- Viviendo en la revolución soñada
- Marchaba al frente de las protestas que terminaban disueltas a balazos
- Su mamá fue su mejor amiga y fiel conspiradora
- Somoza la despidió del magisterio
David Gutiérrez López
La muchacha de piel morena, cabello corto rizado y una amplia sonrisa, aparecía de pronto en las aulas y pasillos del Recinto Universitario Rubén Darío, agitando, arengando y convocando a los estudiantes a movilizarse para recorrer las calles de los barrios de Managua, enfrentando a la dictadura militar de Somoza, caminatas que siempre finalizaban disueltas a balazos, con presos y golpeados con las culatas de los fusiles.
Así se le recuerda a Glenda Monterrey, como una de las mejores agitadoras y propagandistas, quien en 1972 ingresó a trabajar a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN- Managua), combinando su tiempo de secretaria de la Escuela de Psicología, -cuyo director era el militante sandinista, José Pasos Marciaq- y de movilizadora política. Uno de los profesores a quien conoció y que recuerda con mucho cariño, fue a Ricardo Morales Avilés, (miembro de la Dirección Nacional del FSLN, asesinado en septiembre de 1973).
De Ricardo Morales, dirigente e ideólogo del FSLN, Glenda dice haber aprendido, que durante las acciones que realizaban en las calles, cuando se movilizaban legal o clandestinamente, había que actuar con toda “normalidad”, para no levantar sospechas de los agentes de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), una estructura de la Guardia Nacional, que espiaba, perseguía y asesinaba a los sandinistas.
En 1971, cuando ella junto al periodista Bayardo Arce Castaño, ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN, caminaban por una calle, luego de salir del Club Universitario, en la antigua ciudad de Managua, notaron la presencia de un automóvil que les seguía a cierta distancia. Ambos se sorprendieron y se activaron con todos sus sentidos. Lograron identificar que quien los perseguía era el entonces coronel Samuel Genie Amaya, jefe de la OSN, acompañado de un guardia.
Para evadir la persecución, acordaron que al doblar una esquina se separarían. Ella apuró el paso y logró llegar a su casa. Cerró la puerta y al rato entreabrió una cortina de la ventana que daba a la calle y observó el carro con los dos hombres en actitud vigilante, quienes estuvieron hasta después de las diez de la noche.
El telegrama de Somoza despidiéndola del magisterio
Después de graduarse en la Escuela Normal de Managua, consiguió plaza como joven profesora de primaria y a la vez se organizó en El Sindicato de Maestros de Managua (SMM), donde inició su actividad política en el año 1967, participando en las luchas magisteriales.
Un día recibió un telegrama firmado por el propio Anastasio Somoza, donde se le notificaba el despido de su plaza de maestra. Tomó aquel mensaje escrito a máquina y preocupada caminó con el papel llevándolo como una pequeña bandera. ¿Cómo le diría a su papá Guillermo Monterrey, las causas del despido y cómo le afectaría a él?, quien era un funcionario del Ministerio de Salud, llamado en esos años como la sanidad.
Fue su mamá quien se las ingenió para atenuar la noticia del despido y pronto todo estaba en la normalidad en el hogar.
En 1969, Glenda, conocida con el seudónimo de “Segovia”, se integró al Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y siempre estuvo delante de todas las movilizaciones, ya fuese para demandar el 6 por ciento de asignación estatal para la universidad, o para protestar por los abusos a los estudiantes, cometidos por la dictadura. Siendo ya dirigente sindical de los trabajadores de la UNAN, se le escuchaba gritar con su fuerte timbre de voz lanzar las consignas de ¡abajo la dictadura!
Su mamá fue su amiga, confidente y conspiradora
Doña Ángela Vázquez, mamá de Glenda, vivía en el barrio el Calvario, de Managua -donde hoy abarca el Mercado Oriental- elaboraba unos deliciosos nacatamales e inyectaba a domicilio, en la época cuando todavía se tenían que hervir las jeringas y agujas, porque no existían descartables. Una de sus clientas era su vecina la Nicolasa Sevilla, dirigente femenina somocista que lideraba fuerzas de choque para atacar a garrotazos, machetazos y hasta balazos a quienes se oponían al dictador Somoza.
La Nicolasa quien cayó presa después del triunfo de la Revolución Sandinista, adquirió fama al garrotear a los maestros durante una huelga magisterial y a trabajadores y periodistas de Radio Mundial, al irrumpir en un asalto repartiendo golpes, también formaba parte de un grupo de paramilitares llamados Asociación de Militares Retirados, Obreros y Campesinos Somocistas, (AMROCS). Ella decía que de la única persona que se dejaba inyectar era de doña Ángela de Monterey.
La mamá de Glenda se convirtió en su mejor amiga, confidente y conspiradora en todas las acciones revolucionarias anti dictatoriales que realizaba. Conseguía información de los planes o presencia de la guardia cuando los muchachos se encontraban protestando en la Catedral de Managua o en cualquier otro lugar, reclamando la liberación de los presos políticos sandinistas. Siempre la estaba acompañando llevándole alguna comida, agua o refrescos, pasándoles información y resguardándola.
Reclutada por René Núñez en 1971
Glenda María ya estaba integrada en el FER desde 1969, organización de la que fue miembro del comité ejecutivo, antesala del FSLN. En 1971 fue el compañero René Núñez Téllez, quién directamente sin mucho rodeo le propuso su integración a las filas del Frente Sandinista, lo que representaba un mayor compromiso con la organización a tiempo completo. La respuesta de aceptación fue inmediata, al igual que el juramento de lealtad a la bandera roja y negra y al grito de combate de ¡Patria Libre o Morir!
Era la etapa de acumulación de fuerzas en silencio orientada por el FSLN y la lucha se mantenía por la liberación de prisioneros sandinistas. Ella participó en las demandas por la liberación de Francisco “Chico” Ramírez, (un ex guardia que entregó su fusil de reglamento a la organización y se convirtió en militante sandinista, hasta alcanzar el grado de comandante guerrillero después del triunfo revolucionario) y del profesor salvadoreño Efraín Nortalwalton.
Fue en el mismo año 1971 cuando consiguió trabajo de secretaria de la Escuela de Psicología de la UNAN, Managua, donde desarrolló su trabajo político-organizativo y sindical casi siempre en la legalidad, dando la cara en todas sus actuaciones, guardando las medidas de seguridad para no exponerse ante los agentes de la guardia del dictador Somoza.
El 23 de diciembre cuando a la medianoche Managua fue sacudida y destruida por un terremoto con una magnitud de 6.2 en la escala de Richter, Glenda estaba en las gradas de Catedral junto a otros compañeros reclamando la libertad entre otros de Jacinto Suárez, Daniel Ortega, Lenin Cerna. Esa trágica noche transformó la vida del país en los días venideros y replanteó para el FSLN una nueva reorganización, la mayor parte de la militancia se refugió en León.
Entrar a una cantina le provocó temor que superó por un psiquiatra
Después del terremoto, el FSLN orientó realizar algunos trabajos, como el de establecer un censo de las condiciones de los “terremoteados”, entre ellos gente que eran colaboradores que se encontraban dispersos en ciudades donde encontraron solidaridad de familiares o amigos, cuando se derrumbaron sus viviendas.
Para realizar esa tarea, la buscó el doctor Mario Flores Ortiz, eminente pionero de la psiquiatría en Nicaragua y destacado sandinista, con quien se trasladó a Masaya. El susto de Glenda fue cuando al ingresar al local donde tenían previsto establecer una parte del trabajo, percibió que era una cantina donde habían hombres bebiendo licor, algunos con sus buenos tragos, discutiendo con voces disonantes. Fue el doctor Flores quien la convenció, explicándole que en la vida no había que tener prejuicios ni temores a enfrentar a otros seres humanos.
Durante sus acciones revolucionarias fue prisionera en dos ocasiones por breves horas. Una ocurrió en la Colonia 14 de septiembre en Managua, cuando llegaron a realizar un mitin de agitación y propaganda a bordo de un microbús que les prestaron de la UNAN. Los efectivos de la guardia la condujeron a la Central de Policía, donde la encerraron junto a Mary Bolt, culpándolas de robo del microbús, acusación que no prosperó cuando el vicerrector Julián Corrales se personó para liberarlas.
En otra ocasión fue capturada en la ciudad de Estelí, durante una jornada de protesta en el aniversario de la caída en combate del guerrillero sandinista Alesio Blandón Juárez, quien pereció junto a los hermanos sandinistas Aníbal Castrillo y Marco Antonio Rivera, la noche del 15 de julio de 1969, en una casa de seguridad del barrio Santo Domingo.
Con las pelucas despistaba hasta sus contactos
Entre los años 1977 hasta 1979, época del ascenso revolucionario, cuando se incrementa la lucha sandinista, -a pesar de la división del FSLN en tres tendencias-, los terceristas o insurreccionales iniciaron ataques y constantes emboscadas en la zona norte, en la cordillera de Dipilto, Nueva Segovia, atacando cuarteles de la guardia y tomando poblados. En esos años la participación de Glenda Monterrey fue muy activa, dentro de la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP), organizando acciones y estableciendo contactos.
En los últimos años de la lucha, ella para camuflarse utilizaba varias pelucas. Con mucho humor recordó un encuentro que debía realizar en la pulpería de un barrio de la carretera norte. El contacto era con el destacado líder estudiantil Francisco “Chico” Meza, quien se encontraba clandestino, quien pasó por donde ella y no la reconoció. Fue hasta una segunda vuelta que establecieron el contacto, él le entregó un pesado paquete que ella intuyó eran armas cortas y municiones.
Con este hecho confirmó que ocultar su verdadero cabello corto despistaba hasta la gente con la que se conocían, como el caso de “Chico” Meza. Durante esos años Glenda arreció sus capacidades organizativas y de lucha, motivando a los estudiantes a incrementar su accionar en las calles, confrontando a la dictadura. “Fue una etapa de fogueo” confiesa esta mujer ahora de 74 años de edad y con una trayectoria de lucha sandinista de toda una vida.
Cuando el repliegue pensó era hacia León
Cuando estalló la insurrección en Managua en junio de 1979, la que se suponía sería un levantamiento de no más de tres días para restarle movilidad a las tropas élites de la Guardia Nacional, Glenda Monterrey, “Segovia”, se encontraba formando parte de la dirección política del Movimiento Pueblo Unido (MPU).
Desde el 4 de junio que se inició con una huelga general nacional que paralizó el país, ella estaba inmersa en los preparativos organizativos de la población, garantizando que la insurrección popular se desarrollara como estaba planificada. Fueron 17 días de resistencia, concentrada principalmente en los barrios orientales, que golpearon y empantanaron a la Guardia Nacional en su desplazamiento hacia otras ciudades donde la guerrilla con apoyo de la población se había atrincherado colocando barricadas para impedir el paso de los vehículos blindados de los soldados al servicio de Somoza.
Cuando se conoció que la noche del 27 de junio de 1979 los guerrilleros junto a unas seis mil personas se marcharían de Managua en total silencio, Glenda pensó inicialmente que el repliegue sería hacia León, ciudad que ya se encontraba liberada, a 90 kilómetros de a capital. Sus dudas se disiparon cuando comenzó la marcha hacia el sur, rumbo a Masaya. En el camino a la altura de Piedra Quemada, se quitó las botas y vio sus pies casi destrozados, en llagas sangrantes, comenzó a limpiárselos cuando un compa conocido le gritó: – ¡viene la guardia!, ella se olvidó de sus llagas y continuó la marcha.
Con grata alegría recuerda esa madrugada cuando entraron a Masaya, en el bloque dirigido por el comandante Carlos Núñez Téllez, los masayenses les recibieron con café caliente, cosa de horno, rosquillas y diferentes panes, para levantarles el ánimo a los guerrilleros que acababan, sin sospecharlo, de realizar la más grande jornada que dejó para la historia una lección en las guerras de guerrillas, conocida como el Repliegue Táctico, que se realizó en total y discreto silencio, sorprendiendo a los estrategas militares.
La muchacha que dejó en Masatepe
Una vez repuestos del cansancio, de los pies llagados y del hambre, la tarea era continuar con la liberación de las ciudades de Carazo y Granada. Con ese objetivo se movilizó a Jinotepe y al pasar por Masatepe, le orientó a una compañera quedarse en ese poblado asegurando una misión. Resulta que años después del triunfo de la revolución, Glenda encontró a la misma muchacha en el poblado y al preguntarle con admiración que hacía ella en ese lugar, la respuesta fue: – “Usted aquí me dejó”.
La anécdota se inscribe en un ejemplo de disciplina partidaria de una militante que se quedó cumpliendo la asignación de su responsable. Cuando la vio de nuevo, la joven hasta se había casado y formado una familia. “Qué clase de disciplina, de ejemplo, que en vez de buscar su casa cumplió con el deber asignado”, externa con satisfacción Glenda.
Una mujer positiva que afirma estar viviendo la revolución soñada
El 19 de julio de 1979, día del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, “Segovia”, se encontraba en la ciudad de Granada, donde el jefe militar de la G.N. junto a su guarnición, refugiados en el cuartel colonial de La Pólvora, se habían rendido. Fue Joaquín Cuadra, quién le anunció la victoria y que se dispusiera a viajar a Managua, dirigiéndose a las instalaciones de la antigua Academia Militar, donde encontraron uniformes y armas nuevecitas que habían dejado abandonados los somocistas.
Confiesa Glenda que ella es una mujer llena de positivismo y siente que en este momento está viviendo la revolución soñada, contando con todos los beneficios al pueblo, entre ellos la merienda escolar para más de un millón 300 mil niños y niñas, la electrificación del país, los adelantos en salud, con modernos hospitales, la vacunación en jornadas en los barrios donde llegan a cada casa, la educación, las universidades estatales gratuitas entre otros. “Estamos viviendo la revolución soñada”.
El personaje
Glenda María Monterrey Vásquez nació el 20 de enero de 1948, en Managua, hija del matrimonio formado por doña Ángela Vásquez Morales y don Guillermo Monterrey. Es la menor de cinco hermanos.
Fue casada con Henry Gutiérrez con quien procreó un hijo, Walter Gutiérrez -en homenaje al guerrillero Walter Mendoza-. Es abuela de dos nietos, Walter Josué y Amara Gutiérrez Zenkel.
Su primer paso en la educación lo inició en la Escuela Josefa Toledo de Aguerri, la famosa maestra de generaciones, conocida cariñosamente como doña “Chepita”, a quien ella personalmente conoció y guarda especial cariño, centro donde no solo le enseñaron las reglas básicas, también aprendió los principales pasos del baile del folklore nacional.
Estudió magisterio en la Escuela Normal de Managua, lo que marcó la pauta para iniciarse en las luchas sindicales.
En 1974 fue electa presidenta del sindicato de Trabajadores del Recinto Universitario Rubén Darío, logrando firmar el primer convenio colectivo entre empleador y trabajador.
Entre 1978-1979 realizó trabajo político organizativo en los barrios de Managua, con el Movimiento Pueblo Trabajador, junto al militante sandinista héroe y mártir Walter Mendoza. Fue delegada a trabajar en el Movimiento Pueblo Unido (MPU).
Fue presidenta de la Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional (AMNLAE) y organizadora de las Madres de Héroes y Mártires de la Revolución Popular Sandinista.
En las elecciones de 1984 fue electa diputada ante la asamblea Nacional por la Región III Managua.
En la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) conoció a la primera cosmonauta rusa Valentina Tereshkova.
Por su propia solicitud fue designada Secretaria Política entre 1980-1982 en la Costa Caribe, con asiento en Puerto Cabezas atendiendo la zona de las minas.
Fundadora de la Policía Sandinista, donde se desempeñó en diversos cargos, entre ellos jefa de educación vial, retirándose en el año 2005 con el grado de comisionada.
Felicidades compañera Glenda. Qué bueno saber de vos. Tengo el honor de haberte conocido en la lucha revolucionaria en la UNAN Managua.
Luego nos vimos en puerto Cabezas en 1980.
Yo junto a otros compañeros llegamos a formar el primer Estado Mayor del EPS.
Te saluda Bolivar Tellez. Abrazos rojo y negro.
Siempre Patria libre o morir!!
Con el FSLN!!