Almagro cuela el mosquito y se traga el camello entero

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia (Mateo 23:27).

Edwin Sánchez

I

No vamos a decir que la vida del mártir Bismark Martínez vale más que la de Luis Almagro. Eso lo sabrán muy bien quienes le conocen de pe a pa: sus excorreligionarios del Frente Amplio de Uruguay que lo expulsaron de sus decentes filas por unanimidad y para la eternidad.

Por supuesto, la vida de Bismark vale más por verdadera que la de un falsario. Vale más que la de cualquier máscara de alta envergadura que aún sea o haya sido. Ya no se diga que es superior a la planta del edificio que rentaba para su sede la OEA, “sus” papeles juntos y sus peleles adjuntos.

Vale más la vida del joven teniente Gabriel de Jesús Vado Ruiz, quien nunca desenfundó su arma de reglamento contra nadie, pero fue quemado vivo en un tranque “genial” de Masaya, con la complacencia de los fariseos, la incuria de alguna Curia y la prevaricadora CIDH.

Valen más las vidas de 22 policías y tantos ciudadanos asesinados atrozmente en 2018 por “los mansos defensores” de la “democracia” a la Almagro. Valen más las vidas de los jóvenes manipulados por individuos llenos de odio y rencor.

Este escrito, por aclaración, no está dirigido a justificar o no la ocupación del inmueble, sino para comprobar una vez más la abominable doble moral de Almagro: rasgarse las vestiduras a nivel mundial por un bien material, y silenciar la sangrienta barbarie fascista que tanto respaldó, abusando del cargo, sin estar a la altura de su investidura ni de lo que se espera de un hombre verdadero.

Porque en el mundo, lamentablemente, no solo hay hombres y mujeres. Hay también remedos. Caricaturas. Esbozos fallidos. Enmascarados. Sombras. Ecos. Y muñecos.

Donald Trump y su triste emisario, Almagro, los infaltables Caifás, los sobrados Judas y los que ya nacieron con el maldito ADN de Caín, bien pudieron evitarle el Gólgota a Nicaragua en 2018. Mas no quisieron una salida pacífica. El Gobierno Constitucional mandó a sus delegaciones a la Policía. La encerró. Y ni un soldado del Ejército salió de los cuarteles.

¿Qué “dictadura” se atrevería a dejar el país en manos de supuestos “opositores” que cometieron perversidades no vistas en la historia de Nicaragua?

Hablamos del saldo literalmente rojo de aquel golpe. Eso no se puede atribuir a ciudadanos honestos. Esa obra fatídica fue hecha por otras manos. Eran criminales, delincuentes y asesinos cobijados por Almagro y la industria del falso testimonio como “marchas pacíficas”, “demostraciones cívicas”, “manifestantes que quieren la democracia”.

Ni Estados Unidos hubiera acuartelado a la Policía, el FBI, la Guardia Nacional ni el Ejército, y mandar a su casa a los oficiales del Pentágono y a la CIA, mientras los partidarios reeleccionistas de Donald Trump se tomaban el Capitolio.

A los sucesos del 6 de enero de 2021, que gracias a Dios no fueron deformados en un “informe” de la CIDH, la prensa norteamericana, el Partido Demócrata y del Partido Republicano, y los congresistas, lo denominaron “insurrección” y “golpe de Estado”, entre otros calificativos.

El presidente Joe Biden no ensalzó a aquellos “protestantes pacíficos” que dejaron al menos cinco policías muertos. En vez de llamarlos “defensores de la libertad”, los describió como “turbas”. Turbas que “atacaron la Democracia”.

Al respecto dijo: “Ellos buscaban subvertir la Constitución. Debemos estar absolutamente claros sobre lo que es la verdad y lo que es una mentira. Ésta es la verdad”.

Pero la verdad no solo es Made in USA. También está la verdad de los hechos en Nicaragua, lo que no quiere aceptar ni Biden que paradójicamente denunció las “narrativas falsas” que “han surgido sobre el asalto” al Congreso.

Contra esas narrativas falsas, Nicaragua alza las verdades. Y el presidente Biden debería recordar que las patrañas contra Nicaragua fueron generosamente financiadas por Trump.

Él y sus comprados querían en 2018 más que una vida clavada en una cruz en el horizonte, para “restaurar” la democracia en Nicaragua.

Bueno. Ahí quedaron esas cruces evitables. De esos muertos, como siempre lo han hecho, sus ejecutores no quieren responsabilizarse. Costumbre vieja de cargar y recargar esas almas cortadas violentamente del siglo sobre otros.

Nunca tuvieron el coraje de asumir: “fue por nosotros”. “Sí, nosotros instigamos esa barbarie”.

No lo dirán. Menos el operador. Este que sobre su cabeza –como las de otros que tampoco admitirán “fue por nosotros”– cae y recae la sangre de tantos nicaragüenses. Sangre que clama desde la Tierra, como la de Abel.

Porque los expertos en la impostura se declaran “víctimas”. Y si existiera el Premio Nobel del Cinismo, los candidatos sobrarían.

Aquí, en la narrativa de Almagro, hasta Caín y sus cainitas “hablan” en nombre de Abel. De los Abeles de Nicaragua.

Y les da cuerda que no concuerdan con la Democracia, sino con otros intereses que desde 2018, con tal de conseguir su objetivo, están decididos a perpetrar: llevar a Nicaragua a ser un Estado en desgracia.

II

Luis Almagro arma, y arma porque no ama, una alharaca universal. Le han ocupado el piso de la OEA en Managua, y llora por “los archivos” que, dice, se llevó el Gobierno de Nicaragua.

Pero el edificio ahí está, intacto. Tal como lo dejaron. No salió de los ventanales de la ahora famosa sede, ni humo del cigarrillo de algún fumador melancólico. No hubo ni una sola triquitraca. Un solo disparo.

Nadie salió siquiera con un rasguño. O un raspón en la rodilla.

No se vio ninguna ambulancia llevando heridos al hospital ni muertos al cementerio. No hay un solo desaparecido.

Ninguna cruz que indicara que ahí fue tirado alguien.

Los familiares de los funcionarios de la OEA no tendrán que volar a Managua a la dolorosa tarea de buscarlos en las morgues, por ser “asesinados” por la “cruel dictadura”. No hay fosas comunes donde ir a identificar parte de sus restos para juntar sus cuerpos y darle cristiana sepultura.

Los seres queridos están completos. Vivos. Sanos. Y con su trabajo y sus sueldos.

No sucedió así con el trabajador de la alcaldía de Managua, Bismark Martínez.

Luis Almagro sabe bien que sus “paladines” tan “mansos” como los Carmelitas Descalzos, lo secuestraron.

Sabe que lo torturaron como en los campos de concentración nazi.

Sabe que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no tomó una sola declaración de lo que no convenía al guion trazado bajo la administración de Donald Trump.

Sabe que la familia de Bismark debió esperar más de un año para encontrar pedazos de su cadáver.

Sabe que en Jinotepe, como en Masaya, como en las inmediaciones de la UPOLI en Managua, como en tantas otras ciudades, estuvieron los asesinos mandando, con la bendición mundana de las corbatas y los cuellos clericales.

Cuellos hasta el cuello de lo que pasó en 2018 que con prepotencia le gritaban a los pobres conductores de los furgones centroamericanos, retenidos violentamente en Jinotepe durante tres meses: “¡A la Patria se respeta!”.

Y estos obreros del volante que nada tenía que ver con el golpe no solo urdido, sino ungido, solo IMPLORABAN la intermediación episcopal a fin de poder retornar a sus países de origen, porque eran diabéticos, tenían algunas dolencias, los medicamentos se les agotaban, y la zozobra y la angustia aceleraban sus padecimientos.

No hubo piedad. Nada del Amor al Prójimo que tanto exhortan en los púlpitos. Porque los púlpitos eran Tranques. Tranques de Exterminio.

Los “tranques” eran la “patria”.

Ciertamente, el diablo andaba a sus anchas, sobre todo en Carazo, León, Masaya y la UPOLI.

Esto lo sabe Almagro.

Sabe que Bismark fue desmembrado.

Sabe que lo hacían sufrir con simulaciones de matarlo con las AK montadas sobre su humanidad por los “estudiantes indefensos”.

Sabe que su muerte fue horrenda: quizás peor que las ejecutadas por la dictadura “cívico”-militar en las cárceles uruguayas.

Pero el ruidoso de Almagro estira sus mentiras hasta donde le da la miseria humana para hacer una telenovela del edificio que el mismo Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional seguramente lo devolverá a una adecentada OEA. Y quizás hasta ubicado en un mejor lugar.

Pero, ¿y la vida de Bismark Martínez?

¿Cómo se lo devolverán a sus hijos y sus nietos los integrantes de aquel simulacro bien pagado conocido como CIDH?

No escribieron una línea sobre los ultrajes sufridos, torturas y asesinato, a manos de los que todavía llaman “las protestas”, “manifestaciones”, “estudiantes”, “demostraciones cívicas”, “marchas pacíficas”, etc.

III

En tanto, sin ningún viso de ética, esa que reclama ahora Almagro, la OEA-CIDH calificó de “represión” defender el orden constitucional. Y exageró y mintió. Distorsionó los sucesos para presentar como ángeles y querubines a los victimarios. Y solo “vio” lo que le interesaba en base a fuentes nada confiables pero sí comprables.

Inflaron el matrero mamotreto.

Almagro para sus diatribas utiliza el envenenado “informe” de la CIDH que tomó como “materia prima” a las oenegés que no tuvieron empacho en meter como “muertos por la represión gubernamental” hasta ancianos y personas que perdieron la vida por causas naturales. Muertos, incluso por los mismos terroristas, como el guatemalteco que murió aplastado cuando derribaron violentamente un monumento en las cercanías de Metrocentro.

Como puntualizó la Policía Nacional, de los 253 muertos presentados “en el contexto de las protestas” como manipularon los negocios de DDHH y la extrema derecha, muchos fueron víctimas de la delincuencia común, fallecidos en accidentes de tránsito y muertes homicidas, entre otras causas ajenas a las “pacíficas manifestaciones”.

Sobre la cabeza de Almagro va ese “informe” ficticio de su CIDH.

Al referirse a Bismark Martínez solo hablan de su “presunta desaparición”. Y a la denuncia de su hija que en esos días de junio buscaba afanosamente a su papá, al relatar lo que vio en el tranque de exterminio de San José, en Jinotepe, la CIDH lo pone en duda: entrecomilla el testimonio de la joven. Redactan que en ese lugar miró un “grupo armado”.

Y no da crédito a lo palpable, cuando la muchacha acusa directamente a ese grupo. En vez de transcribir sus declaraciones, reportan que “presuntamente (acusa a los) del tranque de San José, Jinotepe, como los responsables de la desaparición de su padre”.

Incluso, no da veracidad al plagio, al redactar el “alegado secuestro” y “presuntas torturas” de Bismark.

En el colmo del descaro de la complicidad con los “manifestantes cívicos” que asesinaron brutalmente a Bismark, la CIDH culpa al Gobierno Sandinista: “las autoridades habrían demorado en dar con la aparición de su padre, sin contar con una respuesta efectiva a la fecha”.

“La Comisión solicita al Estado de Nicaragua que: a) Adopte las medidas necesarias para proteger los derechos a la vida e integridad personal del señor Bismarck de Jesus Martinez Sanchez y, en particular, para determinar su paradero o destino; y b) Informe sobre las acciones adoptadas a fin de investigar los presuntos hechos que dieron lugar a la adopción de la presente medida cautelar”.

(6 de septiembre de 2018, aprobado por: Margarette May Macaulay, Presidenta; Esmeralda Arosemena de Troitiño, Primera Vicepresidenta; Francisco José Eguiguren Praeli, Joel Hernández García; Antonia Urrejola, miembros de la CIDH. Paulo Abrão Secretario Ejecutivo).

Tal es Almagro y Cía. Él, que mantuvo un silencio sepulcral, literalmente hablando, de lo que realmente pasó en Nicaragua. Archivó la verdad y divulgó la falacia. Y las bocinas compradas se unieron a su coro.

Y todos sonaron a precio de sangre.

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