Jaime Salvador López Espinoza “Lucio”:
Guerrillero en la insurrección de los niños, Matagalpa

Guerrillero en la insurrección de los niños, Matagalpa
  • Participó en el ajusticiamiento de uno de los asesinos de Sandino
  • La insurrección de los niños en Matagalpa fue espontánea
  • Ejecutó gran recuperación bancaria
  • Entró a Managua triunfante con las tropas guerrilleras del norte

Dạvid Gutiérrez López

Desde lo alto de un camino de El Tuma, La Dalia, Matagalpa, aguardaban silenciosos e impacientes  tres  jóvenes vestidos de verde olivo, enmascarados, armados de ametralladoras, pistolas y un fusil con mira telescópica, dispuestos a cumplir con una misión histórica que se les había confiado:

Ajusticiar a uno de los 15 complotados en el asesinato del general Augusto C. Sandino y de miles de nicaragüenses, la mañana del propio 21 de febrero de 1979, al cumplirse 45 años del abominable crimen ordenado por los yanquis y ejecutado por Anastasio Somoza García junto a oficiales de la Guardia Nacional (G.N).

El objetivo designado fue el coronel en retiro de la G.N Federico Davidson Blanco, uno de los 16 asesinos que ostentaba el grado de teniente G.N., cuando asesinaron a Sandino el 21 de febrero de 1934. El mismo que al caer la tarde de ese día, participó en una reunión secreta con Somoza para planear el asesinato y escuchar de su propia voz, que retornaba de la embajada o legación norteamericana como solían llamarle, de hablar con el embajador Artur Bliss Lane, el cual le ordenó matar a Sandino por considerarlo un perturbador para la paz del país.

Cuando los jóvenes divisaron que el coronel Davidson Blanco, junto a su chofer bajaban en un jeep por un sinuoso camino, comenzó la lluvia de balas provenientes de dos subametralladoras Madzen y un fusil 2.43 con mira telescópica. La orden de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) había sido cumplida, recuerda 45 años después de haber participado en esa hazaña uno de los tres integrantes, Jaime López Espinoza, conocido con el seudónimo de “Lucio”.

Los otros dos guerrilleros de la Unidad de Combate Crescencio Rosales, fueron José “Chepe” González Picado y Luis Alberto López Castro, “Chaparro Frank”, quienes contaron con el apoyo de la compañera María Mercedes Tijerino Haslam, encargada de trasladarles la noche anterior al sitio de la emboscada, a seis kilómetros del Tuma, La Dalia, Matagalpa, en un camino por el que pasaba Davidson Blanco rumbo a una de sus fincas.

En la emboscada, además de ajusticiar al asesino directo del general Sandino y sus lugartenientes los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, pereció Jackie Davidson Morales, hijo del coronel G.N. y señalado de ser responsable de la “mano blanca” en Matagalpa, (organización paramilitar somocista) y el conductor escolta Alan Rivas, (quienes viajaban atrás en otro jeep).

Los tres sandinistas se retiraron en el vehículo de Jackie, rumbo a Matagalpa, pero en el camino se encontraron con tres patrullas de soldados de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), (fuerza élite de la G.N que dirigía Anastasio Somoza Portocarrero, hijo del dictador).

“Como nos vieron de boinas negras, vestidos camuflados y en el jeep del hijo de Davidson Blanco, creyeron éramos guardias y hasta nos saludaron”, recuerda Jaime, quien narra ese episodio de su agitada vida en la lucha sandinista en contra de la dictadura somocista.

Recuperaron varias armas que portaban los Davidson, entre ellas pistolas, escopetas, una carabina y un revólver de cinco municiones, gatillo escondido, que el coronel siempre cargaba entre sus ropas y que no alcanzó a utilizar al momento de la emboscada.

Le rindieron guardia de honor los marines

Después del exitoso operativo todos se refugiaron en diversas casas de seguridad. “Lucio” se ocultó cerca de la Catedral. A través de una ventana recuerda haber visto las honras fúnebres de Davidson Blanco a las que asistieron personal de la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica y del cuerpo de marines, rindiendo guardia de honor al padre e hijo, al lado del féretro.

Los hijos de Sandino habían cobrado justicia a uno de sus asesinos.

Tres minutos en la recuperación al Banco Calley Dagnall de Matagalpa

A inicios de enero de 1979, el responsable regional del FSLN en Matagalpa Ramón “Nacho” Cabrales, con el seudónimo de “Emiliano”, planificó una recuperación bancaria en la sucursal del Banco Calley Dagnall de la ciudad de Matagalpa, cerca del Banco Nacional, el que siempre estaba custodiado por un soldado de la G.N armado de un fusil Garand.

Para distraer al custodio, utilizaron a una muchacha, la que comenzó a platicar con el soldado mostrando sus hermosos atributos, con lo cual se embelesó el joven. Mientras tanto, “Lucio”, designado para dirigir el operativo, se vistió de saco y corbata, bien peinado con brillantina y portando un maletín ejecutivo, ingresó al banco de primero.

Detrás, también vestidos de traje y corbata, le seguían Luis Alberto López Castro “Chaparro Frank”, Sergio Cruz Olivas, Ronald Montenegro y dos compañeros solo identificados como William y Franklin. En total ingresaron seis combatientes de las escuadras Igor Úbeda Herrera y Selim Schible.

Desenfundaron sus armas cortas. ¡Esto es un asalto del Frente Sandinista! gritó “Lucio”, jefe del operativo de recuperación, paralizando al personal. Acto seguido les advirtió que a quien activara la alarma “me lo palmo”. De la bóveda retiraron el dinero en córdobas y dólares y una caja metálica con diversas joyas que se encontraban depositadas en resguardo.

Según recuerda Jaime, la recuperación bancaria fue superior a un millón 200 mil córdobas de la época, una buena cantidad en dólares, piedras preciosas, lo que constituyó la mayor compensación económica que aportó la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP).

Por el sector de los bancos pasaba un jeep de la Brigada Especial Contra Actos Terroristas (BECAT) de la Guardia Nacional en un rondín cada 15 minutos. Considerando esta situación, los guerrilleros ingresaron a las 10 de la mañana y salieron tres minutos después, de acuerdo a lo planificado. Afuera los esperaba Melvin Salinas Blandón, “Denis”, en un taxi que lo habían recuperado a un agente de la seguridad de Somoza. El taxi propiedad de un capitán G.N, fue quemado y lanzado a un precipicio para no dejar rastros.

En las afueras de Matagalpa esperaba a bordo de un automóvil Rodolfo Castillo “Payín”, quien recibió todo lo recuperado en una caja de cartón. Los combatientes se disgregaron a diferentes casas de seguridad donde permanecieron en silencio y tranquilidad resguardados, mientras los agentes de la OSN y soldados de la guardia patrullaban por las calles buscándolos agitadamente.

Ajusticiado el delator

En enero de 1962, tres muchachos nicaragüenses miembros de Juventud Patriótica  fueron  capturados  por la Guardia Nacional al retornar presuntamente de la Habana, Cuba, donde se experimentaba la primera vivencia de una revolución triunfante dirigida por Fidel Castro, sobre una dictadura militar, la de Fulgencio Batista.

Guillermo Baltodano, Francisco Buitrago Castillo (uno de los fundadores del FSLN caído en octubre de 1963 en Raití-Bocay) junto a Ricardo Osejo, fueron los capturados e interrogados por la entonces incipiente Oficina de Seguridad Nacional (OSN), organizada por asesores norteamericanos que dotaron a la Guardia Nacional de una estructura cuyos agentes operaban de civil, persiguiendo a grupos llamados en la época “subversivos”.

Probablemente Ricardo Osejo fue contactado por la seguridad de Somoza y lo infiltraron en las actividades de los opositores, presuntamente en la preparación de la guerrilla de Pancasán. Después del revés militar de esa gesta heroica en las montañas de Matagalpa en agosto de 1967, Osejo desapareció y en los años 70 reapareció como un agente de la OSN resguardado siempre por dos guardaespaldas en la ciudad de Matagalpa.

La orden de ajusticiar al delator la emitió Crescencio Rosales, responsable del regional norte del FSLN. Había que eliminarlo, porque se conocía información de que Osejo viajaría a Costa Rica a infiltrarse en las filas sandinistas en 1978. La acción de ajusticiamiento la circularon a todas las escuadras, quienes se dedicaron a conocer y dar seguimiento a todos los movimientos del hombre que se movilizaba armado.

Una noche, cerca de las diez, del año 1978, tres muchachos lograron visualizarlo sentado en la acera de una casa donde visitaba a una mujer. La unidad de combate que juró Patria Libre o Morir se dispuso a cumplir con la orden. Se cubrieron los rostros con pasamontañas y anudaron a sus cuellos las pañoletas rojo y negra.

Pasaron por el sitio y desde una posición cercana dispararon contra el objetivo y sus acompañantes, emprendiendo la retirada en veloz carrera, cumpliendo con la justicia revolucionaria al eliminar a Osejo y herir a sus guardaespaldas.

“Lucio” se enteró de esa acción al día siguiente, cuando le comentaron que una escuadra que operaba fuera de la ciudad había cumplido con la orden de eliminar al informante agente del somocismo.

La insurrección de los niños en agosto

Fue un levantamiento espontáneo, contra la Guardia Nacional (G.N), el brazo armado de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. El 28 de agosto de 1978 (a solo 7 días de haberse registrado el histórico asalto al Palacio Nacional por el comando Rigoberto López Pérez del FSLN). Ese día apareció asesinado el joven Alberto Chavarría Castro, en la Colonia El Mazo, en la salida hacia Managua.

Los estudiantes del Instituto Eliseo Picado, -donde estudiaba Chavarría Castro- se indignaron y cargaron el cuerpo sin féretro recorriendo las calles de Matagalpa ante la vista y repudio de la población que asombrada miraba a los chavalos cargar aquel cuerpo del muchacho martirizado por la Guardia.

Los muchachos en su mayoría estaban organizados en la Asociación de Estudiantes de Secundaria (AES) y el Frente Estudiantil Revolucionario (FER). La marcha pasaba por el parque Darío cargando al compañero asesinado, cuando un contingente de guardias los atacó con gases lacrimógenos y disparos para dispersarlos, generándose el caos y la zozobra.

Comenzaron las carreras y las sensaciones de asfixia y lagrimeo al bloquearse la garganta y la tráquea por efectos de los gases lanzados por los soldados somocistas. Los pobladores vecinos condenaron la acción represiva tomando parte activa en apoyo a los chavalos a quienes protegieron en sus casas y zonas del comercio dándoles refugio.

Horas después los niños y jóvenes comenzaron a colocar barricadas en el centro de la ciudad, en los barrios Guanuca, El Progreso y Palo Alto, en las entradas y salidas a la ciudad. Estaban armados con pistolitas 22, 38 y las poderosas bombas de contacto. Matagalpa fue la primera ciudad insurreccionada antes de la convocatoria del FSLN a la insurrección del 9 de septiembre de 1978.

Posteriormente, en el fragor de los primeros enfrentamientos, recuperaron escopetas y algunos fusiles, armas de fuego con la que se inició la resistencia contra los guardias de Somoza. Los pobladores proveían de alimentos y refugio en sus casas a los insurrectos chavalos que ocultaban sus rostros para no ser blanco de los “orejas”, (informantes de la guardia).

Los combates de mayor trascendencia ocurrieron en la Calle Central, donde se encontraba atrincherado Jaime, llamado también “Pancho López”, por el famoso Mariachi propiedad de su papá. También se encontraban Sadie Rivas, Ernesto Cabrera, “Cabrerita”, Efraín Castillo, “Payín”.

Evoca la participación de Marcos Largaespada, Reynaldo Mairena, Francisco Calvo, Lucy González, Alexa Lugo, Maritza Travers, Isabel Castillo, Ileana Moraga, Chepito Rodríguez, Clarence Silva, Silnio Montoya Matamoros, Denis Gutiérrez, María Mercedes Tijerino, Juan Carlos Callejas, Oscar Danilo Canizales, Oscar Ernesto Lugo Guevara, “Cacho Lugo” y Leonel Galeano, “Naney”. Todos dirigidos por Crescencio Rosales “Freddy” y José “Chepe” González, a la que se sumaron centenares de muchachos y adultos que se sublevaron en esa insurrección de los niños en Matagalpa.

En medio del alzamiento popular la guardia se introdujo al Hotel Soza perpetrando una sangrienta masacre el 29 de agosto, asesinando a la señora Justina Arauz Matus de Soza, Luis Alfredo Lacayo, Harold Miranda Téllez y Nubia Montenegro, ésta última de 16 años y trabajadora del hotel.

Los aguerridos chavalos valoraron la situación en la que se encontraban, con escasas armas y pocas municiones. Un intento de mediación del entonces arzobispo de Managua Miguel Obando y Bravo, fracasó, porque la guardia no respetó una tregua acordada, emprendiendo una ofensiva contra los insurrectos.

A las cuatro de la tarde del primero de septiembre se inició en silencio el repliegue hacia el cerro Apante, la marcha se extendió hasta la noche e incluso al amanecer. Una vez fuera del alcance de la guardia, los insurrectos replegados calculados entre ochocientos y mil, se dislocaron buscando Estelí a donde se sumaron a la insurrección con las columnas del comandante Francisco Rivera el “Zorro”. Otros buscaron San Ramón y otro grupo regresó a Matagalpa a trabajar en la clandestinidad, como ocurrió con “Lucio”.

Un teniente de la EEBI los salvó de morir

El día de la retirada la orden fue buscar el cerro Apante y escapar hacia Estelí, donde ya se preparaba la insurrección del 9 de septiembre. “Lucio” se cambió de ropa, escondió el revólver 357 y portó una banderita blanca. Salió acompañado de Edwin Silva. Sobre la carretera encontraron a un centenar de soldados de la EEBI armados de fusiles Galil, fabricados en Israel.

Los capturaron, los amarraron y los tiraron sobre un carro militar de gran tamaño llamado yipón. El acompañante les gritó que era hermano del teniente René Silva, a quien de inmediato llamaron y al ver a su hermano lo reprendió y ordenó que lo soltaran, lo mismo que a Jaime, no sin antes amenazarlo de meterle una bala si lo volvía a encontrar. Los despidió con una patada lanzada con su bota jungla, la que dice “Lucio” jocosamente, entre risas, todavía le duele.

Subieron a un bus rumbo a Jinotega. Una señora que viajaba en el mismo, al verlos intuyó que eran chavalos insurrectos, les regaló 50 córdobas (unos 35 dólares de la época) y les recomendó bajarse antes de entrar a la ciudad y buscar veredas, porque había visto que la guardia tenía retenes donde bajaban a los pasajeros sospechosos de ser sandinistas, los capturaban, torturaban, asesinaban y desaparecían sus cuerpos.

Comenzó haciendo pintas y repartiendo “moscas”

El terremoto que destruyó Managua el 23 de diciembre de 1972, obligó a muchas familias, entre ellos a los López, a emigrar a Matagalpa. Francisco “Pancho” López era el dueño de un famoso mariachi que le permitía ciertas comodidades. Había matriculado a sus hijos en el Colegio Calasanz, en el antiguo barrio San Sebastián de Managua, brindándoles una buena educación y comodidades.

Debido a su traslado a Matagalpa, Jaime ingresó a estudiar al Instituto Eliseo Picado, donde comenzó a vincularse y colaborar con los muchachos de la Asociación de Estudiantes de Secundaria, (AES), haciendo pintas en las paredes y repartiendo “moscas” (pequeña propaganda impresa alusiva al sandinismo).

Fue José “Chepe” González quien lo reclutó para el FSLN y recuerda que fue Crescencio Rosales que lo juramentó, en el nombre de los héroes y mártires caídos en combate o asesinados en la lucha contra la dictadura a ser fiel a la promesa de ¡Patria Libre o Morir!, cuya lealtad continua firme.

Colocó siglas del FSLN en el Apante y bandera en antena de la G.N.

Por su arrojo, disposición y temeridad le asignaban tareas riesgosas. En cierta ocasión se les ocurrió colocar las siglas del FSLN en piedra, pintadas de blanco sobre el cerro Apante.  Esa tarea la realizó durante la noche, de manera que al día siguiente toda la población estaba viéndolas y hablando de ello. Fue una intrépida y audaz acción de los sandinistas que le anunciaban a Somoza y su guardia que estaban activos, combativos y desafiantes.

En otra ocasión lo designaron a colocar una bandera roja y negra sobre una elevada antena que le servía para las comunicaciones por radio a la G.N. Para el resguardo mantenían a uno o dos custodios a quienes con el fin de evadirlos mandaron de avanzada a unas compañeras para distraer a los soldados, mientras el chavalo escalaba a lo alto de la torre metálica, ubicada en la cumbre de un cerro.

Un momento de tensión lo vivió cuando uno de los guardias llegó al pie de la antena a fumarse un cigarro. Tuvo que contener la respiración y soportar el frío que le congelaba las manos, mientras se apartaba el soldado. La bandera roja y negra amaneció ondeando en las narices de la guardia somocista.

En varias ocasiones emboscó junto a otros muchachos a patrullas de BECAT con bombas de contacto que lanzaban desde alguna elevación para darles tiempo a desaparecerse rápidamente. Cuando cursaba el tercer año de secundaria fue expulsado junto a unos 24 compañeros, del instituto Eliseo Picado, por pertenecer a la A.E.S y ser señalado de “subversivo”, al participar en una huelga donde demandaban la expulsión de algunos profesores somocistas informantes de la G.N.

Se matriculó en el Colegio San Luis Gonzaga de Matagalpa en cuarto año de secundaria. En un mes no determinado del año 1976 emboscaron con bombas de contacto a una patrulla de la G.N junto a Boni Rivas y Francisco Jarquín “Chico plomo”, generándose una descomunal balacera, como reacción de los guardias al verse atacados y heridos por las esquirlas de las bombas artesanales, tan efectivas como una granada de fragmentación.

De Palo alto a la Plaza de la Revolución

Jaime participó en la ofensiva final, en Matagalpa. En el comando central llamado Palo Alto encontró a los comandantes Bayardo Arce, Henry Ruíz, Álvaro Baltodano y Javier Carrión entre otros. Cuando se orientó avanzar sobre Managua entre las tropas del norte venía “Lucio”, quien junto al pueblo celebró la victoria el 19 de julio de 1979 de la Revolución Popular Sandinista (RPS), por la que un día juró luchar y defender con lealtad.

El personaje

Jaime Salvador López Espinoza, nació en Managua el 6 de agosto de 1958. Es hijo de Francisco “Pancho” López, director y propietario del conocido mariachi en la época de los años 60 y 70. Su mamá fue María Haydée Espinoza, trabajadora en el Mercado Central San Miguel de la capital.

Está casado (su esposa muy enferma), es padre de dos hijos.

Después del triunfo de la Revolución Sandinista, ingresó al Ejército Popular Sandinista (EPS), donde alcanzó el grado de capitán, retirándose en los años 90. En la guerra de agresión en los años 80 recibió graves heridas en la cabeza, brazo izquierdo y en la pierna derecha. Actualmente sobrevive con una mínima pensión.

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