Con esta semblanza, Visión Sandinista, a veinte años de su fundación, agradece a su fiel colaborador y asesor desde los días de la primera edición, el periodista Ernesto Aburto Martínez, por todo su acompañamiento, ayuda y enseñanzas. ¡Felicidades en tus siete décadas de intensa vida!
- Formado con severidad de azotes llegó a ser hombre de bien.
- Dice estar más cerca del acta de defunción y lejos de la de nacimiento.
- Inauguró la corresponsalía viajera en Nicaragua.
- En Masaya burló a la muerte al escapar del paredón de fusilamiento.
David Gutiérrez López
A guisa de saludo le digo cuando lo encuentro: “Hombre de noble corazón y gran barriga”, y él me contesta con una frase amable o ingeniosa. Casi nunca pierde el sentido del humor y por mil problemas que pueda cargar en su cabeza, siempre se le ve dispuesto a sonreír y soltar en ristra un consejo oportuno de vida o de periodismo al que se lo pida.
Su presencia es siempre alegre, dicharachera y amistosa. Me refiero al periodista Luis Ernesto Aburto Martínez, “el pequeño Aburto”. Nido de recuerdos, genealogista aficionado y enciclopedia ambulante de conocimientos, él mismo se encarga de explicarlo todo con una frase que alguna vez oyó decir: “Es que los periodistas veteranos llegamos a ser un océano de conocimientos con una pulgada de profundidad”.
Luis Ernesto nació en el barrio San José del casco viejo de Managua “una lluviosa mañana del lunes 21 de junio de 1948, durante un breve escampado, bajo cielo plomizo, se bajó presurosa de un taxi la madre del legendario entrenador escolar de baloncesto y cronista deportivo Eugenio Leytón Cruz, la bondadosa obstetra Ana Aida Cruz, a quien mi padre, Luis Domingo Aburto Ayala, chofer y mecánico de la época, condujo rápidamente hasta la cama grande del aposento donde mi madre Carmen Martínez Centeno, ama de casa y obrera industrial después de su emancipación conyugal en 1962, ya había “roto fuente”, relata con nostalgia el tercero de los siete Aburto Martínez.
La madre en la memoria infantil
– ¿Cómo fue tu infancia, y qué experiencias recuerdas de ese período?
– “Fui un niño feliz y lo recuerdo todo”. Recuerda que su padre siempre estuvo trabajando y no tenía ninguna otra preocupación que entregar el aporte económico que le correspondía. A veces descargaba su furia por faltas cometidas y ejercía su deber de corregirlos con nunca más de dos azotes de su faja de cuero deformada por la obesidad.
Mientras Carmen, su mamá, era la encargada de hacer malabarismos y milagros con los pocos ingresos que percibía, para que nada de lo básico les hiciera falta ni en la mesa, ni en la cama, ni en la escuela. Pero en la infancia y al final de ese período, cuando las correrías de los Aburto rondaban peligrosamente por la vagancia o el fracaso escolar, sus castigos con fajas, pedazos de manguera o cualquier forma de látigo eran dolorosos, temibles y memorables.
“A veces sus sicólogos infantiles le costaban dos córdobas en el mercado y eran unas respetables tajonas de cuero pero, aunque nos pegaba por toda clase de faltas, desde las bajas calificaciones escolares hasta las malacrianzas y desapariciones de todo el día con amigos de vagancia nadando en Tiscapa, o atrapando en la playa del Xolotlán tortuguitas recién eclosionadas, o bien, cabalgando “ejemplares equinos pura sangre” (en el lomo) que soltaban
sus dueños carretoneros a pastar por las tardes, ella también lloraba cuando nos aplicaba castigos corporales”, rememora entre risas y emoción Ernesto.
Una vez, ya siendo adulto, le preguntó que por qué les pegaba por toda clase de faltas que cometían y ella le respondió: “Yo les castigaba para que fueran los hombres y mujeres de bien que ahora son”. Esa actitud contrasta
con la de ciertos padres y madres actuales que enfrentan grandes dilemas en la relación con los hijos que, mediante costosos regalos y obsequios que les exigen o nunca les han pedido, ni por supuesto se han ganado, depositan
esa responsabilidad por el futuro de sus hijos en colegios y sicólogos carísimos, para que al final los muchachitos terminen siendo los mismos vagos, desobedientes y adictos de siempre, sin nada bueno en su futuro.
Escalas del magisterio periodístico
Maestro de Educación Primaria en su primera juventud, ex redactor jefe del semanario La Nación Nicaragüense, que socios del extinto Banco de América mantuvieron vivo en El Camino de Oriente entre 1974 y 1977 bajo la dirección del inolvidable licenciado y Máster Manuel Pinell Castillo. Aburto se desempeñó desde el año 77 al 80 como redactor viajero del diario La Prensa, al que entró de la mano del director mártir Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
Fue además fundador, accionista minoritario y editor de EL NUEVO DIARIO desde mayo de 1980 hasta su retiro en 2008, habiendo pasado antes en “comisión de servicio” como editor de BARRICADA, órgano del FSLN, entre 1987 y 1992.
Le pregunto por qué eso de “el pequeño Aburto” como se le conoció principalmente en EL NUEVO DIARIO,
y nos dijo que ese fue un apodito que sus amigos le devolvieron. “Como amante del miniaturismo, me gustan las personas físicamente pequeñas, los escritos breves, los gallitos enanos de los patios campesinos, los bonsáis japoneses, las piñas de jardín, las botellitas de coca cola, las de ron, las de whisky en los minibares, en fin, todo lo pequeño me despierta ternura”.
-Aburto, ¿cómo podrías resumir tu vida en el periodismo y qué haces actualmente desde la tranquilidad de tu retiro? Digo retiro, pero sé que no estás retirado porque en realidad un periodista de vocación y corazón nunca cuelga las armas, a menos que se enferme gravemente…
– “Bien, mi querido David, ya hemos hablado algo sobre el resumen de mi vida como periodista. Ahora, estando más cerca del acta de defunción que de la partida de nacimiento, y mientras a falta de clientes para mi experticia comunicacional y de oídos juveniles para ofrecer consejos, porque creen que no los necesitan o que ya están desfasados me dedico a cuidar de mi salud para disfrutar más tiempo de las aventuras de los nietos que me han regalado mis cuatro hijas y de “las gracias y promesas” que encarnan las “medias lenguas” y las carreritas alegres de mis dos bisnietos, a los cuales ya tuve la dicha de ver partir a su primer día de preescolar con uniformes, loncheritas y mochilas repletas de plastilina, crayones coloridos y papeles rayados.
Aprovecho la vida y salud también para justipreciar la calidad de grandes amigos como vos, mi querido gordis, como la incansable emprendedora del periodismo Mayra Reyes Sandoval y como aquellos que ya emprendieron su camino por el túnel de luz hacia lo ignoto como el periodista y financista Henry González Morales, el editor Luis Hernández
Bustamante, los eternos directores Danilo Aguirre y Xavier Chamorro, el fogoso articulista Manuel Eugarrios, el maestro de periodismo Juan Molina Palacios, y el grandilocuente, ingenioso y políticamente sufrido luchador antisomocista, profesor Ricardo Trejos Maldonado”.
La “Roca del Periodismo”
En el aspecto económico, dice vivir pendiente de la fecha de pago de su pensión en el Seguro Social, y del correo electrónico donde algunas veces le llegan ofertas de trabajo para corregir libros o editar memorias y revistas. Confiesa que gracias a Dios y a los “motetes” de medicinas, todavía sobreviven viejos guerreros y guerreras –entre
ellos la intemporal Telma Nidia- con los cuales desayuna cada martes en “La Roca del Periodista”, en un ambiente
de amistad y de profundo respeto por los pasados y por las convicciones políticas e ideológicas de cada quien, sin lo cual no fuera posible disfrutar de la magia de la conversación, ni compartir los grandes hitos, lecciones y anécdotas del viejo oficio durante las últimas seis décadas.
Se refiere a Pompilio Baca, al teólogo evangélico César Moreno Torres, quien extrañamente venera a la Madre de Dios y le hizo ver que la Concepción de María no es la Virgen, sino el embrión depositado en su vientre por el
Espíritu Santo, o sea el propio Jesús. También William Ernesto Roiz Murillo, Agustín y su hijo Noel Fuentes, Nicolás
López Maltez, la pequeña bolita de amistad y cariño que se llama Oscar Miranda (Mirandita o el Oscar de la 800), Juan Velásquez Molieri, José Antonio Bonilla Aguilar, Filadelfo Alemán, Eugenio Batres, Angelita Saballos y las esporádicas incursiones de Blanquita Rojas, Pedro Reyes Vallejos, Onofre Guevara y Rolando Avendaña Sandino, entre otros grandes amigos.
Del periodismo de ayer y hoy
Dice que se han perdido muchas tradiciones del gran periodismo nica de los años sesenta. Recuerda las tabernas
a pocos pasos de las salas de redacción, donde se comentaban y hasta se fabricaban noticias, la mística con que antes se salía a buscar la noticia a pie, en bus o como fuera, cuando la ciudad que se llevó el terremoto de 1972 era más compacta, pero que además esa mística persistió aun en los primeros años de la “ciudad quisneta”, como decía el profesor Ricardo Trejos, que surgió después de 1973.
Considera otro elemento perdido, el seguimiento de las noticias de impacto. La oferta de información es tan apabullante que un hecho rápidamente sepultó al otro, pero hay sucesos cuyo despliegue debiera prolongarse porque el público quiere saber más de ellos. Se depende mucho de las noticias que dan las fuentes oficiales y se permite que
círculos de poder social, empresarial o gubernativo impongan las agendas. La época del periodismo detectivesco,
cuando los reporteros, como decía en sus lecciones de periodismo el comandante Bayardo Arce, no debían quitar el dedo del hoyito rascando y rascando hasta sacar el chorro de podredumbre, afirma Aburto. Cree que el periodismo de hoy es como más esquemático, más especializado en temas y más dependiente del diseño o del perfil gráfico de las publicaciones.
Experiencias de la crónica viajera
La crónica viajera, para Ernesto Aburto fue su caballo de Troya para entrar al diario La Prensa, que, en 1977, era como la consagración de una carrera periodística.
Al solicitarle trabajo tras la quiebra del semanario La Nación Nicaragüense, el doctor Pedro Joaquín Chamorro lo anduvo entre los escritorios de los periodistas del diario para mostrarle que todo estaba lleno y que ya no había más espacio, pero dejó abierta la posibilidad de que le enviara una hoja de vida detallando lo que podía y sabía hacer en periodismo. Se le ocurrió entrarle por la crónica viajera porque sabía que era un tema que le apasionaba y todavía estaban frescos en su memoria los reportajes seriados que escribió y publicó bajo el título de “Los pies descalzos de
Nicaragua”, tras haber recorrido por tierra y agua las fronteras norte y sur del país.
Le expuso en su hoja de vida que poseía vehículo en excelentes condiciones mecánicas y estéticas, así como equipo fotográfico propio y la disponibilidad de viajar por todos los rincones de Nicaragua para escribir retratos, reportajes y crónicas sobre lugares que las poblaciones de las ciudades no conocían e ignoraban que existiesen, hasta culminar después de varios meses con una especie de geografía periodística ilustrada de Nicaragua. La respuesta del ahora prócer y héroe nacional fue inmediata, y comenzó con una radiografía de San Juan del Sur, que era como la joya de la corona de los Chamorro Cardenal.
Sus correrías por todos los departamentos de Nicaragua le permitieron conocer lugares sorprendentes como el paso
en remolcador de cable por el río Wawa, hacia los llanos de Puerto Cabezas, la navegación en la desembocadura del río Estero Real y avistar por aire los farallones de Punta Ñata en el golfo de Fonseca. Entre los personajes inolvidables que entrevistó en esa época recuerda al doctor Emilio Gutiérrez Gutiérrez y al periodista Abelardo Sánchez, corresponsal de La Prensa en Ocotal.
Momentos más dramáticos que vivió
Dice fueron muchos y algunos todavía le paran los pelos. Como el de la tarde del 21 de febrero de 1978, cuando
la guardia somocista irrumpió en el sublevado barrio Monimbó y el jefe de una patrulla de drogados, enloquecidos y trasnochados soldados lo bajó de su camioneta apenas llegar a la desaparecida gasolinera Shell Las Flores de la entrada a Masaya junto con los periodistas Luis Hernández Bustamante, Roberto González, Roberto Sánchez Ramírez y el fotógrafo Francisco Chávez Espinoza, y montando su fusil M-16 se disponía a dar la orden de fusilarles cuando de atrás de las paredes de vidrio de la tiendita de la estación salió una señora cargando a un bebé y seguida de otros niños implorando que no dispararan.
Esa distracción del jefe de la patrulla y la orden de que apartaran a la mujer de allí dio tiempo para el sorpresivo frenazo de un jeep militar del que saltó un oficial con radio de mochila y gritó a los guardias que se quedaran quietos, porque iba a interrogar a los prisioneros.
El oficial revisó sus credenciales y les agredió verbalmente con gritos ofensivos, al tiempo que a Roberto Sánchez y a Roberto González, que dijeron que iban a sus casas en Masaya, les permitió ingresar a la ciudad caminando, en tanto que a los demás les ordenaba a gritos que regresaran a Managua. El terror les había puesto lentos para subir al vehículo y el oficial le dio un empujón a Ernesto, mientras le susurraba al oído: “Váyanse hijos de puta, que los van a matar”. Al pasar por El Coyotepe, todos iban mudos hasta que Aburto atinó a decir: “Qué barbaridad, casi nos matan”. Y entonces todos, empezando por Luis Hernández, se soltaron en gritos y ofensas contra los guardias. Era la misma patrulla que poco antes del encuentro con ellos, había estado asesinando a ciegas a todas las personas que pasaban por los rieles del restaurante Tip-Top hacia Masaya y cuyos cadáveres habían retratado pocos minutos antes de la cita burlada con la muerte.
Buenas tardes a todos en Vision Sandinista. Me gustaria ponerme en contacto con Ernesto Aburto. Yo no se si somos
parientes o no pero, tengo el presentimiento de que en alguna manera estamos relacionado familiarmente.
Mi nombre es Ariel Aburto y vivo en los Estados Unidos desde mucho antes de la revolucion sandinista de 1979.
Vivo en la bella ciudad de Orlando, Florida.
Estare muy agradecido si me puedo contactar con Ernesto Aburto.
Mi correo electronico: Ariel_Aburto@yahoo.com
Celular: (407) 692-6495
Muchas gracias de antemano.
Saludos.
Un saludo fraterno de un vecino de la colonia Nicarao, saludos a la familia,hay mucha historia en todos que no se puede contar tantas cosas.