Evile (Eveling) del Socorro Umaña Olivas, “Bertha”
Las enfermeras son madres sustitutas

Evile (Eveling) del Socorro Umaña Olivas, “Bertha”Las enfermeras son madres sustitutas
  • Iniciada en la lucha sindical en la huelga del pan duro
  • Somoza rompió “la pata de gallina” y se autonombró el supremo dictador
  • Fetsalud fortaleció la organización por las reivindicaciones laborales

David Gutiérrez López

E llas son abnegadas, entregadas. Alimentan de su propia mano a los pacientes débiles que convalecen en las camas de los hospitales, limpian sus cuerpos, les sustentan las esperanzas de vivir, inyectándoles alivio y paz espiritual, convirtiéndose de esa forma en verdaderas madres sustitutas de los enfermos anónimos, sin discriminación de raza, sexo o preferencias políticas.

Así lo considera Evile (como le pusieron en su inscripción bautismal), mejor conocida como Eveling Umaña Olivas, la auxiliar de enfermería quien, al bachillerarse, deseaba estudiar medicina, carrera que únicamente se impartía en la década de los 60 y 70, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en la ciudad de León, profesión que incurría en severos gastos a las familias en concepto de alojamiento, alimentación y los altos costos de los libros.

Las estadísticas revelan que una gran mayoría de las enfermeras son madres solteras, quienes tienen que lidiar entre sus turnos y la custodia de sus hijos, unas veces con la ayuda de familiares y otras gracias a la solidaridad de los vecinos que cuidan y protegen a los infantes. Su voluntad de asistir a los enfermos y desvalidos se fue formando desde niña cuando asistía a la escuela primaria en su natal Nagarote, (que en lengua Chorotega significa “en el camino de los Nagrandanos”) lo que posteriormente la llevó a estudiar un curso de Auxiliar de Enfermería en el antiguo Hospital El Retiro, destruido por el terremoto de 1972, bajo la supervisión y enseñanzas de la congregación de religiosas carmelitas.

Trabajadores del Hospital Psiquiátrico durante la huelga.
Trabajadores del Hospital Psiquiátrico durante la huelga.

Una vez convertida en enfermera auxiliar, Eveling fue contratada en el mismo hospital devengando un salario de 250 córdobas, unos 35 dólares de la época. Las condiciones laborales no solamente eran deprimentes, sino también discriminatorias para el personal, incluidos a los pacientes y sus familiares, por el trato grotesco y hasta brutal de los porteros, en su mayoría ex guardias somocistas quienes controlaban las entradas y salidas con azotes, tejidos con los plásticos de las guías de los sueros, con los cuales golpeaban a las personas que intentaban visitar a sus enfermos sin su permiso.

Umaña, para mejorar sus ingresos y ganarse otros 250 córdobas, laboraba haciendo otro turno en el hospital psiquiátrico nacional, conocido como el kilómetro 5, sobre la carretera sur.

El desayuno para las auxiliares de enfermería consistía en una taza de café de mala calidad con un bollo de pan duro, el almuerzo era arroz, frijoles y tortilla, y en la cena se repetía el café y el pan duro. Las enfermeras que realizaban tres años de estudios, eran llamadas enfermeras tituladas y gozaban junto a los médicos, de otro tipo de alimentación.

Las auxiliares portaban un uniforme color café oscuro y las enfermeras graduadas, uniforme blanco. Esos actos separatistas comenzaron a generar un profundo malestar entre los trabajadores de la salud, quienes a diario y en todo momento eran los que asistían directamente a los pacientes.

La huelga del pan duro

Esta huelga fue llamada así, jocosamente por los miembros del Movimiento de Trabajadores de la Salud, quienes demandaban mediante un pliego de peticiones mejoras salariales, de alimentación (eliminar el mal café y el pan duro como desayuno) y acabar con las formas segregacionistas en el uso de uniformes (costeados por los mismos trabajadores) y que diferenciaban a las enfermeras incluyendo el color de la “cofia”, gorro blanco para las tituladas y celeste, destinado para las auxiliares.

Umaña rememora que, en esa lucha sindical por el reclamo de sus derechos, no tenían orientación ni apoyo de ninguna central sindical y los demandantes desconocían cómo hacer frente, ni cómo responder ante las argucias de los directores de centros hospitalarios, en su mayoría miembros activos de la Guardia Nacional (G.N) o en retiro, que gozaban de la entera confianza del dictador Anastasio Somoza Debayle.

La huelga se desarrollaba en el hospital del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), hasta donde el primero de febrero de 1972, ingresaron guardias nacionales al mando de los tenientes Ronald Sampson y Domingo Urroz, conminando a los huelguistas abandonar la huelga y desalojar el local en cinco minutos.

Todos al unísono gritaron que no salían, cuando entonces comenzó la represión por parte de la guardia: golpes con la culata de los fusiles y garrotes por todos lados, resultando muchos trabajadores de la salud golpeados y heridos. Varios pacientes indefensos sufrieron desmayos y descompensaciones al ver a los gendarmes apaleando a las enfermeras. Al frente de esa huelga se encontraban René Yescas Sánchez, Denis Obando Sabogales, Consuelo Ortega y William Canales Argeñal.

La brutal represión conllevó a los médicos a involucrarse en las demandas, advirtiéndole a las autoridades que de no cesar las golpizas en contra del personal de salud y la presencia de los guardias dentro de los hospitales y de las Sanidad (así llamaba a los pocos centros de salud), ellos también se sumarían al paro.

Somoza entendió el mensaje y ordenó encontrar un arreglo a través de la Junta Nacional de Previsión Social (JNAPS), organismo que dirigía Hope Portocarrero, esposa del dictador Somoza, lo que puso fin en ese momento a la huelga, mejorando por primera vez el desayuno. Fue cuando apareció el tradicional Gallo Pinto con huevo, queso, pan suave y el café, beneficio que se extendió a los pacientes.

En el terremoto de 1972 Somoza y la guardia se robaron la ayuda

El terremoto del 23 de diciembre de 1972 destruyó Managua. Los hospitales también cayeron, incluido El Retiro, el más moderno de esa época. “Médicos y enfermeras nos entregamos en cuerpo y alma a trabajar día y noche en el auxilio y apoyo de la cantidad de heridos que dejó el cataclismo”, rememora a sus 73 años, Eveling, actual secretaria general adjunta de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetsalud).

El gobierno revolucionario de Cuba al frente del comandante Fidel Castro envió un avión dotado de un hospital de campaña con médicos y personal de salud en solidaridad al pueblo nicaragüense. Somoza, en un acto de menosprecio los envió a “un montarascal” cercano al hospital, en cambio a los yanquis, que también arribaron con otro hospital portátil, les cedió un espacio limpio donde aposentarse. Los cubanos con paciencia, machetes y palas en mano se dispusieron a limpiar la maleza del lugar para luego colocar su hospital de campaña donde atendieron con esmero y cariño a los nicas, hace 52 años.

Somoza aprovechó la situación para autonombrarse presidente del Comité de Emergencia Nacional, cambió el traje y la corbata por uno de fatiga militar, con pistola automática al cinto, ordenó a su guardia el control total de toda la ayuda, la que en su mayoría fue robada para su uso personal.

Un pacto libero-conservador suscrito el 28 de marzo de 1972, entre Anastasio Somoza Debayle y Fernando Agüero Rocha, (el primero ganador de las elecciones del 5 de febrero de ese año, a escaso un mes de ocurrida la masacre del 22 de enero en la Avenida Roosevelt, que dejó varios miles de muertos y desaparecidos, con centenares de heridos) quedó roto cuando Agüero contrariado renunció a la Junta Nacional de Gobierno, llamada “triunvirato, pata de gallina y Kupia-Kumi”, que en lengua misquito significa “un solo corazón”.

Un grupo de conservadores excluyeron al líder Agüero, nombrando a Edmundo Paguaga Irías como miembro de la pata de gallina, contando con el apoyo de un sector de la empresa privada y la venia de la embajada norteamericana. Somoza se consolidó como el supremo poder político-militar, hasta 1974 cuando se reeligió nuevamente presidente.

Ebrio de poder, Somoza aprovechando la situación, decretó 60 horas laborales de trabajo en vez de las 48 e impuso arbitrariamente a los trabajadores el pago del 5 por ciento de su salario como contribución “patriótica para la reconstrucción del país”.

Trasladados al Vélez Paiz y las nuevas huelgas

Luego que el Hospital El Retiro fue declarado totalmente inutilizable, debido a un hundimiento ocasionado por una falla geológica activada por el poderoso terremoto, el personal y los pacientes se trasladaron al antiguo hospital privado Fernando Vélez Paiz, propiedad del médico pediatra del mismo nombre cuya construcción la inició en 1944, obra que no logró ver concluida al fallecer el 3 de mayo de 1957, por una insuficiencia cardíaca a los 52 años de edad.

Sobre este altruista médico se contaban diversas leyendas de p resu nt as apariciones después de su muerte. La madre de una niña que se encontraba entre la vida y la muerte fue visitada y asistida por un médico vestido impecablemente de blanco quien logró recuperarle su salud y estabilizarla, narraba la señora que preguntaba por el doctor que le había salvado a su pequeña, comenta Eveling.

Otros pacientes y enfermeras aseveraban haber visto al elegante pediatra recorrer los pasillos de su hospital y desaparecer al entrar en una de las salas donde se encontraban niños padeciendo de diversas enfermedades a los que atendía casi siempre ocultando su rostro.

Mientras miles de familias se encontraban desplazados en diversos departamentos del país, en calidad de refugiados, “terremoteados” les llamaban, en la destruida capital, comenzaban a resurgir los negocios y servicios con rótulos que se leía: “Estamos operando”. En la penitenciaría la Modelo en Tipitapa, continuaban prisioneros un buen número de militantes sandinistas, entre ellos el comandante y presidente Daniel Ortega Saavedra.

El cinco de junio de 1973 se inició una nueva huelga de los trabajadores de la salud con un pliego petitorio de 16 puntos, estableciéndose en el primer punto, la derogación de las 60 horas laborales y retornar a las 48, la segunda petición era derogar el impuesto del 5 por ciento que les quitaban de los raquíticos salarios. También reclamaban el cumplimiento de acuerdos establecidos en anteriores convenios, entre ellos aumento salarial, la entrega de uniformes y las mejoras en la alimentación.

El once de junio de ese mismo año, más de seis mil obreros de la construcción afiliados al Sindicato de Carpinteros, Armadores y Similares (SCAAS) se declararon en huelga en respaldo a las demandas de los trabajadores de la salud y para que Somoza suspendiera de inmediato las 60 horas laborales en vez de las 48 horas luchadas y ganadas.

El 24 de julio, Somoza se vio obligado a derogar los dos decretos que afectaban a los trabajadores, reiniciándose las labores en el sector construcción y luego en todos los hospitales del país que se habían sumado al paro. El gobierno irresponsablemente había enviado a los pacientes a sus casas.

El Movimiento de Trabajadores de la Salud que no estaba afiliado a ninguna de las centrales sindicales obreras, buscó contacto con varios de ellos, quedándose finalmente con la asesoría de la Central General de Trabajadores (CTN), de tendencia socialcristiana, que funcionaba en el barrio Santa Ana en el mismo local del Instituto de Promoción Humana (INPRHU).

Reclutada por el profesor Bonilla

Silvia Ferrufino, la heróica enfermera que falleció después de 33 días de huelga de hambre.
Silvia Ferrufino, la heróica enfermera que falleció después de 33 días de huelga de hambre.

Eveling Umaña, cierto día de 1973, fue contactada y reclutada por el profesor universitario y militante sandinista Miguel Bonilla, conocido en el mundo estudiantil como “el mono Bonilla”, quien le orientó que trabajara con el Frente Estudiantil Revolucionario (FER).

Lo primero que le recomendó Bonilla fue continuar su labor organizativa en los centros hospitalarios, principalmente donde trabajaba, pero manteniendo un bajo perfil, a fin de que los agentes del servicio de seguridad de Somoza no se enfocaran en su persona.

En el hospital psiquiátrico, donde realizaba otro turno para mejor sus escuálidas finanzas, fue detectada y denunciada ante la Oficina de Seguridad Nacional (OSN) por el dirigente sindical Frank Jiménez Burgos, quien trabajaba con el oficialismo. Desde entonces la enfermera Umaña fue perseguida, acosada y presionada por los directores.

Uno de sus contactos para evadir la vigilancia de los agentes del somocismo, fue la compañera Mary Bolt González, a quien le facilitaba información del trabajo conspirativo y organizativo en los hospitales de Managua y de los departamentos.

Otra huelga en 1974

Eveling se fue fortaleciendo en expe- riencia organizativa y paulatinamente se integró al clandestino Frente Sandinista de Liberación Nacional, usando el seu- dónimo de “Bertha”. El 14 de marzo de 1974 los trabajadores de la salud se de- clararon en paro indefinido en reclamo por un aumento de salario del ciento por ciento.

La huelga se fortaleció con los médicos, personal de las farmacias, conductores y las enfermeras jefas. A la cabeza estaban las auxiliares de enfermería, que representaban la mayoría en número y eran las que realizaban el trabajo directo en la asistencia a los pacientes. Con el salario de esa época no les alcanzaba ni para completar el 50 por ciento del costo de la canasta básica.

El 3 de abril, el teniente Ronald Sampson irrumpió violentamente en el antiguo Vélez Paiz y ordenó a los soldados calar las bayonetas sobre los fusiles Garand. Buscaban a los dirigentes del paro. Los trabajadores en primera instancia se acostaron en el piso de los pasillos para impedir el tropel militar.

Algunos recibieron golpes y patadas, mientras Sampson buscaba a los dirigentes. Las enfermeras formaron una valla humana hasta que fueron desalojados a punta de empujones y amenazas de ser pasados por las bayonetas.

El 30 de abril, Somoza depuso su actitud imperativa y accedió a firmar y cumplir con las exigencias de los trabajadores de la salud. Esta vez estaban asesorados por el abogado socialcristiano Manuel (Manolo) Peralta, quien logró que fuesen aceptadas todas las reivindicaciones.

Surgió con fuerza Fetsalud y la huelga del chelín

Entre las agitadas luchas por las reclamaciones laborales nació la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetsalud) el 24 de mayo de 1974, organización que contó con personería jurídica de la dictadura somocista, fortaleciendo las acciones sindicales organizativas en todos los hospitales y centros de salud nacional.

A inicios de 1975 la situación política del país era convulsa. El Frente Sandinista había roto el silencio con la espectacular acción del asalto a la casa de José María “Chema” Castillo Quant, el 27 de diciembre de ese mismo año, tomando como rehenes a una buena cantidad de funcionarios somocistas que se adelantaban a las celebraciones del fin de año, los que fueron intercambiados por prisioneros sandinistas. Una parte del rescate se estableció en dólares y ambién se aprovechó para denunciar los asesinatos de campesinos en las montañas del país.

La dictadura estaba herida y Somoza desesperado. El movimiento hospitalario introdujo un nuevo pliego de peticiones donde se demandaba equiparar los salarios de los trabajadores de Managua con los departamentos. En Managua se devengaba 850 córdobas y en los departamentos el mismo puesto se tasaba en 350, en una total discriminación salarial. Los empleados hospitalarios sumaban ocho mil en todo el país, actualmente en el año 2024 suman 47 mil trabajadores que velan por la salud del pueblo.

Somoza esta vez no cedió a las peticiones y con su fuerza militar estableció controles en la administración colocando a ex oficiales de la Guardia Nacional, ordenó despidos de los dirigentes sindicales, mientras el país se encontraba bajo Estado de Sitio, con las garantías constitucionales suspendidas.

Umaña, quien ya era conocida como organizadora de los trabajadores, fue despedida al igual que otros miles de empleados que buscaron sobrevivir en clínicas privadas o realizando labores domésticas, entre otras, lavado y planchado a domicilio. Nuestra entrevistada se refugió en Nagarote a trabajar en una clínica privada mientras ayudaba a sus padres en otras tareas.

El general Somoza en abierta burla y desprecio a los trabajadores de la salud, decretó un aumento salarial de 25 centavos de córdobas, acción que el pueblo sabiamente bautizó con el nombre de la “Huelga del chelín”.

La escalada guerrillera fortaleció el movimiento salubrista

Mediante la ofensiva guerrillera iniciada por el Frente Sandinista con los ataques a los cuarteles de la Guardia Nacional (G. N) en octubre de 1977, se acrecentó el espíritu de lucha en el sector laboral, perdiendo el miedo a la dictadura militar que recurría a la represión en un intento de frenar las protestas.

Se recuerda el 9 de septiembre de 1978, cuando en horas de la tarde patrullas de la guardia al mando del sargento Alberto Gutiérrez, alias “macho negro”, irrumpieron violentamente en las instalaciones del centro educativo Don Bosco, donde trabajadores de la salud se mantenían en huelga.

Varios resultaron con heridas y golpes y muchos fueron conducidos presos, entre ellos el fallecido radioperiodista Abel Calero, el que se encontraba apoyando en la divulgación de la lucha sindical. Meses antes, el 5 de julio de 1978 la dictadura declaró la huelga de los trabajadores de la salud como “ilícita, ilegal e inexistente”.

La muerte de Silvia Ferrufino después de la huelga de hambre

El 25 de mayo de 1979 es un día triste que permanece en la memoria de Umaña al recordar con dolor la muerte de su compañera de lucha, la enfermera Silvia Ferrufino Sobalvarro, producto de someterse a una huelga de hambre de 33 días reclamando a la dictadura el reintegro de todos los trabajadores despedidos en huelgas anteriores.

Nadie la convenció de desistir, porque ella estaba convencida de haber iniciado la huelga hasta vencer o morir. Faltaban escasos dos meses para la victoria de la Revolución Popular Sandinista, cuando falleció en casa de sus padres en la comarca de Jocote Dulce, muy cerca de la UNAN-Managua.

Confiesa Eveling que otro acontecimiento que la estremeció y marcó en su firmeza revolucionaria fue haber visto desde una ventana de una casa de la Colonia Centroamérica, el 4 de febrero de 1976, cuando una patrulla de guardias somocistas disparaba sobre la combatiente Mildred Abaunza Gutiérrez, dando tiempo para la retirada del comandante Tomás Borge, quien esa noche fue capturado salvajemente, con lo que comenzó su doloroso tormento en las cárceles de Somoza.

El personaje

Socorro OlivasEvile, mejor conocida como Eveling Umaña Olivas, nació el 3 de enero de 1951 en Nagarote, municipio de León. Es hija de Maclovia Olivas Caballero y Moisés Umaña Pérez.

Sus estudios primarios y secundarios los realizó en Nagarote. Después de bachillerarse pretendió estudiar medicina, no obstante, la situación económica de la familia no alcanzaba para costear esos gastos. Es militante de la segunda promoción del FSLN.

Realizó un curso de un año en el destruido Hospital El Retiro, donde se recibió de auxiliar de enfermería. Consiguió una plaza en el mismo centro, lugar donde inició su lucha sindical al tomar conciencia de discriminación laboral y social.

Se vinculó al FSLN desde 1973 y tuvo participación armada en el ataque a la Guardia Nacional en Nagarote hasta lograr su expulsión y derrota. Es licenciada en Derecho, Abogada y Notaria por la República de Nicaragua. Actualmente es diputada al Parlamento Centroamericano (PARLACEN) y secretaria general adjunta de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetsalud).

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