Sobrevivió a la masacre en Los Sabogales

Sobrevivió a la masacre en Los Sabogales
  • El niño mimado “correo” de Camilo Ortega Saavedra.
  • De las montañas de Kuskawás a la insurrección de Masaya.
  • Testigo de persecución, torturas, muerte y violaciones bajo la dictadura somocista.

David Gutiérrez López

Era domingo ese 26 de febrero de 1978, pasadas las diez de la mañana, hace 44 años. En la Masaya insurreccionada se presentía un ambiente de tensión, terror y muerte.

La insurrección de Monimbó estalló el 19 de febrero de manera espontánea, cuando los indignados monimboseños se rebelaron contra la Guardia Nacional (G.N) por haber reprimido con bombas lacrimógenas y golpes de culata a mujeres y niños. La guardia somocista emprendió una brutal embestida militar ejecutando la “operación limpieza” casa por casa, en busca de jóvenes insurrectos.

“Carlitos” de once años avistó varias patrullas de guardias somocistas de la temible Brigada Especial Contra Actos Terroristas (BECAT), sobre la entonces carretera que circunda Masaya hacia Los Sabogales, donde, en una sencilla casa de madera se encontraban el comandante sandinista Camilo Ortega Saavedra, Arnoldo Quant Ponce y Moisés Rivera, junto a dos mujeres campesinas y diez niños.

¡Viene la guardia! anunció angustiado el cipote que se encontraba sin camisa, Camilo se asomó a la puerta, observó el movimiento de los Guardias que minutos antes habían sido atacados cerca del lugar por un grupo de muchachos con una andanada de bombas de contacto, entró y cerró la puerta. Carlitos visiblemente nervioso aferrado a la pierna del jefe guerrillero le dijo que huyeran, momento en que los gendarmes ya estaban golpeando y quebrando con golpes de culatas de sus fusiles las tablas de la casita.

¡Salgan hijos de puta! Gritaba un guardia, Camilo desde adentro respondió en tono conciliador que respetaran, que allí se encontraban niños y mujeres. “Yo soy estudiante”, respeten los derechos humanos, les insistió, narra en su testimonio Víctor Hugo Granados Martínez, quién desde el año 1976, en Granada, siendo un niño de 9 años se convirtió en correo del Apóstol de la Unidad Sandinista.

Durante esos momentos de terror en Los Sabogales, el niño correo volvió a ver los rostros de Arnoldo y Moisés, callados, pálidos y sudorosos. En la casa solo había dos granadas de fragmentación y una pistola 45. Unas armas que se habían escondido debajo de una cama (tijera construida de madera, forrada con lona o sacos de nylon) además de un radio de comunicación, entre ellas un bastón chino (lanzacohetes) se las habían llevado a otro sitio.

La última orden de Camilo a “Carlitos” su fiel y eficiente correo fue salir por la puerta del patio y correr, lo mismo les dijo a las mujeres campesinas Natividad Martínez “Conchita” (madre de Víctor y otros cinco chavalos) y a su tía Ana Julia Picado,” madre de otros cuatro niños.

Carlitos aterrorizado como el resto de sus hermanitos y primos siendo el mayor de todos recuerda que corrió a través de unos chagüites, cuando fue visto por dos guardias quienes le comenzaron a disparar, logrando esconderse entre unas matas de monte, “Yo corría y lloraba, cuando en eso escuché una explosión y pensé, hay diosito ojalá que les tiren las granadas y se salven.” Casi al instante otra explosión y la disparadera de balas de fusiles Garand, M-16 y galiles.

Al amanecer de ese fatídico 26 de febrero, como a las cinco de la mañana, se habían reunido en Los Sabogales Hilario Sánchez e Iván Castellón con Camilo, quién llegó de madrugada, pues no dormía en ese lugar; concluyeron la plática, Hilario e Iván se fueron a pie acompañados de “Carlitos” hasta el empalme de Las Flores, a eso de las siete y media de la mañana. Cuando el niño regresó fue a halar agua en un carretón para lavar, cocinar y bañarse.

Corriendo salvó su vida

El niño continuó corriendo sin camisa, la que se había quitado para bañarse. Al llegar al Cerro Pacaya, encontró entre alegría y tristeza a su mamá, tía, hermanitos y primos, todos a salvo. Notaron que faltaba una pequeñita, Rosa Emilia. Víctor corrió a buscarla y la encontró llorando, perdida en el monte, la cargó y la llevó a reunirse con el resto de familiares. Se escuchaba el sobrevolar de helicópteros y unos aviones de la Guardia de Somoza.

El ahora “Carlitos”, de 55 años relata que Camilo fue capturado herido y luego asesinado junto a los dos compañeros que resistieron, prácticamente sin armas, dando tiempo para que escaparan las mujeres y niños.

El pastor cristiano que resultó ser un “diablo”

En Pacaya, una señora los encontró, ellos dijeron que andaban buscando leña en el monte, pero temían regresar porque había una gran balacera en Masaya. Les dieron de comer nacatamales, café y pan. Luego un pastor evangélico les ofreció refugio en su iglesia. “Pero resultó ser más diablo que pastor”, porque en la noche el predicador intentó aprovecharse de las mujeres, lo que obligó a los refugiados a marcharse del lugar como a las dos de la madrugada.

Carlitos, de carácter fuerte discutía con su mamá que tomaran rumbo al empalme Las Flores y luego sobre el camino de los rieles del tren, llegar a Granada, mientras su mamá decía que bordearan la laguna de Apoyo para salir al empalme El Guanacaste para llegar a la Gran Sultana, donde buscarían contactos con colaboradores, que él perfectamente conocía por ser correo.

De haber escuchado la propuesta del chavalito, seguramente los habrían asesinado, porque luego se enteraron que varias patrullas los esperaban en el empalme Las Flores. La sensatez materna tenía la razón.

Los rostros de los combatientes degollados

Víctor nunca ha podido olvidar aquellas imágenes de los tres cadáveres que vio publicadas en La Prensa, con signos de haber sido degollados que observó con sus desmesurados ojos, identificando con mucho dolor a quién había sido como su padre, Camilo y él su “mimado”.

En Granada junto a su mamá y el resto de la familia numerosa buscaron contacto con el doctor Trinidad García, Mariana y Manuel García y Roger Vargas García, un zapatero de nombre Luis, Thelma, enfermera y el dirigente sindical, Isabel Galeano, quienes les dieron protección, abrigo, ropa y comida.

A los quince días después de los sucesos de Lo Sabogales, llegó a Granada a buscarlo el comandante Hilario Sánchez conocido como “camión”. Se reunieron en el cuarto de una casa ubicada cerca del lago Cocibolca. “Yo me sentía desmoralizado, golpeado y le dije a camión que ya no seguiría que estaba dispuesto con mi mamá a irnos para Costa Rica, porque aquí estábamos como acorralados por la guardia”, recuerda Víctor.

Con paciencia “camión” le explicó los riesgos de la lucha, a no perder la fe en la lucha y en la victoria. Fue en ese momento que ambos se levantaron y el hombre rudo y fuerte se abrazó con el niño llorando, sellando así el pacto sandinista de continuar juntos en la batalla por la liberación.

Se convirtió en el correo de Hilario Sánchez, “Camión”, el combatiente de Subtiava, uno de los 13 guerrilleros que tomaron por asalto la casa de Chema Castillo, para liberar a 13 prisioneros políticos sandinistas en diciembre de 1974, quién fuera uno de los dirigentes de la insurrección en Masaya, hasta alcanzar la victoria el 19 de julio de 1979.

Carlitos que todo el tiempo estuvo al lado de “camión”, afirma que combatió en la insurrección con una subametralladora plegable alemana.

Del horror de Cerro Grande de Kuskawás a Granada y Masaya

Víctor Hugo, nació el 15 de abril de 1967, en Kuskawás, se convirtió en colaborador de la guerrilla siguiendo los pasos de su abuelo Máximo a quien llamaban “Chimino”, curandero, organizador y constructor de la Iglesia católica de San Antonio de Kuskawás; de su papá Matías Granados, (muerto en combate contra una patrulla de la G.N) de su mamá Natividad Martínez, hermanos y toda la familia Granados Martínez y los de Facundo Picado, su tío.

Conoció a legendarios guerrilleros, Carlos Agüero, Francisco Rivera “El Zorro”, Víctor Tirado López “El Canoso”, José Valdivia, “Silvestre”, Serafín García, “Héctor”, René Tejada Peralta, “Tello”, Mario Torres “Matillón”, Filemón Rivera, “Macario”, Jacinto Hernández (suplente de la Dirección Nacional del FSLN) y al dirigente universitario, Edgar “La Gata Munguía, “Ventura”, quien le dejó un recuerdo accidental de un machetazo en la pierna derecha mientras limpiaban un terreno en la montaña para acampar.

En los años 70 su familia, dedicados a la ganadería, abastecía de alimentos y medicinas a los guerrilleros, pero eran asediados y vigilados por los jueces de mesta, (informantes civiles de la Guardia Nacional G.N).

Entre 1973 y 1979 los guardias de Somoza asesinaron a familias enteras, los subían a helicópteros y desaparecían para siempre. En ese tiempo para salir de Kuskawás a Matagalpa a pie, en caballos o mulas tardaban ocho días, no había caminos, energía eléctrica, ni agua potable, menos médicos.

Vivieron el terror y el horror con las torturas de la dictadura de Somoza, él de 7 años y su familia estuvieron presos al menos dos meses dentro de la Iglesia de San Antonio de Kuskawás, amarrados y torturados. Siempre preguntaban por Bernardino Díaz Ochoa, recuerda Víctor. En agosto de 1974 la guardia les quemó su rancho y tuvieron que trasponer su ganado a otra finca, en tanto escapaban de la muerte.

En mayo de 1976 llegaron a Granada, las dos madres viudas y los 10 chavalos. Vivieron en varias casas dándoles cobertura a donde llegaba Camilo Ortega y otros compañeros. En noviembre 8 de 1976, Camilo lloró la muerte del comandante Carlos Fonseca Amador, en su homenaje le cambió a su correo el seudónimo de “Antonio” por “Carlitos” quien aprendió a leer con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

2 Comments

  1. Esas historias son lo que nos hacen seguir teniendo conciencia y defender está revolución, este gobierno,al partido y sobre todo creer en nuestro máximo líder el comandante Daniel Saavedra.

  2. Victor Granados, en Cuba le decíamos Vitico, excelente amigo, jodedor y sobre todo, un gran revolucionario, súper sandinista.

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