Paz, democracia soberana en Nicaragua

Paz, democracia soberana en Nicaragua

Fredy Franco (*)

En este momento de nuestra historia la lucha principal de la nación y el pueblo es consolidar la paz y la democracia soberana de Nicaragua; seguir construyendo ese camino en el marco de las transformaciones de la revolución sandinista, donde somos sus ciudadanos e instituciones los que construyen el presente y futuro del país sin injerencismo extranjero y con el protagonismo del soberano: el pueblo nicaragüense.

Ello exige el entendimiento nacional para seguir avanzando en los caminos de la paz, la reconciliación y la prosperidad. Por eso el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional (GRUN) ha abierto un camino para la negociación y los acuerdos provechosos para el bien común del país.

La paz es un bien común fundamental, y se construye, 1-haciendo realidad el disfrute y realización de derechos y oportunidades para los seres humanos que aseguren su felicidad y su realización plena y digna, tanto material como espiritualmente, como lo ha asegurado el GRUN.

2- Asegurando condiciones y relaciones de convivencia humana, de cooperación y solidaridad desde la familia y la comunidad para hacerla extensiva a toda nuestra gran comunidad: la nación nicaragüense. 3-Asegurando también las condiciones de seguridad, estabilidad y tranquilidad.

La paz digna y soberana en Nicaragua solo se aseguran por la vocación humanista de la revolución sandinista, y también por su vocación patriótica y antimperialista, ya que es el imperio el gran enemigo de la paz para Nicaragua y el mundo.

Todo eso ha quedado confirmado en nuestra historia, que el principal perturbador de la paz nacional ha sido el imperio yanqui y el gran defensor de la paz y la soberanía ha sido el sandinismo; desde Sandino hasta el FSLN. Sandino luchó porque se cumplieran los acuerdos de paz entre 1933 a 1934; luego en los años 80 el FSLN luchó por la paz y por el respeto al derecho internacional frente al bloqueo y la guerra que nos impuso el imperio; después por la paz y la reconciliación desde 1987 hasta la actualidad.

Sanciones promovidas por vendepatrias

En la actualidad, la negociación del gobierno con la oposición golpista tiene el propósito de recuperar plenamente la estabilidad, la reconciliación y la paz para que continúe progresando el país. Igualmente, en la mesa de negociación deben forjarse acuerdos que defiendan a Nicaragua y su pueblo frente a las sanciones o amenazas de sanciones del imperio yanqui y sus aliados, sobre todo en el orden económico.

Sanciones que han sido promovidas por los sectores traidores y vendepatrias refugiados en grupos políticos de ultraderecha, ONG’s, medios de comunicación y otros; todos subordinados y financiados por el imperio yanqui y también europeo, para hacerle daño a Nicaragua.

A esos mismos que hoy como ayer se vendieron al amo extranjero, Sandino les llamó “bola de canallas, cobardes y traidores”, y nosotros debemos enfrentarlos y derrotarlos con el espíritu patriótico de Sandino. También debemos seguir construyendo y defendiendo una democracia soberana, porque la hace el pueblo como soberano, en el marco de la soberanía y la constitucionalidad del país.

La revolución sandinista en 1979 hizo realidad la democracia en Nicaragua, como real poder del pueblo; una democracia decidida por los nicaragüenses y no por los yanquis como había sido hasta 1979.

La revolución sandinista construyó una democracia plena tanto en lo económico, social, cultural como en lo político, que incluye lo electoral, la llamada democracia representativa. Plena porque es plural, participativa, respetuosa de la voluntad popular, dando derechos a los partidos políticos y exigiéndole deberes, elevando a rango constitucional al Poder Electoral.

En la discusión de la mesa de negociación está el punto de la democracia y las reformas electorales. El gobierno está consciente de la necesidad de ciertas reformas y por eso ha venido trabajando con la OEA para concretizarlas. Pero somos los nicaragüenses los que decidimos el contenido y alcance de las reformas, con el protagonismo de las fuerzas políticas legalmente constituidas en el país.

Enterrar la cultura de violencia

El aspecto principal de no culminar el consenso en el tema electoral ha sido principalmente la insistencia de la derecha del adelanto de las elecciones, aspecto que no es aceptable porque además de que existe un marco constitucional, legal e institucional que establece elecciones cada cinco años, y las próximas deben realizarse en 2021, también existe un gobierno electo democráticamente con el 72 por ciento de los votos; por lo tanto, es legal, legítimo y constitucional.

La cultura de la violencia en lo político, social y cultural la impuso el colonialismo español hace siglos, desde 1523 que inició la presencia de dominación en Nicaragua, imponiendo la cultura de la muerte, de la exclusión, la explotación, la violencia y el desprecio humano. Luego de la Independencia los herederos de los colonialistas, los criollos, le dieron continuidad a las visiones y relaciones de exclusión, violencia y explotación que se hizo extensiva al ámbito político-electoral.

Tan es así que en la mayor parte del tiempo del llamado período republicano solo podían existir dos grupos o partidos políticos: liberales y conservadores, excluyendo a las fuerzas políticas progresistas y de izquierda de la vida político-electoral de Nicaragua. Además, de 1821 a 1979 la sucesión o el cambio político de una tendencia a otra se hacía a través de la guerra, la violencia o el golpe de Estado.

La revolución sandinista cambió muchas de esas realidades, estableciendo el pluralismo político e ideológico, inauguró por primera vez en la historia político-electoral de Nicaragua, en abril de 1990, la entrega pacífica del gobierno, de un gobierno de izquierda a un gobierno de derecha.

Después de 28 años de estabilidad democrática inaugurada por la revolución sandinista, debemos reafírmala y defenderla, dejando atrás y enterrada la cultura y práctica política de pretender cambiar por la fuerza y la violencia los gobiernos democráticamente electos. Y consolidar la democracia soberana, donde es el pueblo el que decide con su voto, y son sus representantes e instituciones los que perfeccionan el sistema político y electoral de manera soberana, por decisión nacional y a partir de nuestras propias necesidades como pueblo.

(*) Cientista Social e Historiador. Profesor Titular UNAN Managua.

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