Fue en febrero de 1934. Mientras el general Augusto C. Sandino, jefe supremo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN), buscaba establecer la paz en Nicaragua, el gobierno yanqui y su ejército derrotado y humillado en las Segovias por campesinos sandinistas, descalzos y mal armados convertidos en guerrilleros, ordenaron asesinar a traición al héroe, cuando se encontraba en Managua esa funesta noche de la historia de Nicaragua.
Sandino, el defensor de la soberanía, independencia, libertad y dignidad nicaragüense, con su lucha guerrillera, logró la derrota de las tropas de marinos yanquis. Antes de su salida de Nicaragua crearon la Guardia Nacional (G.N) e impusieron al frente de la misma como jefe al general Anastasio Somoza García, a quien la embajada norteamericana, a través del representante Arthur Bliss Lane, le ordenó asesinarlo, iniciándose así la muerte de la paz.
Somoza reunió a 15 de sus oficiales de todos los grados militares y les comunicó que regresaba de una reunión con el representante norteamericano con la orden de matar al guerrillero que los había derrotado. Firmaron un acta sangrienta esa tarde para convertirlos en asesinos a los 16 militares junto a Somoza.
Sandino junto a sus lugartenientes, los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, fueron emboscados la noche del 21 de febrero, cuando bajaban de una cena con el presidente Juan Bautista Sacasa, donde se habían discutido los acuerdos para establecer una paz firme y duradera entre los nicaragüenses. Somoza días antes se fotografió abrazando al general Sandino.
Fueron retenidos por el mayor de la Guardia Nacional Lisandro Delgadillo, quien los condujo a la desaparecida cárcel El Hormiguero, ubicada sobre la avenida Roosevelt. Luego de una llamada telefónica del general Anastasio Somoza García, entonces jefe director de la G.N, a su oficial de enlace, los tres generales guerrilleros fueron subidos a un camión militar rumbo al antiguo aeropuerto Xolotlán, donde los asesinaron a balazos y luego los sepultaron.
Las tropas yanquis que salieron de Nicaragua el primero de enero de 1933, no le perdonaron nunca a Sandino el haberles derrotado y humillado en las montañas segovianas y ordenaron al general Anastasio Somoza (servil de los yanquis) asesinarlo cuando el jefe guerrillero cifraba los 38 años de edad.
Días después la guardia de Somoza emprendió una tenaz persecución seguido de capturas, muertes de hombres, mujeres y niños, quemando campamentos y destruyendo cooperativas en Wiwili, en una política de tierra arrasada, que exterminara todo vestigio de organización sandinista, implantando el terror, horror y muerte.
Momentos después del fusilamiento de los tres guerrilleros a eso de las once de la noche de ese 21 de febrero, los guardias asesinos se tiraron sobre los cadáveres para despojarlos de sus pertenencias, entre ellos una leontina de oro que usaba Sandino (cadena colgante de un reloj de bolsillo), las botas, plumas para escribir y los revólveres de los que fueron despojados al momento de ser detenidos cuando bajaban de la Casa Presidencial en la reunión con el presidente Sacasa.
El 6 de junio de 1936 Anastasio Somoza García, jefe de la Guardia Nacional, depuso con un golpe de Estado al presidente Juan Bautista Sacasa. En un intento de tapar su deslealtad Somoza impuso interinamente por tres días de presidente a Julián Irias Sandres. Desde ese momento se construyó la sangrienta y corrupta dictadura militar somocista, que tuvo su derrumbe el 19 de julio de 1979.
Diez años después del asesinato de Sandino, en 1944 y ante las protestas estudiantiles que demandaban conocer dónde se encontraban los restos del guerrillero, Somoza ordenó su exhumación y según relatos de la época los mandó a incinerar en un costado de la Loma de Tiscapa. Las cenizas fueron esparcidas sobre las aguas del lago Xolotlán con el fin de no dejar rastro alguno de esos restos del Héroe, cuyo ejemplo dio vida y nombre al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
En febrero cayó Camilo fomentando la unidad
El 19 de febrero de 1978 inició la insurrección en el barrio Monimbó, Masaya, extendiéndose hasta el día 26 de febrero, cuando cayó el comandante Camilo Ortega junto a los compañeros Arnoldo Quant y Moisés Rivera.
Ese día tropas de la Guardia Nacional apoyados con tanques, mercenarios coreanos, y soldados salvadoreños y guatemaltecos pertenecientes al Consejo de Defensa Centroamericano (Condeca), iniciaron la “operación limpieza”.
Los tres guerrilleros fueron copados en una humilde casa de seguridad en Los Sabogales, -en la periferia de Masaya- donde después de un intenso tiroteo fueron capturados heridos y con vida, trasladados en helicóptero a Managua, donde fueron cruelmente torturados y posteriormente aparecieron asesinados.
Momentos antes, Camilo orientó a las campesinas Natividad Martínez y Ana Julia Picado, junto a nueve niños y a “Carlitos” Víctor Hugo Granados Martínez, de once años, quien desde 1976 era su “correo”, escapar a toda prisa por una puerta trasera a través de un plantío de yucas.
De acuerdo al testimonio de “Carlitos” en la casa -hoy museo Camilo Ortega Saavedra- solo contaban con dos granadas de fragmentación y una pistola calibre 45. Unas armas que guardaban debajo de una cama habían sido distribuidas para combatir a la guardia en la insurrección.
Los guardias rompieron a patadas la endeble puerta de madera de la casita de seguridad. La noche anterior en una reunión en una casa de seguridad en la comarca Los Cocos, Masaya, intentaron convencer a Camilo de viajar a Granada, previendo una eventual arremetida de los militares somocistas, relató a Visión Sandinista el fallecido comandante Guerrillero Raúl Venerio, “Willi”.
Pero Camilo quería estar al lado de los insurrectos. Esa tarde cerca de las cinco, mientras la caravana de guardias transitaba por el viejo y polvoso camino a orillas de Los Sabogales, varios muchachos los atacaron con bombas de contacto provocando una persecución que de casualidad llegaron hasta la puerta de la casa de seguridad de los guerrilleros sandinistas.
Llamado “El Apóstol de la unidad” Camilo Antonio Ortega Saavedra, nacido en Managua el 13 de diciembre de 1950, fue el menor de seis hermanos (entre ellos el comandante presidente Daniel y Humberto) procreados por don Daniel Ortega y doña Lidia Saavedra.
En la lucha sandinista se inició bajo la dirección del comandante José Benito Escobar. Cuando estudió ingeniería en la UNAN de León se vinculó en el trabajo estudiantil con el poeta y guerrillero Leonel Rugama y Edgard “la gata” Munguía, dirigente estudiantil del Frente Estudiantil Revolucionario (FER).