- A 63 años de su histórica proeza
El 21 de septiembre de 1956, el joven poeta leonés Rigoberto López Pérez protagonizó uno de los actos más valientes y heroicos de la historia de Nicaragua: iniciador del principio del fin de la dictadura somocista. Fue tal su valentía y arrojo que estaba consciente que con el ajusticiamiento del tirano perdería su vida a cambio de la liberación de Nicaragua.
El héroe nacional nació el trece de mayo de 1929 en León. Desde joven se identificó con las ideas de Augusto C. Sandino al ver con dolor e impotencia que su patria se encontraba bajo una dictadura criminal y perversa. Rigoberto no dudó un momento de cambiar la pluma por las armas, y tan decidido estaba de acabar con la dictadura que se despidió de sus amigos y su madre Soledad López con una carta.
Tenía planeado ejecutar a Anastasio Somoza García el 21 de septiembre, pues ese día el dictador asistiría a una fiesta en la Casa del Obrero en León. El poeta logró que lo invitaran por medio de un conocido. Se dirigió vestido con una camisa blanca y un pantalón azul, los colores de la patria. Lo acompañaba un revólver Smith and Wesson calibre 38, con el que se había entrenado en El Salvador y Nicaragua.
En la fiesta logró acercarse a Somoza, quien acababa de bailar “Caballo Negro”, de Dámaso Pérez Prado. Fue en ese momento cuando Rigoberto desenfundó su revólver y disparó cinco veces contra el dictador. Cuatro balas lo hirieron en el pecho.
A cambio, una lluvia de disparos terminó con la vida del poeta de 27 años. Eran las once de la noche. Somoza García exclamó: ¡Ay Dios! y cayó a un costado de la mesa. El primero en auxiliarlo fue el Coronel Lisandro Delgadillo, jefe militar de León, el mismo que cuando era capitán dirigió el pelotón de soldados que asesinó al General Augusto C. Sandino.
Cambió su vida por la del tirano
Rigoberto fue abatido de inmediato, pero se ensañaron con su cuerpo. Un cabo de apellido Lindo le propinó un culatazo entre la nuca y la quijada; el sargento Pedro Gutiérrez, de servicio en la Casa Presidencial, le disparó al rostro con su arma de reglamento. Le hicieron 54 disparos. Entre sus verdugos estaban Eduardo Argüello Cervantes y el Coronel Camilo González.
Arrastraron el cadáver a la calle y en un jeep lo trasladaron al Comando de la guardia en León, después lo llevaron a Managua donde se presume que lo enterraron en un lugar cercano al Recinto “Rubén Darío” de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua. El rastro de su cuerpo se perdió, nunca se supo dónde quedó para que su tumba no se convirtiera en santuario de los opositores a Somoza.
Este hecho trajo el surgimiento de las organizaciones sindicales, de estudiantes, de los movimientos guerrilleros, y también demostró la vulnerabilidad y debilidad de la dictadura somocista, según relata el diputado sandinista Jacinto Suárez, quien agregó que para en ese entonces los movimientos populares no existían.
“El último sandinista era el general Pedro Altamirano muerto en 1938 y en 1948 apareció Ramón Raudales con un pequeño alzamiento, pero fuera de eso había una paz y tranquilidad de la que gozaba la tiranía y de repente llega el atentado de Rigoberto que provoca un shock y la gente empieza a entusiasmarse, pero la guardia somocista desata su más terrible represión”, dijo.
Suárez consideró que Rigoberto tenía la decisión de cambiar su vida por la del tirano. “Cuando uno lee sus poemas se da cuenta de eso. El habla solo de la muerte del tirano, pero hace una carta de despedida a su madre en el que le dice: para tratar de ser yo que inicie el principio del fin de esta tiranía, es decir no era el tipo de hombre que cree que matando al tirano se resuelve todo. Otra enseñanza de Rigoberto fue que la lucha tenía que ser de carácter armado”, rememoró.
Compromiso con el legado de Rigoberto
La militancia sandinista del departamento de Managua y sus municipios conmemoró el 63 aniversario del paso a la inmortalidad del poeta, con la colocación de ofrendas florales en el monumento ubicado en la rotonda que lleva su nombre. También centenares de personas depositaron una flor y destacaron su ejemplo y valentía.
“Reconocemos con espíritu patriótico y revolucionario la singular historia de valentía, honor y entrega absoluta a la defensa de la paz y el bien de nuestra Nicaragua diciendo a una voz que la patria no se entrega, la patria se defiende y se ama. Rigoberto dio muerte al dictador, siendo ejemplo de luz, esperanza y fortaleza infinita para las futuras generaciones”, expresó Daniel Sequeira, miembro de Juventud Sandinista.
Por su parte, la alcaldesa de Managua Reyna Rueda aseguró que “Rigoberto vive en los pensamientos y corazones de los nicaragüenses. “Estamos dispuestos hasta las últimas consecuencias a defender nuestra paz y nuestra revolución. Hoy nos comprometemos a continuar acompañando a este gobierno porque no fue en vano el sacrificio de nuestros héroes y nosotros como pueblos no estamos dispuestos a dar ni un milímetro de espacio a la violencia, a la agresión”, afirmó.
Diversas instituciones, consejos de liderazgo sandinista, comunidad organizada, jóvenes y estudiantes se aproximaron a la rotonda en su honor, en las cercanías de la UNAN-Managua.
El pueblo de su natal León también se sumó al homenaje depositando ofrendas florales en la casa museo Rigoberto López Pérez, y posteriormente se realizó una caminata hacia el Mausoleo de Héroes y Mártires, en la esquina opuesta de la catedral de la ciudad universitaria, donde realizaron Guardia de Honor.
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actualmente existen investigaciones donde esta su cuerpo
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