Edgar Nicolás Palazio Galo, “Joaquín”
Entre el silencio y las sombras

Durante el repliegue de 1996, con el comandante Daniel en la casa de los padres de Juan Carlos Herrera, La Foquita , en Nindirí
  • Cuando aprendió a leer experimentó alcanzar la libertad
  • Organizador de cooperativas campesinas con la ATC
  • Por su disciplina, constancia y silencio sobrevivió a la guerra frente a los contras
  • Ahora es maestro en la guerra de las ideas

David Gutiérrez López

Sobre un pequeño cerro, durante un feroz combate entre una tropa del Ejército Popular Sandinista (EPS) y una agrupación de la contrarrevolución, entre la lluvia de balas y desafiando a la muerte, de repente se paró un contra presuntamente drogado. Como a 200 metros estaba parapetado un oficial de la inteligencia quien de inmediato soltó una ráfaga corta de su fusil AK-47, haciendo mover el cuerpo, esta vez para siempre.

Edgar Nicolás Palazio GaloEl desafiante contra cayó pesadamente, había sido eliminado. El combate se produjo en una zona cerca de Wapí, a 32 kilómetros de El Rama, en la Región Autónoma del Atlántico Sur, en la que operaba una Compañía Permanente Territorial, llamada por sus siglas  (COPETE), del EPS, que eran pequeñas unidades de lucha irregular vigilando los sitios donde penetraban los contras para asesinar campesinos y destruir objetivos económicos y militares de la región.

Como un filme que se reproduce en cámara lenta, el autor de esa ráfaga mortal Edgar Palazio Galo recuerda nítidamente ese momento ocurrido en 1987, hace 37 años, cuando regresan a su memoria los angustiosos, dolorosos e impactantes acontecimientos vividos en la lucha por la defensa de la soberanía de Nicaragua de la agresión contrarrevolucionaria, cuya base de operaciones y retaguardia siempre fue el territorio de Honduras.

El joven oficial de inteligencia del EPS de esos años, conocido en ese tiempo como “Joaquín” ahora disfruta de la paz que se vive en el país, gracias al sacrificio de miles de hombres y mujeres que se enfrentaron a los agresores contras, organizados, entrenados y financiados por la Central de Inteligencia Americana (CIA), de los Estados Unidos de América.

El trabajo de la inteligencia militar no es más que el resultante de la recolección, procesamiento, análisis, evaluación e interpretación de la información obtenida a través de agentes y una red de colaboradores de gran valor, necesaria para la planificación, conducción, desarrollo de planes, políticas y procedimientos para la toma de decisiones en las operaciones militares, las que siempre deben realizarse en el más absoluto silencio a fin de garantizar la efectividad de la acción en contra del enemigo antes que éste actúe.

Esa labor “Joaquín” la aprendió a realizar con el mayor sigilo. Cuando se disponía a recoger información se movilizaba con ropa de civil, cargando un maletín en el que además de ropa y objetos personales llevaba consigo cuatro granadas, dos ofensivas y dos defensivas, además de su pistola Makarov junto a dos cargadores de balas.

Para movilizarse usaba el transporte de buses y camionetas del colectivo en las zonas rurales, donde quizás en algunas ocasiones también viajaban de incógnitos algunos contras en la misma labor para realizar sus acciones militares. Esas acciones, como el trabajo de miles de agentes de inteligencia anónimos, muchos de ellos infiltrados en el propio corazón y centro de formación de la contrarrevolución, fueron exitosas y determinantes para derrotar a la contra, gracias a la coordinación del Ejército y el Ministerio del Interior (MINT).

En otras ocasiones le correspondió moverse en la zona de Jalapa, Nueva Segovia, en el mero borde fronterizo con Honduras, muy cerca del campamento principal de los contras nombrado Yamales, ubicado a solo 15 kilómetros de la frontera norte, donde la CIA les organizó y ordenó instalarse entre 1985 y 1986, constituyendo el mayor centro de entrenamiento y base de operaciones de las agrupaciones que ingresaban al territorio.

La emboscada donde el cohetazo sería para el chofer

La información de inteligencia recogida de diversos agentes y colaboradores, indicaba a las fuerzas del Ejército Popular Sandinista, que una agrupación de contras se movilizaría en un cruce entre la carretera de El Rama y la población de la Gateada. Con la fecha y el día preciso de la operación, los militares se dispusieron a movilizarse en la zona, sin sospechar que los contras estaban observándolos, listos para emboscarlos.

El enfrentamiento no se suscitó. Pero días después tres contras de esa agrupación fueron capturados por las tropas sandinistas. Entre ellos se encontraba quizás el más joven, un mozalbete que al ser interrogado por “Joaquín”, le confesó que ese día no los emboscaron porque serían detectados y la misión era cruzar a otro sitio desde donde tenían planeado realizar acciones ofensivas.

Le confesó que él era el que usaba el lanza cohetes RPG-7 y su objetivo era dispararle al chofer que ese día conducía el camión IFA militar lleno de soldados que habían llegado a la zona para enfrentarlos.

Palazio Galo, quedó impactado por aquella confesión del muchacho contra y sin mostrarle ninguna reacción le sonrió, porque ese día había burlado una vez más a la muerte por ser él quien iba conduciendo el camión IFA, ya que debido a una casualidad el chofer designado no estaba disponible en ese momento para la operación.

Si el muchacho contra hubiese ejecutado el disparo del lanzacohetes quizás este testimonio no lo estaría rememorando y narrando el profesor Palazio Galo, quien prefiere ponerle z a su original apellido Palacio.

Durante los preparativos de la operación Danto 88 realizada del 3 al 20 de marzo del año 1988, que se constituyó como la más fuerte y masiva derrota para la contrarrevolución armada, “Joaquín” se encontraba operando en la zona de Wiwilí y su trabajo fue alimentar con información el movimiento de los contras en la zona.

Después de esa contundente derrota en la que los remanentes y sobrevivientes contrarrevolucionarios, cargando centenares de heridos se internaron en territorio hondureño, fue que se iniciaron las negociaciones para lograr la paz.

En la guerra de las ideas

En 1990, una vez finalizado el conflicto armado, el que prácticamente tuvo duración de una década, Galo dejó la vida militar y retornó a los estudios. Ingresó a la UNAN-Managua, donde ya había estudiado en la Preparatoria en 1982, cuando el comandante guerrillero Lumberto Campbell, trajo a varios muchachos del Caribe para que se bachilleraran y posteriormente continuaran una carrera universitaria.

Ingresó a estudiar Historia, obteniendo una licenciatura. Posteriormente se doctoró en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), donde cursó tres años en ciudad de Guatemala, junto a otros dos nicaragüenses que lograron clasificar dentro de varios postulantes.

Actualmente se encuentra enfrascado en la formación ideológica de varios grupos de muchachos estudiantes de la carrera de Ciencias Políticas, a quienes imparte en tercer y cuarto año materias entre otras; el Pensamiento Político Latinoamericano, el Comportamiento y Desarrollo de los Movimientos Sociales y la Teoría del Estado.

Los jóvenes de hoy en día han desechado el hábito de la lectura, dedicándole mayor tiempo a los temas de farándula y redes sociales, de poca importancia en la formación política y el análisis de la realidad nacional e internacional, elementos vitales para su propio desarrollo intelectual y futuro profesional, reflexiona el profesor Palazio.

Aprender a leer le imprimió un sentimiento de libertad

El día que logró leer de corrido una oración de un viejo libro, experimentó una fuerte emoción que la define como haber alcanzado la libertad. Sintió que había subido al cielo, abandonando la vida terrenal donde llegó como todos los humanos, iletrado y cada noche le pedía a una tía el favor que le leyera parte de aquel clásico escrito por Miguel De Cervantes y Saavedra, Don Quijote de la Mancha.

La novela de Cervantes, que narra las aventuras de Alonso Quijano, el ingenioso hidalgo pobre que de tanto leer novelas de caballería y de señores armados finalizó loco, creyéndose un caballero andante y autonombrándose don Quijote, influiría mucho en la vida y formación de aquel muchachito que junto a su familia y abuelo don Nicolás Galo, llegó de Managua hasta las entonces inhóspitas tierras de Kukra Hill, en el antiguo departamento de Zelaya, actual Región Autónoma del Caribe Sur, donde la energía eléctrica solo funcionaba en el ingenio unas cuantas horas.

Después de ese día no paró de leer jamás. Se obsesionó por la lectura de todo lo que cayera en sus manos y con los diarios de la época que lograban llegar, se informaba de los sucesos más destacados y publicados en esos años, recuerda Edgar Palazio Galo, mejor conocido como Galo, donde desde los 7 años ingresó a la escuela San Juan Bautista, de los hermanos de La Salle, en Kukra Hill, (Loma de los Kukras) que hasta 1989, fue nombrado municipio de Bluefields.

El abuelo de Edgar, don Nicolás Galo, se convirtió en un diestro mecánico formado empíricamente, laborando para el desaparecido ingenio azucarero Santa Rita, donde era el responsable del manejo y funcionamiento de la maquinaria utilizada en las zafras azucareras. La familia Somoza, propietaria también de ese ingenio, en el año 1967 enviaron a don Nicolás como mecánico hasta Kukra Hill, para poner en marcha y darle mantenimiento a la maquinaria de ese centro azucarero.

Fue así que el niño junto a su familia, los Galo se trasladaron a esas tierras, donde aprendió la vida cotidiana y costumbres de la gente de la región, con las que se siente íntimamente identificado y orgulloso de conservar la forma de supervivencia de los caribeños.

e su abuela materna Elisa “Licha” Zapata, recuerda que era una mujer enérgica, de fuerte carácter y de armas tomar, tanto así que en su cartera o bolso cargaba una pistola para su defensa personal y la de su familia, una inusual costumbre que las féminas usaran arma en los años 60 y 70.

Tras concluir la primaria y para continuar los estudios secundarios se trasladó a Bluefields, e ingresó al Colegio Cristóbal Colón, donde se compenetró más de la cultura caribeña de los afrodescendientes llegados desde Jamaica.

En Bluefields aprendió el creole y a degustar la variedad de comidas desde los pescados y camarones llamados por los pregoneros “chacalones” en sus ventas por las calles de la ciudad. También aprendió a bailar al ritmo del palo de mayo, soca, regué, canciones que al escucharlas comienza a contorsionar el cuerpo con una expresión de clara identidad con la cultura en la que se formó de niño y adolescente, músicas y bailes surgidos de la fusión de ritmos europeos, africanos y nativos que constituyen el mestizaje surgido en el Caribe nicaragüense.

Los primeros contactos con la teoría revolucionaria

Con el ascenso de la lucha revolucionaria encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en contra de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, el joven Galo comenzó a tener sus primeros contactos a través de su tío Edgar Galo Zapata, quien lo introdujo en la lectura y estudio de la teoría científica del Marxismo-Leninismo, además de otros escritos y análisis sobre la realidad nacional que imperaba en la década de los 70.

Era el año 1977 cuando Edgar se trasladó a vivir a la capital en la casa de su tío ubicada en las inmediaciones de la Casa del Obrero, allí llegaban varios jóvenes que leían y comentaban libros y documentos que al joven Palazio Galo le despertaban la curiosidad, éstos se dedicaban a leerlos con atención y entusiasmo.

También escuchaba con esmerada atención las discusiones de los muchachos mayores que él, casi siempre referidas a la situación política y económica de Nicaragua.

En uno de esos encuentros conoció a Edgard Taleno, combatiente sandinista, quien meses después fue uno de los 25 partícipes del espectacular asalto al Palacio Nacional, el 22 de agosto de 1978, dirigido por el comandante Cero, Edén Pastora Gómez, acción que golpeó a todo el aparato político militar de la dictadura, fundamentalmente al brazo armado, la Guardia Nacional (G.N), que a lo interno sufrió serias contradicciones que incluso condujeron a planear un golpe de Estado contra el general Somoza, por parte de militares radicales que se sentían humillados por el Frente Sandinista.

Luego de esos sucesos y entre sus viajes de Managua a Bluefields llevaba camufladamente alguna propaganda del FSLN. En una ocasión, él junto a otros muchachos planearon tomarse el comando de la G.N en Kukra Hill, donde la guarnición no pasaba de siete soldados. La loca idea de tomarse el cuartel del apacible pueblo donde la vida transcurría en total tranquilidad, la pretendían realizar con un solo revólver y un cuchillo, lo que pudo haberles costado la vida, o en el mejor de los casos caer prisioneros en el intento.

Descartada esa posibilidad de la toma del pequeño cuartel, planificaron una acción menos riesgosa y propagandística que consistió en secuestrar una panga y llevársela de Kukra Hill, operación que resultó fallida porque la pequeña embarcación se apagó y tuvieron que desistir de realizarla.

Disfrutó de la alegría del triunfo el 19 de julio

Lo recuerda con mucha vivencia. Esa mañana del 20 de julio de 1979, Edgard, de 16 años, siendo un adolescente, concurrió emocionado a celebrar el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en la entonces Plaza de la República, frente al Palacio Nacional, donde se abarrotó de miles de nicaragüenses que quería conocer, tocar, abrazar, reír y llorar de emoción junto a los triunfantes guerrilleros que había derrotado a uno de los ejércitos más criminales de Centroamérica, creado, entrenado y financiado por gobiernos del imperio norteamericano.

Se entusiasmó con la victoria guerrillera sobre la dictadura somocista y eso lo conllevó a participar primero en Kukra Hill en la organización de cooperativas de producción dirigidas por la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC). Fue ganando experiencia hasta convertirse en organizador en las comunidades como Kukra River y Kukra Point y aprendiendo a la vez de los campesinos en cuanto al manejo de sus cultivos y el cuido del ganado porcino y vacuno.

En la Cruzada Nacional de Alfabetización

El 23 de marzo de 1980 en Nicaragua se registró una verdadera explosión de alegría que entusiasmó a niños, jóvenes y adultos quienes marcharon por campos y montañas llevando la luz de la enseñanza a miles de nicaragüenses iletrados, que durante décadas no habían tenido la oportunidad de concurrir a las escuelas, ya que a la dictadura somocista no le interesaba que aprendieran a leer y escribir.

Entre esos muchachos que contribuyeron a reducir el analfabetismo del 50 por ciento hasta un 13 por ciento, se encontraba Galo, formando parte de esa tarea gigante que obtuvo el reconocimiento de la UNESCO en 1981, realizado gracias a la voluntad y firmeza de la Revolución Popular Sandinista (RPS), para cumplir con un mandato del Programa Histórico del FSLN, de llevar la educación a todos los nicaragüenses.

Un hecho que le impactó y marcó en su formación, fue cuando le asignaron la tarea de conducir a una profesora cubana hasta una remota comunidad. La jornada fue a pie, caminaron más de cuatro horas y la carga la llevaban a lomo de mula, rememora Edgar, quien se admiró de ver a la joven de 23 años que nunca se rindió, tomando aquella difícil caminata con espíritu alegre y mística revolucionaria, porque llevaba la misión de alfabetizar.

Otro suceso que recuerda como un gran acontecimiento, fue la llegada del primer médico a la comunidad, el entonces joven doctor en medicina y posterior epidemiólogo del Ministerio de Salud, Jorge Aróstegui, con quién todavía conserva una buena amistad.

El personaje

Edgard PalazioEdgar Nicolás Palazio Galo, nació en Managua el 28 de octubre de 1963. Hijo de Julián Palacios Pérez y Maura Edith Galo Zapata. Es padre de tres hijos y abuelo de un nieto, nacido recientemente.

Es licenciado en Historia por la UNAN-Managua. Tiene un doctorado por la FLACSO.

El 19 de diciembre de 1982 se unió al Batallón 30-62 hasta 1984.

Sirvió en el Ejército Popular Sandinistas (EPS) en Inteligencia Militar desde 1985 hasta 1992, cuando se retiró con el grado de teniente primero.

Siempre está agradecido con su tía Aida Galo, quien le leía párrafos del Quijote de La Mancha, el mismo en el que aprendió a leer y sentir la sensación de libertad.

Fue director del Departamento de Filosofía, secretario académico de Ciencias Jurídicas, vicedecano de la Facultad de Humanidades y actualmente profesor titular de la UNAN-Managua.

5 Comments

  1. Me llamo la atención, parte de su biografía cuando sirvió al ejército EPS, en las que atravesando una de las etapas más duras de la guerra en la defensa de la soberanía de Nicaragua; a pesar de su heroísmo y formar parte del ejército que heroicamente derrotó a la contrarrevolución, terminó su carrera militar después de 7 años de abnegado servicio, con un grado militar relativamente bajo. Me pregunto, que le habrá impedido alcanzar al menos el grado de capitán, habiendo pasado por una etapa tan dura de esa guerra?

  2. Excelente relato de esos miles de héroes anónimos que defendieron la primera etapa de la revolución, una narrativa muy rica.

  3. En los años 80 muchos hermanos y hermanas principalmente los que veníamos de la Juventud Sandinista entendimos que ahora nos tocaba a nosotros sostener y defender la revolución lo hicimos con amor y corazón por que la revolución encarnó al pueblo, le dio sus derechos elementales mi hermano Galo y yo solos originarios de la Costa Caribe y luego de batirnos contra la contra parafraseando y haber derrotado la agresión tuvimos que prepararnos en otra trinchera la más difícil estudiar en la Prepa y la UNAN, RURD, los jóvenes en los 80 no aceptabamos la militancia del FSLN dado que según nosotros este honor era muy grande y lo mismo sucedió en el ejército los grados militares no los considerábamos por efecto de que nosotros nos sentimos bien como subalternos si aceptabamos el cargo de político pero sin grado, yo te felicito hermano por extraordinaria historia de Vida se que no te gusta hablar de voz pero la historia es la historia y visión Sandinista es y ha sido un ejemplo en resaltar la vida de muchos, pienso que hay miles de jóvenes que tienen su historia y hay que rescatar. Un abrazo.

  4. Un abrazo a nuestro hermano Edgard Nicolás, que aportó sin titubear los deberes como revolucionario, para que nuestra patria sea siempre libre y que todos los nicaragüenses vivamos en paz.

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