Jonathan Flores Martínez (*)
Desde hace décadas hemos escuchado que a Haití se le reconoce por ser el país más empobrecido de América Latina y el Caribe, este país caribeño posee un poco más de 11 millones de personas y según los cálculos más recientes en el año 2020 el 60% de su población se encontraban en situación de pobreza, aunque antes de su independencia representaba una de las colonias más ricas de Francia.
L a crisis actual que atraviesa Haití tiene precisamente sus causas y raíces en el colonialismo como sistema de dominación y aparato ideológico estructurante de las sociedades colonizadas durante siglos. Lo que significa que la sociedad haitiana no solo sufre una crisis de seguridad ciudadana y de pobreza económica, sino que este análisis parte de la idea de una poli crisis que determina la complejidad política, económica de Haití y atraviesa una concepción del Estado y el rol de actores externos que han marcado el pasado, el presente y futuro de esta gran nación, de la que los latinoamericanos y el mundo entero debemos respetar por su historia de lucha contra la esclavitud y la barbarie del colonialismo.
Muy pocos saben que Haití fue la primera nación que alcanzó su independencia en 1804, surgida de una rebelión de esclavos que tuvieron el valor de desafiar el sistema esclavista colonial. Fueron los haitianos que, al lograr independizarse de Francia, inauguraron los procesos de independencia del resto de las colonias españolas en América Latina y el Caribe.
La revolución de los esclavos en Haití no solo logró la independencia, sino que cambió el orden geopolítico de las colonias europeas en esta parte del mundo; precisamente fueron los haitianos los que lograron asestar la primera derrota a las tropas de Napoleón Bonaparte en 1803, que pretendía restaurar la esclavitud y seguir usurpando las riquezas producidas por manos esclavas que ya habían decidido irrenunciablemente alcanzar la libertad o la muerte.
Es un hecho que la historiografía, las universidades y la conciencia de pueblos libres del mundo tienen una cuenta pendiente con Haití, y es romper con la marginalización e invisibilización histórica de la primera revolución antiesclavista y anticolonial moderna que impulsaron los haitianos a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La revolución haitiana viabilizó la independencia de los pueblos latinoamericanos.
Más de un siglo de pago a la deuda de la independencia
La construcción de un Estado anticolonial y antiesclavista representó uno de los mayores desafíos para el movimiento emancipatorio, entre ellos el tardío reconocimiento de Haití como una nación independiente y, sobre todo, la imposición de una deuda histórica que Haití debía pagar a Francia por haberse independizado y alcanzado la libertad de sus verdugos y explotadores europeos. Francia, siendo una potencia colonial, obligó a los haitianos a pagar una millonaria deuda en concepto de reparación por haberse revelado contra la esclavitud y declarar su independencia en 1804.
En 1825, Francia demandó a Haití el pago de 150 millones de francos (aproximadamente 21 mil millones de dólares en la actualidad); con esta imposición se sometió durante décadas a generaciones enteras al peso de la deuda. Francia exigía que la deuda impuesta debía pagarse en cinco cuotas, una forma de pago que excedía la capacidad económica de Haití para cumplir con esa sanción, lo que conllevó que Francia presionara a Haití a endeudarse con bancos franceses para pagarle la deuda, a esto se le conoce como la doble deuda.
La doble deuda de Haití ha sido uno de los factores más importantes que mermó la capacidad del Estado para atender las necesidades de los haitianos, al mismo tiempo que el ahogo de dicha deuda obligaba que un alto porcentaje del PIB del país se gastara en pagos de préstamos a los bancos franceses. Desde 1825 hasta 1883 Haití pagó su deuda a sus antiguos esclavizadores; sin embargo, logró el pago total de su deuda a los bancos franceses, estadounidense y alemanes que exigían altas tasas de intereses hasta 1947.
Las intervenciones extranjeras y el fracaso de la ONU
Haití no solo se enfrentó a la colonización española y francesa durante 312 años, también ha sufrido la ocupación estadounidense en más de una ocasión, la primera fue de 1915 a 1934 en la que EEUU justificó la intervención como una “misión civilizatoria”, apresurándose a hacerlo antes que otra potencia interviniera justamente en su zona de influencia y geopolítica (Gebrekidan, Apuzzo, Porter, & Méheut, 2022).
La ocupación estadounidense se enmarcó en lo que se conoce como las guerras bananeras que significó un largo período de intervenciones militares, políticas y económicas coercitivas a países de Centroamérica y el Caribe para asegurar sus intereses en la región, siendo estas prácticas expresión del expansionismo norteamericano.
La segunda intervención estadounidense en territorio haitiano fue en 1994, bajo la insignia de “restaurar la democracia” en el país. Igualmente, la ONU ha llevado a cabo diversas misiones de estabilización y mantenimiento de la paz desde 1993 hasta 2017. Estas misiones no han tenido el éxito necesario para una paz duradera y que ponga al país en las vías del desarrollo que tanto necesita.
A los fracasos de las misiones de estabilización de la ONU se le suma que sus tropas introdujeron brotes de cólera que dejaron miles de víctimas, y la indecorosa imagen de la organización cuando los cascos azules abusaron de miles de mujeres y niñas a cambio de dinero o comida. Los niños de muchas de estas mujeres se les conoce como “los niños abandonados de la ONU” o “los niños cascos azules” (“bébés casques bleus” o “Petit Minustah”), este último en alusión al nombre de la misión de paz lanzada por la ONU en 2004 y que culminó sin éxitos en 2017.
La complejidad actual de la sociedad haitiana tiene profundas raíces en su pasado, y es la expresión de factores estructurales que en muchas ocasiones han sido solapados por una predominante perspectiva racista, eurocéntrica y colonialista hacia esta nación caribeña.
El estado de asistencia y la ausencia de un proyecto de nación
La crisis actual del país caribeño tiene múltiples causas que en su conjunto ha impedido que esta nación logre concretar un proyecto de nación duradero y estable. Las políticas de intervención colonial y neocolonial han impedido la construcción de un Estado que responda esencialmente a los intereses de los haitianos y, en especial, a las mayorías sociales que han sufrido exclusión y desigualdad.
El Estado haitiano, como resultado de las intervenciones, se configuró para responder a los intereses de los actores externos y de las élites locales que concentran gran parte de las riquezas y privilegios, mientras que la mayoría de la sociedad vive en la miseria.
No es el crimen y la violencia el problema torácico de Haití, sino su tejido y funcionamiento institucional; es decir, que el Estado durante décadas ha cumplido el rol de un Estado de asistencia volcado nada más a brindar soluciones superficiales sin una participación real de los sectores sociales del país.
El Estado de asistencia involucra una fragilidad institucional que impide definir y orientar políticas institucionales dirigidas a empoderar a la sociedad y construir una identidad política nacional sólida y soberana. A ello, se le suma la ausencia de políticas públicas que ofrezcan una ruta clara de acceso de los derechos fundamentales del pueblo haitiano.
Las élites dominantes han impedido consolidar un Estado que goce no solo en la legalidad, sino de legitimidad. El statu quo dominante ha sido un orden de facto basado en la ingobernabilidad y la instrumentalización de la pobreza y la desigualdad social que permite perpetuar ciclos inacabables de violencia y caos generalizado.
La situación actual de Haití responde a una poli crisis que en el horizonte próximo no logra verse una solución real. La crisis humanitaria acapara toda la atención y esfuerzos de los actores internacionales, sin ecuación política que ofrezca garantías para que el país logre ponerse en marcha hacia su estabilización política. Desde fuera se puede percibir como una crisis humanitaria, pero desde dentro es mucho más compleja de lo que solemos creer.
Los factores geopolíticos en la crisis de Haití
No por el hecho de que Haití sea uno de los países más empobrecido e inestables del hemisferio sur significa que sea irrelevante desde el punto de vista geopolítico, por el contrario, la solución y el empuje económico que puede tener el país está influenciado por los factores geopolíticos. Desde la llegada de los colonizadores europeos, el Caribe ha sido una región geopolítica relevante para los intereses de las potencias coloniales.
La posición geográfica de Haití por ubicarse en el Caribe representa un interés importante para Estados Unidos, para su seguridad y al mismo tiempo el predominio del mercado regional. No es casual que en esta región EEUU haya impulsado diversas iniciativas comerciales como son la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC) en 1983 y la Asociación de Libre Comercio para las Américas (ALCA) en 1994.
Ambos proyectos respondían a una estrategia geoeconómica. Es por esa razón que los proyectos como el ALBA, Petrocaribe y la Celac surgieron como una respuesta geopolítica y económica desde la perspectiva del Sur que buscaba contrarrestar la hegemonía norteamericana en América Latina, incluyendo por supuesto el Caribe.
En ese sentido, Haití no es irrelevante para los intereses geopolíticos globales. La influencia galopante de China en la región latinoamericana representa una amenaza para Estados Unidos, que considera esta región como parte de su espacio vital. Desde el inicio de la colonia, el Caribe y las islas insulares, en especial la isla La Española (actual Haití y República Dominicana) constituyeron el umbral y la base de operaciones logísticas para la colonización de las tierras continentales.
Las potencias europeas y Estados Unidos se disputaron la hegemonía sobre el Caribe y en la actualidad sigue siendo una región clave para los intereses de nuevos actores emergentes en la arena internacional. Por tal motivo, la crisis de Haití no solo depende de factores internos, sino que tiene implicaciones geopolíticas que influyen en la capacidad de respuesta de la comunidad internacional y de intereses hegemónicos que Estados Unidos ha mantenido en la región.
Reflexiones finales
La crisis de Haití es estructural y sus causas son de orden histórico, la usencia de un contrato social funcional e igualitario es el principal desafío que debe superar; pero igual, se requiere de una refundación del Estado haitiano basado en los intereses genuinos y exclusivos de todos los actores que componen la sociedad, en especial de los más vulnerables que durante siglos han padecido la marginación, la explotación y la reclusión hacia la miseria y el olvido.
La ruptura con el colonialismo cultural y la construcción de una cultura política nacional y autónoma, son los vehículos para que Haití logre posicionarse en el mundo como un país capaz de resolver sus problemas internos de forma soberana y romper de una vez por todas con la dependencia asistencial de la comunidad internacional y de las intervenciones extranjeras que no dejan de ver a Haití como un territorio geopolíticamente importante.
Las crisis de Haití es el caldo de cultivo propicio para el intervencionismo norteamericano, y desde 1492 hasta la actualidad han prevalecido criterios geopolíticos que ha influido en la realidad nacional del país caribeño.