A las madres
Visión Sandinista, la revista política de Nicaragua, dedica, con este reportaje, un especial reconocimiento a todas las madres abnegadas, que con fe y amor se entregaron y continúan en la lucha revolucionaria, a quienes, en diversos escenarios y momentos de la lucha, muchos de sus hijos, con su valiosa sangre abonaron la tierra, con la firme convicción y esperanza de alcanzar un futuro de paz y prosperidad. Nuestro amor y cariño a todas ustedes madres.
- Sufrió el tormento de la tortura física y psíquica
- Por su casa pasaron decenas de sandinistas y jefes del regional
- Los mimaba, se encariñaba y lloraba cuando los miraba partir
David Gutiérrez López
En Matagalpa le llaman mamá Amanda, pero quizás pocos saben que esta mujer de 89 años de vida, cuyo seudónimo fue “Catalina” en el Frente Sandinista, refugió y alimentó en su casa en el antiguo barrio La Virgen, a decenas de mujeres y hombres sandinistas en los años 70, cuando combatían a la dictadura de Anastasio Somoza y su ejército la Guardia Nacional (G.N).
Al inicio de los años 70, Francisca Amanda Torres Mendoza, mamá Amanda, trabajaba de costurera confeccionando pantalones de “partida” para varones, que le encargaban los dueños de tiendas de la ciudad, recibiendo un pago de 9 córdobas por una docena, cuando la paridad era en Nicaragua 7 córdobas por cada dólar.
A los 18 años contrajo nupcias con el caballero Hernaldo González Montiel, quién para sobrevivir laboraba en una ventecita fuera de la casa, que también servía para resguardar a los sandinistas. Recuerda que fue en el año 1972 que su vecino Otoniel Arauz le comenzó a hablar de la lucha contra la dictadura. Inició guardándole documentos, porque en su casa tenía problemas con su esposa quien no compartía su participación en la lucha antisomocista.
Posteriormente se integró a una de las primeras células sandinistas en Matagalpa dirigida por el doctor (odontólogo) Carlos Argüello, junto a Otoniel Arauz, Oswaldo Martínez, Alberto Martínez Flores (taxista), Armando Torres y ella como única mujer. Su esposo Hernaldo era ajeno a todas sus actividades clandestinas y a veces se mostraba celoso con la llegada del vecino a su casa, principalmente cuando hablaban muy bajito.
En las primeras acciones que participó fue organizar a la comunidad del barrio, incluyendo hasta damas somocistas que se plantaban frente a la oficina del alcalde de Matagalpa a reclamar, entre otras demandas populares, por la mejoría de las calles y por la falta de agua potable, que no subía al barrio ubicado en un elevado cerro.
En 1973, el FSLN le orientó que diera refugio a una compañera, quien sería la responsable regional de la organización, después se enteraría era la legendaria guerrillera Olga María Avilés López, “la tía”, miembro del comando Juan José Quezada que el 27 de diciembre de 1974 tomaron por asalto la casa de “Chema” Castillo, para pedir en rescate a prisioneros sandinistas.
Bajo la dirección de Olga Avilés, realizaban fiestas en el barrio, con el fin de organizar y recaudar dinero para otras actividades de sostenimiento de la proscrita organización político-militar, el FSLN. La lucha por las mejoras del barrio La Virgen, llamado actualmente Otoniel Arauz, continuaron en beneficio de sus pobladores.
Se integraron muchachos de la Juventud Cristiana, entre otros, Fabio Martínez Arauz, Walter Mendoza, Mercedes Díaz, Richard Chavarría, las hermanas Flores, la periodista Margine Gutiérrez y sus hermanas, entre muchos otros jovencitos que participaron y se destacaron en el FSLN.
Huyendo a El Palacio
Después de los sucesos de la casa de “Chema” Castillo, la Guardia Nacional herida y humillada por la liberación de los 13 prisioneros sandinistas y el pago de un millón de dólares por el rescate de los funcionarios somocistas, desató una intensa represión en todo el país, capturando a centenas de personas, muchas de las cuales pasaron a ser juzgadas en una Corte Militar somocista. La casa de mamá Amanda estaba “colorada”, bajo vigilancia y sospecha de la guardia de refugiar sandinistas.
En enero de 1975 salió clandestinamente con sus 9 hijos y uno en gestación, el último, al que bautizó con el nombre de René Leonel, en recuerdo y cariño por René Núñez Téllez, “Abel” a quien protegió en su vivienda.
De la identidad de René Núñez, el muchacho flaquito que llegaba todas las mañanas a las 6 (pernoctaba en otro sitio) y que ella lo recibía con un vaso de leche y un pan, se enteró cuando este cayó presó (el 28 de diciembre de 1974 en un retén en la ciudad de León en pleno asalto a la casa de Chema Castillo) y lo juzgaron en la Corte Militar de la Guardia Nacional. Recuerda el día que lo condujeron en un bus al tribunal y al bajarse se vieron frente a frente y con la mirada se saludaron y él expresó su alegría y simpatía.
Cuando le avisaron que la guardia de Somoza la buscaba, huyeron con su primo Miguel Torres a la finca El Palacio, entonces ubicada donde actualmente se encuentran los beneficios de café en la entrada de Matagalpa. Se sumaron Otoniel Arauz, Alberto Martínez y otros perseguidos. Se escondieron al menos dos semanas. Luego ella se trasladó a León, viajó a Managua, Masatepe, San Marcos, escapando de la brutal represión de la dictadura.
En junio de 1975, luego de seis meses de andar huyendo, le orientaron retornar a Matagalpa, a una casa de una pariente en el barrio Guanuca. Su esposo que no compartía con ella su participación en el FSLN le hizo prometerle que no volvería a relacionarse con la organización ante el temor que la guardia los exterminara con todos sus hijos. Pero el sandinismo ya era parte de su vida y como ella misma externa el FSLN se había arraigado en su corazón.
El retorno al FSLN con inmensa alegría
Una tarde de un mes indeterminado del año 1976 hasta la puerta de su casa apareció una mujer vestida de blanco, evidentemente era una enfermera que llevaba un papelito con un correo de la compañera Ana Julia Gutiérrez, con un mensaje: “La espero mañana por la tarde”.
Que la volvieran a contactar del FSLN la invadió de una inmensa alegría. Esa noche no pudo conciliar el sueño. Por su mente pasaban la promesa a su marido y por otro lado su entrega y compromiso con el FSLN. Para poder salir de su casa esa tarde, todavía en estado de embarazo tuvo que utilizar un ardid. Dijo que sentía dolor en el vientre y urgía ir al médico, el esposo desconfiado la dejó ir sola.
Logró el contacto. Se trataba de informarle que había un nuevo responsable y querían saber si estaba dispuesta a continuar en la lucha. – “Dígame que tengo que hacer”, dijo con aplomo y certeza Amanda. Acordaron que el nuevo responsable llegaría a buscarla con una contraseña que consistía en la mitad de un pedazo de periódico que debería de coincidir al momento de hacer el contacto. Un día se apareció el compañero Mario González, “Erick”, quien le asignó la tarea de recontactar a la red de colaboradores con la que habían estado vinculados desde 1973.
En tanto, la relación con su esposo se convirtió en un “infierno” al descubrir que de nuevo estaba participando con el FSLN. Las discusiones eran constantes, pero ella no desistió. Había roto la promesa de no meterse en nada que pusiera en peligro la vida de ella y su familia. Fue “Erick” quién habló claro con don Hernaldo, explicándole las razones de la lucha para liberarse de la sangrienta dictadura somocista. El hombre cambió de actitud y a pesar de no estar de acuerdo dejó de presionar a su esposa. Ella ya podía movilizarse con mayor facilidad donde otros colaboradores.
Tiempo después cambiaron al responsable, era el compañero Julio César Ríos, “Leonel”, quién llegó a vivir a la casa de Amanda y hasta una máquina de escribir tenía donde elaboraban comunicados y mensajes que circulaban a través de diversas personas que servían de correo.
El trabajo se fue intensificando y las acciones del FSLN se acrecentaban. En el año 1977 apareció en su casa Crescencio Rosales, conocido como “Mario”, nuevo responsable del Regional Faustino Ruiz, quién le orientó reclutara como colaborador al médico que le llevaba el control de su embarazo, el doctor Dagoberto Estrada, quién aceptó donar medicinas y algún dinero.
Se encariñaba, los mimaba y lloraba sus partidas
Uno de los primeros muchachos que había estado resguardado en su casa, una noche se sentó calladito en un rincón de la casa con semblante triste, pero sereno, era Julio Ríos, quién le expresó que ella para él era como una madre, pero el deber lo llamaba a otro lugar a continuar la lucha. Ella altamente impresionada por el anuncio de la inesperada partida del muchacho lloró desconsoladamente.
Días después llegó otro muchacho de seudónimo “Ulises”, Aldo Briones, de Estelí, posterior jefe de la columna guerrillera Cesar Augusto Salinas, a quien mamá Amanda se encargó de cuidarlo porque llegó enfermo buscando recuperación. Otro muchacho que pasó por su casa fue José “Chepe” González, “Ernesto”. También llegó un chavalo casi un niño, Rodolfo Castillo “Payín”, quien se movía legalmente, jugaba a la pelota con los cipotes del barrio en las empinadas calles matagalpinas, pero en las noches, desaparecía, para participar en acciones armadas en contra de la Guardia Nacional. Nadie sospechaba del chavalito.
La insurrección de “los niños” en agosto del 78
Se conoció como la “insurrección de los niños” cuando grupos de muchachitos desafiaron a la dictadura de Somoza y a su represiva y asesina Guardia Nacional. Se habían organizado en asociaciones estudiantiles, surgieron con sus rostros tapados con pañuelos de diversos colores, levantaron barricadas y utilizando algunas escopetas, fusiles 22 de un solo tiro, revólveres y alguna que otra pistola semiautomática, se enfrentaron a un ejército formado, armado y financiado por los Estados Unidos de Norteamérica.
En esos días apareció por la casa de Amanda la compañera Ana Julia Guido, “Diana” quien llegó a fortalecer el trabajo organizativo previo a la ofensiva final que las tres tendencias del FSLN, actuando en unidad indestructible, habían planificado llevar adelante hasta lograr el derrocamiento de la dictadura.
La guerrillera padecía en esos días de unas fuertes jaquecas y fue a doña Amanda a quien le correspondió cruzar las barricadas, porque la mayoría de los chavalos la conocían, para llegar hasta la farmacia Monserrat a comprar un medicamento que le aliviara aquel tormentoso dolor a “Diana”.
La noche del 26 de agosto de 1978 Crescencio Rosales, “Mario”, jefe del regional, después de evaluar la situación de la resistencia de los chavalos que tenían tomados casi todos los barrios de la ciudad, orientó la retirada de forma ordenada ante la falta de armas y municiones para continuar haciéndole frente a los soldados de las tropas élites de la guardia, entrenados en la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI)
En la preparación del asalto de la planilla del INTA
Mamá Amanda logró conseguir un trabajo estable como encargada de la limpieza en las oficinas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Los muchachos sandinistas le orientaron recabar información del día del pago de la planilla para realizar la recuperación del dinero, necesario para sostener la lucha de los combatientes que cada vez, crecían más en Matagalpa.
Ella pasó la información necesaria y daría la confirmación utilizando un pañuelo rojo sobre su cabeza el día que el dinero estuviera dentro de las oficinas. Los que participarían serían José “Chepe” González, como jefe del operativo y otros compañeros.
Llegó la hora indicada, Amanda cumplió con dar las señales, se puso notoriamente nerviosa porque los muchachos no aparecían. Comenzaron a pagarle a los empleados y a la primera que llamaron fue a ella. Llegó la hora del cierre de la oficina y ella salió decepcionada y hasta lloró, expresando que eso le pasaba por andarse metiendo con “chigüines”.
Al llegar a su casa le relató lo sucedido a su hijo Hernaldo, quien al igual que ella creyó habían descubierto el plan del asalto y pensó que le estaban dando tiempo para capturarla. Buscaron al responsable Crescencio Rosales, quien se apareció a eso de las diez de la noche explicándole que se ordenó detener la acción, porque la Guardia Nacional, de la primera que sospecharía sería de ella.
Días después unos compañeros de la tendencia Proletaria del FSLN hablaron con Amanda sobre información del pago de planilla del INTA, era una célula integrada por Alfonso Torres, Hermes Matus, Noel Matus y Eliodoro Conrado.
Esta vez la señal para el operativo sería una toalla verde tendida en el patio. La acción de recuperación se concretó el 15 de febrero de 1978 exitosamente.
El triste 2 de noviembre, los disparos y el golpe al corazón
El 2 de noviembre en Nicaragua se conmemora el Día de los Difuntos, los cementerios se llenan de familiares visitando las tumbas de sus deudos, depositan ofrendas florales y otros pronuncian algunas oraciones. Esa noche cerca de las ocho, Amanda recuerda haber escuchado unas ráfagas a lo lejos de la ciudad, en medio del silencio nocturno, que a ella como madre le conmocionaron, sintió una opresión en su corazón presintiendo que a uno de sus hijos sandinista algo le había ocurrido.
Efectivamente el jefe del regional del FSLN en Matagalpa Crescencio Rosales Cabrera, el muchacho de San Felipe, León, el guerrillero fogueado en la montaña en la histórica Brigada Pablo Úbeda, cayó esa noche de 1978 en un enfrentamiento con una patrulla de la Brigada Contra Actos Terroristas (BECAT), cuando junto con Salvador Amador, se movilizaban en un jeep rojo en tareas de organización y auxilio de unos heridos.
Después de la muerte de Crescencio, llegó a Matagalpa Ramón Cabrales, con el seudónimo de “Emiliano”, mejor conocido en la lucha insurreccional como “Nacho”, quien orientó un operativo de recuperación económica en el Banco Calley Dagnall, en enero de 1979 llevando como responsable a Jaime López, “Ricardo”, y a Luis López, “el chaparro Frank” de segundo, participando entre otros Ronald Montenegro “Melvin”, Sergio Cruz, “Félix” y Melvin Salinas, “Denis”, conductor del taxi en el que escaparon espectacularmente.
Capturada e interrogada en el comando de la G.N
La noche del 20 de marzo de 1979 cerca de las siete, Amanda escuchó el ruido de jeeps que se aparcaron frente a su casa. Un guardia caracterizado por su ensañamiento en contra de la población civil apodado “el zopilote”, preguntó: – ¿“Amanda Torres” ?, ella respondió: – “si señor soy yo”. El guardia le ordenó que saliera para que reconociera a “este perro”.
Se trataba del joven Noel Matus, visiblemente maltratado por las torturas. El muchacho, golpeado y angustiado, alcanzó a decirle llorando, que era por lo del asalto al INTA que los estaban involucrando.
Los guardias de inmediato subieron a mamá Amanda en uno de los cuatro jeeps que llegaron a traerla, el “zopilote” desde que la montaron la interrogaba en tono grotesco y hasta intentó golpearla, pero un oficial lo detuvo y le ordenó que dejara de hostigar a la prisionera.
En el cuartel de la extinta G.N comenzó el interrogatorio por un oficial de apellido Navas, quien la colocó sentada frente a una pared. Utilizando la técnica del interrogador bueno, le dijo que si le contaba todo en torno al FSLN esa misma noche la retornaba a su casa, pero ella le dijo que no tenía nada que declarar porque no sabía nada.
Cerca de la medianoche el oficial le dijo que ella lo había estropeado al no hablar, le anunció que al día siguiente sería puesta a la orden de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN) y trasladada a Managua.
Ella solo respondió que estaba bien, e insistió que no sabía nada. Afuera en el parque, sus hijos esperaban a que la guardia soltara a su madre. Ella adentro lloraba ante la zozobra y desesperación de no saber nada de sus vástagos. Escuchaba alaridos de dolor de hombres y por su mente pasaban pensamientos terribles, porque los gritos lastimeros podrían ser de su esposo o alguno de sus hijos que estaban siendo sometidos a dolorosos y crueles tormentos.
Pensaba en Marlene, su hija que no había cumplido los 14 años y andaba participando activamente en la lucha sandinista, también le sobrevenían las imágenes de sus otras tres niñas Argentina, Ruth María y María del Rosario. Pensaba en el tierno hijo de tres años y medio, René, imaginándolo abandonado y desamparado sin el amor y calor de madre.
Chuzos eléctricos el viernes Santo
El viernes Santo del año 1979 Amanda escuchó pasar la procesión del Vía Crucis, luego fue sacada de las celdas de mujeres al cuartel G.N, le amarraron un pañuelo rojo y negro a manera de venda en sus ojos, que expelía un horripilante olor a sudor y sangre. Le colocaron unos cables en varias partes de su cuerpo y después los interrogatorios. Le aplicaron el chuzo eléctrico que le estremecía todo su cuerpo provocándole sensaciones de desmayo, náuseas y terribles dolores.
Preguntaban por “Chepe” González, por “Payín” y “el macho” Víctor Guevara, entre otros, ella continuaba negando conocerlos y haberlos visto. Una vez terminada la jornada de tortura física comenzó la psicológica. Un guardia llegó corriendo a informarle a su jefe que en la casa de Amanda una patrulla se había enfrentado con varios hombres que les dispararon cuando llegaban a catearla, resultando un oficial muerto y varios guardias heridos, pero que en la casa ni el gato había quedado vivo.
Amanda escuchó aquella aterradora noticia que la derrumbó y se soltó a llorar. La carcelera donde se encontraba se compadeció de la mujer, salió averiguar y regresó expresándole que todo era falso, pero ella no estaba convencida, seguía pensando que le habían exterminado a su familia.
En los interrogatorios la convencieron que se declarara responsable del delito de robo y no de asalto. Ella desesperada aceptó y tuvo que entregar seis mil córdobas que tenían producto de un préstamo destinado para una ampliación en su vivienda. Los guardias la llevaron a su casa y sacó el dinero debajo de un mostrador.
Los interrogatorios y tormentos terminaron. La familia y el FSLN contrataron los servicios del abogado Julio Ruiz Quezada, para llevarle la defensa, ella agradece también a Germán Vásquez Carrasco, quien trabajaba en esos años en el juzgado quienes contribuyeron para su liberación.
El personaje
Francisca Amanda Torres Mendoza, nació en Matagalpa el 17 de septiembre de 1933. Utilizó el seudónimo de “Catalina”, pero todos le llaman “mamá Amanda”, por su dedicación y entrega como madre para los sandinistas a los que brindó refugio, alimento y cariño materno.
Es hija del matrimonio de Luis Torres y doña Alejandra Mendoza, siendo la cuarta hija. Aprobó el sexto grado de primaria y aprendió el oficio de la costura, confeccionando pantalones. Se casó a los 18 años y procreó 10 hijos con Hernaldo González, seis mujeres y cuatro varones.
Es abuela de 45 nietos, 38 bisnietos y 5 tataranietos, con una descendencia de 88 personas y en espera de próximos ciudadanos.
Actualmente de 89 años, delicada de salud continúa firme en sus principios revolucionarios sandinistas, en el mismo barrio y en la misma casa que por muchos años fue un cuartel clandestino sandinista
Mis respeto, admiración, cariño y agradecimiento a la Mama Amanda, una gran mujer y excelente revolucionaria. Ella fue un ejeplo de mujer heroica y participativa en la lucha de Matagalpa. Hago llegar mi reconocimiento a Visión Sandinista por esta excelente entrevista. Abrazo y Saludos a nuestra Mamá Amanda.