- Hace 40 años de Managua salió el histórico Repliegue Táctico
Managua fue bombardeada sistemáticamente por la dictadura somocista todos los días, entre el 11 y el 27 de junio de 1979, ocasionando centenares de muertos y varios miles de heridos”, relata el periodista Pablo Emilio Barreto en su libro Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya. (Aquí publicamos parte de sus vivencias durante ese histórico repliegue hacia Masaya).
Pablo E. Barreto Pérez (*)
Habían pasado 17 días de heroicos combates en los barrios orientales de Managua contra la guardia genocida del somocismo. Se habían registrado ya los repliegues a la Hacienda El Vapor, el de Ciudad Sandino a San Andrés de La Palanca y a Mateare; la insurrección de los barrios occidentales y en particular en San Judas, la banda de asesinos de la guardia genocida del somocismo ejecutó las masacres de Batahola, Kilocho, El Paraisito y la Colina 110, cuando se produjo el Repliegue Táctico a Masaya el 27 de junio en la noche.
La Insurrección Final contra la tiranía en San Judas se produjo el ocho de junio. En los barrios orientales de Managua, concretamente en Bello Horizonte, la insurrección comenzó el nueve de junio a las diez de la noche con el grito prolongado de ¡Patria Libre o Morir, Patria o Muerte Venceremos!
En Monseñor Lezcano, Santa Ana, Acahualinca, Altagracia, Linda Vista, Cuba y otros vecindarios, el tableteo de metralla contra la guardia se inició el diez de junio. En estos dos sectores de Managua encabezaban la lucha armada Gabriel Cardenal Caldera, Eduardo “el Chele” Cuadra, René Cisneros, Pedro Meza, Adrián Meza Soza, Víctor Romero, Genie Soto y Danilo Serrano, entre otros.
Al producirse las masacres genocidas de Batahola y Kilocho y el Repliegue al Vapor, la insurrección de los barrios occidentales quedó prácticamente desarticulada, debido a que faltaban armas de guerra y municiones. Las fuerzas combativas fueron reorientadas hacia el sector oriental de Managua, o tomaron rumbo hacia El Crucero, Mateare y Nagarote.
Durante el día 27 de junio de 1979, mientras tanto, el Estado Mayor del Frente Interno encabezado por los comandantes Carlos Núñez Téllez, Joaquín Cuadra Lacayo y William Ramírez Solórzano mandó a explicar a combatientes populares, a colaboradores y población del sector oriental involucrada en la Insurrección Final de Managua, en absoluto sigilo, que esa misma noche se produciría el célebre Repliegue Táctico de Managua a Masaya.
Objetivos del Repliegue
La explicación sigilosa por parte de los cuadros revolucionarios, guerrilleros y combatientes populares más confiables indicaba que faltaban armas de guerra y municiones, que la Insurrección Final ya había cumplido sus objetivos de desgastar militarmente a la tiranía somocista en la capital, que debían salvarse las fuerzas combativas de Managua y que era indispensable fortalecer el Frente Oriental Carlos Roberto Huembes Ramírez, con la finalidad de liberar también ciudades como Granada, fortalecer la liberación de Masaya y sus poblaciones aledañas y encaminarse a asaltar los comandos de la guardia genocida en Masatepe, Diriamba, Jinotepe, etc.
A centenares de combatientes populares y colaboradores del FSLN no les gustaba la idea del Repliegue a Masaya, porque consideraban que la guardia genocida del somocismo haría una verdadera carnicería en los barrios orientales y suroccidentales de Managua, donde decenas de miles se habían insurreccionado para propiciar el derrumbe y demolición definitiva del aparato opresor de la dictadura somocista.
A estos combatientes populares no les gustaba la idea, pero la realidad era aplastante después del prolongadísimo combate con la guardia en el barrio El Paraisito, donde se le propinó una derrota militar extraordinaria a la soldadesca criminal del somocismo, aunque habían caído más de 40 combatientes en este sector de Managua, y a partir de ese momento las balas habían escaseado mucho más.
Un avión clandestino del FSLN que pasó tirando sacos de municiones, de noche, sobre los barrios El Edén y Costa Rica, en esos días, no había cambiado esa realidad militar en relación al poder de fuego de la guardia genocida del somocismo. Hubo desconcierto. Estos poderosos argumentos militares y de orden estratégico no convencían totalmente a los combatientes populares y sus colaboradores en los sitios insurreccionados del oriente de Managua.
En completo sigilo
Sin embargo, el Repliegue a Masaya comenzó a organizarse en el más completo sigilo desde más o menos las diez de la mañana del 27 de junio de 1979… A mí me visitaron «Venancia» (Isabel González) y «el 101», cuyo nombre no recuerdo ahora. «No podemos dejarte, porque te asesinan», me dijo «Venancia».
Se organizó de manera rápida y hasta en los más últimos detalles, inclusive sobre cómo se llevarían casi un centenar de heridos que estaban alojados en los hospitales clandestinos del Instituto Experimental México y Silvia Ferrufino Sobalbarro, ambos ubicados en el Reparto Bello Horizonte, específicamente en las Etapas III y IV, los cuales habían sido sometidos a feroz bombardeo aéreo con tres aviones push and pull, dos helicópteros artillados con bombas de 500 y mil libras, más el lanzar de ráfagas de ametralladoras calibre 50 desde lo que se conoció como «el dundo Ulalio», un avión amarillo de un solo motor que al parecer era destinado a fumigaciones de algodón.
Cada combatiente y colaborador sabía de antemano en qué columna y con qué jefe iría
Cuando comenzó a caer la noche de ese 27 de junio, a las 6:40 pm. comenzamos a salir en gruesas columnas silenciosas que parecían «cien pies» resbalándose por los costados de paredes y andenes, bajo los árboles en la oscuridad, procedentes de los barrios Santa Rosa, Bello Horizonte, Costa Rica, Villa Progreso, Ducalí, Primero de Mayo, Meneses (hoy barrio Venezuela), Maestro Gabriel, Salvadorita (hoy Cristian Pérez Leiva), El Edén, Larreynaga, Diez de Junio, El Dorado, Don Bosco, Colonia Colombia, San Cristóbal, María Auxiliadora, Ducualí, El Paraisito, San José Oriental… todos hacia la calle ubicada de la Clínica Don Bosco hacia el Este; es decir, por donde estaba la Gasolinera San Rafael.
Estos momentos de organización y concentración en un solo punto fueron en un silencio tenso, nervioso, en rigurosa clandestinidad, hablándonos por medio de “señas” y órdenes de «levanten los pies al caminar», «no hagan ruido», «no lleven objetos que brillen», «no fumen, no enciendan fósforos ni focos de manos».
Uno de los instantes más peligrosos se vivió en el «puente colgante» (hoy es puente firme) entre Bello Horizonte y el barrio Meneses (hoy Venezuela), el cual se mecía como una hamaca larga por el peso de los combatientes populares que cargaban a más de 100 heridos ya fuese en camillas, en hamacas de sacos y mecates o en hombros.
El transporte de los heridos fue, precisamente, la complicación más grande que llevábamos al salir de Bello Horizonte, pues no podían ser dejados allí a su suerte porque la guardia los hubiera matado a todos.
Seis mil personas en tres columnas
Puestos en la calle de Don Bosco unas seis mil personas entre guerrilleros, combatientes populares, colaboradores y población en general desarmada, incluidos niños y ancianos, en silencio sepulcral, en una noche oscura y con una llovizna leve, después de 17 días de heroicos combates en la zona oriental de Managua, después de una lucha tensa y silenciosa para organizarlo durante el día, el Repliegue a Masaya fue organizado en tres grandes columnas:
Una delantera, jefeada por Ramón «Nacho» Cabrales; otra, en la retaguardia, conducida por el Comandante Carlos Núñez Téllez (jefe del Estado Mayor del Frente Interno); y la tercera, la del centro, la más grande, enorme, dirigida por los comandantes William Ramírez Solórzano, Joaquín Cuadra Lacayo y Mónica Baltodano Marcenaros, auxiliados éstos al mismo tiempo por jefes guerrilleros como Walter Ferrety, Osvaldo Lacayo y Marcos Somarriba.
Esta organización del Repliegue en tres columnas finalizó casi a las diez de la noche. A esa hora empezamos a salir por la entonces Farmacia González, en el noreste de la Colonia Nicarao y luego enrumbamos hacia los semáforos de Rubenia, donde había una barricada inmensa que la guardia no había podido derrumbar.
Tomamos el camino viejo a Sabanagrande, escabroso, lleno de troncos erizos como clavos, hoyos, piedras y víboras como envoltorios de plantas rastreras, y pasamos rosando las «barbas» de la guardia genocida en Baterías Hasbani, donde la GN tenía acantonado casi un batallón de soldados. La fábrica de Baterías Hasbani, propiedad del somocista Luis Hasbani, estaba donde es hoy el barrio Pablo Ubeda, en la periferia misma del Reparto René Schick.
En medio de esas condiciones eran transportados los heridos mencionados, entre los cuales iban un hombre gordo. La circulación de semejante cantidad de gente silenciosa y en rigurosa clandestinidad era lento, tan lento que parecía el desplazamiento de una tortuga tora en la playa arenosa.
Después de las doce de la noche estábamos pasando por el famoso «Tanque Rojo» del Reparto Schick, donde hubo un cruce de disparos con «orejas» del sector; se hizo «un alto», y seguimos por unos potreros, cruzando alambrados, machucando serpientes, charcos y púas de alambres, y oyendo los cantos asustados de pocoyos y de las veloces lechuzas que raudas volaban sobre la multitud silenciosa, conspirativa, insegura ante un futuro incierto que le deparaba en las próximas horas, pues todos recordaban la ferocidad sanguinaria de los guardias genocidas del somocismo.
Descubren el Repliegue
En esa finca fuimos reorganizados por William Ramírez Solórzano en una sola columna de dos grandes hileras, y se dio la orden de caminar ordenadamente por una encajonada matorralosa y con la instrucción de «vayan cubriéndose bajo los árboles para que la guardia no nos descubra» cuando ya íbamos rumbo a ¨Piedra Quemada», mientras unos cargábamos sacos o costales con bombas de contacto, salveques de tiros, pistolas y rifles 22 sin municiones, y un grupo iba a cargo de la ametralladora calibre 50.
Era un poco después de las ocho de la mañana cuando íbamos por esa encajonada. Aparentemente, la guardia genocida no había descubierto el Repliegue a Masaya a esa hora del 28 de junio. Los aviones de los guardias genocidas somocistas empezaron a sobrevolar el Repliegue un poco después de la nueve de la mañana, lo cual nos obligó a permanecer acostados y sentados entre la maleza y bajo los árboles de tigüilote, guásimos, chilamates, espinos negros, acetunos, jocotes, jobos, etc., ubicados como dos hileras o alamedas de la encajonada mencionada.
Al parecer, la guardia se convenció de que esta movilización popular militar insurreccional iba en ese rumbo cuando ya eran cerca de las diez de la mañana, pues ya en ese momento comenzaron los aviones a sobrevolar bajitos, rasantes, amenazantes sobre la encajonada, que nos conducía hacia el camino a Piedra Quemada.
Primer enfrentamiento
Muchos llevaban consigo maletas pequeñas de ropa, mochilas con un poco de comida, leche en polvo, mucha sed por la caminata nocturna e invadidos por el miedo o pánico de encontrarse repentinamente con la guardia en esos potreros y caminos solitarios, rumbo a Masaya.
La mañanita del 28 nos sorprendió entre matorrales y zacatales, mientras los rayos matutinos del sol, color de oro, se filtraban entre las ramas de los árboles y matorrales y se estampaban también en los rostros desconcertados de los replegados capitalinos.
Un poco después de las siete de la mañana se estaba produciendo el primer incidente militar con la guardia cuando ingresábamos a una finca de la Comarca Veracruz, ubicada del Empalme de Ticuantepe varios kilómetros al norte.
Allí se produjo un combate con una patrulla de genocidas, los cuales portaban una ametralladora calibre 50 instalada en un camión que estaba repleto de tiros. El combate, en medio de una arboleda tupida, fue de aproximadamente quince minutos, durante el cual cayeron dos guerrilleros que se dijo eran originarios de Matagalpa y Jinotega. Los enterramos en la orilla de un árbol de ceibo (ceibón).
En su huida veloz, los guardias dejaron abandonada la ametralladora calibre 50, el camión y varios miles de tiros y paquetes de cigarrillos. Puestos allí, en la finca de Veracruz, fue cuando nos enteramos de que en ese sitio estaba el grueso del Repliegue a Masaya; es decir, la mayor cantidad de gente, compuesta esencialmente por civiles desarmados y combatientes populares poco experimentados.
Asimismo, allí quedó establecido que la columna de Ignacio «Nacho» Cabrales posiblemente ya estaba en Masaya, pues habían capturado camiones y camionetas en el Empalme de Ticuantepe, lo cual les había facilitado el viaje a Masaya, adonde llegaron por el desvío a San Carlos; es decir, no pasaron por «La Barranca» y la fortaleza de «El Coyotepe». No se sabía nada de la Columna de Retaguardia, jefeada por el Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.
Bombardeo infernal y mortal
Fue imposible ocultarnos por mucho tiempo. Teníamos que seguir caminando porque la meta era llegar a Masaya. Cuando entramos a Piedra Quemada, más o menos a las 11 de la mañana, empezó el bombardeo aéreo en lo fino. Eran lanzadas a granel desde tres aviones push and pull y dos helicópteros centenares de rocket y bombas de 500 y mil libras, cuyas explosiones y charneles sobre casas y columnas de seres humanos provocaban estruendos y daños aterradores.
Aquello fue realmente un infierno. El pánico se generalizó entre los campesinos locales y los replegados, especialmente los que eran civiles, que corrían desesperados de un lado a otro en vez de buscar protección o perapeto entre las rocas y los troncos de los árboles en Piedra Quemada.
Algunas casitas campesinas volaban en mil o millones de pedazos, mientras a mi alrededor centenares de jóvenes, hombres y mujeres inexpertos, atrapados por el pánico, corrían sin cesar en busca de protección, lo que les acarreó la muerte en segundos. Los charneles de los morteros y las bombas de 500 libras los partían también a ellos en pedazos. Decenas cayeron muertos a mi lado o heridos mortalmente, lo que aproveché para hacerles fotos en los estertores de la muerte.
El bombardeo feroz duró casi tres horas continuas. Durante un breve descanso de los pilotos somocistas de la muerte, se pudo apreciar que la mortandad posiblemente llegaba a cien y más de un centenar de heridos. Cuando cesó un poco el bombardeo como a las dos de la tarde, el grueso de los replegados (guerrilleros y civiles) siguieron por el camino viejo a Nindirí, por donde iban cargando a los heridos y parte de los muertos durante el bombardeo.
El bombardeo se reinició un poco después de la tres de la tarde y esta vez lo concentraron en los alrededores de Nindirí, la Carretera a Masaya y La Barranca, por donde ya se movían los combatientes populares y los replegados, tanto sanos como heridos.
Al llegar a Nindirí cayó la combatiente popular Marta Lucía Corea, una muchacha jovencita de Bello Horizonte, quien tenía apenas 17 años. Un charnel de rocket, lanzado desde un push and pull por los aviadores somocistas, le partió la vida.
Ya puesto en Nindirí se organizó nuevamente el Repliegue para que todo mundo diera una comidita ligera y a disponerse a seguir hacia la ciudad de Masaya, la cual estaba ya tomada, mientras la pandilla de asesinos, jefeados por el general genocida Fermín Meneses Cantarero, había huido y estaba posesionada de la Fortaleza de El Coyotepe, ubicada al este de Nindirí, y desde donde bombardeaban constantemente a los barrios de Masaya.
Por los desfiladeros de la Laguna de Masaya
La columna central del Repliegue Táctico a Masaya fue reorganizada más cuidadosamente para caminar, esta vez, por los desfiladeros profundos de la Laguna de Masaya, en el lado noreste, con la finalidad de sortear a la guardia genocida que estaba acantonada y súper armada en La Barranca y El Coyotepe, donde tenían instalados lanza-morteros, ametralladoras 50 y abastecimiento técnico-militar para los guardias que estaban todavía en la fábrica de clavos INCA.
Fueron los momentos más peligrosos desde el punto de vista de la movilización, en silencio total, despacito, arrastrándonos en los desfiladeros y piedras, tocando con las manos el sitio en que íbamos a poner los pies calzados o descalzos, en la oscuridad completa, para, finalmente, llegar a Masaya con un peso de cansancio profundo, multiplicado por el miedo a perder la vida, ante la posibilidad de recibir una ráfaga de metralla o los charneles de las bombas de 500 libras y de los rockets lanzados desde aviones y desde las alturas de la Fortaleza de El Coyotepe, donde los asesinos y torturadores de la Guardia Nacional aún estaban posesionados de poder y fuego mortal.
Esta caminata lentísima y peligrosa comenzó a las siete de la noche. Entre esta hora y la una de la mañana apenas caminamos unos dos kilómetros hasta San Carlos, adonde los replegados llegamos más o menos a las dos de la mañana.
Era el 29 de junio en la madrugada. Centenares de pobladores y combatientes de Masaya estaban esperando allí a los replegados, los cuales fueron recibidos con vítores, abrazos efusivos, acompañado todo esto con tibio y café caliente, tortillas tostaditas con cuajada y frijolitos fritos.
Estábamos en Territorio Libre de asesinos. Los replegados fuimos llevados por una calle tachonada de minas, debido a lo cual nos decían dónde debíamos poner los pies. Los sitios en que había bombas estaban marcados con unos puntos blancos.
El cansancio era acentuadísimo. Aquella masa de combatientes y pobladores civiles de Managua fueron ubicados en el Colegio La Salle y en los barrios San Miguel y Monimbó, donde durmieron sobre tablas, troncos gruesos y en el suelo hasta las seis de la mañana, hora en que fueron formados para organizar inmediatamente los asaltos o tomas de las ciudades de Granada, Jinotepe, Diriamba, Masatepe y la misma Ciudad de Las Flores (Masaya), cuyo lado norte estaba ocupado por bandas de asesinos y torturadores de la Guardia Nacional y de la Oficina de Seguridad de Somoza.
Asimismo, una gran cantidad de estos combatientes populares de Managua llegaron a reforzar las filas combativas de Masaya, mientras la columna jefeada por el Comandante Carlos Núñez Téllez llegó hasta el mismo 29 en la tarde, debido a que tuvieron que hacer una gran vuelta por el lado sur de la Laguna de Masaya, como yendo hacia los Pueblos Blancos o Brujos o hacia Masatepe. Para evadir a la guardia genocida en El Coyotepe, habían tomado un camino al este de Ticuantepe, que los condujo a salir por detrás del Cerro Ventarrón y de los cráteres del Volcán Masaya.
(*) Tomado del libro «Repliegue Táctico a Masaya», de Pablo E. Barreto P., periodista, editor, investigador histórico, fotógrafo, cronista de la capital.
Los nicaragüenses somos heroicos, lastima que yo estaba preso para el repliegue, caí preso el 25 de junio del 1979, siempre he llevado ese pesar en mi corazón por no haber participado en ese heroico repliegue