- Comandante Doris Tijerino Haslam, mujer legendaria del sandinismo
Es considerada una mujer legendaria del sandinismo por su larga e intensa trayectoria revolucionaria. La disciplina, lealtad y transparencia son los principios más valiosos que considera debe tener un militante del Frente Sandinista, los mismos que ella ha cultivado y mantenido en todas las circunstancias, aun a costa de su propia vida. Por eso y muchos valores más, su nombre inspira admiración y respeto: comandante Doris María Haslam Tijerino.
Ella cuenta con toda una trayectoria de lucha que la ha convertido en una de las mujeres más emblemáticas de la historia de Nicaragua en general y del FSLN en particular, pues muy joven se metió de lleno a luchar contra la dictadura somocista cuando –parafraseando al comandante Tomás Borge- el amanecer sólo era la tentación de un puñado de jóvenes encabezados por Carlos Fonseca Amador.
Hija de José Agustín Tijerino Salinas y de Doris Haslam Macy, nació el 4 de septiembre de 1943 en Matagalpa, donde pasó su niñez oyendo historias sobre la lucha de Sandino, en la casa de su abuelo; y escuchando a su mamá cuando le leía a ella y a sus hermanos escritos del General de Hombres Libres. “Por las noches, cuando ya nos íbamos a acostar, mi mamá nos leía documentos de Sandino”, recuerda.
Por eso, no le resultaba extraño el ambiente político en el que fue creciendo bajo la influencia de su madre que, después supo, participaba en actividades conspirativas, como apoyando al movimiento guerrillero del general sandinista Ramón Raudales que surgió en 1958. Desde dos años antes ya vivían en Managua y Doris estudiaba tercer año de secundaria en el Instituto Ramírez Goyena.
Tendría 14 años cuando un día su madre le dijo que iba a llevar un bulto hacia un punto de Matagalpa. “Yo no sabía qué llevaba, pero pesaba mucho y estaba envuelto en sacos de bramante”, narra la comandante Tijerino. Después supo que era un fusil garand lo que había llevado, a bordo de un bus de pasajeros, para la guerrilla del general Raudales.
“Mi mamá era una mujer muy decidida, yo soy lo que soy gracias a mi madre”, asegura al recordar esa primera acción que hizo sin estar muy consciente. Es que doña Doris, desde muy joven tuvo acceso a literatura marxista por medio del hijo de un chileno que apoyó la lucha del General Sandino y fue fundador de la Juventud Comunista de Chile.
En la JPN y Juventud Socialista
Uno de los libros que el chileno le regaló a doña Doris fue La Madre, de Máximo Gorki, que muchos años después se lo dio a su hija. “Mi mamá ni se había casado y escribió una dedicatoria ´para mi primera hija cuando cumpla quince años´, pero cuando cumplí los 13 me dijo ya lo podés leer”, precisa, al señalar el primer libro de literatura revolucionaria que leyó.
Mientras estudiaba en secundaria, Doris participaba en manifestaciones y devoraba literatura marxista que amigos de su mamá llevaban a su casa. En noviembre de 1959 fue asesinado por la guardia somocista su primo Chale Haslam, mientras dirigía una guerrilla integrada por campesinos. Un año más tarde e impulsada por su madre, se integró a Juventud Patriótica Nicaragüense (JPN), porque ella “me enseñó que debía participar en una organización”.
Para Doris, Juventud Patriótica fue la primera agrupación juvenil independiente de los partidos históricos y surgió inspirada por el triunfo de la revolución cubana. Su responsable fue Julio Buitrago, quien también estudiaba en el Ramírez Goyena. Durante el tiempo que estuvo en esa organización, con Julio, Oscar Turcios y otros que después serían militantes sandinistas, participó en reuniones políticas y en diversas acciones contra la dictadura.
Durante el primer aniversario de la Masacre de Estudiantes en León, el 23 de julio de 1960, con JPN participó en una jornada de protesta estudiantil contra la dictadura somocista, siendo capturada por una patrulla de la guardia y puesta en libertad poco después. A finales de ese año ingresó a la Juventud Socialista Nicaragüense, brazo juvenil del Partido Socialista de Nicaragua, donde “aprendí una ideología que hasta hoy la conservo con una práctica distinta”.
Tres años más tarde, al poco tiempo de bachillerarse en el Ramírez Goyena en 1963, viajó becada a la Unión Soviética a estudiar Economía en la Universidad Patricio Lumumba. Un año antes lo había hecho Oscar. Con él y otros compañeros empezó a estudiar marxismo-leninismo y a interesarse por el planteamiento de lucha del Frente Sandinista que había surgido en 1961.
Para ese entonces, Doris ya sabía que el FSLN estaba captando a miembros de la Juventud Socialista, entre ellos a Julio y a Oscar. “Hicieron todo un trabajo para llevárselos, pero a mí nunca me tocaron, jamás me dijeron nada”, refiere y piensa que talvez fue porque era considerada uno de los cuadros más firmes. “Yo después andaba preocupada y me decía por qué no me dijeron a mí, porque yo me hubiera ido desde entonces”, comenta.
Su ingreso al FSLN
Decidió regresar a Nicaragua en diciembre de 1965 convencida de integrarse al Frente por estar de acuerdo con sus
métodos de lucha antisomocista. Recordaba el impacto que le provocaron las expresiones de algunos dirigentes de su partido cuando se referían a los sandinistas después de la gesta de Río Coco y Bocay. “Nosotros ya le dijimos a esos cabezas de rifle que esos riflitos que andan en la montaña los entreguen porque están botando el trabajo de organización sindical”, cuenta Doris que decían.
Entonces en Moscú acordó con Oscar de buscar contactos con el Frente Sandinista. “Él se vino antes que yo, se integró y me avisó que ya tenía el contacto; te podés venir, me dijo”. Se regresó a Nicaragua y se fue directo a la casa de los socialistas a poner formalmente su renuncia y decirles que se iba a integrar al Frente Sandinista. “Les tenía que decir porque en el fondo les tenía respeto”, asegura, sin arrepentirse de haber mantenido una conducta correcta de militante, pues “una de las cosas más valiosas de un militante es la disciplina, la lealtad, y la trasparencia”. Y bajo esos valores solicitó su ingreso al FSLN a través de Oscar Turcios.
El 21 de febrero de 1966, durante un acto en conmemoración del 32 aniversario del asesinato del General Sandino, el comandante Daniel Ortega le oficializó su integración a la organización roji-negra. “Se aceptó tu solicitud de militancia”, recuerda que le dijo el actual Presidente de la República.
Poco después, Julio Buitrago la llevó a una casa de seguridad donde se encontraba el comandante Fonseca. Lo reconoció de inmediato porque era también matagalpino y trabajaba en la biblioteca del Goyena cuando ella estudiaba allí.
Carlos le dio su primera tarea: conseguir recursos para la organización. Ya era de noche cuando se despidieron y “cuando salimos afuera de la casa me puso la mano en el hombro y me dijo: mirá que lindo el cielo. Yo levanté la vista y efectivamente había un cielo limpio, estrellado”, relata. Luego Carlos le preguntó por qué le gustaba tanto Moscú.
“Allá no hay este cielo”, le comentó. Ese recuerdo lo tiene Doris muy grabado en su memoria porque “yo toda la vida he tenido color de pro soviética, yo llegué a formarme ideológicamente primero en la Unión Soviética y posteriormente en Cuba”, dice para explicar el significado de las palabras de Carlos cuando se encontraron por primera vez.
Presa en cuatro ocasiones
Carlos también le orientó hacer trabajo político-organizativo con las mujeres, los estudiantes y los trabajadores. Para eso se matriculó en la Escuela de Economía de la Unan-Managua, donde empezó a trabajar dentro del Frente Estudiantil Revolucionario con Julio, Oscar y Casimiro Sotelo, y participaba abierta y activamente en manifestaciones y acciones contra la dictadura; mientras, la dirigencia del FSLN se preparaba para la guerrilla de Pancasán.
A esas alturas, la seguridad somocista no sabía que ella era la famosa “Conchita Alday” que suscribía comunicados del Frente Sandinista. El seudónimo se lo puso el comandante Fonseca en homenaje a la esposa y asistente del general del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional Francisco Sequeira (“Panco Cabuya”), asesinado por los marines yanquis.
En el transcurso de su actividad revolucionaria dentro del FSLN, Doris cayó presa en cuatro ocasiones. “De eso tengo una amplia experiencia”, dice con cierto humor. La primera vez fue un día después de la masacre del 22 de enero de 1967. La llegaron a sacar de su casa en la Colonia Centroamérica y la llevaron a las cárceles de la OSN, ubicadas en la Loma de Tiscapa.
“Me pusieron con todos los del Partido Socialista y nos dijeron que debíamos barrer las oficinas del jefe de la seguridad que entonces era Gustavo Montiel”, rememora. Todos sus antiguos compañeros salieron en busca de escobas, pero ella se quedó sin moverse hasta que llegó uno de los jefes de los esbirros, Reynaldo “el perro” Pérez, “cogió una escoba y me la quebró en la espalda”. Se salvó de una segura tortura porque en ese momento entró un coronel de la OSN y se la llevó a la quinta sección de la policía. Estuvo 13 días detenida.
La segunda fue el 19 de noviembre de 1967, dos horas después que capturaran a Daniel Ortega. Quince días antes la guardia había asesinado a Casimiro Sotelo; ya había ocurrido la gesta de Pancasán y la dictadura somocista estaba desatando una violenta represión. “Me capturaron en camisón de dormir y me dieron un pistoletazo en el brazo y me llevaron otra vez a La Loma”, dice.
Los agentes somocistas ya sabían que ella era la famosa “Conchita Alday” que andaban buscando. “Allí sí me insultaron bastante, me pegaron con los puños y con cualquier cosa, estaban muy endemoniados porque ya me habían tenido y no sabían que yo era del Frente”, prosigue Doris. Esta ocasión fue algo traumática para Doris, no tanto por los golpes que estaba sufriendo sino porque le tocó ver bañado en sangre al comandante Ortega.
Un periodista le salva la vida
Resulta que la metieron en un espacio donde había varios inodoros y duchas de los guardias, y oyó que en otro cuarto estaban golpeando a alguien. “Me tenían sentada en una silla cerca de los lavamanos, cuando yo veo que sale la persona que está siendo golpeada y miro que era Daniel, iba bañado en sangre; esa cicatriz que tiene en la frente se la hicieron entonces”, afirma.
Doris cuenta que en esa ocasión tuvo una reacción física que nunca la ha vuelto a tener. “En la silla yo brincaba, ¿han visto una gallina que queda tortoleando?”, así me sentía”, grafica. Su reacción no fue para menos, pues en ese momento Daniel era el principal dirigente que tenía la seguridad somocista. “Lo más importante que hacíamos en términos individuales era garantizar la seguridad de los miembros clandestinos”, explica. Esa vez estuvo en la cárcel 6 meses.
La tercera vez fue el 15 de julio de 1969, fecha en que se escribió una de las páginas más heroica de la historia del Frente Sandinista con el protagonismo de Julio Buitrago. Ella estaba con él trabajando en la casa de seguridad que tenían cerca de Las Delicias del Volga cuando la guardia irrumpió con fusiles, un tanque y una avioneta, y se entabló un combate de casi tres horas. Ahí cayó Julio y ella fue capturada.
Cinco décadas han pasado y la comandante Tijerino tiene muy vivo los hechos que se dieron tras su captura. “Me empezaron a golpear y me reventaron un ojo allí mismo, me estaban subiendo a un Becat cuando se acercó un periodista y me dijo que dijera mi nombre completo y si estaba herida”, expresa. Con esta acción, el periodista le salvó la vida, pues habían publicado un cable de una agencia de noticias informando que había sido herida en combate, llevada a un hospital, pero había muerto.
A partir de ese momento, la comandante Tijerino se convirtió en una mujer legendaria. Su valiente denuncia de las
atrocidades que le hizo física y sicológicamente la seguridad somocista, impactó y conmovió al pueblo. Tras casi un mes de huelga de hambre, tomas de iglesias y movilizaciones populares exigiendo su libertad, Doris salió de la cárcel el 15 de mayo de 1971 junto con otros prisioneros políticos.
“Además del acto heroico de Julio, que es lo más trascendente, fue el mensaje que nos marcó a los militantes que
nos tocaba desarrollarnos en la guerrilla urbana, porque después de eso nadie más volvió a entregarse sin volar un tiro”, sostiene.
“Siempre tuvimos la seguridad del triunfo”
Ya en libertad le orientaron regresar a la Unan para trabajar con el movimiento estudiantil. En 1972 fue electa Secretaria General del Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN). El 8 de septiembre de 1973 viajó a Cuba, y estaba regresando días después cuando el 18 de ese mismo mes la guardia asesinó a Oscar Turcios, Ricardo Morales, Jonathán González y Juan José Quezada. Entonces, el comandante Fonseca decidió que regresara a La Habana para trabajar en las relaciones internacionales del FSLN.
En abril de 1978 fue la cuarta y última captura que sufrió. Esa vez fue por culpa de un traidor que la entregó a ella y a Omar Hallelevens a la guardia cuando estaban entrando al territorio por Cinco Pinos. En la cárcel permaneció hasta el 22 de agosto de ese mismo año, que fue liberada por el Comando Rigoberto López Pérez con la toma el Palacio Nacional. Con Doris salieron también decenas de presos políticos sandinistas.
Al triunfo de la Revolución el 19 de julio de 1979, se encontraba en México como representante del Frente en ese país y era miembro del Secretariado de la Dirección Nacional del FSLN. Regresó a Nicaragua el 21 para asumir la responsabilidad del departamento de Relaciones Internacionales del Frente. Además, fue la secretaria general de la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (Amnlae).
En 1984 fue nombrada Jefa de la Policía Nacional, cargo que es el que más le ha gustado por el trabajo político de servicio por excelencia que hace. En 1990 fue electa diputada nacional y durante un tiempo ejerció la Presidencia de la Asamblea Nacional. En 1994 fue nombrada miembro de la Dirección Nacional, y en la actualidad es diputada del Parlamento Centroamericano.
40 años después del triunfo revolucionario, Doris hace una remembranza cuando estaba en la cárcel con otros prisioneros: “jamás pensamos que íbamos a sobrevivir, mucho menos que íbamos a ocupar un cargo, aunque siempre teníamos la seguridad que íbamos a triunfar”.
Con esa seguridad considera necesario que la revolución debe estarse revisando y corrigiendo permanentemente. “Yendo siempre hacia adelante, porque el día que nos quedemos satisfechos con lo que hicimos, hasta allí llegamos”, plantea, convencida que la fuerza del sandinismo proviene del vínculo permanente que el FSLN ha tenido con el pueblo, de estar siempre al frente de sus luchas; de ocuparse y preocuparse en resolver los problemas.