Fabrizio Casari (*)
En el caos internacional causado por la propagación del virus Corona, las indicaciones que se siguen internacionalmente no parecen ofrecer una protección suficientemente fuerte, dado que el alto número de víctimas parece ser el mínimo común denominador. Se sabe que para cada regla hay una excepción y, de hecho, y en los países progresistas latinoamericanos, donde las personas son más importantes que el dinero, el impacto parece ser menos grave.
En particular, los datos relacionados con Nicaragua emergen con una fuerza extraordinaria, que hablan de una muy alta eficacia para contrastar la propagación del virus Corona que no se registra en otros lugares. Estos datos, aunque susceptibles de variaciones, son extraordinariamente únicos en el panorama mundial y deberían hacer de la Nicaragua sandinista y su modelo de salud, basado en la dimensión social igualitaria y comunitaria, un caso a estudiarse.
El presidente de Nicaragua, el comandante Daniel Ortega, en una intervención pública transmitida en redes unificadas, explicó la forma en que Nicaragua se ha librado y maneja la batalla contra la pandemia. El gobierno ha adoptado las directrices internacionales y los protocolos indicados por la OMS, adaptándolos sin embargo a su realidad social, económica y territorial.
Al respecto, recordó el presidente Ortega, el gobierno no se lanzó en una embestida, cerrando por completo el país para contener la propagación del virus. En Nicaragua alrededor del 70% del PIB se genera por la distribución y venta de productos alimenticios, sin los cuales se habría determinado el colapso económico de la nación y, por lo tanto, de su gente.
La mayor parte de la producción de los nicaragüenses está de hecho vinculada a las actividades rurales y una gran parte de su población vive de siembra, cosecha y venta de productos agrícolas. Combatir la posible propagación del virus con una muerte segura por inanición no pareció una gran idea. Mas bien se garantizó la producción y distribución de bienes básicos, en primer lugar los alimentos, que representan la garantía de estabilidad del país.
“El pueblo nicaragüense -subrayó el comandante Ortegaacostumbrado a cualquier tipo de dificultad, tragedia, bloqueo, sabe trabajar la tierra como ningún otro y nunca morirá de hambre”.
La esencia del método
El gobierno ha adoptado un criterio de intervención progresiva, dando lugar a una serie de medidas de precaución, que han reducido los tipos de actividades permitidas pero sin negar el derecho al trabajo y a la circulación: extensión de una semana del período de vacaciones de Pascua para escuelas y universidades, medidas preventivas en el sector público, control de puntos fronterizos aéreos, marítimos y terrestres; restricciones a la entrada de extranjeros al país.
Acostumbrado a lidiar con epidemias típicas de áreas tropicales y desastres naturales y con una población 100% vacunada, consciente de l a extrema utilidad de la información correcta, ha invertido en la prevención y, por lo tanto, también en la comunicación directa a su gente sobre el comportamiento a seguir.
Lo hizo a través de medios tradicionales y redes sociales y con brigadas de voluntarios coordinados por el Ministerio de Salud, quienes se fueron de casa en casa, incluso a los lugares más remotos, para informar sobre la profilaxis a seguir, las conductas a adoptar, los síntomas a detectar y los procedimientos a observar. Dos millones 843,000 visitas directas a un país con poco más de 6 millones de habitantes.
Un método, el de las brigadas enviadas a todas partes del país, que desde la primera campaña de alfabetización de 1980 hasta hoy, representa la esencia del enfoque cultural -paradigmático se le puede decir- de la relación entre sandinismo y pueblo nicaragüense: el ciudadano va a las instituciones pero ellas también van por el ciudadano.
En salud, el esquema adoptado responde a la descentralización de los servicios médicos en todo el país, la construcción de hospitales en cada provincia, centros de tratamiento y asistencia médica que cubren todo el territorio y sirven a toda la población.
Las instalaciones de salud pública Al igual que con la asistencia y la educación, el principio fundamental de la política de salud es la total gratuidad del servicio. En trece años de gobierno sandinista se han construido 13 hospitales perfectamente equipados, que elevan el número total a 73. El país cuenta hoy con 143 policlínicas, 1343 instalaciones médicas y 5806 casas destinadas a recepción.
Se construyeron 70 centros de terapia para el dolor, 178 hogares para asistencia a mujeres embarazadas y 91 instalaciones para personas discapacitadas. Se construyeron y equiparon cinco centros especializados y un laboratorio de citogenética y diagnóstico prenatal y está en funcionamiento un laboratorio de ingeniería biomolecular (solo México tiene otro en el área) como resultado de la cooperación con Rusia. Se compraron 404 ambulancias, incluidas seis acuáticas, y un acelerador lineal, único en toda América Central, está disponible para todos los pacientes con cáncer.
Salud, educación, asistencia, sustentamiento directo e indirecto. El modelo es gratuito, igualitario, libre, comunitario. El conjunto de estas políticas, que favorecen las condiciones materiales de las clases populares en paralelo con la modernización y el desarrollo económico del país, representa la esencia pura de las políticas socioeconómicas del gobierno sandinista. Un dibujo sustancial de su modelo, que radica en su soberanía absoluta e independencia y se hace sistema.
¿Dónde estaba el presidente Ortega?
La ausencia de cámaras del presidente Ortega había llevado a sectores de la prensa extranjera a cuestionar su destino. No había aparecido en público durante más de un mes y, por sugerencia de los golpistas nicaragüenses, periódicos de diferentes países habían presentado hipótesis, formulado esperanzas, inventado teorías. ¿Muerte? ¿Enfermedad? ¿Renuncia? Improvisados Sherlock Holmes se convencieron de que un presidente es un fenómeno escénico, con focos y expresiones a favor de cámaras.
La oposición pedía al Presidente que hablara a la nación: una praxis solemne que quería demostrar que Nicaragua está en medio de una tragedia ingobernable y que las medidas draconianas tienen que darse (pero si las hubiera aplicado habrían gritado por la represión). Nada que tenga que ver con la situación real.
La solicitud de bloquear el país fue un intento de levantar pánico, generar caos y producir un dramático empobrecimiento masivo de la población. Al menos del que necesita trabajar para vivir, ciertamente no al que mantienen los organismos estadounidenses, siempre que desestabilice al país.
Hasta el día de su comparecencia, el comandante Ortega decidió no aparecer frente a las cámaras por varias razones. Un presidente que habla al país en redes unificadas es una medida que rara vez se ha adoptado durante los 13 años de presidencia: proponiéndola en una situación de atención y alarma, pero sin crisis, habría tenido el efecto de confirmar el drama que quieren dibujar los golpistas para sus propósitos políticos.
La disciplina y el orden en que se respetan las indicaciones del gobierno le dan la razón al Comandante: la batalla contra la pandemia tiene resultados excelentes, todo está bajo control y no hay motivo de pánico. Además, el trabajo de mando y coordinación del Comandante no necesita ser ilustrado por cámaras y no hay defectos de transparencia: los informes diarios a la población son difundidos por la vicepresidenta Rosario Murillo y por el Ministerio de Salud.
No fue esto el único intento de los golpistas de generar zozobra: pidieron que se les diera a los centros de salud privados la gestión de las pruebas, pero fue obviamente rechazada. El objetivo era inventar números apocalípticos de pacientes para generar pánico interno y colocar al gobierno en confrontación con la comunidad internacional.
Utilizan la etiqueta internacional “quédate en casa”, pero es para los demás: ellos se filman en fiestas y en las playas. Y quedarse en casa no se aplica, por supuesto, a sus cocineros, camareros, jardineros, conductores y escoltas. Dicen que Nicaragua es peligrosa, pero los que huyeron después del intento de golpe de Estado del 2018 están regresando: tal vez les resulta más peligroso quedarse en Costa Rica.
Hasta el embajador estadounidense Kevin Sullivan lo testifica: en lugar de regresar a los EEUU eligió quedarse en Nicaragua para que su esposa pudiera dar a luz. Álvarez, el más bruto de los obispos somocistas, anunció que estaba estableciendo un centro dirigido por su parroquia para el diagnóstico y tratamiento de Covid-19: se le prohibió y la propia Conferencia Episcopal lo ha convocado para reprocharlo de una iniciativa tan ridícula.
Por su parte el Cosep, la asociación de los empresarios (así les encanta llamarse al latifundio oligárquico), recuerda la profundidad ética de la que se jacta: dice que contribuye a la batalla contra la pandemia, pero no saca un dólar y promueve la recaudación de fondos de otros. En resumen, los ricos no gastan, a lo mejor cobran algo.
Un líder y su proyección En su discurso, el presidente Ortega, como siempre, no respondió a los insultos de los golpistas: el desprecio se ejerce con el silencio. Solo aprovechó la ocasión para informar que los hospitales, las ambulancias y los centros de salud destruidos y quemados por los mismos golpistas en el 2018, ya han sido completamente recuperados.
No está en el carácter del Comandante ironizar públicamente sobre la imagen ridícula que caracteriza globalmente a los vendepatria y, en fin, un estadista mira hacia arriba, donde las cucarachas no vuelan. En cambio, lanzó otro llamamiento al mundo de los poderosos para convertir el gasto militar en gasto social, recordándole a Trump que de nada sirve tener armas de destrucción masiva si el país más poderoso, económica, política y militarmente, no logra proteger a sus ciudadanos.
La peor noticia para los golpistas es que, en pocas horas, el comandante Ortega se ha convertido en uno de los principales influyentes de la comunicación planetaria. Las cadenas de televisión y radio, agencias de prensa, periódicos y sitios web, blogs y redes sociales, han dado cuenta de la intervención presidencial. Según algunas compañías especializadas en el seguimiento de datos y del tráfico de la red, más de 34 millones de usuarios se conectaron a verlo y más de 17 millones han sido las visitas directas.
Un volumen generalmente alcanzado por grandes eventos internacionales y de gran atractivo mediático. Desde CNN hasta Fox, desde BBC hasta Univision, desde Bloomberg hasta Tele Sur, y luego el Washington Post, The New York Times, El País y otros, todos han informado de las palabras del Presidente de Nicaragua.
El hecho de que se haya registrado un excelente estado de salud del Presidente y que se haya difundido un discurso políticamente sabio y compartido incluso por aquellos que no están en las filas del sandinismo, es lo peor para los golpistas, ya que ha proyectado una imagen de líder internacional de Daniel Ortega. Y ya que fueron ellos quienes pidieron insistentemente la presencia del Comandante, ¡nos enfrentamos a un caso de boomerang comunicativo nunca visto!
Luego está la repercusión nacional de la intervención presidencial. Los nicaragüenses han sentido todo el peso de la autoridad del Comandante, su confirmada capacidad para gobernar el país incluso ante una emergencia socio-sanitaria. Este es un elemento que se refleja internamente, porque descalifica aún más a una oposición sin ideas y planes, liderazgo e imagen; mientras, por el contrario, fortalece aún más el alto grado de confianza popular en el Comandante.
Este es el relato de hoy en Nicaragua. Hay un Presidente como Daniel Ortega que se preocupa por su pueblo y un gobierno que implementa políticas que deberían tomarse como modelo, dados los resultados. Y hay una oposición ridícula que, única en el mundo, expresa la esperanza de un contagio masivo para generar caos y reducir el consentimiento del gobierno.
Pero ya solo los estúpidos y los de mala fe prestan atención a lo que dicen y hacen. En el desarrollo dramático de una batalla internacional entre la ciencia y la pandemia, entre el caos y el buen gobierno, entre el business de la minoría y los intereses populares, el escenario es muy serio. Y en la seriedad los payasos no encuentran espacio.
(*) Periodista, analista político y director del periódico online www.altrenotizie.org