlos Reyna, también caído en la jornada guerrillera de Pancasán el 27 de agosto de 1967.
De nuevo a Managua
A inicios del año 1968 se trasladó de León a Managua, donde encontró trabajo de cajera en la conocida fábrica de zapatos Sandak. En esos días cayó preso nuevamente Jacinto, quien se fugó de la cárcel Modelo presuntamente por un error, cuando llegó la orden de libertad para un reo que coincidía con el apellido Baca.
En la capital Juanita vivía con la familia Baca Jerez en una situación de tirantez, porque no la aceptaban, pretendiendo despojarla de la tutela de sus hijos. Después del terremoto de 1972 Juanita laboraba de visitadora médica para el laboratorio Carvalli, con el doctor Raúl Estrada, de Diriamba, Carazo. Con lo que ganaba les pagaba el alquiler de la vivienda y les entregaba casi íntegro su salario para sufragar los gastos de alimentación de toda la familia.
El terremoto de 1972 que destruyó Managua cambió la vida de los nicaragüenses, principalmente de los capitalinos, la mayoría había perdido sus viviendas construidas de talquezal con tejas de barro en los techos. Managua se llenó de muertos, heridos incendios y se provocó el pillaje en tiendas y mercados donde la Guardia Nacional fusilaba sin contemplaciones a quienes encontraba cargando artefactos eléctricos y mercaderías en carretones y a cuestas. Los guardias eran los únicos autorizados a robar.
Trabajando en la visita médica mantuvo contacto con Tomás Borge Martínez, colaborando en conseguir casas de seguridad, medicamentos y otras necesidades. Esa colaboración con Tomas finalizó en febrero de 1976, cuando fue capturado el entonces jefe guerrillero después de un enfrentamiento con una patrulla de guardias, al salir de una casa de seguridad en la Colonia Centroamérica, frente al Parque Los Marañones, donde eliminó a un teniente jefe de los soldados. En esos sucesos fue asesinada la guerrillera urbana Mildred Abaunza Gutiérrez, dentro del jeep que viajaban.
En la FARN con Jacinto Baca
En el transcurso de la lucha y los años, Juanita se vinculó con el Partido Socialista Nicaragüense (PSN), donde conoció, entre otros, a César Cortez Téllez, Lenin Cerna, Abdul Sirker, Adolfo Espinoza, todos partidarios del ala militar del partido y convencidos que a la dictadura se combatía con las armas.
Baca Jerez militaba en el FSLN desde 1963 y en el último año, previo a su muerte, se había distanciado de la organización, atraído por los socialistas para fundar un movimiento armado en la zona occidental del país, conociendo de esa manera la capacidad militar y audacia de sus miembros.
Por su parte, ella asistía a charlas políticas y su relación sentimental con Jacinto la condujo a participar en una efímera organización militar llamada Fuerzas Armadas Revolucionarias Nicaragüenses (FARN), surgida en 1969, la misma que feneció el 9 de noviembre de ese año, con la muerte de Jacinto en la estación del tren en Rota, pequeña comarca a 25 kilómetros de León. Juanita no pudo asistir a sus exequias por encontrarse clandestina.
Jacinto llegó a este poblado acompañado de Reynaldo Puerto, con la intención de conocer el terreno para abrir en la zona un frente guerrillero, pero llamaron la atención de unos paramilitares somocistas que le indicaron a un guardia que investigara a los muchachos. Cuando el soldado le dijo a Jacinto que le presentara su identificación, éste desenfundó una pistola calibre 45 disparándole y dando muerte al soldado raso Ruperto Martínez e hiriendo a un paramilitar.
Al salir corriendo fue alcanzado por balas de revólver calibre 38 disparados por paramilitares de una familia López, que le perforaron un pulmón causándole la muerte. Su acompañante logró escapar a través de unos algodonales. El cadáver de Jacinto fue trasladado a la cárcel de la 21 en León, donde ya muerto, los guardias lo patearon con odio y todavía con temor del valiente revolucionario.
Reconoce en Jacinto, su compañero de vida y lucha, al combatiente con quien aprendió el uso de armas cortas y ametralladoras de asalto, también a movilizarse guardando las medidas de seguridad, para evadir la persecución de los “orejas” (informantes) de la (G.N).
Juanita, que no se congrega en ninguna religión, confiesa que en todas las situaciones que vivió, en las que estuvo en riesgo su vida junto a la de sus hijos por la persecución, cárcel y el acoso de los gendarmes de Somoza, siempre experimentó la protección de una fuerza sobrenatural emanada de “su padre eterno”, expresa, mientras eleva sus brazos y la mirada hacia el cielo.
Un pistolazo le reventó la cara y la última prisión
En medio de la lucha sandinista contra la dictadura, semanas antes de la victoria final, Juanita vivía en el Reparto Schick. Cierto día viajaba en un bus y un agente de seguridad que vivía en el mismo barrio amenazaba con una pistola al conductor de la ruta, trabándose una discusión. Ella valientemente intervino previendo una desgracia fatal, pero el hombre vestido de civil la golpeó en su rostro con el arma provocándole una herida en la sien derecha, de donde brotó la sangre a borbollones.
Momentos después, patrullas de guardias llegaron hasta el sitio y la condujeron a la Central de Policía (actual Complejo Ajax Delgado), donde la encerraron en una celda con prostitutas, carteristas y bebedoras consuetudinarias, quienes se mostraron solidarias con la muchacha que llegó bañada en sangre y adolorida del golpe que le hundió parte del rostro.
Estuvo en la misma celda en la que guardó prisión Neysi Ríos, militante sandinista nacida en Bluefields y capturada el 25 de junio de 1979, posteriormente asesinada. Su cuerpo nunca apareció.
Transcurrieron los días y nadie en su familia conocía de su paradero. Al cumplirse dos semanas y sin acusación alguna, apareció un hombre desconocido bien vestido y amable y le dijo que se alistara, que llegaba a liberarla. Nunca conoció quién fue el ángel salvador, pero ella lo atribuye a un milagro del “padre celestial”.
En la celebración del triunfo sandinista se volcaron en una camioneta
El día de la celebración del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, el 20 de julio de 1979, Juanita y varios de sus vecinos, embargados por la alegría asistieron a la Plaza de la Revolución.
Somoza y su fuerza represora, habían sido derrotados. Juanita junto a sus amigos y vecinos participó de ese histórico momento, pero al retornar esa tarde a las casas sufrieron un accidente provocando que la camioneta Chevrolet se volcara.
Unas varillas de hierro se incrustaron en uno de sus brazos, quedando prensada bajo el pesado vehículo. Milagrosamente, cuando levantaron la camioneta, las varillas salieron del brazo de Juanita sin mayor afectación.
Días después fue contactada y llamada a formar parte de la fundación del Ministerio del Interior (MINT). Se encontraba en una fila firme, vestida de verde olivo, cuando entró el comandante de la Revolución Tomás Borge Martínez, quien al verla la saludó con inmensa alegría. Días después la trasladaron a trabajar a la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE) en operaciones, archivo y en el despacho del comandante Lenin Cerna.
El personaje
Juana de la Cruz Navarro, “Juanita”, en el FSLN, nació en el Valle El Portillo, Niquinohomo, municipio del Departamento de Masaya el 4 de abril de 1947. Es hija de Juan Ramón García, originario de San Marcos, Carazo y de Josefina del Carmen Navarro Martínez, maestra rural.
Procreó cinco hijos, los primeros dos con el guerrillero Jacinto Baca Jerez y los otros tres de otras relaciones sentimentales. Realizó estudios en el Instituto Ramírez Goyena de Managua. Estudió magisterio, alcanzando el cuarto año.
A pesar de las persecuciones y el cambio inestable en casas de seguridad, siempre protegió y cuidó a sus hijos ante todas las adversidades vividas en la lucha contra la dictadura somocista.
Es fundadora del Ministerio del Interior, (MINT), que este 17 de octubre cumplió 45 años, de donde se retiró con el grado de teniente. A pesar de sus años de militancia activa en el FSLN, nunca recibió el carnet. Este año el 17 de julio le otorgaron la medalla Héroe de Guerra Por la Paz, del MINT. Pertenece al sandinismo de todas las generaciones.
Así les pasa a muchas compañeras heroinas de la Revolución Popular Sandinistas que si bien es cierto no hicieron nada para obtener prebendas personales, se les debió brindar en vida los reconocimientos merecidos. Vivan nuestras heroinas vivas y muertas.
Mi hermana de lucha y trabajo en los años 80, 90 en la DGSE, un dia de estos estuvistes en el restaurante de Vicente Chaves y me enviastes saludos con Francisco Zamora y él me dijo, quiero invitarte a una reunión con mis amigo antes que regreses a España, la ultima ves que te ví fué en Ciudad Sandino, en el entierro de Pepe loco, Jose Fonseca.
Así como este caso aún existen muchos otros casos y la militancia tenemos conocimiento en donde están este tipo de compañer@s que todavía algunos están con vida y en situaciones difíciles, creo que todavía se puede hacer algo por esto@s compañer@s no se trata de pagarles sus servicios sino al menos, como mínimo un reconocimiento de parte de nuestras máxima autoridades nacionales.