Josseline Yaleska M. Berroterán (*)
El neofascismo es una corriente política-ideológica de la época moderna que ha tomado mayor impulso a partir del inicio del conflicto Rusia-Ucrania, basado en los valores de la superioridad occidental capitalista, adaptado por las élites económicas de acuerdo a sus intereses y necesidades de sobrevivencia, con el objetivo de promover el poder único en el escenario internacional.
En los últimos años, esta tendencia política se ha manifestado en el continente americano de manera paulatina, con ciertas características como el espectáculo de la política a través del uso de los medios de comunicación, estableciendo un discurso anti-sistémico que capitaliza -en términos políticos- las frustraciones populares contra las instituciones políticas. A este fenómeno se le puede denominar como un proceso de fascistización, que atraviesa diferentes coyunturas sociales como rupturas, cambios y transiciones hasta establecerse plenamente como régimen político.
Esta tendencia se puede ilustrar con el ex presidente Donald Trump en EEUU (2016), Jair Bolsonaro en Brasil (2018) y el recién electo Javier Milei en Argentina (2023); los tres con características de liderazgo y modelos comunicativos similares, ultra conservadores, defensores del capital, religiosos, populistas, críticos del sistema, enemigos declarados del comunismo, defensores de los valores de la democracia occidental y la reducción del Estado.
Por otro lado, construyen su marca política desde el espectáculo, con un discurso que trasciende lo políticamente correcto, una personalidad que raya en la intolerancia y sentimiento de superioridad intelectual frente al otro, gestionan la polarización de la sociedad y el conflicto. Rasgos que se reflejan en las demás dimensiones de su forma de ejercer el poder, siendo estas características sus diferenciadores atractivos en medio de sociedades con altos niveles de desafección política o desinterés por los políticos convencionales, lo que les permitió la movilización social masiva como un instrumento legitimador de sus ideas fascistoides.
La paradoja de Milei: unirse a la casta política
Milei, un economista de profesión y quien hasta antes de ser presidente se autodenominaba como “libertario anarco-capitalista”, presentado por la opinión pública y los medios de comunicación como un “outsider”, inmediatamente al haber pronunciado su discurso de envestidura, fue etiquetado por la misma opinión pública como “ultra derechista”, enmarcándolo en una de las vertientes políticas ideológicas que él mismo consideraba obsoleta.
Lo anterior permite comprender con mayor claridad sus acciones y agenda de gobierno durante sus primeros meses en el poder, que hasta antes de haber sido electo eran mercadeadas como propuestas “diferentes”, “innovadoras” y “efectivas” frente a los problemas económicos de Argentina; sin embargo, terminaron siendo medidas propias del paradigma neoliberal.
Milei, quien además había declarado la guerra contra la “casta política” nacional durante su campaña, paradójicamente terminó pactando con esa casta que él mismo aseguró eran responsables de la crisis económica del país. Por ejemplo, su vicepresidenta Victoria Villarruel es hija de un militar que fungió como secretario privado del dictador Videla.
Patricia Bullrich, a quien nombró ministra de Seguridad proviene de una de las familias con mayor tradición política en el país, el ex presidente Mauricio Macri, señalado de corrupción y responsable de la fuga de gran parte del préstamo realizado por el FMI a la nación, terminó siendo parte de su círculo íntimo con quien estableció alianzas para impulsar medidas en el Parlamento y conformar un bloque de poder frente a la oposición. A esa lista se le puede sumar Luis Caputo, ex ministro de Economía durante el gobierno de Macri (2015-2019) y a quien Milei nombró como ministro de Finanzas.
Dichas acciones contradicen el discurso de Milei cuando afirmaba que: “esa Argentina distinta es imposible con los mismo de siempre, pongamos un punto y aparte”, pues, al parecer, el punto fue punto y seguido, demostrando su comodidad para vincularse y trabajar con los mismos de siempre, desdibujando la imagen de un Milei consecuente, diferente y anti sistema, imagen de la que se revistió para canalizar el voto.
Esta estrategia comunicativa es utilizada por el neofascismo para proyectar a sus cuadros políticos, en donde la estrategia de disrupción a través de mensajes polémicos se convierte en un dispositivo psico-político para atraer, persuadir y captar la atención de los ciudadanos. Por otro lado, la vinculación directa con actores políticos tradicionales invita a pensar que, entre la derecha, extrema derecha y el neofascismo existe una línea invisible que los separa, que se difumina cada vez que sea necesario; no hay diferencias.
¡Argentina en estado de Shock!
¡No hay Plata! -Javier Milei, diciembre 2023, discurso de toma de posesión-
Si bien es cierto que los primeros días de gobierno de un presidente no son lo únicos que van a determinar el éxito o fracaso de su gestión, sí es verdad que nos brindan ciertos elementos de análisis para poder identificar las características o rasgos que van a marcar el pulso político de su gestión de gobierno.
En el caso de Milei, las medidas macroeconómicas implementadas en los primeros 100 días de gobierno generaron un estado de incertidumbre, miedo e inseguridad en la sociedad argentina. El plan neoliberal provocó un aumento significativo de la indigencia, pobreza (más de 14 millones de argentinos viven bajo el umbral de la pobreza), carestía de la vida, disminución del consumo de productos, devaluación del peso argentino en un 50% frente al dólar, despidos masivos (15 mil empleados públicos), privatizaciones al sector educación y salud. Es decir, reducción del estado de bienestar.
A su vez, las movilizaciones y exigencias de los sectores populares y sindicales se han hecho notar para reclamar las garantías sociales del Estado y evitar la aprobación de la ley emblema de Milei, conocida como Ley ómnibus y ahora denominada Ley Bases, propuesta que constituye el marco referencial en temas políticos, económicos y sociales de los próximos años de su gobierno.
De acuerdo con el discurso oficial reciente, Argentina en el último mes experimentó una disminución de la inflación, pasó de 11% a 8.8%, convirtiéndose en motivo de celebración para el gobierno. Pero, resulta interesante analizar los números y considerar que, al existir un menor consumo de productos como consecuencia de la caída del poder adquisitivo de las familias, lo más seguro es que se manifieste una disminución de la inflación. Por el contrario, esto podría transformarse, de acuerdo a especialistas, en una estanflación, en donde se combina el estancamiento de la actividad económica y la inflación, profundizando aún más la crisis económica que atraviesa el país.
En materia de política exterior, Milei ha sido criticado por mantener una estrategia de diplomacia privada y no entre Estados, ya que los viajes que ha realizado al exterior no han sido con el propósito de establecer vínculos o relaciones a nivel de Estados, sino con el fin de desarrollar una agenda personal, como el encuentro que tuvo con el empresario Elon Musk en EEUU, quien es considerado por Milei uno de sus personajes favoritos, y para otros Musk es uno de los principales interesados en el litio argentino para la fabricación de vehículos eléctricos, sin olvidar que Argentina es uno de los mayores fabricantes de autos en la región.
Otra directriz de la política exterior ha sido el alineamiento con la agenda internacional de EEUU, Europa e Israel, asumiendo una visión unilateral de las relaciones internacionales, así como el anuncio de la nueva base militar estadounidense en territorio argentino. Por otro lado, las relaciones y los vínculos establecidos con China durante el gobierno de Fernández han experimentado una distención y disminución comercial, con una tendencia a ideologizar las relaciones económicas exteriores.
Estas acciones marcan el inicio de una nueva era de injerencias estadounidenses en la región latinoamericana, impulsadas por la necesidad de contener a China. También, las relaciones en el contexto latinoamericano han marcado una tendencia de enfriamiento y tensión con algunos países como Colombia y México, en donde la vocación integracionista y multilateral de Argentina se diluyen.
Lo interesante de todo este panorama es que, pese a todas estas acciones de shock que impactan directamente en la cotidianidad de los argentinos, los niveles de aprobación al gobierno de Milei se mantiene en 49.5 %, mientras que el 47.4% lo desaprueba, de acuerdo a la firma local Zubán y Córdoba. Esto nos indica que los niveles de polarización política persisten, reflejando que el conflicto social y la falta de acuerdos es otro dilema estratégico a resolver.
Pero mientras estas condiciones sean útiles para el proceso fascistoide, la gestión de una sociedad contrapuesta y en conflicto será necesaria. Entonces, la pregunta que salta, es ¿hasta cuándo van a soportar el estado de shock los argentinos?