Nicaragua honra legado de san Arnulfo

Nicaragua honra legado de san Arnulfo

Valeria Imhof

El Presidente de Nicaragua Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo, celebraron la santificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, al mismo tiempo que enviaron un fraternal saludo al pueblo salvadoreño por este acontecimiento histórico que resalta el legado de paz, justicia y entrega del mártir salvadoreño.

Ante unas 70.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro del Vaticano, en Roma, el papa Francisco proclamó -este 14 de octubre- santo al arzobispo de San Salvador, asesinado en marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte mientras oficiaba misa. Al menos 7.000 salvadoreños viajaron al Vaticano para presenciar el acto de canonización del nuevo santo.

“Y aquí estamos desde Nicaragua diciéndole a Monseñor que sus palabras, que sus principios, que sus ideales los compartimos los nicaragüenses y seguimos luchando por esos principios aquí en Nicaragua. Nos alegramos y compartimos el orgullo del pueblo salvadoreño que ya está conmemorando y celebrando la santificación, la santidad para Monseñor Romero”, dijo el presidente Ortega.

El pueblo nicaragüense acompañó esta celebración con una enorme caminata por la paz, donde se honró el testimonio de vida y legado del sacerdote conocido como San Romero de América. En el acto, que se realizó después de la caminata, participaron el embajador de El Salvador en Nicaragua, Carlos Ascencio y su esposa Vicenta de Jesús Hernández Ascencio.

El embajador Ascencio, destacó el legado histórico de Monseñor Romero y su compromiso con los más desprotegidos. “Para los salvadoreños, San Oscar Arnulfo Romero tiene un profundo significado histórico de compromiso cristiano inspirado en los principios y valores permanentes que emanan del Santo Evangelio y del Magisterio Social de la Iglesia, al cual Monseñor Romero fue fiel, antes, durante y después en su labor pastoral en la iglesia que peregrina, en la Arquidiócesis de San Salvador”, señaló.

Ferviente opositor a toda intervención

Recordó que el prelado siempre estuvo al lado de su pueblo defendiendo los valores de la libertad, justicia y dignidad. “Se convirtió en guía de los salvadoreños, protegió al pueblo, lo defendió, estuvo siempre estrechamente cerca de las necesidades de los más pobres, de los desposeídos, de los más vulnerables, los marginados. Siempre creyó Monseñor Romero en el protagonismo de los pueblos como lo principal en la lucha por defender su vida, la dignidad, los derechos humanos, las libertades y aspiraciones de vivir con justicia y paz”, mencionó el diplomático

Para Monseñor Romero el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 fue una esperanza no solo para Nicaragua, sino para El Salvador y toda la región, dijo el Embajador, destacando que el ahora santo salvadoreño “fue un ferviente opositor a toda intervención e injerencia extranjera, porque perpetúa la opresión. Fue asunto de principios de Monseñor oponerse a las intervenciones o a las injerencias, porque decía: Trae violencia, injusticia, niega la paz a los pueblos”.

Monseñor Romero, meses antes de su asesinato, envió una carta al Presidente de los Estados Unidos pidiendo detener la asistencia militar al régimen de turno en El Salvador y no alentar la guerra en El Salvador, rememoró.

Destacó la importancia de que el pueblo se movilice a favor de la paz recordando la vida y el testimonio de Monseñor Romero. “Esta manera de celebrar la Santificación de Monseñor Romero con esta marcha abogando por la paz, es, en realidad, muy propicia. Es precisamente con la pro actividad del pueblo la mejor manera de recordar a Monseñor Romero, porque no podemos entender a Monseñor Romero si lo reducimos a la mera ubicación en un camerino dentro de la Iglesia”, manifestó.

“Hoy el Santo trasciende fronteras, es la figura más universal, es un ejemplo de vida que refuerza la fe católica y, Monseñor Romero fue, y es, amado por el pueblo salvadoreño, y sigue siendo incómodo, polémico y odiado por la derecha oligárquica. Con todo, hoy Monseñor Romero, San Romero es de todos”, agregó.

Años dolorosos

El presidente Daniel recordó que Monseñor Romero fue asesinado en plena lucha de los pueblos de América Latina por alcanzar su soberanía y libertad. “Años dolorosos aquellos, tan dolorosos que el 24 de marzo de 1980 lo asesinaron a Monseñor, y lo asesinaron los derechistas, los oligarcas, los pro-imperialistas”, señaló el mandatario.

Según el Presidente, los asesinos fueron entrenados y armados por los yanquis, para asesinar al pueblo salvadoreño y dirigentes espirituales como Monseñor Romero, que se atrevían a predicar su opción preferencial por los pobres, condenando a los oligarcas y a los intervencionistas. “Y por eso esa carta que nos recordaba el embajador, que les envió Monseñor Romero, diciéndoles: No sigan mandando armas, porque con esas armas están matando al pueblo; sin saber que al poco tiempo, con esas mismas armas lo estarían asesinando a él”, subrayó.

Daniel recordó que luego del triunfo de la revolución, el pueblo nicaragüense acompañó la lucha del pueblo salvadoreño. “Y Monseñor Romero con su prédica qué decía y qué dice porque sigue teniendo validez Monseñor Romero: Es inconcebible que se diga alguien “cristiano” y no tome como Cristo una opción preferencial por los pobres. Así lo decía, y claro, cuando él decía y hablaba de esa manera, lógicamente eso no le caía bien al imperio, a la oligarquía, a los asesinos”.

“Y decía Monseñor Romero: “Espero que este llamado no endurezca más el corazón de los oligarcas, sino que los mueva a conversión, ojalá Dios quiera que se pudiesen mover a conversión. Y finalmente unas semanas antes del crimen, cuando lo entrevistaban él decía: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, y nosotros agregamos, resucitará y ha resucitado en los pueblos de Centroamérica, en los pueblos del mundo”, manifestó.

Resaltó que el pueblo nicaragüense está comprometido con la paz a excepción de algunos grupos que no quieren que Nicaragua siga avanzando. “Aquí estamos …  comprometidos en esta lucha por la paz, aunque siempre estarán al otro lado los que odian la paz, los que no quieren la paz, los que viven arrodillados frente al yanqui, mendigándole para que les dé más financiamiento para hacer el mal aquí en Nicaragua, mendigándole al yanqui para que le haga daño al pueblo nicaragüense, y buscando cómo organizar marchas para bañar de sangre nuestra patria”, indicó.

“Por eso estas caminatas donde participan miles y miles de hombres y mujeres, de jóvenes, y de niños cargados por sus padres, por sus madres, por sus abuelos. Estas marchas son ejemplo de compromiso con la paz, con la justicia, con la libertad, y por esa razón decidimos dedicarle esta caminata del día de hoy, esta marcha del día de hoy a Monseñor Óscar Arnulfo Romero”, indicó.

Gran dedicación pastoral

Óscar Arnulfo RomeroÓscar Arnulfo Romero y Galdámez, también llamado San Óscar Romero o San Romero de América, ingresó muy joven en el Seminario Menor de San Miguel, capital del departamento homónimo. De allí pasó en 1937 al Colegio Pío Latino Americano de Roma, donde se formó con jesuitas. En Roma, aunque no llegó a licenciarse en teología, se ordenó sacerdote (1942).

Inició su carrera eclesiástica como párroco de gran actividad pastoral, aunque opuesto a las nuevas disposiciones del Concilio Vaticano II. En 1970 fue nombrado obispo auxiliar de El Salvador, y en 1974 obispo de Santiago de María.

En esta sede comenzó a aproximarse a la situación política de su país, donde desde hacía décadas gobernaba el Ejército. Se implicó de lleno en la cuestión una vez nombrado arzobispo de El Salvador en 1977. De gran dedicación pastoral, promovió asociaciones y movimientos espirituales, predicaba todos los domingos en la catedral y visitaba a los campesinos más pobres. En 1975, el asesinato de varios campesinos que regresaban de un acto religioso por la Guardia Nacional le hizo atender por primera vez la grave situación política del país.

En sus homilías dominicales en la catedral y en sus frecuentes visitas a distintas poblaciones, Monseñor Romero condenó repetidamente los violentos atropellos a la Iglesia y a la sociedad salvadoreña del gobierno militar del coronel Arturo Armando Molina.

El 23 de marzo de 1980, Domingo de Ramos, Monseñor Romero pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al Ejército y la Policía. Al día siguiente, hacia las seis y media de la tarde, durante la celebración de una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, fue asesinado en el mismo altar por un francotirador.

El crimen se atribuyó a grupos de ultraderecha, afirmándose que la orden de disparar habría sido dada por el antiguo mayor Roberto D’Aubuisson (uno de los fundadores, posteriormente, del partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA). No se produjo, sin embargo, ninguna detención, y todavía en la actualidad permanecen sin castigo los culpables.  Monseñor Romero fue beatificado en mayo de 2015.

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