Escenas de guerra en Capitol Hill?

Escenas de guerra en Capitol Hill?

por: Fabrizio Casari
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Fascistas, segregacionistas y supremacistas están llevando a cabo una violenta y armada protesta dentro del Congreso de los Estados Unidos. Los senadores han sido evacuados y los congresistas los seguirán en breve. La policía, que mata a 2.000 americanos cada año, por casualidad hoy guarda sus armas donde deben estar.

Es justo preguntarse por qué, o notar que si los manifestantes que invadieron el Capitolio hubieran sido izquierdistas la escaleras ya serían una fosa común. Las fuerzas armadas siguen siendo quietas, después de todo es el presidente quien puede pedirles que intervengan y éste, hasta el 20 de enero, sigue siendo Donald Trump. Quien, sin embargo, ha llamado en voz alta a sus seguidores, ya que no quiere ceder la silla presidencial por temor a la cuenta que se le presentará.

Lo que estamos presenciando no es un golpe de estado en el sentido clásico del término, así como no puede ser ilustrado como una simple manifestación de protesta. Y, en cualquier caso, nadie lo llama golpe de estado por convención: sería el némesis de la historia, si los golpistas sufrieran un golpe de estado.

En cambio, es el acto de nacimiento de la nueva derecha de los EE.UU., que ha despejado definitivamente las costumbres de su parte más sucia: adoradores de Hitler y seguidores del Ku-Klux-Klan, evangélicos, misóginos, fanáticos anti-aborto y homofóbicos, todos unidos gracias a la gran ola de analfabetismo funcional que regresa. Sus seguidores adoran a Trump como un Mesías, quien llevò a nivel de opinión política su instinto: son aquellos que buscan el nuevo supremacismo yanqui, perdido entre el euro, la tecnología asiática, el poderío chino y el armamento ruso, las guerras nunca ganadas y el liderazgo perdido.

Trump tiene la intención de proclamarse líder de esta nueva derecha, pasando por encima (como ya lo hizo en su candidatura) del establishment del Partido Republicano. Así, como líder de la derecha, podrá evitar tener que pagar la factura de lo que ha hecho. Pronto saldrà pidiendo que la gente se vaya a casa y no cometa violencia, pero es un truco. Después de hacer el papel de incendiario, hará el papel de bombero.

Ya Trump ha conseguido lo que quería: demostrar su fuerza y la facilidad de su uso y socavar el margen de maniobra del gobierno de Biden desde antes de su creación. Es el segundo acto de la obra, donde Trump llevará la falsa apariencia del homus politicus, una caricatura del estadista que nunca fue, y este será el comienzo de la ceremonia con la que lanzará su nominación a la cima de la derecha estadounidense.

Si esta derecha sucia con el sabor rancio del neonazismo produce náuseas, no es que sus hipotéticos oponentes inspiren confianza o pasiones. Los llamados progresistas, que deberían competir por el territorio, probablemente están derramando análisis y refrescos en las terrazas de Manhattan. Al fin y al cabo, cuando las decisiones de política interior y exterior se votan conjuntamente, cuando hay un no reconocimiento común de los derechos sociales y civiles (salud publica, Guantánamo y la Ley Patriota), y estan divididos sólo por los derechos civiles de carácter íntimo, ¿qué sentido tiene luchar? Sin querer simplificar las cosas, la diferencia entre republicanos y demócratas parece radicar ahora sobre todo en la etiqueta institucional, en los modales y el lenguaje, no en la sustancia de las políticas.

La división está representada por el posicionamiento de los diversos grupos industriales y financieros que forman las élites del país y eligen el establecimiento político que pretenden gobernarlo en su nombre. Los que creen que la influencia de esta derecha oscurantista con caracteres nazis detiene el globalismo impulsado por los Estados Unidos, que se ha convertido en el estandarte de los demócratas, se equivocan; porque es precisamente en la crisis de liderazgo de los Estados Unidos y las políticas que Trump ha indicado con su American first que nació esta derecha. Así como sería erróneo creer que frente a las hordas bárbaras de Trump hay un mundo democrático completamente diferente. Son los caminos que pretendes tomar y los socios que quieres a bordo los que son diferentes, no el punto de llegada. La pregunta no es qué sino cómo. Y, según se entiende de la redada de esta noche, el cuando.

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