Edgar Palazio Galo (*)
“…a los que hablan de democracia y se olvidan del dolor y la miseria de los pueblos, les decimos que no hay democracia sin justicia social; que no puede haber democracia, ni puede llamarse democracia, ninguna doctrina que se olvide de las necesidades del hombre”. Comandante Fidel Castro.
La democracia en su origen excluyente. La democracia ateniense, frecuentemente celebrada como el prototipo de la “democracia directa”, ha sido ensalzada como un modelo de participación popular y autodeterminación. No obstante, su estructura revela una contradicción fundamental, y la idea de que esta forma de gobierno representaba un verdadero poder del pueblo es una falacia: lejos de ser una democracia inclusiva, era una institución excluyente y elitista, restringida a un segmento muy específico de la población.
El sistema de democracia ateniense era posible solo gracias a la existencia de los esclavos que realizaban el trabajo que permitía a los ciudadanos dedicarse a la política y la vida pública; la esclavitud no era una anomalía, sino una institución central en la economía y la vida cotidiana de Atenas. Además, las mujeres atenienses estaban excluidas de la esfera pública y no tenían derecho a participar en la política. Esta exclusión refleja una profunda disociación entre los principios democráticos proclamados y la realidad sociopolítica de la Atenas antigua.
Por lo tanto, la narrativa de una democracia del pueblo se desmorona ante la evidencia de que la participación política en Atenas estaba reservada para una minoría privilegiada, lo que revela la necesidad de replantear cómo entendemos y aplicamos el concepto de democracia tanto en contextos históricos como contemporáneos.
La Revolución Francesa y la democracia burguesa
La democracia burguesa, también conocida como democracia liberal representativa, emergió como el paradigma predominante de gobierno en Occidente tras la Revolución Francesa, basada en principios de libertad, igualdad y representación.
Presentada por la burguesía como la panacea para los problemas de injusticia y desigualdad del antiguo régimen, y como el mejor medio para garantizar los derechos y el bienestar de los ciudadanos. Esta forma de gobierno, sin embargo, ha demostrado, en el devenir histórico, ser incapaz de abordar adecuadamente los problemas sociales que afectan a la mayoría de la población.
La Revolución Francesa marcó un punto de inflexión en el desarrollo de las democracias formales occidentales. En este proceso, la burguesía desempeñó un papel central no con el objetivo de instaurar un sistema igualitario, sino para crear un orden que protegiera sus propios intereses económicos y políticos frente a la nobleza.
Surgida con gran vigor durante el siglo XVIII, la burguesía no solo buscaba participar en el poder político, sino también posicionarse frente a una aristocracia que mantenía privilegios y control sobre el poder económico y político. Más de dos siglos después de su consolidación, esta forma de gobierno enfrenta una crisis de legitimidad que cuestiona profundamente su capacidad para cumplir con las promesas de equidad y justicia que una vez sustentaron su aceptación.
La ilusión de la democracia capitalista
Es fundamental reconocer que la democracia burguesa fue diseñada por y para la burguesía, un grupo social que a lo largo del tiempo ha asegurado que el sistema político garantice sus intereses económicos y políticos. De manera que la democracia capitalista occidental se fundamenta en un engaño sistemático que distorsiona y manipula la realidad del poder político.
Se nos presenta la ilusión de que el poder reside en el pueblo y que el sufragio universal representa la máxima expresión de la voluntad popular. No obstante, esta concepción oculta un sistema que perpetúa estructuras de poder en beneficio de una minoría privilegiada, mientras somete a la mayoría a un ciclo interminable de miseria y sufrimiento.
Aunque en apariencia la democracia burguesa promueve la participación ciudadana y la elección de representantes, en la práctica los mecanismos del poder están controlados por grandes corporaciones económicas que financian las campañas electorales y manipulan los medios de comunicación. Los ciudadanos, que creen ejercer su soberanía, en realidad solo participan en un espectáculo meticulosamente coreografiado que oculta el verdadero funcionamiento del poder capitalista.
Este modelo democrático del capitalismo occidental resulta incapaz de abordar las necesidades reales de los pueblos. En lugar de ofrecer soluciones efectivas a la pobreza, la desigualdad y la injusticia social, eterniza el statu quo, sacrificando a los sectores más vulnerables con una concentración extrema de la riqueza y el poder en unas pocas manos.
La democracia burguesa no solo fracasa en proporcionar un verdadero bienestar al pueblo, sino que también perpetúa el sufrimiento global. Las intervenciones imperialistas y la explotación económica en los países en desarrollo son consecuencias directas de un sistema que prioriza la maximización de beneficios a expensas del bienestar humano.
De este modo, la miseria y el atraso de los pueblos explotados no son casualidades, sino resultados inherentes al funcionamiento del capitalismo global. En consecuencia, la promesa de igualdad de la democracia burguesa se revela como un fraude, demostrando que no existe contradicción entre este sistema y el capitalismo; más bien, son componentes interdependientes que se legitiman mutuamente.
La ilusión de la democracia capitalista ha demostrado ser un fracaso rotundo en la resolución de los problemas sociales fundamentales de la humanidad. Este sistema no solo ha fallado en proporcionar soluciones efectivas, sino que también ha legitimado un orden de explotación y exclusión. El contraste entre la concentración de riqueza y la pobreza generalizada revela que la democracia capitalista actúa como una mera cobertura ideológica, para un sistema económico que perpetúa el sufrimiento y la injusticia.
Hipocresía grotesca: la democracia electoral USA
El sistema de democracia electoral en Estados Unidos, alabado por los vendepatrias y traidores de todas las especies que se inclinan servilmente ante el imperio, es un monumento a la hipocresía más descarada. Se presenta como el pináculo de la libertad y la representación, pero en realidad es una simulación oscura diseñada para perpetuar el dominio de una élite económica y política, relegando a la gran mayoría de los ciudadanos a un papel meramente ornamental.
La influencia del dinero en la democracia electoral estadounidense es el ejemplo más flagrante de corrupción estructural. Los lobbies y los intereses corporativos y financieros realizan contribuciones ilimitadas, transformando las elecciones en una subasta pública donde el poder se compra y se vende. Los candidatos deben someterse a los dictados de grandes donantes y corporaciones para asegurar financiamiento, dejando al votante común con un poder simbólico, casi ridículo
Además, el sistema electoral estadounidense está meticulosamente diseñado para excluir cualquier alternativa que desafíe el bipartidismo dominante de los partidos Demócrata y Republicano. Este sistema sesgado limita el debate político y sofoca las alternativas genuinas, mientras que las prácticas de gerrymandering (manipulación de las circunscripciones electorales de un territorio) y las restricciones a la inscripción electoral son pruebas evidentes de la hipocresía en acción, afectando desproporcionadamente a las comunidades afrodescendientes y a los sectores más empobrecidos.
El mismo Joseph E. Stiglitz, que en su momento fue primer vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial, en su libro “El precio de la desigualdad: el 1% de la población tiene lo que el 99 % necesita”, ilustra cómo la desigualdad económica en Estados Unidos ha alcanzado niveles en los que un pequeño porcentaje de la población acapara recursos y riqueza desproporcionadamente en comparación con el resto de la sociedad. El 1% no solo posee una parte desmesurada de la riqueza, sino que también disfruta de un poder político y económico que le permite moldear las políticas públicas en su propio beneficio.
De este modo, la tal democracia estadounidense no es el modelo de inclusión y equidad que finge ser y que los vende patrias añoran, sino una monumental y cínica farsa que oculta un sistema profundamente desigual e inhumano. La influencia desmedida del dinero, la exclusión de alternativas políticas y las barreras al voto demuestran sin lugar a dudas que este sistema perpetúa el control de una élite sobre el resto de la población.
Crisis de legitimidad en la democracia burguesa
El capitalismo, íntimamente vinculado a la democracia burguesa, ha propiciado una concentración extrema de la riqueza y el poder, priorizando las ganancias económicas sobre el bienestar humano. La creciente incapacidad de la democracia burguesa para cumplir sus promesas fundamentales evidencia una crisis de legitimidad, reflejada en su impotencia para enfrentar de manera eficaz los desafíos globales contemporáneos como la desigualdad, el cambio climático y las crisis económicas.
A medida que las desigualdades sociales se profundizan y las oportunidades reales de cambio se vuelven cada vez más escasas, se hace evidente que no pueden resolverse dentro del marco del sistema actual, ya que la democracia burguesa se configura como un sistema diseñado para preservar el poder y los privilegios de la clase capitalista.
A través de sus instituciones, procesos electorales y políticas públicas, este modelo ha demostrado ser incapaz de abordar los problemas sociales que afectan a la mayoría de la población. La promesa de igualdad, justicia y movilidad social que proclama, se revela en última instancia, como una fachada que oculta la realidad de un sistema deshumanizante y opresivo, basado en la explotación y la desigualdad.
Para superar las limitaciones de la democracia burguesa, es esencial transformar las estructuras de poder existentes y promover un cambio radical que trascienda su forma actual. Esto requiere una reforma profunda de las estructuras económicas y políticas que perpetúan la desigualdad y la injusticia. Sólo mediante una democracia participativa, que empodere a todos los ciudadanos y coloque al ser humano y sus necesidades básicas en el centro de sus preocupaciones, será posible avanzar hacia un sistema que aborde de manera efectiva los problemas sociales y garantice el bienestar general.
Además, como explicó Lenin en su libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, la democracia capitalista occidental, en su fase imperial, se caracteriza por la expansión y el dominio sobre países menos desarrollados. En esta etapa, los grandes monopolios y corporaciones buscan mercados y recursos, promoviendo la explotación económica y política para maximizar sus beneficios.
Este proceso genera desigualdades globales, donde las naciones imperialistas imponen su control y fomentan conflictos y dependencia económica en los países dominados. El imperialismo no solo refleja la acumulación de capital a nivel global, sino también el exacerbamiento de las tensiones internacionales y las desigualdades entre naciones.
El modelo capitalista, con su inherentemente desigual distribución de recursos y oportunidades, se erige como un obstáculo fundamental para el logro de una democracia auténtica. La verdadera democracia solo se materializa cuando se restituye la dignidad de las personas a través de una lucha eficaz contra la pobreza y la desigualdad.
Hacia una democracia solidaria en Nicaragua
En Nicaragua, el Gobierno del Reconciliación y Unidad Nacional está liderando un cambio fundamental hacia una democracia auténtica, centrada en el bienestar y la dignidad del pueblo. Este esfuerzo refleja un rechazo claro al modelo capitalista salvaje, que históricamente ha perpetuado la desigualdad y la exclusión social. La verdadera democracia no puede florecer en un contexto donde la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a derechos básicos son prevalentes.
En este sentido, Nicaragua está dando un paso adelante hacia un sistema que busca enfrentar estos desafíos de manera estructural y efectiva y edificar, como lo afirma la vice presidenta Rosario Murillo: “La verdadera democracia, que es el protagonismo del pueblo, el Pueblo Presidente, y las Familias atendidas en todos sus Derechos”.
Salud y educación: derechos fundamentales para todos
En el modelo capitalista, la salud y la educación a menudo se convierten en privilegios accesibles solo para quienes pueden permitirse pagarlos. En Nicaragua, el GRUN ha revertido esta tendencia al asegurar que estos derechos esenciales sean accesibles para todos, independientemente de su situación económica.
La salud ya no es vista como una mercancía, sino como un derecho universal garantizado por el Estado. El gobierno está invirtiendo significativamente en la expansión y mejora de los servicios de salud, construyendo infraestructuras médicas y asegurando la disponibilidad de atención en salud para todos los ciudadanos.
De igual manera, la educación ha experimentado una transformación positiva. Se ha fortalecido el sistema educativo público, asegurando que todas las personas tengan acceso a una educación de calidad. Las inversiones en infraestructura educativa, capacitación de docentes y programas de apoyo a estudiantes de bajos recursos están cambiando el panorama educativo, contribuyendo a una mayor equidad social.
Restitución de la dignidad y lucha contra la pobreza
La dignidad humana es un principio central en la construcción de una verdadera democracia. En el sistema capitalista, la pobreza se percibe a menudo como una falla individual en lugar de un problema estructural. En Nicaragua se está abordando la pobreza de manera integral, reconociendo que se trata de un desafío sistémico que requiere soluciones profundas. Las políticas redistributivas están en el centro de esta estrategia y se ha implementado medidas efectivas para mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables.
Los programas sociales están diseñados para proporcionar un apoyo tangible y sostenible, permitiendo a los ciudadanos mejorar su situación económica y participar plenamente en la vida social y política del país. Este enfoque no solo busca aliviar la pobreza, sino también empoderar a las personas para que ejerzan sus derechos y contribuyan al desarrollo de la sociedad.
Construyendo una democracia participativa
La visión del GRUN tiene como objetivo construir una democracia solidaria y fraterna que promueva la igualdad, la justicia social y la participación. Este modelo pone en el centro al ser humano y a la familia, creando una estructura social que fomente la cooperación y el bienestar común. Una democracia solidaria también implica un fuerte compromiso con la inclusión y el respeto por la diversidad donde todas las personas, independientemente de su origen, género, orientación sexual o estatus socioeconómico, puedan participar plenamente en la vida social y política.
La promoción de la igualdad de género, la eliminación de la discriminación y el apoyo a las familias en situación de vulnerabilidad son prioridades en este proceso. El enfoque en la familia como unidad básica de la sociedad es clave para el desarrollo integral de cada individuo. Este enfoque no solo fortalece las relaciones interpersonales, sino que también contribuye a una mayor cohesión social y al desarrollo equitativo de todos los ciudadanos.
Como afirma la vicepresidenta Rosario Murillo: “Dios nos acompaña en estos caminos, que son de bien común, de derechos de las familias nicaragüenses. Caminos de protagonismo de las familias y comunidades, caminos realmente democráticos, porque es el protagonismo del pueblo el que garantiza, asegura y fortalece la democracia”.
Nicaragua, bajo la dirección del buen gobierno sandinista, está avanzando hacia una democracia solidaria que enfrenta de manera efectiva las desigualdades. Al transformar el enfoque hacia una democracia que prioriza la dignidad del ser humano, la participación activa y el apoyo a la familia, el GRUN está construyendo un modelo que refleja verdaderamente los principios de justicia y equidad.
Este esfuerzo no solo mejora la calidad de vida de los ciudadanos, sino que también sienta las bases para una sociedad más justa y libre. La transición hacia esta nueva forma de democracia es un testimonio del compromiso del sandinismo con el bienestar y la dignidad del pueblo nicaragüense.
(*) Profesor titular, UNAN-Managua. Cientista Social y Extensionista.
La democracia de EE-UU está cimentada en la regulación total y absoluta del género humano, es decir, no existe en absoluto nada que no se regule ni que tanga un valor monetario incluso l dignidad humana tiene valor. Nos vende la idea de que en EE-UU, hay libertad absoluta ¿ Qué libertad puede haber si la sociedad está regulada en todo?, lo mas mínimo tiene una regulación del Estado, está regulación impide que la gente actué, se movilice libremente , la genet de un partido vota por el otro y vice versa, pero nos han vendido el mono expresando que tal situación sucede por que la gente es madura y reflexiona, incluso muchos se lo han creído, la dictadura del bipartidismo como lo dice el autor no tiene mas opciones, las transnacionales deciden quién gobernará, cuando no, arman al aparato represivo de seguridad para maquillas lo asesinatos de los candidatos que nos son potable par su empresas.
La democracia es una gran mentira porque ha sido manipulada siempre, el artículo es bien claro con la cronología sobre la democracia , gracias 🫂