David Gutiérrez López
En el lecho de muerte su mamá, imponiéndole las manos sobre su cabeza y casi a susurros, le pidió de corazón que no abandonara a sus diez hermanos y los asistiera en el rol de hermana, madre y educadora de los chavalos que ahora quedaban huérfanos.
Jilma Romero Arrechavala recuerda ese doloroso momento que le correspondió enfrentar en la vida, cuando todavía era una joven maestra de primaria. Eran diez hermanos más su hija por los que tenía que velar por su educación, alimentación, vestimenta y sobre todo darles apoyo y amor que la madre fallecida ya no les podía brindar.
Con el juramento a su madre de priorizar a sus hijos huérfanos, ella pospuso sus planes y metas personales para que sus hermanitos pudieran estudiar y formarse como hombres de bien al servicio de la patria.
Corría el año 1978. La lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) estaba en ascenso en el campo y la ciudad. Insurrecciones armadas en Estelí, Managua, León, Granada, Masaya y el Norte del país tenían presencia guerrillera.
Fue en ese año que falleció la mamá y pilar de la familia de los Romero Arrechavala. Sin pretenderlo, ni imaginarse la joven maestra llena de aspiraciones asumió la enorme responsabilidad de criar, educar y alimentar a sus hermanos. Para esa época alquilaba una casa en el reparto Bello Horizonte, de la capital. Ese año la profesora Romero cambió de trabajo e inició a laborar en el colegio Bello Horizonte, ubicado en Villa Libertad. En este sitio le dieron el cargo de inspectora, debido a que durante sus años de impartir clases había perdido la voz.
Desde ese puesto comenzó a vincularse y apoyar la lucha de los jóvenes del movimiento estudiantil que organizadamente participaban en la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza. Como tenía acceso al mimeógrafo, ella les imprimía las volantes y cuanta propaganda se necesitaba para conducir la lucha estudiantil.
Por las noches los muchachos llegaban a un punto determinado cerca de la casa de la profe a retirar la propaganda impresa. En Bello Horizonte se organizó para la insurrección final, sirviendo de apoyo en todo lo necesario desde hacer café, comida, hasta llevar municiones y avituallamiento a los guerrilleros para enfrentar a las tropas de la Guardia Nacional.
Al momento del Repliegue de los guerrilleros y población civil de Managua a Masaya, la noche del 27 de junio de 1979, la profesora no pudo moverse de su casa porque estaba a cargo de sus hermanos muy pequeños, lo que representó un alto riesgo que corrió con la operación limpieza ejecutada por las tropas militares de la dictadura, pero inalmente lograron sobrevivir.
Nació en el paraíso que descubrió Colón Nació en Cabo Gracias a Dios, en la costa del mar Caribe, el primer lugar del territorio de Nicaragua descubierto por el navegante Cristóbal Colón (12 de septiembre de 1502), tras salir de “esas honduras” donde junto a 150 marineros casi pierden la vida luego de una fuerte tormenta en su cuarto y último viaje.
Jilma, recuerda el lugar donde nació y creció como “un paraíso” en el que abundaban las frutas, las bellas noches de luna llena, el anidar de los piches y la entrada del mar al subir la marea.
Su padre, un corinteño que había llegado a ese lugar en la década de los 50 con el cargo de teniente de Aduanas, se encontró con su mamá una agraciada jovencita de la cual se enamoró y se casaron cuando ella apenas cifraba los 15 años. De ese amor procrearon once hijos, correspondiéndole a Jilma nacer en tercer lugar en la numerosa prole de los Romero Arrechavala.
Sus abuelos maternos tenían posibilidades económicas modestas y abastecían de productos alimenticios a la pequeña comunidad de esa paradisíaca, alejada y marginada zona del país. Tenían algún ganado que les proveía de leche y sus derivados, además de carne. Vivían una vida llena de paz y felicidad.
El éxodo por litigio con Honduras
Un litigio territorial iniciado por Honduras que reclamaba el Cabo Gracias a Dios tuvo efectos desastrosos para los habitantes del lugar, cuando la Corte Internacional de Justicia (CIJ) falló a favor de Honduras el 21 de diciembre de 1960, declarando válido el Laudo del Rey de España. El gobierno de Luis Somoza Debayle ordenó la evacuación de la población y fueron trasladados en lanchones a un inhóspito lugar entre Puerto Cabezas y Waspán conocido como Santa Martha.
Finalmente, en 1963 fue que Nicaragua logró recuperar el Cabo, luego que se reconoció que el punto de partida del límite natural entre Honduras y Nicaragua es la desembocadura del brazo principal del rio Wanki o Coco.
Fue traumático. La familia Romero Arrechavala estaban virtualmente sin nada, y en ese nuevo asentamiento humano se dispuso a rehacer su vida dejando atrás el paraíso donde había disfrutado de los encantos de la naturaleza.
Construyeron una pequeña casa de madera de tambo y zinc. Su padre al parecer la situación económica y el cambio drástico de esa emigración le afectó tanto que falleció de “pena moral” a los pocos años de haber llegado, relata Jilma.
Recuerda a su papá como un hombre con amplios conocimientos quien se encargaba de preparar a sus hijos en lectura, escritura y matemáticas, de manera que cuando a Jilma le correspondió ingresar a la escuela pasó directo a segundo grado de primaria.
La muerte del cabeza de familia desbalanceó a la familia. Su mamá, que conocía el arte de la costura, pasó a ocupar un puesto en el Ministerio de Educación, luego que el propio presidente René Schick Gutiérrez, llegara a la comunidad y le ofreció la plaza en el Ministerio. Las beneficiadas fueron las mujeres misquitas que aprendieron a confeccionar trajes para ellas y sus hijos. Llegaron a tenerle un inmenso cariño.
En tanto, Jilma tuvo que trasladarse a Waspán a estudiar al colegio de monjas Santa Inés, donde se destacó como brillante alumna, permaneciendo siempre en el cuadro de honor, no así en conducta porque “era bien inquieta”.
Trabajando y estudiando con misquitos
Cuando finalizó la primaria, retornó a Waspán donde había secundaria. Tenía apenas 15 años y para costearse sus gastos y ayudar a su viuda mamá comenzó a trabajar de maestra. Fue en este momento que se convirtió en maestra de sus propios hermanos menores, René e Iván.
En 1969 le asignaron ser maestra de primer grado en la escuela de la comunidad de Saupuka, donde el ciento por ciento de los alumnos no hablaban ni entendían español. Jilma tuvo que enfrentar esas situaciones y se dispuso a enseñarles español y ella a aprender misquito para poder interactuar con esos niños.
De esa comunidad guarda gratos recuerdos. Los maestros eran muy estimados por los pobladores y se convertían en una especie de consejeros, para resolver muchos casos que los jóvenes adolescentes presentaban; había que tener madurez y firmeza para ayudar a resolverlos, relata.
“Por ejemplo, cuando destazaban una vaca a mí me llegaban a preguntar de primero qué parte de la res quería”, como una forma de preferencia por su condición de educadora. También trabajó en Leimus, con comunidades que no tienen diferencias porque el rio Wanki significa para ellos la vida, de donde obtienen la pesca y el riego para sus huertos.
Los misquitos que viven al lado de Honduras y de Nicaragua no se diferencian en nada, son una misma comunidad, se casan y forman familias que viven indistintamente sin fronteras que los ate a ningún país, son libres como los pájaros.
Una aspiración de nuestro personaje es que tras bachillerarse asumió el reto de dejar el magisterio empírico e iniciar una carrera como normalista, pero en Waspán no había una escuela para formar educadores. La entonces viceministra de Educación de la época Alba Rivera de Vallejos, originaria del mismo pueblo de Jilma, se
encargó de hacer realidad la gestión de instalar en Waspán la Escuela Normal.
En 1973 participó en la primera huelga magisterial de la región, logrando arrancarle al régimen 14 puntos de peticiones que solicitaban los maestros. Somoza, preocupado mandó a la Viceministra a resolver la situación, temeroso que la protesta se le extendiera por todo el país. Jilma contrajo nupcias a los 18 años y procreó una hija. En 1977 con la visión de saltar al profesionalismo renunció a su trabajo, tomó sus maletas y decidió viajar a Managua en busca de ingresar a la universidad y conseguir un trabajo en educación.
Consiguió una plaza en la Enramada, en las Jagüitas, y por la tarde le asignaron otra plaza en la escuela Santa Rita (propiedad de Somoza) en Villa El Carmen, (actual Villa Carlos Fonseca). En Managua es donde comenzó a adquirir conocimientos de la lucha antisomocista. Inició escuchando bajito la música testimonial.
A la universidad con la Revolución
El triunfo de la Revolución Popular Sandinista (RPS) la encontró integrada a tareas de reconstrucción y organización del colegio Carlos Blass. Recuerda que al revisar los archivos de ese colegio encontraron 17 puestos fantasmas en la nómina, una práctica común de corrupción en el régimen de Somoza.
En este centro ocupó durante seis años la responsabilidad de directora, recuerda con mucho cariño a Henry Báez, un chelito brillante y activo estudiante, que posteriormente se convirtió en uno de los héroes caídos en San José de las Mulas en un combate con elementos contras.
A la UNAN ingresó en 1978 y egresó en 1983, con el título de licenciada en Ciencias Sociales. Participó junto a otros compañeros en la fundación de la preparatoria “la prepa”, que brindó la oportunidad a los obreros y campesinos integrados al Ejército Popular Sandinista a realizar sus estudios, que durante la dictadura no tuvieron oportunidad de hacerlo.
Gracias a la Revolución Sandinista logró viajar a Cuba con la misión de prepararse en Historia, ante la falta de historiadores con conocimientos científicos para escribir la verdadera historia del país. Prontamente se encontraba en la Universidad de Villa Clara. Ingresó en 1986 y finalizó en 1989 con una maestría.
A su regreso se integró al trabajo político en apoyo al Consejo Supremo Electoral (CSE), durante el periodo electoral de 1990. La primera vez que ejerció el derecho al voto fue en 1984, cuando el FSLN barrió en esas elecciones.
Fortalecer el trabajo político e ideológico
El fenómeno de los sucesos de abril de 2018, que generaron acciones graves de violencia, odio, destrucción material y moral, dejando una cantidad de muertos, mutilados y familias separadas, deberá ser objeto de estudio no solo de historiadores, también de psicólogos, psiquiatras, antropólogos y cuanto experto profesional en el estudio del comportamiento humano tenga que aportar para descubrir y analizar este caso, ocurrido en nuestra Nicaragua, un país en progreso y cuando marchaba con una economía creciente y con altos indicadores en la región, señala la entrevistada.
Reconoce la desatención en el trabajo político ideológico, base de la formación de los revolucionarios, principalmente de la juventud, muchos de los cuales fueron sorprendidos y confundidos por la avalancha de desinformación emitida a través de las famosas redes sociales que, a partir de mentiras, arrastraron a muchos a equivocarse y hasta mancharse las manos de sangre y de odio.
No queda más que enfatizar en continuar trabajando con la formación político e ideológica de los sandinistas, fundamentalmente de los cuadros del relevo generacional.
El personaje
Jilma Romero Arrechavala, nació en Cabo Gracias a Dios en 1949. Es la tercera de once hijos del matrimonio de Gonzalo Roberto Romero y Leonor Adelina Arrechavala Brizuela. Procreó una hija y es abuela de tres nietos. Está casada con Luis Alfredo Lobato, actual secretario General de la UNAN, Managua.
Desde los 15 años comenzó su carrera docente. Es doctora en Historia por la Universidad de Oviedo, España. Su tesis doctoral la escribió sobre la represión en tiempos de la lucha insurreccional en contra de Somoza. Ha sido coordinadora y coautora de más de 30 textos de historia.
En los años 80 fue fundadora del Batallón de Mujeres, de las primeras 30 que llegaron a conformar más de mil mujeres, cuya misión era el resguardo y defensa del Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino.
Actualmente es Directora de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, (UNAN-Managua). Es militante activa del FSLN y forma parte del Consejo de Liderazgo Sandinista (CLS) de su barrio.
Tengo el honor de conocer a la profesora Jilma Romero, y es una mujer amable y de buenos principios y colaboradora de su municipio donde avita actualmente Ticuantepe
Qué bella historia de luchas, sacrificio y éxitos. Es un orgullo de la UNAN-MANAGUA.
Mi respeto estimada maestra siempre ha demostrado sencillez y comparte sus conocimiento y nos apoya para q nos superamos.