¿NACIONALIZAR LA MINERIA?

Edelberto Matus.

La guerra en Ucrania, según buena parte de los especialistas en el tema, marca el principio del fin de la “tercera globalización”, iniciada tras la caída de la Unión Soviética y el Sistema socialista europeo, que acabó con el mundo bipolar nacido poco después del fin de la II G.M.

Este conflicto acrisola una serie de procesos políticos y económicos coincidentes en el tiempo que tienen que ver, por un lado, con la caducidad del modelo capitalista, su incapacidad de crear y administrar bienestar más allá del que goza un once por ciento de la población mundial en contra de un ochenta y nueve por ciento, relegado y pobre y por otro lado, por la feroz puja de otros poderosos competidores que retan -en todos los ámbitos- al hegemón (EE UU) que se resiste ante la certeza de un mundo multipolar.

La historia esta dando otro giro de tuerca tan necesario como inevitable y ya empiezan a mostrarse elementos de un nuevo Orden global:

Disidencias y realineamiento internacional, enfrentamiento de bloques (económicos y geográficos), el nacimiento de un nuevo “orden” financiero, donde la “dictadura del dólar” se tambalea y otras divisas (el rublo y el yuan, principalmente) desempolvan el olvidado pacto de Bretton Woods (vuelta al patrón oro) en busca de mayor justicia en las relaciones económicas internacionales.

El “papel verde” de la privatizada Reserva Federal ya*qui y sus subsidiarios (euro, libra esterlina, yen, etc.), se enfrentan hoy a un destino manifiesto cuya mayor repercusión será la ruina de las hasta hoy mayores economías capitalistas del planeta, que no podrán hacer ya uso de la “maquinita” de impresión para administrar la crisis general del sistema. Deudas impagables de países que gastan más de los que producen y que hasta hoy consumen y depredan la mayor parte de la producción mundial y los Recursos Naturales del planeta, pagándolos con una moneda (dinero fiat) que en realidad no vale nada, cuyo valor se ha basado en la imposición, la amenaza y una confianza colectiva ciega en el sistema, pero que por fin empieza resquebrajarse.

Este valiente y necesario paso político- financiero dado por el gobierno de Rusia y secundado por China e India (un mercado de casi tres mil millones de compradores por si solos y que ya comercian entre sí, usando el rublo-oro y sus propias divisas respaldadas), está generando expectativas positivas entre la mayoría de los países del mundo que sufren los desbalances económicos e iniquidades sociales causados por la imposición del petrodólar y una economía especulativa.

Rusia se adelantó a los acontecimientos y ante el robo sufrido por Venezuela a manos del gobierno británico y “la retención” por la FED de las reservas auríferas internacionales de Alemania, repatrió todo su oro del extranjero, compró cuanto oro barato encontró en el mercado y guardó su propia producción del mineral. Hoy, casi doce mil toneladas de oro en lingotes respaldan su apuesta financiera por un rublo fortalecido y no para de resguardar en sus bodegas las casi ochocientas toneladas de su producción aurífera anual.

La causa principal de las guerras contemporáneas es la reticencia de los países ricos a perder sus grandes privilegios y posiciones de poder, incluso las sanciones y otras medidas punitivas que el capitalismo global impone a diestra y siniestra son parte de su desesperación ante un cambio de modelo económico y seguramente político. Pero las guerras no detienen los procesos ya iniciados y las sanciones (por muy duras que sean) resultan ineficaces y al final, se vuelven como bumerang contra la economía de sus propios creadores.

El mundo está sufriendo un cambio revolucionario desde el punto de vista económico (no ideológico) que de gestionarse bien por los involucrados, pondrá las cosas más en orden:
El que tiene Recursos Naturales suficientes, el que produce bienes y mercancías será el que tenga bienestar duradero y no el que tenga una impresora de papeles y la fuerza militar.

Para nuestro país y todos los nicaragüenses también se abre la posibilidad de participar en ese nuevo Orden mundial como protagonistas y no como víctimas del sistema impuesto hasta ahora por el Imper*alismo ya*qui.

En Nicaragua, la infraestructura productiva y social creada con vigor y visión por el gobierno del Comandante Daniel Ortega, deberá de servirnos para acercarnos a lo más importante: Dejar el esquema extractivista principalmente en manos foráneas de nuestros vastos Recursos Naturales (renovables y no renovables), potenciar la producción y exportación de bienes terminados, al mismo tiempo que utilizar la educación, la ciencia y las nuevas tecnologías para modernizar nuestros procesos productivos y desarrollar nuestros recursos humanos. Todo en beneficio del desarrollo inclusivo de nuestra sociedad y nuestra patria.

A través del Decreto 137 del dos de noviembre de 1979, la recién triunfante Revolución Popular Sandinista cumplía con uno de los principales puntos contenidos en el Programa Histórico del FSLN:
La nacionalización del sector minero, pero ya en junio de 1991, el gobierno neoliberal de Violeta Barrios de Chamorro (mediante la Ley 387) tomó el camino inverso, desnacionalizando el sector y entregándoselo en concesión otra vez a empresas mineras extranjeras y locales privadas.

Nuestro país, gracias al esfuerzo de los trabajadores y el éxito de los programas y planes de desarrollo implementados durante todos estos años por nuestro gobierno sandinista, goza de soberanía alimentaria y nuestros excedentes de producción (que están muy lejos de alcanzar sus límites) nos permiten ser importantes exportadores regionales y (con mayor inversión) quizá extra-regionales; la Naturaleza nos ha bendecido con reservas inmensas de agua dulce, bosques, tierras fértiles, acceso a dos océanos y además… Nuestro subsuelo que guarda enormes reservas de oro (las más grandes de Centroamérica, que nos sitúan entre los primeros cuarenta de una larga lista de exportadores internacionales) y otros metales, hoy tan necesarios para la economía mundial donde imperan las nuevas tecnologías.

La exportación de productos alimenticios y una moneda respaldada, serán los pilares de una economía criolla fuerte, competitiva y efectiva.

Pero el oro y sus ganancias se los llevan otros. A nuestro país solamente le quedan los tributos de ley, míseras “regalías”, trabajo riesgoso mal pagado y por supuesto, las estadísticas.

Nicaragua viene creciendo impetuosamente en la extracción de minerales tales como el oro y la plata (la minería ya en el 2021 se convirtió en el principal rubro de exportación del país) que como estamos viendo son los bienes que están en el centro de los cambios profundos del sistema económico global. Tener, por ejemplo, oro (tanto como riqueza natural y como reserva financiera) nos pone inmediatamente en la “jugada” internacional y proporciona una especie de “by-pass”, de atajo para nuestro desarrollo socioeconómico.

Solamente el año pasado, según estadísticas del Banco Central de Nicaragua (BCN), las empresas concesionarias extranjeras (que en la práctica actúan como dueños del recurso) extrajeron del subsuelo patrio 348,530 onzas troy (cerca de once toneladas de oro ya procesado) y esto sin incluir la pequeña minería, la artesanal y la ilegal. Esta enorme cifra del precioso metal se tradujo en 750 millones de dólares en exportaciones en el mismo periodo, lo que representó el veinte por ciento de las exportaciones totales del país.

Si queremos al igual que Rusia (y como lo están haciendo casi todos los países del mundo), acumular reservas de oro en lingotes para participar dinámica y efectivamente en ese nuevo Orden mundial que se vislumbra, y de paso reforzar nuestra seguridad nacional ante la posibilidad de que los que les gusta imponer “sanciones” se les ocurra desestabilizar a gusto y antojo a nuestra economía (En diciembre del año pasado, las reservas internacionales brutas -uno de los instrumentos principales que posibilitan la regulación de la moneda y la oferta monetaria- del BCN, ascendían a $4,046.6 millones de dólares. ¡Dólares! Es decir la divisa controlada por nuestro principal adversario político), pues deberíamos de NACIONALIZAR de nuevo nuestros recursos minerales, gestionarlos y administrarlos como ESTADO, utilizando nuestras leyes en favor del pueblo nicaragüense.

Por ahí debemos empezar, aunque realmente para construir el país que queremos, debemos de renunciar totalmente a los rescoldos del esquema neoliberal que aún se esconden en nuestra economía. Estamos claros que la empresa privada puede y debe de participar en la creación de riqueza nacional, siempre respetando el sistema de economía mixta y participativa que lleva adelante nuestro gobierno, pero el Estado debe de controlar los Recursos Naturales, más aún, gestionarlos y administrarlos directamente, como ya lo hacen –incluso- muchos países no-socialistas del mundo.

Los grandes proyectos disruptivos como un canal interoceánico o la irrigación con alta tecnología de nuestros campos a nivel nacional (que debe de ser parte de una moderna Reforma Agraria) no son posible desde un esquema de administración mayoritariamente privado.

Debemos aprovechar las oportunidades que la dinámica internacional nos ofrece siempre haciendo valer el principio de no-alineamiento, colaboración justa y paz, para lo cual es fundamental el posicionamiento estratégico que parte de nuestra propia política económica interna.

La NACIONALIZACIÓN (o “re-nacionalización”) del sector minero de Nicaragua es imperante, como también ha sido la “re-nacionalización” del componente de distribución comercial de la industria eléctrica que sólo beneficios nos ha traído o a nivel internacional, la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales plenas con la república de China que nos garantiza (en un futuro quizá inmediato) la diversificación de nuestros mercados.

Tenemos los Recursos Naturales, un buen gobierno y un pueblo trabajador. Lo que falta para empezar no es fácil hacerlo, pero es necesario e imperativo:

Devolver al pueblo y al Estado de Nicaragua el dominio jurídico y administrativo de esos recursos.

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