por: Fabrizio Casari
El 20 de enero, los 40 países reunidos en la base de la OTAN en Ramstein definieron las nuevas cantidades y tipos de sistemas de armas que se suministrarán a Ucrania. Avanzan hacia una escalada del conflicto que tiene a Ucrania como teatro y a Washington como director. Es simbólico que Berlín haya decidido una escalada militar contra Rusia precisamente en el 78 aniversario de la apertura de las puertas de Auschwitz por el Ejército Rojo.
La lista entregada a los nazis ucranianos es larga. ¿Los más importantes? Sistema de defensa aérea Samp-T y baterías Patriot, Hummers estadounidenses, Challengers británicos, Leopard alemanes, sistemas móviles Avenger, helicópteros Mi-17 y Sea King, drones, misiles Stinger, Starstreak, Araam y Brimstone. Un dispositivo que bastaría para un ejército dos veces mayor que el ucraniano, ya diezmado en un año de guerra por pérdidas estimadas en unos 300.000 hombres.
El intento estadounidense y europeo de mitigar la escalada hablando de largos plazos de entrega y de meses necesarios para la formación no es más que humo y espejos, puesto que los sistemas de armas ya han sido utilizados por los especialistas de la OTAN en Ucrania y Polonia durante bastante tiempo. La mistificación viene dictada por el miedo a la reacción rusa y a la opinión pública internacional, totalmente contraria a la guerra.
También en este caso existe una notable asimetría: para los rusos, se trata de una guerra patriótica, además de la absoluta importancia que Rusia concede al respeto que exige en la escena internacional. Para los europeos, es exactamente lo contrario: Ucrania, en la opinión pública europea, se ha convertido en la sangría de recursos desviados de la urgencia de la crisis económica y social europea.
¿Cuál es la estrategia de la OTAN?
La pregunta que surge es: ¿tiene la OTAN una estrategia o avanza por la fuerza de la inercia, convencida de que mantendrá el conflicto confinado al escenario ruso-ucraniano durante mucho tiempo? El enfrentamiento entre Moscú y Kiev está entrando en su fase final, y la implosión política del gobierno de Zelensky contribuirá a acortar los plazos. En
tierra, no hay enfrentamiento posible. Rusia ha seguido avanzando infligiendo grandes pérdidas de hombres e infraestructuras a Ucrania y está a punto de enviar otros 300.000 soldados en la próxima ofensiva. ¿Leopardos y Abrams? Moscú dispone todavía de unos 8.000 carros de combate y está a punto de incorporar a la lucha los T14 de última generación, invisibles a los radares. No sólo eso: acaba de probar con éxito el Zirkon, misiles de nueva generación que viajan a nueve veces la velocidad del sonido, con un alcance de más de 1.000 km.
Fuera de la propaganda, ¿cree realmente la OTAN que con 40-50 tanques, por muy eficaces que sean tecnológicamente, se puede cambiar la situación sobre el terreno? ¿Cree realmente que se puede salvar la distancia entre los dos aparatos de guerra? Los tanques europeos y estadounidenses no cambiarán las tornas del conflicto: los Leopard fueron ampliamente destruidos por los rusos en Siria, ¿qué les hace pensar que serán indestructibles en Ucrania? Su valor es puramente geopolítico, no militar. Marca un punto de no retorno oculto tras uno de principios.
Como señalan fuentes militares, hace un año Alemania, Francia e Italia disponían conjuntamente de unos 4.000 tanques (de los cuales 800 operativos), frente a los más de 10.000 (de los cuales 3.330 operativos) en posesión de Rusia. Entre ellos se encontraban los nuevos BMPT, apodados “Terminator”, especialmente adecuados para la guerra contra la infantería. También probados ya en Siria, están equipados con cuatro lanzamisiles antitanque, dos cañones de 30 mm, dos lanzagranadas y una ametralladora y alcanzan una velocidad máxima de 60 kilómetros por hora.
El mismo razonamiento puede hacerse para la munición: según un alto representante de la OTAN que habló con el New York Times, en el verano de 2022, los ucranianos disparaban entre 6.000 y 7.000 proyectiles de artillería al día; los rusos, entre 40.000 y 50.000. La capacidad de producción de Rusia es al menos cuatro veces superior a la de la OTAN, por no hablar de que es más fácil de suministrar.
La OTAN parece no tener aliento porque Estados Unidos se ha expuesto más allá de todas las posibilidades y, aunque se trate de la defensa de uno de sus protectorados, un territorio estadounidense en Europa, existe un límite infranqueable que está representado por el arsenal de armamento. Por supuesto, la propaganda dice que seguirá hasta el final, pero esto significa que cada vez hay más prisa por cerrar. Al fin y al cabo, Estados Unidos no es omnipotente. ¿Puede compensarlo la UE? Difícilmente, puesto que las naciones europeas, cuya inadecuada producción industrial para fines bélicos es bien conocida, ya han recurrido a sus reservas estratégicas para satisfacer a la insaciable Kiev, y en caso de guerra con Rusia verían seriamente mermada su operatividad militar.
¿Hacia el precipicio?
El Presidente Biden se apresuró a decir que los nuevos tanques tardarán meses en llegar y que el envío de esta cantidad de armas no implica la intención de entrar en guerra contra Rusia. Le obligó a hacerlo el Pentágono, que sabe perfectamente qué riesgos corre Estados Unidos: si la guerra continúa, Rusia no se detendrá en el Donbass y se perderá el control estadounidense sobre Ucrania. Al final, los costes habrán sido tan enormes como la derrota.
En cuanto a Rusia, es evidente cómo, ante semejante equipamiento, que se ampliará aún más con la llegada de cazas F-16 y misiles de largo alcance, aunque quisiera, no podría decir que sólo se ocupa de la desnazificación de Ucrania. Esta nueva escalada del aparato militar de la OTAN se cierra con la narrativa de la defensa de Ucrania y deja claro el ataque militar a Rusia.
Una nueva escalada la representa la idea de Kiev de pedir a la OTAN que cubra el territorio ucraniano con un paraguas aéreo, convirtiendo un inmenso territorio en una zona de exclusión aérea. El actor reconvertido en presidente, entre aparición y aparición televisiva, ya ha pedido aviones F-16 y misiles de largo alcance para golpear a Rusia. Se le concederán, cuestión de días. Pero es obvio que los aviones tendrán que ser operados por personal de la OTAN y no por ucranianos que ni siquiera los han visto nunca, al igual que los misiles de largo alcance y el resto de los sistemas de armamento siempre han sido operados por personal de la Alianza Atlántica. Los ucranianos sólo ponen muertos y propaganda.
Ucrania no dispone de pistas adecuadas para los cazas de la OTAN. Entonces se utilizarán las pistas polacas, un país de la OTAN deseoso de entrar en guerra. En ese momento, Occidente ya no podrá esconderse tras la hoja de parra del país atacado: estará en guerra.
De hecho, la llegada de los F16 traería consigo casi con toda seguridad la de los Mig y Sukhois rusos, que hasta ahora han permanecido en las pistas. Entre ellos figuran el caza furtivo T-50 y el Sukhoi Su-57. Su entrada en la guerra cambiaría la naturaleza misma del conflicto, la entrada de la fuerza aérea convertiría un conflicto en una guerra de destrucción.
Pero, ¿piensa realmente la OTAN, derrotada en 2022 por los talibanes afganos y los rusos y sirios, que va a ganar a las puertas de Rusia? Y si una sola ciudad rusa es golpeada, ¿piensa realmente que mantendrá sus ciudades a salvo de la confrontación militar, imaginando que Ucrania y Rusia son los únicos campos de batalla?
Con este último gasto al por mayor, se abre un nuevo capítulo en la guerra de la OTAN. De hecho, estas cantidades de armas y el mero volumen de armamento e inversiones impiden que hasta el último de los despistados o facciosos considere a Occidente como un mero “apoyo”.
Es una implicación aún más profunda en el conflicto, hecha con el cinismo de quienes esperan derrotar a Rusia con la piel de los ucranianos. Aunque la propaganda occidental afirma que se trata de un conflicto entre Rusia y Ucrania, las cantidades y los tipos de los distintos sistemas de armamento entregados a Zelensky indican que Moscú tiene razón cuando afirma que en Ucrania se está librando una guerra entre Rusia y OTAN. La paz sería al alcance de un Occidente que respete las necesidades de seguridad de todos y no piense en imponerse militarmente sobre todos, pero la guerra parece ser la única forma de evitar asumir el fin del diseño unipolar del mundo.
Para Ucrania es una pesadilla, para EEUU y la UE una oportunidad de exhibir sus joyas en venta y renovar sus arsenales con nuevos pedidos militares. Occidente no lucha por Ucrania, sino contra Rusia. Es decir, por sus objetivos militares, políticos y empresariales.