- Formado en las filas sandinistas aprendió lealtad
- Se bachilleró limpiando el colegio en Estelí
- Con aplomo y seguridad acobardó a un agente de la OSN
David Gutiérrez López
En la rigurosidad de la clandestinidad, en las durezas de las cárceles de la dictadura somocista y en la alegría de la victoria sandinista, la lealtad es una virtud de los revolucionarios capaces de soportar y enfrentar las más adversas circunstancias que se presenten en el espacio y tiempo de la lucha, estima el comandante guerrillero Juan José Úbeda Herrera.
Rolando, último seudónimo utilizado en el Frente Sur Benjamín Zeledón, en la Ofensiva Final, al frente de la columna “Nelson Suárez”, formada por 50 muchachos que combatieron contra las tropas élites de la Guardia Nacional, que finalizó con el derrocamiento armado de la dictadura de Anastasio Somoza y el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, considera que la “lealtad es un asunto ideológico”.
Recuerda con orgullo que fue el comandante Tomás Borge, con el que convivió clandestinidad en la lucha guerrillera, compartió cárcel y trabajó a su lado tras el triunfo revolucionario, quién le inculcó, los principios de lealtad hacia su organización revolucionaria, sus compañeros, amigos y su bandera roja y negra, enseñanzas que Tomás le confesó había adquirido del comandante Fidel Castro Ruz, quién decía que la lealtad es un pilar fundamental en la victoria y construcción de la revolución.
“La lealtad te enseña a no abandonar a un compañero en ninguna circunstancia, porque lo mismo se espera de él, afirma.
Sobre los antiguos compañeros de lucha que renegaron del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y de los principios revolucionarios, “en el fondo no estaban convencidos del objetivo de la lucha por la liberación y sacaron sus intereses personales y de clase”, estima el también fundador y jefe de operaciones la Dirección de Seguridad del Estado (DGSE), en los años 80.
Se volvieron renegados cuando el FSLN perdió las elecciones de 1990 y ellos perdieron sus comodidades, en situaciones adversas y recién salidos de una guerra contrarrevolucionaria, impuesta, financiada y dirigida por los Estados Unidos de Norteamérica.
Una campanada de alerta
Recuerda que cierto día, tras haberse perdido el gobierno, el ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN, Henry Ruiz, conocido como Modesto, llegó por primera vez a su casa, a pesar que durante varios años fueron vecinos. “Me encontraba arreglando los libros de mi biblioteca, muchos de ellos de contenido revolucionario y de filosofía marxista”, cuando de pronto el ex dirigente le espetó: “Para que querés esos libros viejos…botalos”.
Esa posición de Ruiz fue una campanada de alerta para Juan José, quien sospechó que muchos de sus compañeros habían perdido la convicción en la lucha y abandonado todos los principios de lealtad. El tiempo le confirmaría sus sospechas: un buen grupo se fue del FSLN y se trasladaron a otro bando, que hoy es historia.
Reclutado por Filemón Rivera, hermano del “Zorro”
Nació en la comarca Plan Grande, en una finca cerca de Estelí. Fue de boca de su mamá que escuchó del General Sandino y su lucha antimperialista en las Segovias contra la intervención de tropas yanquis. Cuando tenía los cinco años sus padres se trasladaron a la ciudad de Estelí con la idea que los 10 hijos del matrimonio fuesen a la escuela. Juan José es el séptimo de esa familia.
De niño vendió nacatamales y carne de chancho, preparada por Juanita Meza, la que le pagaba una comisión de dos reales por cada peso vendido por las calles de Estelí, cuando apenas tenía ocho años de edad. Podía ganar unos 12 córdobas que significaba comprarse una mudada (ropa) nueva.
También para poder pagar sus estudios secundarios tuvo que trabajar de afanador, limpiando las aulas del Liceo Samuel Meza, privado, donde le pagaban 100 córdobas mensuales y el derecho a estudiar. Esa condición de trabajador y además de excelente estudiante le ganó respeto y simpatía entre sus compañeros y docentes.
Fue el legendario guerrillero y militante sandinista Filemón Rivera quién lo reclutó para el FSLN, asignándole tareas de correo y de ampliar la red de colaboradores y militantes para la lucha contra la opresión.
El 15 de mayo de 1970 Juan José y su familia recibieron un fuerte golpe. Su hermano de sangre Igor Úbeda, entonces estudiante de secundaria y cuatro años mayor que él, había muerto en un enfrentamiento con la guardia somocista, tras un asalto de recuperación financiera al Banco Nacional, sucursal Bóer de Managua.
En Estelí conoció al médico e intelectual Alejandro Dávila Bolaños, quién lo inició en la lectura de la teoría científica revolucionaria, vaticinándole: “Vos muchacho, vas a llegar a ser un buen comunista”.
De Managua a la Habana
En 1970, cuando Juan José se trasladó a Managua a estudiar ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), se contactó con el compañero René Núñez Téllez, quién le dijo que había un viaje a Cuba para recibir entrenamiento militar, político e ideológico. No la pensó dos veces y se fue, guardando las medidas de seguridad que en ese tiempo demandaba.
Retornó a Nicaragua en 1973 a trabajar en la organización en lo que se conoció como la “Etapa de Acumulación de Fuerzas en silencio”, que se rompió el 27 de diciembre de 1974 con el asalto a la casa de Chema Castillo, cuando el FSLN logró rescatar a los principales cuadros sandinistas prisioneros en las cárceles somocistas.
Tras ese contundente golpe, el somocismo y su guardia nacional desataron una descomunal cacería y persecución contra los sandinistas. Úbeda se encontraba en Chinandega y recorría el Viejo, Chichigalpa, Corinto y otros sitios en su trabajo de reclutamiento.
De frente con el enemigo que se acobardó
Cierto día, estando en una casa de seguridad en Chinandega en compañía de la compañera Nubia Maradiaga, quien chequeaba la zona, le comunicó al clandestino guerrillero que dos hombres con guayabera (típicos de la Oficina de Seguridad Nacional, OSN) se encontraban apostados en ambas esquinas vigilando la casa.
Ella salió rumbo a la pulpería cercana a realizar una compra y chequear la presencia de los hombres que vigilaban la casa de seguridad.
Úbeda tomó una pistola Brownnig 9mm, la colocó en su cintura y salió de la casa caminado tranquilamente sobre la acera. Se vio de frente con uno de los agentes como esperando un desenlace al mejor estilo de las películas del viejo oeste. La ventaja del sandinista guerrillero fue que caminaba convencido y preparado para enfrentar todas las circunstancias, incluyendo la posibilidad de la muerte en lo que parecía un inevitable enfrentamiento a balazos.
Todo concluyó cuando el agente de la OSN vestido con su camisa guayabera, donde ocultaba su arma de reglamento, desvió la mirada y comenzó a caminar en sentido contrario, rehuyendo el enfrentamiento. Se había acobardado y Juan José rápidamente logró escapar a buscar otro refugio seguro.
Minutos después varias patrullas de las temibles Brigadas Contra Actos Terroristas (BECAT) se aparecieron por la zona formando un cerco. Inexplicablemente no le cayeron a la casa que suponían estaba siendo vigilada. Nubia, que se encontraba dentro de la vivienda logró salir y en un acto de heroísmo de mujer sandinista regresó en horas de la noche a rescatar las armas que consistían en varias carabinas y escopetas con sus correspondientes municiones.
Captura dentro del mar
A finales del año 1975, mientras se dedicaba a impartir instrucciones militares a un grupo de jóvenes, fue capturado en la playa de Aposentillo por la guardia somocista. Se habían metido al mar para refrescarse y el posta que debía alertarlos de la presencia del enemigo se durmió.
Fue trasladado a Managua a la orden de la seguridad de Somoza en la loma de Tiscapa. Estuvo 64 días encapuchado y esposado, sometido a constantes torturas, recibiendo golpes que le dejaron secuelas permanentes tras quebrarles las costillas y lesionarle la quijada.
Sometido a uno de los famosos Consejos de Guerra, dirigido por la guardia somocista, lo condenaron a varios años de cárcel que comenzó a cumplir en la penitenciaria La Modelo, tiempo que fue aprovechado por los sandinistas prisioneros para fortalecerse, prepararse ideológica y físicamente, convencidos que la libertad llegaría pronto.
A la libertad con el asalto al Palacio
El 22 de agosto de 1978 representó para el Frente Sandinista una gran esperanza en el triunfo revolucionario. El asalto al congreso somocista, significó un golpe mortal para el somocismo. Se liberaron a los presos políticos y se recuperó una buena cantidad de dinero que sirvió para financiar la lucha contra la genocida dictadura.
Entre los prisioneros liberados y conducidos a la base aérea de las Tinajitas, en Panamá, se encontraba Juan José Úbeda, sosteniendo en una mano su pequeña maleta y en la otra a la gatita “Helen”, que había sido mascota y compañía de los prisioneros en la cárcel. La gatita les acompañó a los guerrilleros hasta Cuba, donde volvieron a reentrenarse militarmente.
La alegría de encontrarse con muchachos estelianos
Encontrándose en Cuba, cierto día, un oficial le indicó que debía abordar un vehículo de manera urgente. Fue conducido a una base militar, donde llegó Tomás Borge para orientarle subir a un avión civil que les llevaría rumbo a Panamá.
Grandiosa sorpresa y alegría se llevó al conocer que un grupo de 50 muchachos que estaban dentro de la nave, eran de su tierra Estelí, el resto eran chinandeganos. Con ellos formaría la columna “Nelson Suárez”, de la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP) que combatió en el Frente Sur, en Peñas Blancas y El Naranjo, en una guerra de posiciones.
En la frontera sur las tropas élites de la G.N comandadas por el mayor Pablo Emilio Salazar, quien se hacía llamar “comandante Bravo”, desarrollaron una fuerte ofensiva contra las fuerzas sandinistas, todas las columnas se retiraron durante la noche, pero a la “Nelson Suarez” no le llego el aviso de retirada y quedo cercada por las tropas de la guardia. En la ruptura del cerco perecieron ocho compañeros de la columna, entre ellos la compañera Susy, de Santa Cruz, Estelí.
El 19 de julio de 1979, cuando se anunció la victoria sandinista, Juan José se encontraba con su tropa en la frontera. Casi al instante organizaron la partida hacia la capital. Ingresaron a Managua el 20 de julio en la mañana, la capital se encontraba seriamente desabastecida, con calles dañadas tras varios días de lucha insurreccional. Llegaron a la explanada de Tiscapa, donde había sido el centro de formación de la preparación y entrenamiento de las tropas de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), la que había sido abandonada tras la huida del dictador Anastasio Somoza.
Se quedó a llorar a los muertos
El triunfo de la Revolución representó una desbordante alegría y felicidad. Tras décadas de lucha y derramamiento de sangre, de muerte de militantes valiosos, en su mayoría jóvenes con anhelos, sueños y aspiraciones se lograba instalar en América Latina la segunda revolución triunfante, 20 años después de la revolución cubana.
Para Juan José Úbeda Herrera, con una amplia trayectoria y lealtad probada, representó sentimientos encontrados, entre la alegría y la nostalgia. Recuerda el abrazo con el que se fundió con su hermano menor Fernando, de seudónimo “Pancasan”, casi un niño que tuvo una destacada participación en la guerra en el occidente del país.
Ese 20 de julio de 1979 se les comunicó a los combatientes que más tarde se realizaría la concentración en la todavía Plaza de la República, para la celebración con la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) y los nueve comandantes de la revolución.
Esa mañana de alegría y esperanza, Rolando, se disponía como todos a participar de esa inolvidable concentración, donde se cantó, se repitieron las consignas de ¡Patria Libre o Morir!¡La marcha hacia la victoria…se escucharon encendidos discursos que la gente le pedía a Tomás que hablara y a el comandante cero… Edén Pastora! ¡Eran los vencedores!
Pero Juan José comenzó a recordar a su hermano Igor, a sus familiares, a sus compañeros de lucha que el mismo había reclutado y no pudieron ver y gozar la victoria, se quedó en silencio sin asistir a la plaza, solo llorando a todos los muertos, a los que hasta ese momento no había podido llorar, sus muertos por los que juró ser leal hasta la muerte.
El personaje
Juan José Úbeda Herrera, nació el 21 de febrero de 1952, (fecha del asesinato del general Augusto C. Sandino en 1934) en una comarca de Estelí. Es el séptimo hijo de Luis Felipe Úbeda e Isidora Herrera, cariñosamente doña “Yoya”.
De niño jugó chibolas en las calles, béisbol de mano, guante, bate y pelota, también le entró al futbol y en más de una ocasión participó en alguna pelea callejera para demostrar su hombría, como solía suceder entre niños y adolescentes.
Estudió dos años de ingeniería. Recién el triunfo sandinista, fue segundo jefe de la DGSE. También fue jefe de operaciones. En los años 90 fue segundo jefe de la Policía. Se ha desempeñado como Fiscal Nacional del FSLN en los procesos electorales.
En la Alcaldía de Managua fue jefe del Instituto Regulador de Transporte del Municipio de Managua, (IRTRAMMA). Actualmente es vicepresidente del Instituto Nicaragüense de Seguros y Reaseguros (INISER).
Es abogado, casado y padre de 4 hijos todos profesionales y de convicciones revolucionarias.