Fabrizio Casari (*)
La moción aprobada por la OEA, que básicamente acusa a Nicaragua de una utilización política de la justicia, es una obra maestra de la hipocresía. No sólo porque no toma la más mínima nota de la realidad de los hechos e impone una lectura totalmente politizada de los acontecimientos, sino también porque exige a Nicaragua lo que no pide a ningún otro país. La falta de interés en la investigación judicial que está sacudiendo a Costa Rica, cuya clase dirigente se cuenta entre las más estúpidas y corruptas del mundo, parece cuando menos curiosa. En Costa Rica, al igual que en Nicaragua, se está investigando para interceptar una operación criminal de corrupción y lavado de dinero que involucra a la política y al sistema financiero. Exactamente lo que está ocurriendo en Nicaragua, salvo que Managua es el objetivo mientras con San José se sigue con los ojos vendados.
Singular, pues, que en una fase de grandes convulsiones en todo el continente y con al menos una emergencia humanitaria, como en Colombia, una emergencia sanitaria, como en Brasil, la OEA encuentre la forma y el momento de reunirse para hablar de Nicaragua. Curioso, ¿no? De hecho, la represión permanente que desde meses tiñe de sangre y dolor las calles de Colombia puede ser un problema visto desde Cali o Bogotá, pero desde luego no desde las oficinas de la OEA en Washington. ¿Elecciones? El dudoso escrutinio de las urnas y la dura represión que siguió al asalto al Capitolio no habían suscitado la más mínima alarma en la OEA, quizá porque el estado de “excepcionalidad” en Estados Unidos implica una lectura con lentes selectivas, buenas para el exterior pero no para el interior. Ni siquiera la feroz represión de hace unos meses en Costa Rica mereció la atención de la institución. Menos aún, por supuesto, el intento de golpe de Estado en Perú, en el que incluso la OEA participa activamente a través de su vergonzoso secretario general Almagro, líder de la banda de traidores que han hecho carrera en las filas de la izquierda pero se han enriquecido en las de la derecha.
Una institución ridícula
Desde su fundación la OEA ha demostrado ser una institución carente de toda credibilidad, empeñandose en apoyar el sistema de control de Estados Unidos sobre el continente. En esa condición ha protagonizado, a lo largo de las décadas, posturas vergonzosas, apoyando todas las agresión militar estadounidense – directa o indirecta – contra el conjunto de América Latina, comprometiéndose incluso a darle una especie de aval político-jurídico continental. En definitiva, más que un organismo continental multilateral, la OEA ha sido y sigue siendo la oficina de prensa, el panel de defensa y el fondo político del dominio político-militar de Estados Unidos sobre toda América.
Pero fue con la llegada de Almagro cuando la OEA dio el salto definitivo de apoyo a la iniciativa estadounidense a agente directo; de tropa complementaria a protagonista principal de la desestabilización y de golpismo, que siempre han representado la auténtica cara de la presencia estadounidense en América Latina.
ndicativo del nuevo protagonismo de la administración Almagro, (un personaje impresentable, por lo tanto, el hombre adecuado en el lugar adecuado para Washington) fue la cruzada contra Venezuela, donde el ex exponente del Frente Amplio uruguayo dijo que no se podía descartar la opción de una intervención militar contra Caracas. La gestión del expediente venezolano en connivencia con Washington y la ultraderecha venezolana, asistida sobre el terreno por el narcoestado colombiano, ha coleccionado fracasos a un ritmo continuo, con algunas páginas de exposición al ridículo a escala planetaria. Lo más hilarante fue cuando intentaron un falso happening musical en las fronteras de la nación bolivariana pensando de penetrarla: imaginaron una especie de live-aid calcado de “USA for Africa”, pero resultó de menor alcance que un concierto de salsa en un bar de las afueras de Bogotá. O cuando intentaron invadir Venezuela con un grupo de mercenarios: fueron interceptados por pescadores y capturados por soldados de verdad. Se suponía que iban a matar a Maduro, pero los atraparon antes de que se movieran. Decepción de la OEA que tenía listo el comunicado en el que reconocía al nuevo presidente Guaidò.
Especialmente ilustrativo de este nuevo papel de intervención directa de la OEA fue el protagonismo absoluto en el golpe de Estado en Bolivia, que arrebató a Evo Morales la legítima victoria.
La reiterada petición de dimisión de Almagro por parte de Bolivia y México, apoyada también por Argentina, no ha encontrado hasta ahora terreno favorable, ni siquiera para la convocatoria del Consejo, pues Almagro sabe bien que si la cuestión se incluyera en el orden del día entraría en la reunión como secretario y saldría como ex secretario.
Almagro y Nicaragua
En el caso de Nicaragua, el papel de contrapeso político del GRUN se ha ido manifestando progresivamente, dictado por el marcador de Estados Unidos. Aunque en un principio, durante su visita al país en 2018, había medido directamente la campaña de mentiras del golpismo, polemizando con algunos de sus dirigentes (especialmente Carlos Fernando Chamorro, el decano del chismorreo) Almagro se ha posicionado posteriormente cómo rápidamente en la ficha que le ha asignado EEUU, es decir, la de apoyo al golpismo.
La identificación con el golpismo por parte de la OEA ha tenido diferentes pasos: el primero de ellos fue el reconocimiento de la interlocución política a través de reuniones con muchas fotos en abrazos emotivos del Secretario General de la OEA con los golpistas. La escoria fue en procesión a Washington para reunirse con funcionarios y ejecutivos a los que exigieron sanciones y castigos para su país, ya que fueron incapaces de cuestionar el nivel de consenso del gobierno entre la población. El hecho de que el Secretario General de la OEA se reúna con los golpistas no puede ser desestimado como un gesto de cortesía formal y no vinculante: en su papel, Almagro debería haber rechazado reunirse con los promotores de un golpe de Estado, ya que las instituciones y el gobierno de cada país son los membros, el interlocutor y el referente de la OEA, no la oposición a la misma, más aún si se trata de una oposiciòn golpista.
Pero esa imagen tenía un propósito preciso: indicar, precisamente, el reconocimiento político del golpe y, a la inversa, la negativa a apoyar al gobierno en su camino de reformas legislativas previstas precisamente para el plazo electoral y acordadas en sus aspectos técnicos con la propia OEA. Esa foto transformó a la OEA de un organismo multilateral, del que el gobierno nicaragüense es miembro, en un portavoz de las demandas del golpismo. Una traición a la lealtad interna del organismo y a su propio papel de garante del orden constitucional interno de cada país, tal y como se establece precisamente en el tratado constitutivo de la OEA. Más aún cuando la actuación del organismo está ligada a la defensa de la constitucionalidad de cada país.
En el transcurso de los meses la posición de Almagro se ha radicalizado, proponiendo repetidamente la discusión sobre Nicaragua en la OEA, incluso cuando no había ninguna razón para hacerlo. Las reuniones fueron un medio de presión sobre Managua, una amenaza latente de aplicar la Carta Democrática para la que aún no hay números.
Como muestra de la importancia del respeto a los derechos humanos y contra cualquier abuso de poder, la resolución contra Nicaragua aprobada por la OEA contó con los votos de Honduras, un narcoestado surgido del golpe de Estado de Micheletti contra el legítimo presidente Zelaya y donde el presidente y su hermano están siendo investigados por la misma DEA por narcotráfico. Colombia, cuyo presidente, Iván Duque, comparte una acusación de crímenes contra la humanidad con su mentor Álvaro Uribe, también votó a favor de la resolución. La misma acusación es la que hacen los juristas internacionales a Sebastián Piñera, el ahora abusivo presidente de un Chile que como lo confirma el abrumador resultado del Referéndum Constitucional y las elecciones administrativas de la semana pasada (que vieron la victoria de la izquierda en 13 administraciones de 15) ha redescubierto el placer de pasar la página en su libro de los horrores y retomar el camino de la libertad y el progreso interrumpido en 1973.
Completamente superfluo evaluar en términos de respeto a los derechos humanos y a la democracia el voto del Brasil de Jair Bolsonaro, que ha logrado en pocos años la poco edificante hazaña de establecer un paralelo internacional entre la vergüenza y el país carioca. El ya caducado gobierno de Perú votó con ellos y, a simbolizar la rigurosa atención al respeto de la democracia por parte de la OEA, votó a favor de la resolución el representante de Guaidò, que la OEA hace pasar vergonzosamente por el representante de Venezuela, que en cambio ha abandonado la OEA. Firmó una resolución en la que pedía elecciones transparentes quien representa a un país de forma abusiva. Una persona a la que nadie ha votado y que nunca ha sido elegido a nombre de un gobierno que jamàs ha existido. Extraordinario ejemplo del modelo democrático que tiene Almagro en la cabeza.
Guaidó, asociado a narcotraficantes colombianos amigos de Uribe, es un ridículo comediante elegido presidente con un tuit de Mike Pence, ex vicepresidente de Estados Unidos. Aunque ya no es reconocido por ninguno de los pocos países que, desafiando el ridículo, lo habían reconocido al principio, no representa a Venezuela. Nunca ha sido elegido por nadie y no tiene ninguna influencia en el país. Cualquier funcionario del Estado tiene más autoridad que Guaidó, que ahora goza del destino de los perros en la iglesia en América Latina: nadie lo ahuyenta pero nadie lo acoge. Excepto la OEA.
La abstención de México y Argentina en la votación causó sorpresa. Un error político, porque sea cual sea la opinión, considerar que la OEA está facultada para dar licencias de legalidad a los procedimientos internos de lucha contra el crimen organizado o a la aplicación de su legislación a los distintos paises es un error, porque sienta un precedente de injerencia maniobrada que corre el riesgo de repercutir en el futuro contra la propia Ciudad de México y Buenos Aires.
Que la resolución contra Nicaragua es un grave problema para Managua está todo por demostrar. Si se observa con detenimiento, es la propia OEA la que queda deslegitimada por el enfrentamiento, al haber perdido el último tren en la dirección de una rehabilitación de su imagen, por ahora completamente carente de prestigio y credibilidad.
Nicaragua no está ni se siente sola
Se han producido repetidas manifestaciones que confirman la distancia entre la autorreferencialidad de la OEA y la autoridad de la ONU. Los más recientes ocurrieron con pocas horas de diferencia. De hecho, mientras la OEA expresaba su condena a Nicaragua por tomarse la libertad de aplicar su propio código penal, las Naciones Unidas, auténtica expresión de la comunidad internacional, rechazaban con un rotundo 134 a 59 una moción de condena a Managua. Presentada por Estados Unidos y Unión Europea, la moción resultó ser un boomerang numérico y político. Numérico porque si se suman los 28 países de la UE, los 24 de la OEA que unas horas antes habían firmado un documento idéntico, Australia, Nueva Zelanda y Gran Bretaña, que son territorios de ultramar de Estados Unidos, al igual que Israel y la banda criminal del Golfo Pérsico, se evidencia como prácticamente nadie en el mundo está dispuesto a creer en la buena fe de la banda imperial.
En el plano político, la derrota de Estados Unidos y la UE es aún más dura, porque confirma la opinión de la comunidad internacional sobre sus políticas imperiales y su nostalgia neocolonial fuera de tiempo. La ONU identifica, reconoce y rechaza el esquema imperial, la política de opresión ejercida por todos los medios, la desestabilización permanente implementada contra los países que no obedecen a sus ansias devoradoras, el vulgar y estúpido intento de presentar como un anhelo de libertad el intento de destruir la libertad de Nicaragua. Son textos y contextos que se ven en todos los rincones del planeta y que representan plenamente la política imperial y neocolonial de un sistema que se exprime en la dominación absoluta sobre los países que no forman parte del tablero atlántico y en la ausencia de tolerancia hacia cualquier forma de gobierno soberano e independiente que se remonte al socialismo. En esa votación está toda la insufribilidad del planeta hacia las ansiedades dominantes de una nación convencida de que puede doblegar todo y a todos a sus caprichos.
Hacia noviembre de 2021
No hay duda del despliegue de nuevas y muy fuertes sanciones de Estados Unidos contra Nicaragua. El plan RAIN, elaborado desde 2019, los había previsto y anunciado, y la ley Renacer será el sello final de la nueva cobardía imperial. Pero creer que estas medidas son una respuesta a la investigación que está sacando a la luz el papel criminal del golpe y la injerencia de Estados Unidos en la generación de la desestabilización, sería un error colosal.
Las medidas punitivas contra Nicaragua, al igual que las adoptadas contra Venezuela y Cuba, no responden a una mecánica de acción/reacción en relación con acontecimientos políticos internos o externos. Por el contrario, son el instrumento que Washington utiliza cuando se da cuenta de que el nivel de consenso del que gozan los países que le son hostiles no puede reducirse mediante el voto, es decir, cuando sus mercenarios locales no pueden resultar creíbles para un vuelco electoral del marco político. Las sanciones se convierten, pues, en una de las armas -junto con los intentos de golpe de Estado y la financiación de las oposiciones- para intentar reducir el consentimiento de la población a los respectivos gobiernos. Se trata ahora de entender qué y cuántas medidas decidirá tomar Managua para demostrar a Washington que el chantaje, las amenazas y las sanciones unilaterales tienen un coste, directo e indirecto, incluso para quienes las ejercen y para sus quinta columnas.
Nicaragua ha expulsado a marines y contras de su tierra, ha limpiado las calles de matones pagados por el latifundio oligárquico y fuerza la criminalidad política a la legalidad: que ahora deba temer la opinión de la OEA, parece francamente difícil de asumir. ¿No reconoce la OEA la legitimidad de la ley electoral nicaragüense? Nicaragua no reconoce el papel de la OEA como árbitro y supervisor del proceso electoral. Y con muchas buenas razones, la primera de las cuales es su afición al fraude electoral a favor de la derecha y la segunda es su declarada hostilidad política preconcebida contra el gobierno de Managua. Esto elimina el valor objetivo y subjetivo del organismo, dado que se carece de imparcialidad y objetividad de juicio, de la distancia adecuada entre los mecanismo electorales y las simpatías políticas, de la falta de reconocimiento del valor absoluto de la legitimidad jurídica de los procesos electorales, que es la base esencial de toda observación. ¿Cómo se observa una elección que no se reconoce?
Nicaragua irá a las elecciones a pesar de las objeciones de la OEA y en su proceso electoral no participarán ni el organismo liderado por Almagro, ni Estados Unidos ni la UE, que de lunes a viernes imponen sanciones y amenazas y luego el fin de semana se erigen en árbitros neutrales con el veredicto ya escrito. Al fin y al cabo, aunque resultaron bastante controvertidas, no hubo observadores nicaragüenses ni europeos en las elecciones de Estados Unidos, así que ¿cuál es el problema si no hay observadores de Estados Unidos ni de la UE en las elecciones de Nicaragua? La ausencia de la OEA, específicamente en América Latina, marcará el fin de su papel como árbitro o supervisor. ¿Protestará la OEA? Paciencia, hay problemas más graves en el mundo.
El 7 de noviembre, el electorado nicaragüense acudirá a las urnas y pondrá en su papeleta su juicio sobre 14 años de gobierno sandinista, sus sueños y esperanzas. Cuando se cierren las urnas, el panorama que se presentará será el siguiente: Sandino se paseará por todas las calles de Nicaragua, mientras que Almagro sólo podrá sentarse encerrado en su despacho de Washington.
(*) Periodista, Analista Político, Director de Periódico Online www.altrenotizie.org y colaborador de la Revista Visión Sandinista.
La parte en que se menciona a Honduras en esta ultima votación , Honduras se abstuvo de condenar a Nicaragua, no si estoy equivocado, quisiera que me aclaren
Gracias