¿TAIWAN O RPCH, DILEMA O NECESIDAD HISTÓRICA?

Edelberto Matus.

Pareciera que durante estos treinta años transcurridos desde el abrupto rompimiento, por motivaciones políticas e ideológicas (pero sobre todo por imposición de los yanquis), de los lazos diplomáticos con la República Popular China (RPCH), apenas al arribar al poder el nefasto e inútil gobierno neoliberal de Violeta Barrios, el Estado de Nicaragua se ha sentido a gusto con los resultados concretos de las relaciones diplomáticas e intercambio económico con la Republica de Taiwán.

En el noventa nuestro país acató la orden de sumarse al conjunto de pequeños Estados en la periferia del mundo capitalista que reconocían a esta pequeña nación insular en su lucha por obtener una butaca en la Asamblea General de la ONU. No obstante, ya la RPCH era (y es, hasta hoy en día) por derecho propio la única representante legítima de los pueblos que habitan esa enorme nación continental a despecho de los taiwaneses que siguen estando en un limbo legal a nivel internacional, aún con el poderoso respaldo de los Estados Unidos, su principal aliado.

Debemos de reconocer que durante los dieciséis años de los tres gobiernos neoliberales consecutivos, el apoyo de Taiwán a Nicaragua básicamente repitió el esquema utilizado por su diplomacia en otros países socios del área:
Mucho dinero entregado a las élites del poder y que estas utilizaron a discreción y en varios casos, para el lucro personal. Sin embargo, en nuestro país a diferencia de lo sucedido posteriormente en esas repúblicas vecinas (como Costa Rica, Guatemala y El Salvador), esta “colaboración directa” no fue cuestionada, ni sancionada por nadie.

El gobierno del comandante Ortega, por valoraciones de continuidad diplomática y respeto a la República de Taiwan, decidió mantener las relaciones diplomáticas con esa nación (manteniendo siempre con la RPCH relaciones políticas fraternas a nivel de partido, y económicas a través de las empresas del sector privado), pero enrumbándolas por el camino de la cordialidad y el beneficio mutuo entre los Estados y pueblos, excluyendo cualquier posibilidad de uso incorrecto de la colaboración no-reembolsable del Estado taiwanés para con Nicaragua.

Sería ideal que nuestro país pudiera tener relaciones diplomáticas plenas con ambos Estados y seguir desarrollando lazos de paz, amistad y beneficio entre todos nuestros pueblos. Sin embargo, en las condiciones internacionales actuales y principalmente debido a disposiciones de la Constitución de la RPCH, es imposible mantener tales relaciones con ambos Estados al mismo tiempo. Es con uno o con el otro, nada más.

El mundo actual sufre la tiranía del Capitalismo global y especialmente la locura (convertida en política de Estado) del Imperialismo yanqui que está empeñado, en los estertores de su dominio unipolar, en continuar con el sojuzgamiento económico, militar, tecnológico y político que ha ejercido globalmente durante más de un siglo.

La existencia misma de la humanidad está en peligro de no haber un giro de 180 grados en la “política” de depredación y usufructo a los Recursos Naturales, la explotación laboral de los habitantes del planeta y en la apropiación egoísta y eminentemente lucrativa de los avances tecnológicos de la ciencia y la tecnología.

Esto ha motivado -junto a otras razones más profundas de carácter histórico y político- el surgimiento de voces disidentes, pero sobre todo, de poderosos competidores que pujan por verdaderamente democratizar el desarrollo, el progreso inclusivo en todos los ámbitos de la sociedad humana y conseguir un mundo menos polarizado, colaborativo, más seguro y pacífico. Y la República Popular de China hoy es la voz más alta y el competidor más poderoso y con posibilidades de liderar el nuevo rumbo del desarrollo humano.

Como dice un amigo, la RPCH también orienta su desempeño a sus propios objetivos nacionales de desarrollo, pues “no es la madre Teresa de Calcuta”, pero de igual manera es cierto que desde mediados de los años setenta del siglo pasado, China y su Partido Comunista han mostrado al mundo que buscan cumplir con esos objetivos, respetando el Derecho Internacional, no repitiendo los errores del capitalismo salvaje y el Imperialismo yanqui y buscando el beneficio de todos sus socios (la famosa relación “ganar-ganar”) y un desarrollo económico menos dañino para el planeta y la humanidad.

Nicaragua está bajo el ataque yanqui y los seguirá estando. Aún después que ganemos las elecciones de noviembre próximo, no cejará en el empeño hasta ver derrotado al Sandinismo y asegurarse que nuestro país vuelva a estar bajo un gobierno de la élite oligárquica tradicional con un proyecto de gobierno neoliberal y una ideología que excluya la visión y sentir de la clase trabajadora. Las “sanciones” económicas, diplomáticas y de cualquier tipo seguirán en aumento hasta – según ellos- robarnos espacio de acción, ahogarnos y que tal vez nos pongamos de rodillas ante su poder.

Las naciones del mundo están en búsqueda de socios que compartan su visión del mundo, que respeten su soberanía y que ayuden a enfrentar con más propiedad al animal grande y desenfrenado y cada vez más peligroso en que se han convertido los yanquis.

La RPCH hoy es el mercado y socio de decenas de países (aun del llamado “primer mundo” y de la periferia del Sistema), que no sólo se va convirtiendo en su mayor destino de sus exportaciones e importaciones, sino que se va constituyendo en la más beneficiosa alternativa para apalancar su propio desarrollo y transitar hacia las posibilidades que ofrece la llamada IV revolución industrial, sin entregarse a la voracidad de las corporaciones yanquis que se llevan los beneficios y a su paso dejan atraso y pobreza.

Si a nivel de la infraestructura, la producción y el comercio internacional la RPCH va haciendo realidad su ya famosa “Ruta de la Seda” (a la cual más y más países se van sumando a esta revolucionaria forma de hacer negocios) y que por primera vez, fuera del control gringo, va también dinamizando la economía mundial, la circulación de bienes y servicios y dando más poder a sus creadores, a nivel tecnológico este súper-Estado se va consolidando también como potencia global, retando a las corporaciones gringas y europeas en el campo donde se decidirá finalmente el destino de la humanidad:

Las nuevas tecnologías de la comunicación e informática que garantizan el dominio del comercio mundial para lo cual han creado la “Ruta de la Seda Digital”, que ya inquieta a los gigantes tecnológicos y a las potencias económicas y militares del mundo.

Su sistema global de satélites (BeiDou, el GPS chino), las aplicaciones, plataformas, hardware y software de gran calidad y accesibilidad, sus redes celulares 5 G, red mundial de cables submarinos, sus autopistas virtuales de la información, etc., van uniendo a países desde África a Europa y desde Asia a América y a la vez van dando empoderamiento, potencia y recursos al Estado y a las compañías chinas. La calidad tecnológica, los bajos costos de producción y los acuerdos favorables van doblegando a los competidores occidentales y con ello, el poder político, económico y militar de la RPCH va en aumento, tan proporcionalmente como va en declive el monolito del poder global yanqui…

Esta es la realidad ante la cual los países chicos, medianos e inclusive grandes (geográfica o/y económicamente hablando) van abandonando el mandato gringo de apoyar a Taiwán que al final solamente está en posibilidades de apoyar a sus socios mediante financiamiento limitado y tecnologías agroindustriales.

El peso específico en el campo diplomático de la RPCH se ha ampliado en las últimas décadas a la par de su consolidación como segunda potencia económica global. Más allá de su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, su liderazgo en la Asamblea General, en otros órganos principales y agencias especializadas de esa y otras organizaciones multilaterales es palpable, al igual que su liderazgo en la firma y sostenimiento de importantísimas Conferencias, Tratados internacionales y en el diario acontecer de la política y diplomacia internacional.

No menos importante (desde el punto de vista de defensa y sobre todo, disuasorio) es el cada día más apabullante poder militar de la República Popular China que engloba la construcción de una flota de guerra moderna y competitiva, muy pronto de alcance mundial; el mayor ejército terrestre del mundo, sus modernas y numerosas fuerzas aeroespaciales, su triada estratégica nuclear de disuasión y su industria militar pujante y altamente innovadora y antes de todos estos elementos esenciales:

La alta disposición y patriotismo de cada uno de sus soldados y mandos. Este componente militar del Estado chino, complemente la pujanza económica, industrial, financiera y tecnológica de un país que no propugna por la fuerza y que prioriza en sus relaciones internacionales la observancia de la paz y la colaboración.

Tal vez se acerca la hora que nuestro gobierno y partido sandinista tomen difíciles, pero necesarias decisiones para la sobrevivencia de nuestro proyecto revolucionario. Nunca será error o traición velar por los intereses del pueblo trabajador de una verdadera revolución sociopolítica que necesita profundizarse para no diluirse en las promesas de desarrollo y democracia del mundo capitalista, ni correr el factible riesgo de enfrentar en solitario la embestida del enemigo.

Tal vez va siendo el momento de agradecerle profundamente el gobierno y pueblo de Taiwán su apoyo en estos duros años de lucha por el bienestar de nuestro pueblo y seguramente también ellos comprenderán este tránsito histórico, como cuando sus líderes, al inicio de existencia como Estado independiente de China, decidieran aliarse con las potencias europeas de entonces y principalmente de los Estados Unidos, tan necesario para un cambio de paradigma y avanzar en el desarrollo social de nuestros pueblos.

Tal vez va llegando el momento de restablecer las relaciones diplomáticas, políticas y comerciales plenas con la República Popular de China.

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