Escritor Jesús Miguel (Chuno) Blandón pasa a otro plano de vida

La Revista Visión Sandinista expresa sus condolencias y solidaridad a la familia del escritor y periodista Jesús Miguel (Chuno) Blandón, fallecido este viernes a los 79 años de edad.

El destacado escritor creó el famoso programa “El Tren de la Seis” que con mucho éxito se transmitió en la década de los años 80. Fue dueño de radios como Istmo, Juvenil,  El Fabuloso 7 y La Tigre. Escribió varias novelas “Entre Sandino y Fonseca”, ““La Noche de los Anillos”, “«Nunca Me Olvidarás», entre otras.

En el año 2007 recibió la Orden Independencia Cultural “Rubén Darío” y en  2017 la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) le otorgó la distinción Doctor Honoris Causa en Humanidades.

A continuación reproducimos una entrevista realizada al destacado escritor, publicada en la Revista Visión Sandinista en enero del 2008:

Jesús Miguel (Chuno) Blandón: “He sido afortunado”

  • A la Orden Cultural Rubén Darío, otorgada por el presidente Ortega, se le suma reconocimiento del Centro Nicaragüense de Escritores

Visión Sandinista

Realizado y satisfecho. Así dice sentirse el doctor Jesús Miguel (Chuno) Blandón; y no es para menos, pues todavía no le había pasado el sabor a gloria que le dejó el reconocimiento que le hizo el presidente de la República, Daniel Ortega, al concederle la Orden Independencia Cultural Rubén Darío en julio pasado, cuando el Centro Nicaragüense de Escritores ya lo estaba honrando con otro reconocimiento “por sus valiosos aportes a la literatura nicaragüense”, este 18 de enero.

Ambos reconocimientos son una especie de colofón para la larga trayectoria de casi 50 años de este matagalpino de estar escribiendo y creando, desde que allá por 1960 empezó a involucrase en los medios de comunicación, particularmente en la radio y prensa escrita, en las cuales ha hecho historia. Es más, él ya es una historia viviente.

Para darnos una idea de lo que significan para él estos reconocimientos, Chuno se ve cuando a la edad de cinco años era despertado todas las madrugadas por su mamá para que fuera a buscar una vaca por los solares del poblado de San Rafael del Norte. “Tenía que irme a corretear a la vaca para que la ordeñaran, me dieran el vaso de leche y poder irme a la escuela; es decir, que me ganaba el desayuno”, rememora.

Y es que para este reconocido hombre de letras, la vida es como una carretera donde hay mojones que a uno le van indicando la senda. Esos mojones fueron hechos fundamentales que lo marcaron. Tres claros ejemplos: Blanca Aráuz, esposa del General de Hombres Libres, Augusto C. Sandino, fue su tía; Carlos Fonseca Amador, Padre de la Revolución Popular Sandinista, su primo; y la masacre del 23 de julio de 1960.

“El hecho de que Sandino se haya casado con una tía mía me parece que es determinante en mi vida, porque hay gente que conoce a Sandino hasta que llegó a la universidad. Yo lo conozco desde que tengo uso de la razón, porque mi papá y mi mamá me contaban”, dice, y cuenta de paso que a su padre durante tres días lo torturaron los yanquis por ser colaborador de Sandino y que su madre estuvo atendiendo el parto de Blanca.

La vena artística de los Aráuz

Esto para Chuno fue un embrión, pero cuando se reconoce con Carlos Fonseca ya es un todo. Carlos le dio la oportunidad de escribir en su revista Segovia, cuando ambos estaban estudiando en el Instituto de Matagalpa. Estos dos hechos fueron fundamentales en el compromiso que luego adoptó en su vida: destruir a la dictadura somocista.

Mientras colaboraba con Segovia junto con Manolo Cuadra y otros que después fueron reconocidos intelectuales, Chuno empezó a trabajar en Radio Musún, primero haciendo mandados a su tío que era el dueño y luego realizando un “programita” de entrevistas con aquellas grabadoras enormes de carretes.

Poco a poco le fue fluyendo la vena artística que le viene de los Aráuz. “Me imagino que por eso Sandino se enamoró de ella, por ese espíritu que le encontró a Blanca”, comenta, para explicar cómo un hombre de letras como él, que es abogado, no haya estudiado periodismo o arte dramático. “Sencillamente porque no existían esas carreras y estudié lo que más se acercaba a alguien que le gusta las letras, que era Derecho”.

Pero no se arrepiente, porque personalidades como los doctores Mariano Fiallos Gil y Alejandro Serrano Caldera le formaron una mentalidad académica organizada, disciplinada en el estudio y la lectura que le sirvió de mucho cuando se metió de lleno a los medios de comunicación. Incluso, cuando estudiaba Derecho en la Universidad de León, participó en la primera obra que se montó en un teatro experimental que creó el rector Fiallos Gil

Al mismo tiempo que estudiaba y era actor de teatro, hacía pequeñas revistas musicales en radioemisoras, primero en Radio Atenas y después en Radio Circuito. Eran tiempos de manifestaciones contra la dictadura somocista, en una de las cuales se salvó de milagro: la del 23 de julio de 1960, cuando la guardia masacró a los universitarios en León

Posteriormente inicia una nueva experiencia laborando como redactor en el periódico El Universal de León. Con el reporteo fue conociendo las interioridades del oficialismo y el mundo subterráneo de tretas y corrupción que imperaba en el somocismo.

EL tren de las seis
“Todas estas cosas las iba acumulando en mi mente”, refiere, hasta que un día de 1962 decidió crear “El tren de las seis”, un programa satírico y caricaturesco que empezó a transmitir en Radio Circuito, y cuyos libretos los escribía para volcar su descontento en contra del régimen. En esa época también lo presentaba en teatro.

El tren duró hasta que Anastasio Somoza tomó directamente las riendas del país en 1967; pero, basado en los libretos, Chuno publicó un folleto con caricaturas con el mismo título del programa. “Me acuerdo que en El tren iban montado los políticos de entonces, que eran Pedro Joaquín Chamorro, Fernando Agüero, Ramiro Sacasa, Somoza”, señala.

En esos años, junto con Rolando Avendaña hizo un periódico de centro izquierda que se llamó Oposición, cuyo mérito histórico fue el de ser el primer medio que publicó por entrega dos libros clandestinos: El General de Hombres Libres, de Gregorio Selser; y Estirpe Sangrienta, de Pedro Joaquín Chamorro.

De León se trasladó a Managua para trabajar en el diario Extra, también de Rolando Avendaña y de Manuel Espinoza, elaborando reportajes. Uno de ellos fue sobre Carlos Fonseca y su familia. “Ese día el periódico se vendió como pan caliente, porque escribí sobre Carlos como guerrillero, su hermano como cura, y su padre como administrador de los Somoza”, relata.

Luego se fue a Radio Mundial y aprovechando el excelente cuadro dramático que tenía, concibió la idea de montar un programa con contenido político, literario y artístico. De lunes a viernes, trasmitía como especie de novela “La dramática vida de Manolo Cuadra”, “La muerte trágica de Fernando Gordillo”, “La vida de José de la Cruz Mena”, por ejemplo.

Libro en la clandestinidad

“Eran novelitas que cultivaba la gente, pero al mismo tiempo le daba una visión cívica y patriótica”, explica Chuno, agregando que poco a poco fue tanteando el terreno hasta que se aventuró en cosas más delicadas, como dramatizar “Los héroes del Bocay”, “El golpe a Leonardo Argüello”, entre otras. Esta etapa concluyó con el terremoto de Managua de 1972.

Incansable, allí también comenzó a escribir la obra teatral “El nacatamal de oro” y lo que años después sería su primer libro, Entre Sandino y Fonseca, que prácticamente lo había iniciado con los libretos de su programa en la Mundial. El mismo Carlos aprobó que se metiera de lleno en escribir ese libro luego que Vicente Baca, dirigente universitario en ese entonces, le llevara algunos originales.

“El libro todavía no tenía título”, aclara, pero en el ínterin Carlos muere en las montañas de Zinica. A través de Ibis Hernández, William Ramírez empezó a colaborar con Chuno para publicar el libro en la clandestinidad. Sin embargo, se precipitaron los acontecimientos con el asesinato de Pedro Joaquín, la toma del Palacio Nacional y la ofensiva insurreccional.

Conciente de la situación, Chuno se dio cuenta que el Frente Sandinista iba a sacar del país a Mayra Reyes –ahora directora de esta revista- para enviarla a México. Entonces le entregó una copia del libro para que lo conservara, mientras él se quedaba con los originales. “Los perdí en Costa Rica, pero cuando meses después yo también llego a México bajo una espantosa lluvia, la Mayra me está esperando”, rememora.

Efectivamente, Mayra conservó la obra y se la regresó. Cuatro meses después del triunfo de la revolución sandinista, Entre Sandino y Fonseca ve la luz del día. Posteriormente la Universidad de Guadalajara le edita “El nacatamal de oro”, y se dedica a escribir su primera novela bajo el título de “Cuartel General”, publicada primero por el Ministerio de Cultura y luego por la Editorial Nueva Nicaragua en una segunda edición.

Una novela revolucionaria

A raíz de la derrota electoral en 1990, Chuno no volvió a publicar nada. “El mundo ha cambiado y no quiero publicar nada que no esté seguro que va a tener permanencia”, expresa, hasta que en 1996, con el ascenso de los liberales nuevamente al poder, empezó a escribir “La noche de los anillos”,  una novela basada en la vida de Carlos Fonseca y de Julio Alonso, paradigmas de él.

“La noche de los anillos es una novela de ficción, pero con elementos históricos, porque al hecho meramente histórico, frío, se le agrega el factor humano, la vivencia de las personas que participaron”, detalla, convencido que logró hacer una novela revolucionaria en medio de un ambiente reaccionario con tintes retrógrados. No obstante se publicó en el 2001.

Retirado de la política, Chuno Blandón ahora está exclusivamente dedicado a escribir, sin dejar de estar al tanto de su Radio Tigre. Por eso, actualmente está haciendo una nueva edición de Entre Sandino y Fonseca con más y mayores datos.

Por todo esto que ha creado y elaborado es que Jesús Miguel Blandón se siente satisfecho y realizado, más aún cuando le viene a la memoria aquel niño que tenía que arrear una vaca durante una hora para poder desayunar. “Me parece que he sido afortunado”, concluye.

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