Carlos Alberto Escorcia Polanco
A 6 meses de los actos vandálicos que estallaron en Nicaragua a mediados de abril de 2018, el presidente Daniel Ortega sigue firmemente atornillado a la silla presidencial con muy pocas posibilidades que la oposición logre expulsarlo del poder en el corto plazo.
La oposición golpista propagó al día siguiente de iniciados los “tranques” (barricadas callejeras) que Ortega había huido a Cuba y que el Ejército “discretamente” gobernaba el país, esperando el momento adecuado para anunciar la huida del mandatario.
Sorpresivamente Ortega apareció al día siguiente dando una conferencia de prensa durante la cual revirtió las medidas sobre Seguridad Social que motivaron las protestas. Los días transcurrieron y comenzaron a caer los muertos de ambos bandos. 22 policías perdieron la vida, pero la oposición insistió que sus protestas eran pacíficas y que estaban desarmados.
A mediados de junio, un ex-candidato presidencial, el abogado conservador Noel Vidaurre, pronosticó que Ortega no sobreviviría más allá del 11 de julio, (aniversario de la Revolución Liberal de 1893 que catapultó al poder al general José Santos Zelaya). Huelga decir que el letrado nicaragüense erró en su pronóstico.
Ahora, la mayoría de “Washingtólogos” (expertos en interpretar lo que piensa Washington, no lo que piensa el pueblo) repiten cada mañana en los show de TV que Ortega no sobrevivirá en la presidencia más allá de la Navidad.
Fueron políticos de oposición quienes le endilgaron a Ortega el título de “el mejor alumno del Fondo Monetario Internacional” (FMI) por las altas calificaciones que el organismo multilateral, junto con el Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, le adjudicaron a Ortega por dirigir la economía más boyante de Centroamérica, después de Panamá.
La “dictadura” más extraña del mundo
La “dictadura” de Ortega es la más extraña del mundo. La oposición vocifera por televisión, prensa y radio los insultos más soeces e impublicables sin que nadie les toque un pelo.
Durante un espectáculo televisivo llamado “diálogo” un imberbe jovenzuelo de 20 años de edad, públicamente y en su cara, exigió impune e irrespetuosamente la salida del mandatario y que la salida del Presidente era el único punto de agenda.
Dicha actitud del jovenzuelo en cuestión contrasta con la experiencia vivida por el periodista mexicano de Univisión, Jorge Ramos, quien fue sacado a empujones por los guardias de seguridad de Trump, cuando el periodista hizo una pregunta que a Trump no le gustó. El jovencito nicaragüense en cuestión, a diferencia de Ramos, se le permitió extenderse con un encendido discurso sin ser molestado en lo absoluto.
La oposición alega que es el 85% de la ciudadanía la que exige la salida del mandatario del poder. Los tranques paralizaron al país entero por un par de meses, resultando en pérdidas de más de mil millones de dólares, 199 muertos según cifras oficiales, agravado con la pérdida de 350 mil empleos en el sector privado, según cifras de la oposición.
¿Por qué entonces Ortega no cae, si su aceptación popular es virtualmente inexistente según la oposición nicaragüense? La respuesta nuevamente proviene de las mismas filas de la oposición: “subestimamos la experiencia y capacidad de maniobra del gobierno Sandinista”, admitió por televisión Bosco Matamoros, ex vocero de la desaparecida Contra, la cual intentó infructuosamente por una década desalojar a Ortega del poder en los 80s.
A medio año de iniciadas las más violentas protestas en los últimos 40 años, Ortega continúa firmemente al frente del gobierno, mientras la oposición sigue enfrascada en sordas luchas internas con una media docena de aspirantes a la presidencia, sin lograr ponerse de acuerdo sobre una agenda única o un candidato único.
La columna vertebral de la economía popular
Luego de 2 meses de acuartelamiento policial, el gobierno finalmente eliminó los tranques. Tanto Washington como la oposición respondieron con ira y frustración logrando una condena no vinculante en la OEA, la cual no era por lo tanto de obligatorio cumplimiento. Un intento similar en el Consejo de Seguridad de la ONU, promovido por Estados Unidos, se estrelló con un humillante fracaso.
La oposición cifra sus esperanzas en la infame “Nica Act”, un anteproyecto de ley introducido por la congresista cubana de Miami, Ileana Ross Lehtinnen, la cual luego de casi 2 años aún no llega al pleno del senado. De aprobarse dicha ley, el gobierno de Estados Unidos deberá vetar en los bancos multilaterales todo préstamo para el gobierno de Nicaragua, si éste no se somete a los dictados de Washington.
Los sueños que la Nica Act haga colapsar la economía son solo eso, sueños. La oposición cuenta entre sus filas a dos cúpulas de “grandes” empresarios, el Consejo Superior de la Empresa Privada, Cosep, y la Cámara de Comercio Nicaragüense Americana, Ancham, por sus siglas en inglés. Pero ambas cámaras solo representan el 20% de la economía.
El 80% de la economía está en manos de medianos y pequeños empresarios y que constituyen la columna vertebral de la denominada economía popular o “economía de delantal”.
Panaderos, taxistas, barberos, vivanderas de los mercados, comiderías populares denominadas “fritangas”, choferes de buses urbanos y rurales, albañiles, tortilleras, buhoneros, campesinos y pequeños comerciantes en general dan cuenta del 80% de la economía, los cuales no pueden darse el lujo de ir a paros nacionales como Ancham y el Cosep.
A lo anterior hay que agregar dos factores fundamentales que harían virtualmente imposible un colapso de la economía. Estos dos factores son:
Primero: La producción agrícola que no está limitada a arroz y frijoles, sino a toda una gama de productos agrícolas y ganaderos: además del arroz, frijoles y maíz, están la leche, el queso, los huevos, la carne de cerdo, las verduras y hortalizas, que en su conjunto fueron más voluminosas este año que el año pasado y durante el “reino de los tranques” no disminuyeron su producción, sino al contrario esta creció en un 30% pese a las presiones de los políticos golpistas.
El “suero vitaminado” de las remesas familiares
Segundo: Debido a la estampida migratoria iniciada en 1990, luego del triunfo electoral de la presidente Violeta Chamorro, más de un millón y medio de nicaragüenses emigró del país, huyendo del masivo desempleo generado por las draconianas medidas económicas implementadas por “la naciente democracia” Chamorrista, irónicamente exigidas por el Fondo Monetario Internacional.
Ese millón y medio de nicaragüenses da cuenta hoy de más de mil millones de dólares en remesas familiares. Sólo en 2017, los nicaragüenses en el exterior enviaron 1,390 millones de dólares en remesas. Según cifras del Banco Central, las remesas crecieron un 30% más durante los meses de los tranques, comparadas con el año anterior y para finales de 2018, el banco proyecta un ingreso superior a los 1,500 millones de dólares en remesas.
Aunque las remesas tienen el inconveniente que son destinadas en su totalidad al consumo directo de los sectores populares, esa multimillonaria inyección masiva en dólares constituye un “suero vitaminado” directamente a la aorta de la economía nacional, estimulándola, generando un efecto multiplicador y produciendo de manera automática más impuestos para el gobierno de la Republica.
Las remesas familiares constituyen un fuerte estímulo a la economía popular, léase, el mercado Oriental, el Huembes, el Israel Lewites, el Iván Montenegro, el Mayoreo y docenas de mercados en los departamentos. Dicha economía popular no es parte del sector golpista del Cosep y Ancham.
Si los sectores golpistas nunca fueron capaces de paralizar la producción agropecuaria durante los meses más álgidos cuando reinaban en ciudades, aldeas y carreteras, estrangulando a la economía por medio de los tranques, es virtualmente imposible que lo logren ahora que los tranques no volverán.
Paralelamente, ningún nicaragüense, por muy somocista y golpista que sea, dejará de enviar remesas familiares sabiendo que su madre anciana, su padre anciano, sus hijos, sus mujeres dependen de dichas remesas para sobrevivir. ¿Cómo lo van a impedir los sectores pro yanques?
Primero colapsarán el Cosep y Ancham
¿Van a pedirle al gobierno estadounidense que le confisque sus salarios a los trabajadores nicaragüenses para parar las remesas? Eso sería una misión imposible y resultaría en masivas demandas judiciales de “litis consorcio necesario” a las cuales se unirían las compañías estadounidenses de remesas como Money Gram y Western Union.
Aunque se aprobara la Nica Act, la cual no es en estos momentos una prioridad para los congresistas norteamericanos por encontrarse en periodo electoral de término medio, dicha ley no podrá impedir que los campesinos nicaragüenses sigan produciendo arroz, frijoles, maíz, bananos, plátanos, yuca, quequisque, queso, huevos, verduras y hortalizas, ni tampoco logrará que los nicaragüenses dejen de enviar remesas.
¿Cómo podrá entonces la oposición golpista hacer colapsar la economía nacional? Primero colapsarán el Cosep y Ancham antes que colapse el 80% de la economía popular que no es solamente “arroz y frijoles”, como vulgarea un tal “Café con vos” en un canal golpista.
De hecho, ya el Cosep y Ancham han despedido a más de 200 mil empleados y se resisten a un paro nacional porque les espera la muerte económica por inanición.
En ese contexto, es más que obvio para cualquier analista político que ni aprobando la Nica Act podrán hacer colapsar a esta economía. Así las cosas, el gobierno no tiene nada que dialogar, ya que el artículo 148 de la Constitución claramente establece los períodos presidenciales y electorales. ¿Y todavía hablan de estado de derecho?
Tanto la oligarquía blancoide como la burguesía chapiolla de las elites dominantes timbuco-calandracas de las paralelas históricas libero-conservadoras, no logran entender que Nicaragua dio un gigantesco giro histórico aquella luminosa mañana del 20 de julio de 1979, cuando un muchacho de 32 años de nombre Daniel Ortega Saavedra, entró triunfante a la plaza de la Revolución a la cabeza del pueblo nicaragüense, para iniciar una nueva Nicaragua. Después de ese primer paso, no pararemos de andar jamás.