Miguel Ayerdis (*)
El contexto de la primera década del siglo XXI está signado por un ambiente electoral impregnado de escepticismo y cansancio. Durante los dos primeros años de este siglo, el escenario político nicaragüense está sometido a una carga impulsiva de tecnócratas que apelan a profundizar el modelo neoliberal y una clase política oligárquica que, sin pudor, articula un discurso vacío, ofertando mejoras de un futuro incierto, frente a una clase trabajadora, campesina empobrecida que de manera estoica sufre, el abandono y las migajas sociales neoliberales.
En medio de un ambiente político impregnado de apatía, se realizan las elecciones municipales de noviembre del año 2000, cuya participación ciudadana ha sido de las más bajas de las últimas décadas. Lo interesante de este proceso electoral, fue el trabajo entusiasta de las bases sandinistas que, en medio del peso institucional y cultural neoliberal que los acechaba y vulneraba sus capacidades, salieron a la calle, restableciendo y en gran medida fortaleciendo las estructuras del partido, ejerciendo el derecho al voto de manera disciplinada.
El triunfo del FSLN en estos comicios municipales, fue la campanada que auguraba el retorno victorioso del FSLN al poder. Debe recordarse que, a finales de 1999, el FSLN realiza negociaciones con los dirigentes del PLC, dando como resultados la puesta en vigencia en el año 2000 de reformas constitucionales, de manera tal que, permitieran una mayor competitividad y representatividad en las elecciones subsiguientes. Las reformas anulaban la segunda vuelta impuesta por las reformas de 1995 y establecía que el partido que obtuviera un mínimo de 35% de los votos, con una diferencia con el segundo de 5%, podía obtener la victoria.
Los resultados de las elecciones municipales del 2000 representaron un triunfo para el FSLN, ganando 52 alcaldías de las 151 en disputa, de estas 11 de las 17 cabeceras departamentales, recuperando Managua. Estas alcaldías representaban el 78,56% de la población de las cabeceras del país, en otras palabras, eran las más importantes del país. El partido PLC, que en ese entonces era el más importante de la derecha oligárquica, obtuvo 94 alcaldías, cinco de ellas cabeceras departamentales, representando un 16.72 % de la población total de las cabeceras departamentales.
Si bien, la elección presidencial de noviembre de 2001 representó una derrota electoral del FSLN, esta conclusión debe matizarse, si se toma en cuenta el contexto geopolítico internacional. En ese año electoral, la crisis y agresión a Irak, la guerra de los Balcanes, la invasión a Afganistán; el atentado contra las torres gemelas en Nueva York en septiembre de 2001, planteaban un escenario complejo y adverso. Esta coyuntura geopolítica, sumada a las incesantes campañas del miedo que, desde el año de 1990, servían de eje de propaganda opositora en contra del FSLN, rindió su fruto y llevó a la presidencia al tercer gobernante neoliberal, Enrique Bolaños, representante genuino de la oligarquía somocista.
Lo interesante de las elecciones presidenciales de 2001 es la disciplina de hierro de la militancia sandinista, que en medio de las duras condiciones de vida a que estaba siendo sometido el pueblo, no claudicó, y se mantuvo firme con su partido, sus organizaciones de masa, su ideal sustentado en el ejemplo de los héroes y mártires; en las enseñanzas de sus grandes estandartes libertarios, Sandino, Carlos y su continuador, el Comandante Daniel Ortega. En estas elecciones, el voto duro militante se mantuvo sin fisura, gobernando desde sus diferentes trincheras territoriales y desde el parlamento.
Los resultados obtenidos durante los procesos electorales del 2000 (municipales) y 2001 (presidenciales), le dan una gran capacidad de negociación al FSLN con el gobierno liberal de Bolaños. Para el año 2005 el FSLN alcanza un nuevo acuerdo con el presidente Bolaños relacionado con temas electorales (Ley 520). Estas negociaciones con el Presidente Bolaños dan como resultado una nueva “Ley Marco”, representando una estrategia exitosa más de negociación del Comandante Ortega, con el fin de crear las condiciones favorables para la eventual contienda electoral que se avecinaba en 2006.
Es oportuno recordar que, desde el año 2002, se inició una crisis política por “conflicto de poderes” entre el ejecutivo y legislativo, promovido por los liberales del PLC dirigidos por Arnoldo Alemán, siendo separado este último, de su condición de diputado y encarcelado por corrupción. En la tercia entre las fracciones liberales, el FSLN se encuentra en una posición favorable para el establecimiento de negociaciones que contribuyeran a la estabilidad política y económica del país, pensando que, ante el agravamiento de la crisis, los mayores afectados serían los sectores populares, quienes venían soportando las políticas neoliberales de restricción en la inversión social, de los tres gobiernos libero-conservadores que asumieron el poder en 1990, dóciles ante las recetas del FMI.
En medio de los conflictos entre poderes, la situación económica era asfixiante, de manera particular para los sectores populares, muchos de ellos desempleados, o subempleados, sin que se vislumbrara una salida. Pese al volumen de ayudas y donaciones, los gobiernos neoliberales no se preocuparon por estructurar políticas sociales coherentes y consistentes, dirigidas a los sectores empobrecidos. Los planes nacionales estaban destinados al crecimiento económico (esperando el milagro capitalista del goteo o derrame mágico), más que al desarrollo; carente de orientaciones o prioridades sectoriales (programas orientados a los sectores más vulnerables), sin mayor incidencia en la mitigación de la pobreza.
La crisis energética es lo más emblemático del fracaso neoliberal, al convertirse en una situación de crisis y supervivencia en todo el país. Sin que se vislumbrara solución inmediata, la mayor parte de la población empobrecida y algunos sectores medios (los sectores adinerados compraron sus plantas eléctricas), padecieron racionamientos de más de diez horas, únicamente por el capricho de ser los alumnos sobresalientes del FMI en cuanto a gasto y manejo obediente de los indicadores macroeconómicos.
El anterior contexto, propicia la llegada al poder del FSLN y la continuidad del proyecto revolucionario iniciada en julio de 1979. El triunfo del FSLN y la “Alianza Unida Nicaragua Triunfa” en las elecciones de noviembre de 2006, representan una gran hazaña, si se analiza el cúmulo de infames campañas mediáticas de odio y desprestigio lanzada contra los dirigentes sandinistas por los oligarcas agrupados en el MRS, sus ONGs y partidos de derecha, durante más de diez años, cuyo corolario lo encontramos en las amenazas y sempiterna injerencia de la embajada de los Estados Unidos.
El triunfo electoral de 2006 celebrado como en los tiempos de la primera etapa de la revolución, con sus canciones llenas de esperanza para el pueblo pobre, coreadas con mucho fervor, en todos los lugares donde llegaba la fórmula ganadora de la “Alianza Unida Nicaragua Triunfa” encabezada por el Comandante Ortega, era un bálsamo de futuro promisorio para un pueblo que sufría con rabia, las largas noches de apagones y de abandono sin límites. Era la recuperación de la confianza y el protagonismo que nunca cedió a la desesperanza neoliberal que intentó privatizarle hasta los sueños.
Por último, es pertinente recordar la campaña electoral de 2006 y los discursos de sus dirigentes, reafirmando el compromiso de cumplir con el programa histórico del FSLN de 1969. El devenir de la gestión estatal iniciado en 2007, retoma la gestión de la primera etapa de la revolución, en un contexto distinto, sin arredrarse ante los desafíos venideros. Retoma la estrategia política de la negociación y búsqueda de consenso, con todos los sectores sociales, económicos, religiosos y la oposición partidaria; respeto a los convenios y compromisos internacionales suscrito por los gobiernos anteriores. De igual manera, -como lo hace el programa histórico- prioriza la lucha contra la pobreza, la paz y el desarrollo de la costa caribe de Nicaragua.
*Director de Relaciones Públicas e Internacionales UNAN-Managua