- Así se forjó la juventud sandinista en los años 70
- De niña se integró al FSLN
- Monjas intentaron expulsarla del colegio y no la dejaron subir a recibir el diploma
- “La muchacha de la bomba” le llamaban
- De jefa policial puso a raya a los pandilleros en Tipitapa
- Una pistola en la sien del cirujano evitó le amputaran su mano
- Orgullosa de ser sandinista, afirma que los golpistas no podrán repetir
David Gutiérrez López
La chelita de ojos claros, vestida de cotona, blue jean, peinada de trenzas y una pañoleta sobre el cabello, se movilizaba con agilidad por los pasillos y aulas universitarias, arengando a los condiscípulos a tomar conciencia de organizarse y luchar contra la dictadura militar represiva de Anastasio Somoza.
Elaboraba mantas, participaba en la redacción y edición del periódico El Estudiante, el que se imprimía primero en un primitivo mimeógrafo artesanal de madera, escrito en máquina de escribir, dibujos elaborados a mano y plasmados sobre un esténcil (plantilla); posteriormente recuperaron un aparato más sofisticado y moderno e imprimían en una caseta del Frente Estudiantil Revolucionario Marxista Leninista, (FER ML).
Chella, le llamaban sus compañeros y profesores a María Celia Teller Paz, quien en 1975 ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, (UNAN, Managua), destacándose por su trabajo organizativo y de apoyo a las actividades del FER. Fogueada en las jornadas de protestas en León, siendo una adolescente, desde la secundaria participó y se integró a colaborar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Estudiando en el colegio Pureza de María de León, comenzó apoyando la lucha por el alza en la leche. Sus primeras misiones fue distribuir volantes que se elaboraban en el Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN),
junto a Martha Angélica Quezada. Se involucró en la lucha por la liberación de Francisco “Chico” Ramírez y otros prisioneros políticos de la dictadura militar del general Somoza Debayle.
Por su destacada participación, a los 14 años asumió la responsabilidad de la conducción y organización política del barrio El Coyolar, de León, en 1972, meses antes del terremoto que destruyó Managua el 23 de diciembre de ese año.
En León trabajó con Gerardo Arce y Felipe Escobar, este último fue el que le puso el seudónimo de Luisa Amanda, en homenaje a la combatiente sandinista Luisa Amanda Espinoza, primera mujer que cayó en combate contra la Guardia Nacional, el 3 de abril de 1970 en León, junto al guerrillero Enrique Lorente Ruiz.
Las monjas la expulsaron
Cuando la Chella cursaba el quinto año de secundaria, esta vez en el colegio Pureza de María de Managua, las monjas ordenaron su expulsión acusándola de subversiva y revoltosa; no obstante, todas sus compañeras se solidarizaron y advirtieron que ninguna entraría a clases si no la reintegraban.
Las religiosas cedieron, pero para no quedar burladas, la sancionaron suspendiéndola del recorrido del bus. Finalmente, en un acto revanchista y anticristiano le impidieron que subiera a recibir su diploma de bachiller el día de su graduación.
Ingresó a la UNAN-Managua en 1975, encontrándose con un escenario efervescente en el movimiento estudiantil. Se integró al Frente Estudiantil Revolucionario Marxista Leninista (FER-ML), conocido como los proletarios, una de las dos tendencias en las que se había separado el FSLN por concepciones en la conducción de la lucha contra la dictadura de Somoza.
En esa organización desarrolló el trabajo de agitación y propaganda junto a varios compañeros, entre los que se encontraban Francisco “Chico” Meza (asesinado por la guardia somocista el 9 de junio de 1979); Sergio Gómez (fallecido), Ulises Rodríguez Maradiaga (caído el 7 de enero de 1979 en una recuperación económica al Banco Nacional en Masaya), Asunción “Chón” Sandino, Dora Estela Medina, Reynerio Mendieta, Fernando Caldera, y su hermano Daniel Teller (caído combatiendo a los contras el 30 de abril de 1983, en Zompopera. Recibió la Orden Carlos Fonseca Amador), entre otros.
La marihuana y otras drogas eran promovidas por la dictadura
En los años del ascenso revolucionario, cuyo principal foco de expresión fueron las universidades, el aparato militar y de inteligencia de la dictadura de Somoza promovía el consumo de la marihuana y otras drogas como anfetaminas, las que aparecían en paquetes en los baños de varones y mujeres como por arte de magia, con la clara intención de inducir al consumo y apartar a los jóvenes de la realidad de pobreza, opresión y represión que se vivía bajo la bota militar apoyada por el imperialismo norteamericano.
Surgieron expendedores ambulantes dentro de los centros de estudio. En diversas ocasiones ocurrieron balaceras entre “pucheres” (narcomenudistas), disputándose el control de los espacios en la universidad. Recuerda al pastelero, que disfrazaba su venta de pasteles de carne y dulce de piña con la promoción de “churros” (cigarros de marihuana).
Una tarea del movimiento estudiantil ante aquella amenaza de distracción, adicción y perturbación en la mente y cuerpo de la juventud, fue declarar el combate abierto a los narcos que habían convertido el Alma Mater en un gran expendio de drogas. La lucha fue frontal hasta lograr su expulsión del territorio universitario.
El movimiento estudiantil sandinista también combatió el consumo de bebidas gaseosas, todas las colas “imperialistas” y promovieron en cambio bebidas como el tiste, chicha, semilla de jícaro, tamarindo, sin faltar las enchiladas que para muchos estudiantes significaba desayuno, almuerzo y cena, en los quioscos de venta dentro de la universidad.
La película de su vida en un segundo
En octubre de 1977 la Chella subió a un bus urbano de Managua en compañía de dos compañeras Asunción “Chón” Sandino y Dora Estela Medina, todas portando armas cortas, en una acción de propaganda relámpago explicando a la población las causas y el avance del momento en la lucha contra la dictadura de Somoza.
Al intentar bajar del bus, cerca del actual Metrocentro, el conductor que al parecer sufrió un ataque de pánico, aceleró provocando que la chelita cayera al pavimento de espalda, resultando con una herida en la cabeza.
“Comencé a ver la película de mi vida en un segundo”, refiere María Celia, al recordar que miró a su mamá, papá, hermanos, compañeros de lucha, amistades del colegio, situación que la ubicaba quizás en el umbral de la muerte, cuando de pronto apareció alguien que le dijo: “levantate que viene un BECAT” (Brigada Especial Contra Actos Terroristas), patrulla de la Guardia Nacional especializada en perseguir a jóvenes sandinistas. Su rescatador la condujo a una clínica donde le aplicaron siete puntadas para suturar la grave herida. Su familia no se enteró de ese accidente, porque ella siempre llevaba puesta la pañoleta hasta dentro de la casa para ocultar la herida.
La muchacha de la bomba
María Celia siempre se destacó por ser una de las activistas con mayor presencia en acciones de propaganda armada y conductora de marchas en la lucha por demandar al régimen de Somoza el 6% para las universidades. Una de las tácticas utilizadas para atraer la atención era el uso de bombas de fabricación casera, las cuales rellenaban con propaganda escrita, en la que se invitaba a mitines y concentraciones donde el punto central era la lucha por derrocar a Somoza.
Un infausto día que no precisa, a finales de 1977, cerca de las once de la mañana, cuando se disponía a activar la bomba propagandística que se encendía mediante una mecha lenta utilizando un espiral, inesperadamente el artefacto explotó lanzando el cuerpo de la Chella como a un metro de distancia.
No perdió el conocimiento, pero provocó casos de histeria en las muchachas y varones que gritaban, chillaban y hasta lloraban horrorizados al verla bañada en sangre, recuerda 41 años después de ese trágico día que conmocionó a los universitarios.
Su mano izquierda era la más afectada. A simple vista no se distinguían, en aquella masa llena de sangre, los verdaderos efectos que había sufrido. Sus compañeros corrieron en su auxilio, entre ellos Fernando Caldera Azmitia (ex jefe de la Policía en la década de los 80), el dirigente estudiantil Chico Meza y Reynerio Mendieta, quienes la condujeron a un hospital en una ambulancia que acudió a la UNAN. La noticia corrió como reguero de pólvora, ese medio día los noticieros radiales informaron el suceso y luego se publicó en los periódicos.
¿Cómo me veo? Preguntó la Chella con serenidad a Caldera, y éste le respondió: ¡Bella, bella!, en un momento para llenarla de ánimo. En la ambulancia le acompañaron Reynerio Mendieta y su hermano Daniel Teller.
Una pistola en la sien del médico la salvó de una amputación
Con su mano casi destrozada y herida en la cara con varios charneles, tuvo que realizar un periplo por varios hospitales, porque la guardia andaba detrás de ella y sus acompañantes. En el último centro donde le atendieron, el médico cirujano alistó la sierra para llevarla al quirófano y amputarle la mano.
Daniel Teller reaccionó de inmediato sacando una pistola y poniéndola en la sien al médico, le advirtió que sería su último día de existencia si se atrevía a cortarle la mano a su hermana de sangre y compañera de lucha.
En ese difícil momento llegó un joven correo (de carne y hueso, porque no había celulares ni computadoras con internet) con un mensaje de Chico Meza, orientando que la sacaran del hospital y la llevaran a la clínica del oftalmólogo doctor Garay, donde horas después llegó el cirujano plástico doctor Fidel Morales, quien le practicó una cirugía reconstructiva por espacio de ocho horas, logrando salvarle la mano. Solo cuatro dedos fueron parcialmente amputados.
El doctor Morales se llenaba de orgullo cuando ofrecía conferencias y clases tomando como ejemplo “su obra de arte” al reconstruir y salvar la mano de la chelita que estuvo a punto de perderla. El médico recomendaba a sus alumnos y colegas hacer hasta lo imposible para salvarle a los pacientes partes vitales de su cuerpo.
Después del accidente, a los lugares que visitaba, la gente le preguntaba al verla con la mano vendada: ¿vos sos la muchacha de la bomba?, situación que complicaba su trabajo conspirativo, en el que siempre actuó sin someterse a la rigurosidad del clandestinaje. En una ocasión, cuando su primera hija nacida el 31 de diciembre de 1978 estaba tiernita, debía realizar un importante contacto en alguna zona de Managua y para evitar ser identificada se cubrió la mano cargando a la tierna.
Todavía hace algunos años, le retiraron en Cuba algunos charneles que habían quedado incrustados cerca del ojo izquierdo.
A los barrios orientales en la insurrección
En 1979, previo a la insurrección final, la Chella laboraba en la organización de trabajadores de fábricas y empresas del sector norte de la capital. Desde junio de ese año su trabajo se concentró en organizar a la población, para resistir la embestida de las tropas de la guardia que intentaban penetrar a esa zona, dominada por la guerrilla urbana durante la insurrección de Managua.
El 27 de junio, en horas de la noche partió de Managua a Masaya en el espectacular repliegue; no obstante, cuando se encontraban adelante de Piedra Quemada, después de sobrevivir al ataque de la aviación somocista, recibió la orientación junto a otros compañeros de retornar a Managua a realizar tareas de reorganización de fuerzas dispersas en los barrios occidentales, que se habían quedado sin sumarse al repliegue.
En esas tareas se encontraba en el residencial Las Brisas, cuando llegó el 19 de julio de 1979, día del triunfo de la revolución. Le orientaron movilizarse cerca de la Universidad Centroamericana, (UCA) y a la primera compañera que encontró y abrazó con emoción fue Alicia Zúniga. El resto del día sería de mucha alegría al reencontrarse con compañeros que creía estaban muertos.
En las Milicias Obreras de Alfabetización de la CST
Su primera misión, tras el derrocamiento de la dictadura somocista, fue en la Comisión de Propaganda de la Central Sandinista de Trabajadores (CST). Posteriormente, junto a un equipo de compañeros, laboró en la formación de las Milicias Obreras de Alfabetización, logrando que 16 mil iletrados aprendieran a escribir y leer en la primera etapa de esa jornada que se extendió a un destacamento de montaña en alejadas zonas de la Costa Caribe.
En 1981 ingresó al Ministerio del Interior (MINT), como responsable de la sección política y retaguardia con un equipo formado por Leonardo Torres, Martha Elena Espinoza, María Leticia Valle, José Figueroa y Patricia Gutiérrez, entre otros.
En un proceso de reorganización, pasó a la Policía Nacional, iniciando con el grado de capitán, asignada al Distrito II, donde laboró como investigadora. Posteriormente le trasladaron a la Sección de Personal y Cuadros.
En 1993 le asignaron la segunda jefatura en Boaco y recuerda que Franco Montealegre, entonces jefe nacional de la Policía, reconoció que era la primera mujer policía que operaba personalmente hasta en el último rincón de su territorio, como en un recóndito lugar llamado La Embajada.
Combatiendo a las pandillas en Tipitapa
El municipio de Tipitapa, con más de 130 mil habitantes, se destacaba en los años 90 por constantes conflictos de pandillas juveniles que provocaban sangrientas reyertas callejeras, seguidas de desórdenes e intimidación a la población trabajadora y pacífica. Por puro placer, a los borrachines caídos en las aceras les causaban graves heridas con botellas despicadas y garrotazos, ocasionándoles graves heridas y hasta la muerte o dejándolos en estado vegetativo. La Comisión de Derechos Humanos criticaba a la Policía por no hacer nada para poner el orden y control contra las fechorías juveniles.
La entonces comisionada María Celia Teller, recién nombrada jefa del Distrito VIII, se dispuso con su equipo realizar una redada de jóvenes en riesgo, encarcelándolos; tan efectivo fue el plan que esas purísimas y navidad resultaron un éxito en paz y orden. Lo interesante es que ningún padre de familia o pariente de los chavalos en riesgo llegó a reclamar a los que provocaban el caos y desorden.
La población aplaudió y avaló la excelente labor policial por llevar paz y tranquilidad al municipio y hasta la Comisión de Derechos Humanos extendió un reconocimiento escrito a la comisionada Teller Paz.
También fue jefa en Granada, donde esclareció un asesinato que pasó 16 años en la impunidad y que la población reclamaba encontrar al o los responsables. En Ocotal, en coordinación efectiva con el Ejército desarticuló bandas de cultivadores de droga, entre ellas una donde encontraron y eliminaron 700 plantas de marihuana.
En el FSLN encontró valores de hermandad y unidad
La Chella, que confiesa haber tenido una infancia feliz, en cuya casa solo había un televisor en blanco y negro, asegura que sus padres les enseñaron a compartir y ver los programas con sus hermanos en orden de mayor a menor. Con 48 años de militancia sandinista, enfrentando adversidades, confirma que en el FSLN encontró valores de unidad y hermandad, allí aprendió a comer del mismo plato de comida o de la raspa de una paila de arroz donde la “abuela”, que vendía comida en la entrada de la UNAN, con sus compañeros de lucha.
Externa llevar con inmenso orgullo el ser sandinista y contar con la conducción partidaria del comandante Daniel y Rosario, confirmando a manera de juramento que nunca más permitirán que los intentos desestabilizadores y golpistas de la derecha se vuelvan a repetir.
El personaje
María Celia Teller Paz nació en Managua el 3 de mayo de 1958. Padres: Jorge Taller(qepd) fue miembro fundador de Juventud Patriótica y Carlota Paz de Teller, colaboradora histórica del FSLN.
Procreó cuatro hijos: María Mercedes, Celia Carolina y Jorge Francisco Mendieta Teller de su primer matrimonio y Carlos Alberto Morán Teller. Ha estado casada tres veces, actualmente con Danilo Rappaccioli. Tiene un total de seis nietos.
Es militante del FSLN de la segunda promoción. Graduada en filosofía, sociología y es abogada y notaria por la República de Nicaragua.
En 2007 se retiró de la Policía Nacional con el grado de comisionada.
Primera vez que escucho hablar de esta gran mujer!
Es un honor tener una gran mujer revolucionaria de este tipo, increíble, exelente, y siga adelante Cra.
Ya esta en la historia de Nicargua.
Es un honor tenerla de amiga y camarada
Mi respeto, admiración y reconocimiento a esta gran militante sandinista. Un orgullo de mujer nicaragüense.
Excelente reportaje para una hermana y compañera, la chella siempre ha sido una mujer activa, un orgullo como mujer Nicaragüense
Muy interesante su historial,mi estimada amiga de lucha,millones de felicitaciones,mujer ejemplar para nosotr@,no tener miedo y decir siempre la verdad, es ser revolucionaria que no le temió a la Guardia Genocida.#NopudieronNipodran
Cuando a inicios de 1977 llegué por primera vez a la UNAN-Managua en busca de matrícula, la Chella estaba en una mesa dando orientaciones a los alumnos de nuevo ingreso y así la conocí. Histórica compañera sandinista.
Que Dios te siga dando esa alegría que solo al escuchar tu voz, reconforta el espíritu. Gracias por haberte conocido
Felicidades, es un orgullo como mujer tener este tipo de linaje en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional, siempre firme y Leal.
Todo lo escrito lo viví, yo estuve en la UNAN, y desde el anonimato conocí a la Chelito, solo que ami me tocó el trabajo en los Barrios Orientales
Una generación de mujeres y hombres que nos enseñaron mucho en el proceso y sin hacer alarde, ni andar buscando el lente de una cámara sino todo lo contrario.
la chellita, como muchos la conocen es una excelente mujer, revolucionaria, militante y sobre todo anti imperialista, sus méritos los lleva en su sangre, y la convicción y los principios la elevan al nivel de nuestros héroes (aún vivos) y mártires (esos que murieron por la patria y por el pueblo). PLOMO
Clase ejemplo de lucha, convicción y lealtad.
Todo un ejemplo de lucha, entrega y compromiso con su pueblo Felicidades a la compañera.