De la crisis actual a la tercera etapa de la Revolución Sandinista

De la crisis actual a la tercera etapa de la Revolución Sandinista

El hecho de que las reformas a la seguridad social en Nicaragua, que afectaban principalmente a los sectores pudientes, fueran el detonante de la actual crisis que vive el país, se debe a que producto de la resistencia de la empresa privada, el gobierno sandinista no tuvo más remedio que intentar la aplicación de las reformas rompiendo con la política de consenso que había regido las decisiones gubernamentales en política económica desde el regreso del FSLN al poder en 2007 y que incluía a la empresa privada y a los trabajadores, siendo estos últimos, en esta ocasión, el único sector que se pudo tomar en cuenta.

Carlos Fonseca Terán

El objetivo de las reformas era dar respuesta inmediata al déficit financiero del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), sin tenerse que aplicar la receta fondomonetarista del aumento en la edad de jubilación y en la cantidad de semanas trabajadas para acceder a las pensiones correspondientes. Tal déficit financiero es producto, principalmente, del aumento exponencial de beneficios a los asegurados por una parte, y en la cantidad de éstos por la otra.

La inevitable ruptura -aún en caso de que se asumiera como temporal o coyuntural- de la alianza tripartita entre gobierno, trabajadores y empresarios implicaba la necesidad de un alto nivel de participación popular y de la militancia sandinista en la definición de esas políticas, acompañada de toda una ofensiva política de las estructuras del FSLN.

Todo ello en aras de que la vinculación entre autoridades y pueblo en general se correspondiera con el impacto que la ruptura en cuestión pudiera tener en la dinámica política del país, asegurándose por tanto que a nivel popular hubiera suficiente información de lo que estaba sucediendo. Pero al no aplicarse dichas medidas políticas, las reformas se implementaron en un contexto de desinformación general altamente propicio para que una ofensiva propagandística de la derecha a nivel mediático y en las redes sociales, hiciera posible que sectores anteriormente no identificados con la oposición (sobre todo estudiantes universitarios), pero en gran parte influenciados por los
ejes políticos de la derecha, asumieran que las reformas eran perjudiciales para los trabajadores y los jubilados, lo
que se convirtió en una bandera suficientemente atractiva para movilizar contra la reforma a quienes hasta ese momento habían estado políticamente inactivos, incluyéndose entre ellos a quienes ya eran antisandinistas
por razones ideológicas.

Efectivamente, las reformas contemplaban no sólo un aumento sustantivo (del 19% al 22.5%) en el aporte de los empleadores al seguro social, sino también un aumento en el aporte de los trabajadores, aunque mucho menor (del 6.25% al 7%), y establecían el aporte del 5% de los jubilados, cuya cuota iba a seguir siendo la menor.

Esto último fue el tema más polémico y que más se prestó a la manipulación mediática, debiendo aclararse aquí que una gran parte de esos jubilados llegaron a serlo sin tener la cantidad de semanas requeridas, por lo que reciben una pensión reducida que, sin embargo, no existía antes de que el sandinismo regresara al poder; por el contrario, esta política fue establecida por el gobierno sandinista para beneficiar a las decenas de miles de personas que por haber sido despedidas en la época del neoliberalismo, no habían podido trabajar el suficiente tiempo para su jubilación normal.

Guerra de quinta generación

Hubo otra medida que, unida a la mayor cuota en el aumento de las cotizaciones de los empleadores, hizo que estas reformas fueran muy perjudiciales para los sectores acomodados de la sociedad. Dicha medida fue la eliminación del techo en el ingreso de C$ 82,953.22 (U$ 2,764.11) para la definición del monto a cotizar, de modo que quienes ganan sueldos superiores a esta cantidad (que en Nicaragua es un ingreso altísimo) no aportan cotizaciones más altas, pero reciben pensiones en correspondencia con su ingreso.

O sea que las mismas son superiores a lo que correspondería por sus cotizaciones, lo que es aprovechado por los empresarios para reportar altos sueldos inexistentes y recibir así pensiones de lujo al jubilarse, sin que el monto de las mismas se corresponda con sus aportes a la seguridad social, lo cual con estas reformas ya no iba a seguir siendo el gran negocio que es, o al menos las cotizaciones de estos empresarios fraudulentos al INSS iban a ser mucho mayores.

La ruptura por parte de la empresa privada, de la alianza tripartita entre gobierno, trabajadores y empresarios, implicó un tipo de confrontación distinto al que resultaba de las acciones políticas anteriores de la oposición. En este caso se presentaron las condiciones propicias para que se pusiera en marcha el formato postmoderno previamente
elaborado de derrocamiento de gobiernos no afines, diseñado e implementado por Estados Unidos y sus aliados occidentales, y que en Nicaragua no había podido ser aplicado, pero cuyos ejecutores ya estaban entrenados y listos a hacerlo en la primera oportunidad que se presentara. De hecho, lo acababan de intentar con el incendio forestal de Indio Maíz, y antes lo habían intentado en múltiples ocasiones.

El formato al que nos referimos es un nuevo tipo de guerra conocida como “guerra de quinta generación”. Se considera guerra de primera generación la que se planteaba entre ejércitos al servicio de Estados por disputas territoriales, y su clave táctica es la capacidad de movilización de tropas. Su modelo típico son las guerras napoleónicas de inicios del siglo XIX, pudiéndose incluir también las guerras de independencia sudamericanas,
de la misma época.

De segunda generación, son guerras entre ejércitos convencionales pertenecientes a potencias industriales en disputa por territorios periféricos a ser dominados, y se caracteriza por aplicar los avances de la revolución industrial en general, apareciendo las primeras armas automáticas y la aviación, y siendo así su clave táctica el poder de fuego, y su ejemplo típico la primera guerra mundial, a inicios del siglo XX, pudiendo ser incluida la guerra civil
española, un poco después.

De tercera generación, son similares a la segunda pero por contradicciones político-ideológicas con fuertes elementos geopolíticos, y en las que es fundamental la rapidez de las operaciones (la guerra relámpago nazi en Europa Occidental, o la guerra de los seis días entre Israel y los países árabes), siendo por tanto su clave táctica el margen posible de maniobra, y su ejemplo típico la segunda guerra mundial a mediados del siglo XX, pudiendo tenerse como otro ejemplo de esta modalidad, la guerra de Corea (una de las más típicamente convencionales), por la misma época.

De cuarta generación, es una guerra no convencional –aunque no la única de este tipo, pudiendo haber guerras no convencionales en el caso de todas las demás generaciones de guerras (incluyéndose en este tipo de guerras, la guerra irregular, entre fuerzas irregulares y ejércitos regulares), pero esta y la quinta se caracterizan por el hecho de que no pueden tener forma convencional, a diferencia de las anteriores.

La motivación: intereses geopolíticos

Y es usada por las potencias industriales contra países donde gobiernan fuerzas no afines a sus intereses hegemónicos, siendo un ejemplo típico la segunda guerra de Estados Unidos contra VietNam, y se incluye la llamada guerra de baja intensidad o guerra sucia, que no se enmarca en los parámetros jurídicos tradicionales, como la guerra de agresión de Estados Unidos contra Nicaragua en los años ochenta.

Las guerras de quinta generación se basan en el uso de técnicas sofisticadas de manipulación mental, bien calculadas y basadas en el uso de proyecciones hechas por computadoras, y su eje central es la guerra psicológica que se vale del uso de los medios de comunicación y la aplicación de la cuarta y la quinta revolución industrial (ambas vinculadas al salto tecnológico en la cibernética y los sistemas informáticos) a través de las redes sociales. Estas guerras se caracterizan en algunos casos por su organización a cargo de empresas transnacionales que utilizan a poderosos Estados industriales y post-industriales como fachada institucional (la segunda guerra de Afganistán, las dos guerras de Irak, la “primavera árabe” –guerras de Libia y Siria–), pudiendo presentarse situaciones en que este tipo de guerra no haya podido ser llevada por sus promotores, de su fase preliminar (guarimbas venezolanas) a la fase de guerra civil (Libia, Siria).

Habiendo también casos en que esta modalidad bélica está motivada por intereses exclusivamente geopolíticos, como sería el caso de los autodenominados “autoconvocados” en Nicaragua donde, al igual que en Venezuela, sus promotores no han podido hacerla pasar de su fase preliminar, que no es propiamente una guerra; así como se dan casos en que los intentos bélicos no han podido instaurar siquiera esa etapa preliminar, como sucede con la frustración de la operación subversiva diseñada por Estados Unidos contra Cuba, conocida como Proyecto ZunZuneo.

Las guerras de quinta generación tienen entre sus características, sobre todo en su fase preliminar –la que como hemos dicho, no es todavía una guerra propiamente dicha–, el no tener frentes definidos ni despliegue de tropas militarmente movilizadas para el enfrentamiento bélico.

Y sus reglas incluso desde el punto de vista técnico, son extremadamente difusas, funcionando en esta fase preliminar como una gigantesca manipulación mental diseñada por expertos, mediante la que prácticamente se puede hipnotizar a grandes cantidades de personas altamente desinformadas que previamente son sumergidas en una verdadera indigencia espiritual, cegadas luego por emociones que les han sido implantadas como chips virtuales y mediante las que se les hace actuar como una especie de zombies, sin despegar sus ojos de las pantallas donde la mentira se convierte en verdad y donde la estupidez se adueña de sus voluntades.

Para la creación del caos como elemento fundamental en la aplicación de esta nueva disciplina del arte militar, diseñada –no podría ser de otra manera – en los laboratorios del Pentágono, se presenta luego el involucramiento inducido de la delincuencia para que quede montado el escenario completo de las expresiones psicológico-cibernéticas de esta guerra, en la que obviamente hay muertos como en todas, incluso desde su fase preliminar; los que son usados por los orquestadores de este tipo de guerra como armas más letales aún que aquellas con las que previamente se usaron contra ellos.

A la luz antisandinismo oculto

Volviendo a nuestro tema central, al ser derogadas las reformas a la seguridad social como muestra de buena voluntad del gobierno para frenar la desestabilización del país ya iniciada el momento de la derogación, los que se oponían quedaron sin bandera reivindicativa alguna, y el tema pasó a ser el derrocamiento del gobierno sandinista, lo que en un ambiente de creciente efervescencia y confrontación, puso en movimiento a todo el antisandinismo que había permanecido oculto e inactivo hasta ese momento.

La derogación de las reformas fue una decisión audaz y estratégicamente demoledora para los llamados “autoconvocados”, como se autodenominaron desde un inicio los que se han estado movilizando en contra del gobierno sandinista, ya que quedaron desprovistos de demandas concretas de tipo social, debiendo volver a su formato político de poco interés para la gran mayoría de la población, de reclamar el respeto a la institucionalidad democrático-burguesa bajo cuyas reglas del juego el sandinismo ha sido capaz, como ninguna otra fuerza de izquierda en la historia, de derrotar a sus adversarios políticos, a favor de cuyos intereses han sido diseñadas esas mismas reglas.

Esto es lo que hace recurrir al derrocamiento del gobierno como objetivo explícito, lo que permite a la derecha movilizar al antisandinismo en circunstancias propicias, pero por otro lado priva aún más a la oposición de la posibilidad de contar con la fachada social que hizo posible la legitimación inicial de las acciones desestabilizadoras y la integración a éstas de un segmento de la población sin opción política definida, ni a favor ni en contra de ninguna fuerza, pero que de esta manera la derecha logró poner en contra del sandinismo.

Por otra parte, la deriva de las protestas hacia temas políticos hace que en las mismas adquiera cierto protagonismo lo más débil de la derecha, que son sus partidos, los que lejos de fortalecerse con esto, ahuyentan a una buena parte de la gente que inicialmente se sumó a las acciones antigubernamentales, en las que cada vez es más protagónica la presencia de la burguesía, la clase media alta y el lumpenproletariado, presentándose siempre una fuerte participación de la clase media en general, así como de estudiantes universitarios.

El modus operandi en general ha sido en primer lugar, la combinación de un rostro amable con uno grotesco y de carácter intimidante; en el primer caso, a través de manifestaciones pacíficas muy visiblemente encabezadas por la burguesía que, con su entusiasta participación en dichas actividades, demuestra tener claro que no hay tal represión policial ni paramilitar contra ese tipo de actividades, a las que llegan incluso acompañados de sus hijos menores.

Acto seguido ocupa su lugar el lumpenproletariado, que asume la parte violenta con el ataque y la quema
de locales vinculados al sandinismo, pasando por el derribo de árboles de la vida, actividad esta última en la que participan por igual los sectores medios y la parte desclasada de los sectores populares, en general más vulnerable a la guerra psicológica, y cuyas expresiones socialmente marginales incluyen al elemento lumpen que, además de ponerse al servicio del mejor postor, tiene la tendencia natural a desafiar a la autoridad, que es asumida por este sector como el enemigo debido a su modus vivendi delictivo.

El sandinismo organizado por su parte, ha dado contundentes demostraciones de fuerza y de que mantiene intacta su capacidad de convocatoria, pero frente a la violencia ha asumido una prudente posición defensiva debido a que su principal objetivo inmediato es desactivar la violencia generalizada; contrario al de la oposición, lo cual es aprovechado por ésta para llevar a cabo provocaciones de todo tipo.

La derecha y su característica macabra

Principalmente ataques a grupos de sandinistas, que cuando se defienden son presentados como fuerzas paramilitares o turbas usadas por “el régimen” para reprimir a los “manifestantes pacíficos”; imagen que se refuerza cuando, debido a la gravedad de un enfrentamiento, la Policía hace acto de presencia, lo cual dicha institución está evitando al máximo, permaneciendo la mayor parte del tiempo acuartelada para evitar situaciones que sean manipulables por los fabricantes de noticias falsas.Si los sandinistas atacados se defienden son turbas orteguistas y paramilitares, y si son asesinados se convierten en mártires de la oposición, ya que una característica bastante macabra de este fenómeno es el empeño permanente de los activistas antigubernamentales en crear situaciones que provoquen muertes, dado que cada nuevo fallecido es asumido por ellos como un mártir más, víctima de la represión gubernamental, incluyendo a los muertos del bando sandinista, pues el manejo de esto es el eje central de la guerra psicológica y es, digámoslo así, el anzuelo para tomar el control emocional de la opinión pública.

Incluso, la derecha incluye entre los muertos a personas fallecidas en situaciones ajenas a la crisis, incluyendo muertos por infarto en sus casas y aún más, a personas fallecidas en accidentes de tránsito y cadáveres no reclamados en la morgue, que siempre hay.

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