Construir la paz todos los días

  • Llama el padre Antonio Castro en acto del 40/19

Ante millares de nicaragüenses congregados en la Plaza La Fe y en sus alrededores, el padre Antonio Castro aseguró que la paz no cae del cielo, sino que se debe construir todos los días. Durante su reflexión en el acto del 40 aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, el sacerdote pidió a los pastores evangélicos y profesores de Biblia norteamericanos presentes en el acto a hacer gestiones ante el Congreso y Senado estadounidenses “para que cesen a Nicaragua las imposiciones, que cese la Ley Magnitsky, que cese la Nica Act”. (A continuación, su mensaje).

H ermanos, buenas tardes a todos. Voy a ser breve. Antes de mi reflexión quisiera pedirles a mis hermanos pastores de Estados Unidos, profesores de Biblia en el Senado norteamericano, un favor, por la cercanía ante esta Instancia, hacer sus buenas gestiones ante el Congreso, ante el Senado de su país para que cesen a Nicaragua las imposiciones, que cese la Ley Magnitsky, que cese la Nica Act.

¡Queremos la paz! ¡Claro que sí! La paz no es la ausencia de la guerra, la paz es el fruto del desarrollo, del crecimiento, del progreso, de la vida, del amor. Y la paz no nos cae del cielo, la paz la tenemos que construir todos los días cada uno de nosotros. Jesús nos dice: Dichosos los que trabajan por la paz. Esos son los hijos de Dios.

Hoy estamos celebrando 40 años de haber nacido a una nueva sociedad, a una nueva Nicaragua, y el número 40 es un número muy importante, nos remite a la Biblia. 40 años pasó el pueblo de Moisés a través del desierto. Sabemos lo qué significa el desierto: hambre, sed, agresiones, persecución, limitaciones, bloqueos, tentación de regresarse al pasado.

Pero el desierto, hermanos, es una etapa de transición. No es para quedarse en el desierto. Es para transitar a algo nuevo, “a una tierra que mana leche y miel”, como dice el Éxodo; es decir, a una tierra de progreso, de justicia, de fecundidad, de derecho, de dignidad, de amor.

Nuestro pueblo, igual que el pueblo de Israel, ha transitado 40 años que nos ha costado mucho a todos los nicaragüenses. Nos ha costado bloqueos económicos, sanciones, muchas adversidades que han traído daño a nuestro pueblo: desempleo, enfermedades, limitaciones, pobreza.

Por eso estamos llamados hoy al cumplir 40 años a celebrar nuestra Pascua, como la celebraba cada año el pueblo de Israel. La fiesta de la Pascua es una fiesta de orden político y de orden religioso; de orden político porque el pueblo celebraba su liberación del imperio de los egipcios, y es religiosa porque le da gracias a Dios que lo acompañó en todo el peregrinar. Hoy celebramos también con ese pueblo 40 años, nuestra pascua, pascua de liberación de nuestra Nicaragua.

Erradicar el odio y revanchismo

Hoy, hermanos, estamos llamados todos a fortalecer nuestra conciencia de que somos hermanos todos, hijos de un mismo Dios; que estamos todos llamados a tomar conciencia de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, por nuestras vidas, por nuestro crecimiento económico, material, cultural, recreativo, en salud, en vivienda, en todo lo que necesitamos para vivir; y que Él sigue haciendo por nosotros.

Esto gracias a la sangre de más de 50,000 Hermanos que germinaron esta tierra nicaragüense con su propia sangre; no es con el agua de la lluvia, sino con la sangre de nuestros hijos que se ha ido forjando esta nueva milpa, esta nueva cosecha, esta nueva vida que estamos haciendo gracias a estos hermanos que sacrificaron sus vidas para alcanzarnos la paz, el derecho, la dignidad, la libertad de los hijos de Dios.

Entonces, que nuestro compromiso hoy sea pedirle a Dios que a toditos nos dé sabiduría; es decir, la capacidad de reflexionar, de fortalecer la conciencia, de animar nuestro compromiso y la decisión firme de construir una sociedad en paz, a través del diálogo, a través del desarrollo, a través de los valores y la
reconciliación.

Necesitamos estar reconciliados todos, erradicar el odio, erradicar la venganza, erradicar los revanchismos. Todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios. Erradicar de nuestros corazones esos antivalores.

Gracias, Señor, por permitirnos celebrar cada año nuestra Pascua, y este año en particular la resurrección de tu pueblo después de haber pasado 40 años por el desierto; por celebrar hoy el paso a la liberación, a la vida, a la paz. ¡Que Dios nos bendiga a todos con mucho amor!

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