Miguel Ayerdis (*)
Como un acto inédito en la historia de Nicaragua, en abril de 1990 se traspasó pacíficamente la banda presidencial de parte del ex presidente Daniel Ortega Saavedra, líder del FSLN a la candidata de la entonces Unión Nacional Opositora (UNO) triunfadora de los comicios de febrero de ese año, Violeta Barrios de Chamorro, representante de la oligarquía libero conservador somocista.
El resultado de esas elecciones en la Asamblea Nacional fue del 51 por ciento de la UNO y 39 por ciento para el FSLN, donde se comenzó a dar la batalla, “gobernando desde abajo”, como lo expresó el comandante Daniel Ortega.
Este acto, de gran significación simbólica, refrendaba una cultura electoral democrática, enarbolada como reivindicación histórica, durante la lucha contra la dictadura, en la década de los setenta y defendida contra la agresión imperialista de los Estados Unidos, durante la primera etapa de la revolución, en la década de los ochenta.
Las políticas neoliberales se arraigaron, por medio del gobierno de Violeta Barrios de Chamorro, al incorporar a entusiastas tecnócratas, que comulgan de manera ciega con los principios del mercado libre sin restricción, celebrando el desmantelamiento del Estado y predicando una incierta y manipulada publicidad de mejoría de vida de la población, con el milagroso “córdoba oro”.
Esta política ilusoria, vendida como una panacea ante la crisis económica, producto de la secuela del bloqueo y la agresión armada, que la oligarquía libero conservadora en el poder, promoviera y defendiera durante la primera etapa de la revolución, auguró el inicio de los “tragos amargos” neoliberales para la mayoría de la población.
En medio de las acciones del primer gobierno neoliberal (Violeta Barrios de Chamorro) para acabar con los avances heredados de la revolución, las fuerzas de derecha y traidores sandinistas, de manera temprana (1993) promovieron alianzas con sectores remanentes de la extinta UNO para reformar la Constitución de la República de 1987. Arropados en un discurso manipulador de “perfeccionamiento” de la democracia, estructuraron una campaña negativa en contra de la Carta Magna, denunciando excesivos poderes otorgados al Ejecutivo en detrimento del Legislativo.
Esta disputa de poderes, una vez consumada la traición de diputados haciendo tienda aparte, migrando la mayor parte a la nueva agrupación política pro oligárquica y vende patria, representaba una lucha por la institucionalización de la economía de mercado y por apoderarse del poder político en los comicios que, a finales de 1996 se avecinaban.
Las reformas de 1995 (Ley 192) a la Constitución Política de la República, representaban una disputa entre los remanentes de la UNO, cuyas cabezas visibles eran doña Violeta Barrios de Chamorro y su yerno Antonio (Toño) Lacayo, frente a los oportunistas/traidores del auto llamado Movimiento Renovador Sandinista (MRS) de Sergio Ramírez y Dora María Téllez, en contubernio con partidos minoritarios.
La confabulación de estos últimos, tenía la finalidad, tal como se puede constatar en las reformas, de apoderarse del Estado por medio del debilitamiento de los poderes constituidos, la clausura de las políticas sociales (Estado social) a favor del fortalecimiento de los poderes de la Asamblea Nacional y de la economía de mercado. En este contexto, surgió la crisis del Consejo Supremo Electoral, quedando como Presidenta Rosa Marina Zelaya, representante de los traidores del MRS e igualmente se anuló la reelección abierta (solo se dejó para dos periodos) para la Presidencia y Vice-Presidencia de la Republica y de los alcaldes, no así la de los diputados, que oportunistamente elaboraron dicha reforma.
A pesar de la difícil coyuntura que, afectaba a la población nicaragüense, sometida a las despiadadas e insensibles políticas neoliberales, el FSLN y su dirigencia, a la cabeza el Comandante Ortega, continuó acompañando las luchas populares en defensa de las políticas sociales heredadas de la revolución y los sujetos de reforma agraria y urbana. Los resultados de las elecciones de 1996, evidencian la labor de hormiga y la fuerte convicción política revolucionaria de los militantes y simpatizantes sandinistas, quienes lograron soportar las embestidas mediáticas, agresiones físicas y legales dirigidas a desmoralizarlos y destruir al FSLN.
Las irregularidades y acciones fraudulentas, marcaron la tónica de los comicios electorales de noviembre de 1996. Muchos nicaragüenses, aún tienen fresca en su memoria las imágenes de decenas de miles de papeletas electorales de juntas receptoras de votos, lanzadas en los cauces. Estos hechos graves, fueron obviados, de manera flagrante, por los observadores electorales invitados, incluyendo la OEA y el tristemente célebre premio nobel costarricense Oscar Arias, quienes se apresuraron para certificar la limpieza y transparencia de las elecciones, reconociendo el triunfo del segundo gobernante neoliberal, Arnoldo Alemán, representante de la Alianza Liberal. La paradoja de estos comicios, fue la debacle obtenida por el MRS, agrupación que apenas obtuvo el 1.5% del voto.
Las elecciones de 1996 representaron una prueba de fuego para la militancia y simpatizantes sandinistas. A pesar de la campaña mediática negativa y manipulada, el FSLN obtuvo 36 diputados y 51 alcaldías. Debe recordarse que, las reformas a la Constitución y la ley marco (Ley 199, julio 1995) modificó la ley electoral, al establecer elecciones directas de alcaldes y concejales.
En el año 2000, se realizan elecciones municipales, teniendo como protagonistas a nuevos árbitros que componen el Consejo Supremo Electoral, producto de una sabia y oportuna estrategia del FSLN por recuperar espacios políticos institucionales, amparados en el juego político que las leyes propiciaban.
En conclusión, los procesos electorales durante la década del noventa, están signados por las pugnas oligárquicas, la sumisión a los dictados imperialistas y organismos financieros internacionales; la aplicación de políticas económicas insensibles que marginaban a la mayoría de la población que carecía de recursos para soportar y/o incorporarse al mercado neoliberal. Estas políticas regresivas, en términos revolucionarios, afectaron algunas conquistas de la revolución, como la propiedad colectiva, la salud, la educación y los aportes a jubilados y lisiados de guerra.
Otro aspecto importante a destacar del contexto de los procesos electorales, fue la madurez política de la dirigencia sandinista, que, en medio de fraudes, campañas de desprestigio y agresiones físicas, prevaleció la cordura de respeto a las instituciones, en la lucha por alcanzar el poder político.
Las condiciones estaban dadas para una explosión social, producto del agobio de las políticas de choque económico y la corrupción de los gobiernos neoliberales. La conducción sabia del Comandante Ortega, hizo que, sin perder la hegemonía de las movilizaciones en las calles, se fortaleciera la cultura electoral, propiciando la participación en los diferentes comicios planificados (1996, 2001).
De igual manera, aprovechó la apertura de negociación en 1999 para realizar reformas que permitieran una mayor competitividad y representatividad en las elecciones subsiguientes, con lo cual en ellas se anuló la segunda vuelta y podía ganar el partido que pudiera alcanzar el 35% de los votos, siempre que tuviera un 5% de diferencia con respecto al del segundo lugar. Ello, junto a la persistencia en la lucha por los derechos del pueblo, permitió en el año 2006, que el FSLN ganara las elecciones nacionales.
El FSLN con el comandante Ortega ganó esas elecciones con el 38 por ciento de los votos, siendo reconocido por la Alianza Liberal que ocupó el segundo lugar, bajo la observación de organismos internacionales, entre ellas el Centro Carter, quien el propio expresidente de los Estados Unidos acudió a felicitar a Daniel quién desde esa fecha trabaja incansablemente por la paz, la reconciliación y la unidad del pueblo nicaragüense.
(*) Director de Relaciones Públicas e internacionales UNAN Managua
Es oportuno también recordar que la lucha de las organizaciones de masas alrededor del comandante Daniel, impidió que los MRS se apropiaran del Partido, en la asamblea sandinista se les derrotó a los traidores y cobardes, que fueron a hacer tienda aparte, la visión estratégica del comandante Daniel con los sabios consejos del comandante Tomas, logró que las reformas a la constitución y a la ley electoral con el “pacto” en alianza con el PLC nos permitiera dividirlos en las elecciones del 2006 y de esa forma conquistar nuevamente el poder del estado y del gobierno; ese 38% de sandinistas disciplinados y comprometidos logró nuestro triunfo. A todos esos votantes y a nuestro pueblo que votó por el FSLN en noviembre del 2006, GRACIAS, GRACIAS Hnos.