- Con su cámara registró luchas, masacres y victorias que han pasado a la historia
- Fotografió el fusilamiento del “macho negro”
David Gutiérrez López
A la orden de ¡fuego! sonaron los disparos ensordecedores que impactaron en el hombre alto, moreno, vestido de camisola parado sobre el improvisado paredón de una tapia en la entrada del barrio Monimbó, en Masaya. Era el sargento Alberto Gutiérrez, mejor conocido en las filas de la Guardia Nacional (G.N) de Somoza, como el “macho negro”, quien acababa de ser fusilado.
El periodista Pablo Emilio Barreto Pérez también disparó con su cámara fotográfica, registrando para la historia quizás el único caso de fusilamiento ocurrido durante la lucha insurreccional, luego de ser juzgado por la justicia popular por acusaciones de asesinatos, torturas y violaciones a la integridad humana, principalmente de jóvenes.
La orden de fuego y fusilamiento la dio el comandante Carlos Núñez Téllez, miembro de la Dirección Nacional del FSLN y uno de los dirigentes de la insurrección y el repliegue de Managua a Masaya, en junio de 1979.
“Su cuerpo se levantaba como en cámara lenta cuando impactaron los tiros”, recuerda Barreto ese día hace 40 años, precisamente el 19 de julio de 1979, en pleno mediodía cuando en Nicaragua se había derrocado a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y su ejército. Las columnas guerrilleras del sur, norte, occidente y el oriente comenzaban a desplazarse por las carreteras rumbo a Managua, a tomar por asalto el último bastión de la G.N.
Había triunfado la anhelada revolución sandinista El “macho negro,” último jefe de la treceava sección de Policía, ubicada en el Mercado Periférico de Managua, debía su apodo porque en los desfiles conmemorativos del ajusticiamiento del fundador de la dinastía, Anastasio Somoza García, (21 de septiembre de 1956) le encomendaban halar de una rienda un caballo negro sobre el cual colocaban unas relucientes botas presuntamente que habían pertenecido al dictador.
Ese 19 de julio, día del triunfo, una multitud de combatientes y pueblo en general se aglomeró en la calle frente a la Iglesia Don Bosco desde horas tempranas a conocer y celebrar la victoria. De pronto, un hombre jineteando una bestia gritaba que él conocía donde estaba oculto el “macho negro”. Nadie le ponía atención hasta que, al insistir con sus gritos, alguien le escuchó. De inmediato formaron una escuadra de seis guerrilleros dirigida por Francisco Guzmán Fonseca, conocido como “Chico Garand” y Abraham Delgado Romero, para ir a buscarlo hasta Los Altos de Masaya, donde efectivamente se ocultaba en casa de unos parientes.
En la insurrección y el repliegue
Pablo Emilio confiesa que a él nadie lo reclutó, ni estaba integrado orgánicamente en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Cuando estalló la insurrección en Managua el 9 de junio, él habitaba con su familia en Bello Horizonte.
Salió de su casa armado de dos cámaras y una libreta dispuesto a realizar su labor periodística, para esa época trabajaba para el Diario La Prensa. Recorrió las barricadas tomando fotografía de aquella insurrección en contra de la dictadura de Somoza con 44 años en el poder.
El colega Barreto, guiado por su instinto periodístico, pensó que la resistencia se desarrollaba en el sector de los barrios orientales, pero su sorpresa fue cuando se enteró que el diseño estaba planificado en tres grandes frentes que resistiría al menos una semana, pero que se extendió por 18 días al sumarse una inmensa cantidad de pobladores de los barrios con armas de cacería, pistolas, machetes, bombas de contacto y hasta palos. Ellos en su mayoría construyeron solidariamente las gigantescas barricadas de adoquines fabricados en una de las empresas propiedad de Somoza.
Durante sus recorridos en las zonas controladas por la guerrilla del FSLN, Pablo Emilio recuerda que el comandante Carlos Núñez Téllez estimó que los guerrilleros no superaban los 140 armados con fusiles de guerra, el resto eran combatientes populares.
El encuentro con William Ramírez
Una mañana lluviosa, cuando Barreto se encontraba en el sector de residencial El Dorado, se sorprendió al ver que su antiguo compañero de labores y colega William Ramírez era uno de los comandantes del Frente Interno de la insurrección.
Otra sorpresa que experimentó fue ver su libro “44 años de dictadura somocista”, recién publicado el 6 de junio de ese año 79 y que debido a los acontecimientos no tuvo tiempo de presentar por lo que se habían quedado guardados en una bodega de La Prensa, estaba en las trincheras donde los combatientes lo leían ávidamente. Las bodegas habían sido saqueadas y los libros tirados. El autor por supuesto no logró vender un solo ejemplar.
El bombardeo criminal de la aviación somocista
El “dundo Eulalio” fue el nombre con el que los combatientes y población bautizaron a un avión bimotor que volaba lento, pero que descargaba unas certeras bombas criminales que mataron a decenas de nicaragüenses incluyendo niños, mujeres y ancianos. El bombardeo fue un acto desesperado de Somoza ante la incapacidad de sus tropas élites de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) de expulsar a los guerrilleros.
A este bombardero se sumaron dos aviones Push and pull. Los bombardeos indiscriminados iniciaron el día 11 de junio, cuando la guerrilla sandinista atacó y aniquiló a los guardias de la treceava sección de policía. Ese mismo día quemaron el Diario La Prensa, en la carretera norte. Unas 30 mil fotos tomadas por Barreto también quedaron incineradas, sin incluir otros tantos de fotógrafos como Cruz Flores, Manuel Salazar, Iván Cisneros, Carlos Doña, Ernesto Aburto, entre otros.
Gracias a las fotografías tomadas por Barreto se conoció y documentó los crímenes de Somoza. En la primera edición del Diario Barricada, órgano oficial del FSLN, publicado el 25 de julio de 1979, en la primera plana se publicó la foto de una mujer semienterrada que sobrevivió al caer una bomba en su casa en el barrio Ducualí.
Su pasión por la fotografía lo convirtió en el reportero gráfico de la insurrección en la capital, con la cual se pretendía restarle presión a las fuerzas insurrectas ubicadas en el Frente Sur, que mantenían una guerra de posiciones con la participación de varios miles de guerrilleros y donde la guardia somocista se sostenía con sus mejores tropas y armamento utilizando la infantería, una improvisada marina y aviación con el fin de parar la ofensiva final.
No te podés quedar, porque te quieren matar
La insurrección en Managua se extendió por 18 días. Las municiones de las armas de los guerrilleros escaseaban. La comida, el café, el pan y las tortillas comenzaban cada vez más a desaparecer de la vista de combatientes y vecinos.
En total secreto el Estado Mayor insurreccional decidió lo que inicialmente se llamó “retirada táctica clandestina”. El 27 de junio por la mañana dos jefes guerrilleros, Isabel Castillo y Norori (todavía viven) buscaron al periodista gráfico y le transmitieron la orden: “El Estado Mayor le manda a decir que usted no se puede quedar en Managua, porque lo quieren matar”.
Efectivamente, unos días antes en la Radio Nicaragua habían lanzado amenazas a Pablo Emilio y otros colegas que serían asesinados por los escuadrones de la muerte. A esas alturas él desconocía hacia dónde, cuándo y cómo saldría de ese lugar. Lo primero que expuso fue que tenía dos pequeños hijos y su esposa habitando en Bello Horizonte. Los guerrilleros le indicaron que arreglara esa situación, pero que él no se podía quedar porque su vida peligraba.
Llegó la noche y con ella la incertidumbre. Cerca de las siete, el grueso de personas entre combatientes y civiles, heridos, ancianos y niños que inicialmente se estimaban serían unos dos mil o quizás un poco más, se convirtió en una cifra que oscilaba entre seis y siete mil.
Sólo los dirigentes y cercanos guerrilleros sabían hacia dónde sería el repliegue. Les recomendaron silencio, no arrastrar los pies, no encender cigarrillos, ni lámparas. Pero la gente llevaba maletas, heridos, niños de pecho y hasta mascotas entre canes y gallinas, recuerda.
Antes de iniciar la caminata, se formaron tres grupos. Una vanguardia dirigida por el comandante Carlos Núñez Téllez, el segundo y mayoritario grupo lo dirigía el comandante William Ramírez y el tercer grupo la retaguardia, en el que estaban al frente varios jefes guerrilleros entre ellos los comandantes Raúl Venerio y Ramón Cabrales.
El casual encuentro con sus hermanos La marcha salió de la calle donde se ubica la clínica Don Bosco hacia el este buscando la gasolinera San Rafael, pasando por la Colonia 14 de septiembre y el tanque rojo, allí se produjo un breve combate con guardias que custodiaban ese objetivo, todavía predominaba la incertidumbre de ¿a dónde vamos? Cuando llegaron al cruce de Veracruz Pablo Emilio intuyó que la retirada era hacia Masaya, ciudad controlada por la guerrilla después de haber sacado del comando al general Fermín Meneses, quien protegido en una tanqueta y con prisioneros al frente salió rumbo al Coyotepe.
Fue en el camino que se topó con la grata sorpresa de encontrarse a sus hermanos Mauricio y Leopoldo, además de Josefa Briceño, esposa de este último. Se juntaron sentimientos de alegría y preocupación para continuar la marcha juntos.
De campesino y taxista a periodista
Por ser el mayor de ocho hermanos, le correspondió trabajar desde muy temprano. Aprendió las labores de siembra de frijoles, maíz y hortalizas en su natal León. Fue campista, ordeñador y arreador de ganado. Logró finalizar la primaria y alcanzar el primer año de secundaria. La pobreza y la necesidad lo condujeron a conocer el oficio de tractorista y también de taxista interlocal entre Malpaisillo y León.
Era un devorador de periódicos y libros. Los leía todos y un día, mientras conducía el taxi se propuso enviar notas de sucesos a la redacción de La Prensa. Durante una erupción del Cerro Negro que mantuvo en vilo a occidente y el país, envió varios reportes interesantes y se proyectó como reportero. Pedro Joaquín Chamorro, entonces director del diario, lo llamó para ofrecerle un trabajo de periodista de planta. Antes de este suceso, en 1969, se había convertido en reportero de cuatro emisoras leonesas, entre ellas Radios Philips, Darío y Progreso, donde se redondeaba un salario de unos mil córdobas, cuando la paridad del dólar era 7 córdobas por un dólar.
En La Prensa comenzó a trabajar en mayo de 1970, teniendo de jefes inmediatos a Anuar Hassan y Hermógenes Balladares. Años antes, un amigo le había facilitado una máquina de escribir, una vieja Remington donde aprendió a usarla guiado por un método de mecanografía que compró en la desaparecida librería Recalde.
La masacre de Piedra Quemada
Al amanecer del 28 de junio de 1979 cuando se encontraban en Piedra Quemada, cerca de Nindirí, vieron aparecer de pronto un par de aviones somocistas ametrallando y lanzando bombas sobre los replegados. Armado de su cámara Pablo Emilio se tiró al suelo y comenzó a tomar fotos de lo que sería una de las mayores masacres ordenadas por Somoza que dejaría al menos 90 muertos y decenas de heridos.
El personaje
Pablo Emilio Barreto Pérez nació el 17 de agosto de 1947 en el hospital San Vicente de León, es el mayor de ocho hermanos, del matrimonio de Octavio Barreto y Rosa Pérez (actualmente de 98 años residiendo en Managua).
De su primer matrimonio es padre de tres hijos: Pedro Pablo, Nelson y Elisa María. De su segunda relación es padre de Sofana.
En los años 80 fue representante ante el Consejo de Estado por la Unión de Periodistas de Nicaragua (UPN). Es fundador del Diario Barricada, órgano oficial del FSLN. Fue secretario del sindicato del mismo diario en los años 80.
Es autor de 22 publicaciones, entre ellas el libro “El Repliegue de Managua a Masaya”. Actualmente prepara un compendio para su edición luego de tres años de investigación que pretende ampliar y documentar la información respecto a la cantidad de muertos que dejó la insurrección y el repliegue con nombres y apellidos.
Estudió dos años en la Escuela Nacional de cuadros del FSLN, donde resultó alumno vanguardia. En los años 80 fue político de los Batallones de Reserva de la carretera norte. Fundador de los Comité de Defensa Sandinista (CDS) e integrante de las Milicias Populares Sandinistas.
Fue concejal de la comuna capitalina entre 2005 y 2009. ALMA lo declaró hijo dilecto de la capital. El presidente Daniel Ortega le otorgó la Orden Independencia Cultural Rubén Darío, el primero de marzo del 2008, Día del Periodista nicaragüense.
Muy buen reportaje del aporte hecho por Emilio Barreto.