José Figueroa Aguilar: El sandinista prisionero de Pinochet

José Figueroa Aguilar: El sandinista prisionero de Pinochet
  • Torturado y encarcelado tras el golpe militar de 1973 en Chile
  • Preso en el estadio de Chile, donde torturaron y mataron a Víctor Jara
  • Con William Ramírez estuvo a punto de ser barrido por BECATS de la EEBI
  • Camilo Ortega en acto de fraternidad y unidad, les entregó armas en Los Altos de Masaya
  • La madre que resguardó archivos y bienes del FSLN

David Gutiérrez López

A los 17 años cuando viajó a estudiar a Santiago de Chile en 1972, lleno de ilusiones y atraído por el gobierno de izquierda que había triunfado por mayoría en las urnas, (noviembre 1970) jamás imaginó que sería uno de los tantos miles de presos, interrogado, torturado y encerrado en el famoso estadio chileno, bajo la férrea dictadura militar del general Augusto Pinochet.

En el mismo estadio de Chile donde asesinaron el 16 de septiembre de 1973, al cantautor revolucionario Víctor Jara, quién fue encontrado con su cuerpo masacrado con 44 balazos, disparados por los golpistas, fascistas.

Así recuerda, 48 años después, el chontaleño José Figueroa Aguilar, “Marcelo”, el golpe de Estado que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, ejecutado por los “milicos” (militares chilenos), obedeciendo órdenes del gobierno injerencista de Estados Unidos, con el apoyo de una dictadura militar que se extendió por 17 años.

El palacio presidencial de La Moneda fue bombardeado por aviones Hawker Hunter y rodeado con tanques y batallones de soldados, pretendiendo la rendición del presidente Allende, quién valientemente se enfrentó con fusil en mano (un AK 47) a los golpistas, pagando con su vida y la de sus más cercanos colaboradores por su amor a la causa en defensa de los trabajadores y oprimidos.

Junto a Figueroa habían viajado también los chontaleños Francisco Balladares, Noel Portocarrero, Augusto Tablada. Anastasio Lovo y José Argüello, entre otros. En las cárceles de los militares golpistas fueron recluidos y torturados al menos 30 nicaragüenses que estudiaban en ese país. Otros lograron escapar.

En las jornadas de interrogación y tortura en los sótanos del Ministerio de Defensa, ejecutadas por oficiales de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), policía secreta de la dictadura, Figueroa no tenía más nada que revelar de su condición de estudiante de Economía Política y seguir las huellas dejadas por el compatriota Rubén Darío, quién escribió y publicó su obra Azul en Valparaíso en 1888, poeta y periodista que admira desde su niñez.

A los 15 años, Figueroa cuidaba del museo y del zoológico Thomas Belt, de Juigalpa, como ayudante de su tío Gregorio Aguilar Barea, de quién aprendió historia, arqueología, cultura general y que, al fallecer, José fue nombrado miembro del Clan Intelectual de Chontales.

Durante su cautiverio en Chile, recordaría la represión que de niño había vivido junto a sus amiguitos cuando jugaban pelota, trompo y a las carreras en las calles de su barrio Punta Caliente, tiempos en los cuales, guardias somocistas les azotaban con chilillos elaborados de cuero crudo y luego los mandaban a sus casas sin espacio para quejarse.

En el centro de tortura del Estadio de Chile, había un nicaragüense de avanzada edad, combatiente de la fallida guerrilla de Olama y Mollejones (mayo de 1959) de nombre Santiago Talavera, quien se burlaba de los “milicos” cuando le preguntaban: – ¿Es usted de izquierda? y el prisionero nica respondía tirando jabs y cuadrándose como boxeador del lado izquierdo. Años después se reencontró con él viviendo en la Habana, donde aparentemente falleció.

La bienvenida de la guardia en el aeropuerto

Entre septiembre y noviembre de 1973, la Cruz Roja Internacional estimó que en el estadio de fútbol de Chile se encontraban no menos de 7 mil prisioneros. En ese lugar, pasaron al menos 40 mil hombres y mujeres chilenos y de otras nacionalidades en diferentes momentos, en calidad de reos.

Estos eran ubicados en las graderías, mientras los soldados les apuntaban con sus fusiles. Los camerinos del estadio fueron utilizados como cuartos de interrogación y torturas. A las mujeres las manoseaban y violaban, a los hombres los colgaban del techo, les aplicaban choques eléctricos en los pies y testículos, además de la constante simulación de fusilamiento. Algunas veces, utilizaron un revólver con una sola bala en un macabro juego conocido como la “ruleta rusa”.

Meses después, un nutrido grupo de nicas fueron deportados hacia Nicaragua. Los ansiosos familiares se arremolinaban en la terminal aérea entonces llamada Aeropuerto Las Mercedes, pero no contaban con que la Guardia Nacional (G.N) al frente del propio jefe de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN) coronel Samuel Genie Amaya los esperaba para interrogarles.

Fueron llevados a un cuarto de interrogación en el aeropuerto y comenzó la desesperación de los familiares, quienes presionaron para exigir que liberaran a los muchachos. Habían arribado cerca de las dos de la tarde y empezaba a oscurecer cuando el coronel Genie intentó trasladarlos a los sótanos y cárcel en la loma de Tiscapa, pero la reacción firme y valiente de los parientes, casi un centenar, evitó que los trasladaran y al fin ordenaron liberarlos, no sin antes ficharlos y amenazarlos.

A la UNAN a estudiar ingeniería

Ingresó a la UNAN Managua a estudiar Ingeniería Civil y de inmediato comenzó a participar en las actividades del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), junto a Isaac Ruiz y Miguel Bonilla. En 1976 fue contactado por el militante sandinista Carlos Arroyo (caído el 17 de octubre de 1977 en combate contra la G.N), quien lo invitó y motivó a integrarse al Frente Sandinista.

Sin embargo, el reclutamiento formal lo realizó el fallecido comandante Julio Ramos, con quién se inició en misiones operativas y logísticas en la zona norte y occidental, trabajando en la organización y reclutamiento de nuevos cuadros para el movimiento revolucionario.

Fue Ramos quien le puso el seudónimo de “Marcelo”, que lo ha acompañado casi toda su vida, tanto así que su esposa no lo llama por su nombre de pila. Dos de sus hijos llevan ese nombre que representó su cobertura.

Casi al finalizar el año 1977 pasó a la clandestinidad, abandonando los estudios universitarios. En esa etapa de la lucha clandestina le correspondió trabajar muy de cerca con el comandante William Ramírez (q.e.p.d) con quien, en cierta ocasión, estuvieron a punto de ser asesinados por un contingente de la Guardia Nacional que se movilizaba con ametralladoras instaladas en jeep de la EEBBI, en los Altos de Masaya.

Este hecho se dio a inicios de febrero, recuerda Figueroa, “unas tres semanas antes de la masacre” donde cayó el apóstol de la unidad sandinista Camilo Ortega Saavedra, (el 26 de febrero de 1978), junto a los combatientes Moisés Rivera y Arnoldo Quant. En el proceso de unidad de las tendencias sandinistas que se desarrollaba entonces, Camilo citó a William en una casa de seguridad en los Altos de Masaya, para la entrega de unas armas de la tendencia insurreccional (TI) para la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP).

William Ramírez tenía en sus manos una subametralladora Thomson que en ese momento decidió probar su efectividad. Estaba a segundos de disparar cuando “Marcelo” le gritó: ¡párate, viene la guardia! Efectivamente un contingente de soldados se desplazaba en patrullaje. Ramírez soltó lentamente la ametralladora y los guardias de Somoza pasaron cercanamente sin observar nada anormal en aquellos dos hombres que, simulando que conversaban, se encontraban dentro del automóvil.

Los dos guerrilleros que solamente contaban con sus pistolas semiautomáticas y dos granadas de fragmentación, una vez repuestos del incidente se largaron raudos del lugar.

En esas vicisitudes también trabajó junto al comandante Bayardo Arce, atendiendo y consiguiendo casas de seguridad y consolidando una red de colaboradores, entre ellos menciona Marcelo, al doctor Gonzalo Ramírez, ex presidente de la Cruz Roja, doctor Aníbal Arauz, doctor Eliar Rodríguez y doctor Alfonso Moncada, quienes arriesgaban sus vidas y las de sus familias por ayudar a los revolucionarios sandinistas a quienes protegían, alimentaban y transportaban como a sus propios hijos.

A Cuba y luego a Costa Rica

En 1978 fue enviado a Cuba por orientaciones del comandante Bayardo Arce, a cumplir diversas tareas, junto a otros compañeros. Unos meses después fue asignado a trabajar en el regional de Costa Rica, cuyo responsable era Carlos Argüello Pravia, “Paco”, donde cumplió diversas misiones, entre otras, la preparación de las condiciones materiales para incorporar a centenares de combatientes a la lucha armada, previo a la insurrección final de 1979.

Mientras en Nicaragua ya había ocurrido el espectacular asalto al Palacio Nacional (operación chanchera) ejecutada el 22 de agosto de 1978 por 25 combatientes al mando del jefe guerrillero comandante Edén Pastora Gómez, en algún lugar de Costa Rica se encontraban dos importantes cuadros sandinistas liberados en esa acción de las cárceles de Somoza; eran Tomás Borge y René Núñez, quienes al regresar de Cuba fueron a parar a Costa Rica y a quienes “Marcelo” recuerda realizando un trabajo de hormiga en búsqueda de la unidad sandinista, la que se concretó el 8 de marzo de 1979 en homenaje a la mujer nicaragüense.

En este período también conoció a otros dirigentes sandinistas, entre ellos al comandante Daniel Ortega, quienes trabajaron arduamente por la unidad del FSLN. De igual manera recuerda a compañeros que contribuyeron incansablemente para construir la victoria sandinista, Carlos Argüello Pravia, Vicente Chávez, Zenobia García, Fátima Avilés, Enoc Flores, Francisco Díaz, entre otros.

A Figueroa le correspondió compartir con Tomás y René la casa de seguridad en Costa Rica, lo que le permitió desarrollar una estrecha relación con ambos, de tal manera que, en cierto momento, en medio de las tensiones y el trabajo político resguardando las medidas de seguridad, el comandante Borge le propuso se responsabilizara de su seguridad personal, convirtiéndose desde ese momento prácticamente en su sombra.

La huida de Somoza en cifrados

La ofensiva guerrillera del Frente Sandinista se encontraba en su máximo ascenso entre junio y julio de 1979. En Managua, el Frente Interno logró empantanar a las tropas élites de la Escuela Nacional de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) a fin de darle un respiro a los combatientes del Frente Sur Benjamín Zeledón, quienes libraban una guerra convencional empleando armas de diversos calibres, entre ellos, cañones. El repliegue a Masaya el 27 de junio ya se había efectuado dejando perplejos a los guardias en Managua.

El 14 de julio de 1979, por la noche, un pequeño avión cruzó el territorio nicaragüense evadiendo los radares de la G.N, en el mismo viajaban los comandantes Daniel Ortega y Tomás Borge, así como la compañera Rosario Murillo, acompañados por el Moro y Fabián, combatientes cubano y panameño y por Marcelo. Aterrizaron clandestinamente en el antiguo aeropuerto Godoy, de la ciudad de León, el que, iluminado con teas y llantas, se encontraba en poder de las fuerzas insurrectas, tras ser liberada el 20 de junio.

Figueroa, además de sus armas, llevaba una libreta con una serie de códigos cifrados necesarios para establecer cualquier comunicación entre los mandos de los diferentes frentes de guerra, a fin de no ser captados por el enemigo.

El 17 de julio, cuando el dictador Anastasio Somoza huyó vía aérea junto a sus más cercanos colaboradores, fue a “Marcelo” que le correspondió descifrar esa huida del tercer gobernante de la cadena de sucesión de los somozas. Los originales de ese mensaje los entregó a la compañera Rosario Murillo, para el archivo histórico del FSLN.

Ese mismo día por la mañana, una inmensa alegría invadía a los sandinistas al conocer que el dictador Somoza huyó. Horas más tarde en León se formó una gigantesca marcha de combatientes armados desde una pistolita 22 hasta fusiles de grueso calibre que recorrió las principales calles de la ciudad universitaria para concluir en la Plaza Juan José Quezada, frente a la imponente Catedral.

Faltaban solo unas horas para el amanecer del 19 de julio de 1979. La guerrilla sandinista avanzaba hacia Managua, último bastión de la guardia. Los designados jefes G.N huyeron, los restos de soldados ubicados en la EEBI comenzaron a despojarse de sus uniformes y emprendieron la carrera dejando en las calles cascos y hasta los fusiles Galil de fabricación israelí desesperados por escapar.

El 20 de julio la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) instalada en León, se apresuró a ingresar a Managua a tomar posesión del gobierno, tras el derrocamiento de Somoza y la desbandada de la Guardia Nacional.

En esa caravana del Frente Occidental Rigoberto López Pérez, vitoreada y aclamada por el pueblo a su paso por comarcas, municipios y las calles de la capital, viajaba José Figueroa, saboreando la victoria sobre la dictadura somocista que él mismo había contribuido a derrocar, junto a miles de hombres y mujeres, quienes, desde las barricadas en las ciudades, cañadas y montañas combatieron al brazo armado de la dinastía. En la Plaza de la Revolución, repleta de gente ondeando por primera vez en libertad en más de 20 años de lucha clandestina la bandera roja y negra de Sandino, sería la majestuosa e inolvidable celebración.

En la fundación del Ministerio del Interior

La triunfante Revolución Popular Sandinista requería crear los medios para defenderla. No había tiempo para descansar, la jornada más difícil apenas comenzaba. Estando a cargo como asistente del comandante de la Revolución Tomás Borge, su primer grado militar fue de capitán, de acuerdo a la ley de grados militares del Ministerio del Interior (MINT).

La Dirección Nacional del FSLN en ese entonces integrada por nueve comandantes de la revolución, lo delegó para atender política y militarmente durante seis meses, la frontera de Peñas Blancas, entre Nicaragua y Costa Rica. Posteriormente fue reintegrado al MINT. Desempeñó varios cargos, entre ellos Jefe de Ayudantía del Ministro, Secretario General, Segundo jefe de la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE), jefe del Estado mayor Central, Jefe de la Dirección Octava, donde laboró por 13 años hasta retirarse en 1992 con el grado de Comandante de Regimiento.

Luego de su retiro se entregó a los estudios académicos alcanzando una Maestría en Administración de Empresas, conocimientos que le sirvieron para asumir la gerencia general de una empresa familiar.

Un mortal accidente en la Unión Soviética

Como parte de sus misiones de trabajo, le correspondió realizar diversos viajes al exterior, formó parte de las delegaciones oficiales; para fortalecer las relaciones de cooperación y amistad, con países, organismos y ministerios homólogos. A inicios del otoño de 1982, mientras participaba en una delegación del MINT en una visita a la Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS), encabezada por el comandante Borge, inesperadamente el microbús en el que viajaba en una caravana fue embestido intempestivamente por un camión militar que transportaba una pesada carga y al parecer perdió el control.

En el accidente ocurrido en la ciudad de Kiev, extendida a ambos lados por el río Dniéper, capital de Ucrania, perdió la vida el comandante Félix Pedro Carrillo, entonces responsable del MINT en León y Chinandega. Figueroa resultó con graves lesiones y fracturas en la pierna izquierda, la cual estuvo a punto que le amputaran. Fue la firmeza y terquedad del comandante Borge y la médica nicaragüense doctora Indiana Herrera, que les acompañaba, así como la disposición y fortaleza de Marcelo, para asumir las operaciones y terapias que fueran necesarias para su recuperación, lo que impidió que le cortaran la pierna.

Unos momentos antes del fatídico accidente, los comandantes Lenín Cerna y Walter Ferretty, quienes viajaban en el microbús, se cruzaron a otro automóvil en el que viajaba el comandante Tomás Borge, quien lo había desocupado para observar a policías en una patrulla como abrían paso con sus sirenas en las pistas.

Varios meses pasó en atención y rehabilitación en Kiev, posteriormente fue conducido al hospital Frank País en Cuba, donde continuó su tratamiento hasta lograr su recuperación después de un año y medio en convalecencia, quedando con cicatrices de una operación de 26 puntadas a lo largo de la pierna.

La mamá resguardó archivos y recursos del FSLN

Doña Socorro Aguilar Barea, podría pasar en el anonimato de la histórica lucha revolucionaria sandinista, no obstante, ella no solo aportó a la mayor parte de sus hijos, quienes se entregaron en cuerpo y alma al enfrentamiento contra la dictadura, sino que también fue una de las más firmes y fieles colaboradoras del FSLN en los años más duros de represión y persecución.

Ella resguardó y protegió a riesgo de su propia vida los documentos archivos históricos de la organización político militar y hasta recursos económicos del FSLN, los que al triunfar la revolución entregó registrando detalladamente en un documento al comandante Bayardo Arce.

Los Figueroa Aguilar integran una familia numerosa de 9 hermanos, de esa descendencia sus padres cuentan con 48 nietos, 55 bisnietos y un tataranieto, totalizando hasta el momento 103 ciudadanos entre hombres y mujeres.

Provienen de una familia chontaleña emprendedora, de escasos recursos económicos, pero como dice José, nunca les faltó amor, educación, valores, buenos principios y comida en la mesa, esfuerzos en los que también participaron con amor de abuelos por parte materna, el matrimonio de don Enrique Aguilar Tablada y María Luisa Barea Lanzas.

Para la familia, doña Socorro representa el factor de cohesión entre sus hijos a los que les transmitió valores de entrega, sacrificio, honestidad y por ello la consideran el roble de la familia Figueroa Aguilar, extendidos y ampliados en otros apellidos, pero con las mismas y fuertes raíces con las que se formaron.

El personaje

José Santos Figueroa Aguilar, nació en Juigalpa, Chontales el 5 de agosto de 1955. Es diputado y vicecoordinador de la Bancada Sandinista en la Asamblea Nacional en el periodo 2001-2021. Durante 14 años ha fungido como vicepresidente de la Comisión Económica, miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y durante 13 años asumió la dirección del Programa de Modernización de la Asamblea Nacional de Nicaragua

Fiscal Departamental del FSLN en Managua (2002-2010), Secretario Político Departamental Rural Managua (2007-2008) y Jefe Regional de campaña del FSLN en la Quinta Región (2011 y 2016). Ha representado al FSLN en diferentes eventos y foros internacionales, Foro de Sao Paulo y Encuentro Latinoamericano de Partidos Progresistas (ELAP).

Designado por el comandante Daniel Ortega, miembro de las Comisiones de Diálogo Nacional en la UNICA en el año 2005 y el INCAE a inicios del año 2019.

Integra el Comité de Liderazgo Sandinista y de la Junta Directiva de la Bancada Sandinista ante la Asamblea Nacional y de la UVE René Núñez Téllez.

Es el cuarto hijo de un total de nueve procreados por el matrimonio de don Oscar Figueroa, tractorista y Socorro Aguilar Barea, maestra rural

Está casado con la Arquitecta Jeanette Vega Baltodano. Tiene tres hijos, Marcelo, Janet Marcela y María Johanna.

En la Universidad de Chile inició estudios de Economía Política. Es ingeniero civil por la UNAN Managua. Tiene un Master en Administración de Empresas, por el INCAE.

Militar retirado con el grado de comandante de Regimiento.

Aficionado al hipismo y promotor, al igual que contribuye en el fomento del deporte, el arte y la cultura. Es portador de las órdenes V y X aniversario del MINT. Medalla XXV aniversario del Ejército de Nicaragua y diversas órdenes y reconocimientos nacionales e internacionales.

5 Comments

  1. Más allá de los datos y las vivencias expresadas en esta biografía, cabe destacar la riqueza de las experiencias obtenidas, en la República de Chile, en donde vivió en carne propia las injusticias y crímenes cometidos por los serviles y peones del imperio, su estancia en Chile, marca el génesis de toda una vida entregada a una causa, la erradicación de la injusticia y desigualdad social. Su integración al Frente Sandinista, constituyó toda una escuela en donde afloran sentimientos de amistad y admiración por sus reclutadores, y cómo esos sentimientos lo motivaron a cumplir misiones y puestos relevantes para la consolidación de nuestro proceso revolucionario, superando barreras del miedo a las torturas y de la muerte. Finalmente, quiero expresar que mi amigo y Compañero José Santos Figueroa Aguilar, es un Sandinista integral, que ha entregado los mejores años de su vida a la consecución de una Nicaragua libre, solidaria e independiente de potencias extranjeras, en la que se privilegia los derechos de los más desposeídos de la sociedad.

  2. Más allá de los datos y las vivencias expresadas en esta biografía, cabe destacar la riqueza de las experiencias obtenidas, en la República de Chile, en donde vivió en carne propia las injusticias y crímenes cometidos por los serviles y peones del imperio, su estancia en Chile, marca el génesis de toda una vida entregada a una causa, la erradicación de la injusticia y desigualdad social. Su integración al Frente Sandinista, constituyó toda una escuela en donde afloran sentimientos de amistad y admiración por sus reclutadores, y cómo esos sentimientos lo motivaron a cumplir misiones y puestos relevantes para la consolidación de nuestro proceso revolucionario, superando barreras del miedo a las torturas y de la muerte. Finalmente, quiero expresar que mi amigo y Compañero José Figueroa Aguilar, es un Sandinista integral , que ha entregado los mejores años de su vida a la consecución de una Nicaragua libre, solidaria e independiente de potencias extranjeras, en la que se privilegia los derechos de los más desposeídos de la sociedad.

  3. Muy interesante vida. Muy interesante historia.
    Muy interesante familia…Muchos anónimos Marcelos,harían falta en esta América y en el mundo,para cambiar este sistema retrógrado,injusto y explotador.

  4. Como miembro de la lucha armada en el Frente Sur, me hicieron cargo de la atención médica al personal militar que resguardaba la frontera sur en Peñas Blancas, atender a refugiados y combatientes provenientes de Costa Rica y extender la atención a lo largo del Lago de Nicaragua.
    En la base de Peñas Blancas trabajábamos duro, pero con cierta indisciplina, hasta que llegó un joven muy bien presentado, serio y amable, pero enérgico. NOS PUSO EN ÓRDEN a militares uy civiles. Honores a la bandera a las 6 am y orden cerrado. Cumplimiento de responsabilidades individuales, formación política y militar de 18-20 hrs diarias, a veces táctica militar y defensa. El personaje fué, junto con Nicanor, mis grandes amigos, MARCELO, ahora objeto de esta narrativa. Un gran abrazo a él y su familia.

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