Fredy Franco (*)
Hace 40 años, el 4 de noviembre de 1984, como parte de las transformaciones políticas generadas por la Revolución Popular Sandinista, se realizaron las primeras elecciones libres, democráticas y soberanas de la historia de Nicaragua. Toda la vida nacional se democratizó desde el concepto real de poder del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. Se hizo realidad la democracia social, económica, cultural y política.
Y dentro de la democracia política se hizo real y plena la democracia participativa y la democracia representativa o electoral. Es la misma revolución la que ha defendido la democracia frente a las reversiones vividas en el periodo neoliberal, la ha recuperado y la perfecciona desde la restitución de derechos económicos, sociales y culturales, y del aseguramiento de la participación política protagónica y elección de los representantes del pueblo. La defiende para que sea siempre libre y soberana frente a las potencias imperialistas y de las fuerzas oligárquicas elitistas y excluyentes.
I- 160 años de caricatura de democracia
Tras la independencia de Centroamericana del dominio español en 1823, se experimentaron los procesos electorales limitados por el poder político elitista oligárquico que se heredó del colonialismo, Solo participaba una pequeña porción de la población, y ser electo como candidatos a los cargos del poder Ejecutivo y Legislativo los que tenían propiedades y riquezas.
Además, solo participaban las fuerzas políticas de derecha conocida primero como legitimistas y democráticos, y luego como liberales y conservadores. Y aunque con la revolución Liberal de Zelaya de 1893 a 1909 se experimentaron algunos avances jurídicos sobre el voto, continuaba siendo limitada la participación electoral al votar solo los hombres, excluyendo a las mujeres de no tener derecho al voto, ni a elegir y ser electas.
Con el derrocamiento de los liberales por la intervención yanqui, Nicaragua quedó subordinado al imperio del Norte desde 1910, convertida en un país neocolonial de los Estados Unidos y con una oligarquía ultraconservadora como sirvienta de los intereses extranjeros.
Los interventores excluyeron de la participación política a los liberales y luego elaboraron una Ley Electoral, conocida como Ley Dodd en 1923, donde a través de los Marines (fuerzas militares de ocupación) dirigían las elecciones, contaban los votos y decidían quién era presidente o no de Nicaragua.
Luego, con la imposición de la dictadura militar somocista (1934-1979) continuó la exclusión social y política. En la Constitución Política y la Ley Electoral se establecía que solo podían participar en las elecciones los partidos Liberal y Conservador, y estaban excluidos los partidos progresistas o de izquierda en Nicaragua.
Después de una larga lucha de las mujeres, lograron por primera vez el voto en 1957. Pero igual, el voto estaba limitado a las dos fuerzas políticas tradicionales de derecha, y nunca se aseguraron los derechos fundamentales del pueblo, ni de las mujeres nicaragüenses. En la dictadura somocista, además del monopolio político de derecha, predominó el fraude electoral y la represión política, para evitar que pudiera abrirse o existir un real proceso democratizador en el país.
II- La democracia real llegó con la revolución
Ese proceso democratizador surgió con la revolución sandinista, casi 160 años después en que predominó una práctica electoral elitista, excluyente, antipopular y anti- nacional. En la nación se hicieron verdaderas elecciones con real participación del pueblo, para decidir a sus representantes y conquistar sus derechos.
En cuanto a la democracia electoral, la revolución aseguró una legislación y práctica política democrática, convirtiendo a la instancia estatal electoral en el nivel máximo de ser un poder del Estado como lo son también los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Es la única instancia para convocar, organizar y dirigir las elecciones, proclamar y certificar a los electos, asegurando la voluntad popular expresadas en las urnas.
La revolución pluralizó la vida política del país. Durante el somocismo estaban proscritos los partidos revolucionarios, progresistas o de izquierda. A todos los partidos se les dio el derecho a participar en la vida política y en las elecciones. Se elaboró una legislación que establece los derechos y obligaciones de las fuerzas políticas, incluido su financiamiento para asegurar condiciones reales o materiales para su participación.
También se organizó un sistema electoral con la participación de los partidos políticos en todos los momentos, como el derecho a fiscales para observar de manera directa todas las elecciones, incluido, clara está, el propio día de la votación. En reconocimiento al papel de la juventud en la historia de lucha, por el triunfo y defensa de la revolución, se estableció el derecho al voto a los 16 años de edad.
En medio de la guerra y el bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos en los años 80, la revolución organizó dos ejemplares elecciones democráticas, participativas y transparentes en 1984 y en 1990. La elección del 4 de noviembre de 1984 -hace 40 años y como nunca antes en la historia- participaron 7 partidos políticos. El FSLN logró el 67% de los votos con mayoría calificada en la Asamblea Nacional y siendo el comandante Daniel Ortega electo presidente, el primer presidente del pueblo.
Para las elecciones de 1990, aún con los Acuerdos Centroamericanos de Paz de 1987 y los Acuerdos de Paz de Sapoa de 1988, la guerra y el bloqueo continuaban; los daños económicos, sociales y humanos eran dramáticos por las consecuencias negativas acumuladas de la criminal política de agresión yanqui contra Nicaragua.
En ese entonces participaron 21 partidos políticos, en 10 casillas, incluida la alianza derechista UNO, creada y financiada por los Estados Unidos. Esta alianza obtuvo la mayoría porque el pueblo quería la paz, pero la misma amenaza estadounidense de continuar la guerra influyó de esa manera en los resultados.
III- Periodo neoliberal, retroceso democrático, vuelta al somocismo
A pesar del bien organizado y transparente Poder Electoral creado por la revolución y heredado a partir de 1990, los gobiernos y fuerzas políticas de derecha neoliberal lo convirtieron en instrumento de sus intereses antidemocráticos, generando prácticas fraudulentas, excluyentes, y usándolo de manera deliberada para sostenerse en el poder y evitar el retorno del FSLN al Gobierno. Desarrollaban, además, sistemáticas campañas de miedo a través de la manipulación mediática, llena de odio, revanchismo y manipulación.
Como en toda nuestra historia, fue un rasgo fundamental en todo ese periodo el descarado injerencismo de los EEUU en los asuntos políticos electorales, seleccionando los candidatos, coordinando y maniobrando en función de los intereses del partido o alianzas de partidos que organizaban.
Uno de los monumentales fraudes conocidos, similares a los que se daban durante el somocismo, fue en la elección de 1996, cuando se hizo un “desorden organizado”: aparecieron las boletas por todos lados en cauces y calles, todo con el propósito de evitar el regreso del FSLN al Gobierno.
En la elección de 1996 llegaron a participar 24 casillas, que sumaban más de 30 partidos y movimientos políticos, con una inmensa boleta que parecía una sábana. Los partidos brotaron como hongos porque se les adelantaba el financiamiento a los que participaran, la mayoría fueron creados oportunistamente.
La elección del 2001 se realizó con menos partidos, polarizándose la elección entre el FSLN y el PLC (y sus alianzas respectivas), obteniendo el tercer lugar el Partido Conservador. En la elección del 2006, junto al acumulado desgaste de los neoliberales y la crisis económico-social y energética generada en el gobierno de Enrique Bolaños, las fuerzas de derecha fueron en dos bloques, y el FSLN.
Esta vez el comandante Daniel obtuvo el triunfo, pese a la estrategia de miedo y confrontación orquestada por los EEUU y la derecha criolla.
IV- Modernización del Poder Electoral en la II etapa de la revolución
A partir del 2007, de nuevo se restituyeron todos los derechos conculcados por los neoliberales. Se trabajó por construir la paz y la estabilidad política. Ello implicó superar el desorden y retrocesos político-electorales y dar pasos para fortalecer a la institución y los procesos.
En todo este periodo del 2007 al 2022, fecha de la última elección, se han realizado todas las elecciones previstas con estabilidad y con las garantías democráticas aseguradas en nuestra Constitución Política y nuestras Leyes: municipales, regionales y nacionales o generales (elección de Presidente o Presidenta, diputados a la Asamblea Nacional y al Parlamento Centroamericano), unificándose para todas en periodos de cinco años.
Se ha manteniendo la pluralidad política en la conformación de las instancias electorales; el Poder Electoral se ha modernizado en términos organizativos y tecnológicos, haciendo más ágiles y confiables los procesos. Se ha ordenado lo relacionado al financiamiento de los partidos políticos a posteriori conforme resultados y debidamente sustentado.
En los aspectos organizativos, en las últimas elecciones se pasó de 400 a 600 los integrantes del Padrón Electoral por Junta Receptora de Votos, para evitar la dispersión y asegurar mayor concentración de los puntos de votación. También en términos legales y organizativos solo la estructura superior del Poder Electoral, el Consejo Supremo Electoral es permanente, las demás estructuras o Consejos Electorales solo se activan en el tiempo mínimo necesario para cumplir sus funciones.
Además, las campañas se han reducido en tiempo, haciendo elecciones más racionales y más económicas para el Estado y los partidos políticos. Se ha fortalecido el carácter soberano de nuestros procesos electorales, sobre todo después del intento golpista del 2018, prohibiendo el financiamiento externo a los partidos, que generalmente fue usado como instrumento para desestabilizar y favorecer intereses antinacionales y antipopulares.
Hoy, los procesos electorales se desarrollan con los esfuerzos propios de cada fuerza política y la garantía del financiamiento estatal, evitando ser influenciados negativamente por los enemigos reales de la soberanía y la democracia: los imperialistas de la tierra.
La democracia con la revolución se seguirá construyendo y fortaleciendo integralmente, incluida la democracia representativa o electoral donde el pueblo es el soberano que decide sobre sus representantes e instituciones de manera libre, y perfecciona su propio sistema político y electoral conforme los principios de nuestra Constitución Política de Independencia, Autodeterminación, Soberanía y Paz.
(*) Cientista Social e Historiador. Profesor Titular UNAN Managua.